Читать книгу Enamorado de la secretaria - Noelle Cass - Страница 4
CAPÍTULO 1
ОглавлениеStacy Petersen no se lo podía creer, había presentado su currículum en Industrias Márquez y entre todas las candidatas que se presentaron para el puesto de secretaria, la habían escogido a ella. Sería un gran paso para su carrera profesional, ya que tenía la oportunidad de trabajar en una de las empresas más importantes del país, y así ir ascendiendo hasta conseguir un puesto de gran responsabilidad.
Dejó la bandeja del desayuno sobre la mesilla de noche y se levantó de la cama, cogió el albornoz y fue al cuarto de baño a darse una ducha. Tenía la intención de agradar a su nuevo jefe con el mejor aspecto posible, para que se sintiera orgulloso por haberla contratado. Pero eso era imposible, se dijo, Alessandro Márquez tenía un extenso departamento de Recursos Humanos, el cual se encargaba de seleccionar a la persona adecuada para cada puesto.
Cinco minutos más tarde, salió del cuarto de baño envuelta en un albornoz y una toalla cubriéndole el pelo mojado. Se acercó al armario y sacó una percha en la que descansaba un precioso vestido de seda en dos tonos. La parte de arriba del vestido de color salmón y cuello en V y manga corta. La parte de abajo del vestido era de color negro y le llegaba hasta las rodillas. Pensó que era el modelo ideal para su primer día de trabajo.
Luego se sentó en un taburete frente a la cómoda y se hizo un elegante moño en lo alto de la cabeza. Ya peinada, se aplicó una suave base de maquillaje, sombra de ojos, rímel, colorete y brillo de labios. No era necesario que invirtiera demasiado tiempo en maquillarse, Stacy tenía una piel de color marfil uniforme y sin imperfecciones.
Se echó un último vistazo al espejo y luego se puso la chaqueta negra que conjuntaba con el vestido y los zapatos de tacón y que combinaban con el atuendo que había elegido ese día. Luego se acercó a la mesilla de noche y cogió la bandeja del desayuno para dejarla en la cocina. Betty, la chica de la limpieza, se encargaría del resto.
Miró el reloj y tras comprobar que llegaría a tiempo, cogió el bolso, las llaves de su Honda Civic, las llaves de la puerta de la casa y salió a la calle. Una preciosa mañana de primavera la recibió y Stacy inhaló el fresco aroma de las flores recién plantadas de su jardín. Vivía en Haight Street, la calle principal del famoso barrio de Haight Ashbury de San Francisco. Industrias Márquez se encontraba en Market Street.
Cuando por fin aparcó en el estacionamiento destinado a los empleados de la compañía, no podía creerse que tardara tanto tiempo, pues el tráfico en esa ciudad era infernal a esas horas. Bajó del coche y apuró el paso, pues tenía que subir hasta la décima planta del edificio, donde se encontraban las oficinas de Alessandro, pero los zapatos de tacón de casi diez centímetros no le eran de mucha ayuda. Antes de subir al ascensor, tuvo que enseñar su identificación a uno de los guardias de seguridad; cuando por fin el ascensor se puso en marcha, respiró aliviada, esperaba que su nuevo jefe todavía no estuviera en su oficina.
Ya en planta, una recepcionista le indicó amablemente la oficina de Alessandro y el escritorio donde ella trabajaría. Respiró con tranquilidad al ver que en la estancia todavía no había nadie. Después de unos minutos de agradable charla con Lana, la recepcionista, Stacy se despojó de la chaqueta y la colgó en el sillón giratorio, luego se sentó y se puso a organizar su mesa de trabajo, la cual contaba con un ordenador de sobremesa, una impresora, diverso material de oficina y, detrás de ella, un archivador grande.
Alessandro detuvo el coche frente a la puerta principal de su empresa, enseguida apareció un aparcacoches para estacionar su Lamborghini en la zona del parking reservada únicamente para el dueño de la empresa. Entró en el edificio mientras sus empleados se afanaban en concentrarse en sus tareas, pues sabían que, si había algo que no gustaba a Alessandro Márquez, era que sus empleados no rindieran lo suficiente, pues esperaba de ellos que trabajaran al doscientos por cien cada día. Desde que él había tomado el relevo de su padre en la empresa, los beneficios habían aumentado obscenamente y no habría llegado tan alto siendo blando con sus subordinados.
Subió a su planta, se dirigió a su despacho, pero algo llamó su atención, bueno, más bien alguien, ya que nunca antes había visto a la mujer que estaba sentada tras el escritorio destinado al de su secretaria. Mientras ella seguía concentrada en lo que estaba haciendo Alessandro, fijó la mirada en ella, era una mujer bastante mona, pero no de las que lo atraían a él. Entonces volvió a la realidad y se preguntó qué demonios hacía esa mujer en sus dominios; que él supiera, el jefe de Recursos Humanos no le había informado de que habría nuevo personal en las oficinas, esa mujer bien podía ser una espía infiltrada de la competencia. Él era un ingeniero de renombre en el mundo de la construcción y había demasiadas empresas detrás deseando arrebatarle su jugosa cartera de clientes.
Se acercó a la mujer, ella notó su presencia y levantó la cabeza para mirarlo. Por unos minutos, Alessandro se quedó perdido en el océano azul que representaban sus ojos. Jamás en su vida había visto unos ojos tan preciosos como los de esa mujer. Ella se quedó blanca como el papel, pues Alessandro sabía de sobra que su físico y su presencia imponían demasiado.
Stacy, desde el momento que levantó la vista, se encontró con la figura imponente de Alessandro Márquez. Había visto muchas fotografías en las revistas y sabía que era un hombre demasiado atractivo y viril, pero nada la había preparado para enfrentarse a la realidad. En esos momentos le hubiera gustado hacerse invisible y escapar de su penetrante mirada. No sabía por qué la miraba de ese modo, ella había sido seleccionada para trabajar en su empresa.
—¿Quién es usted y qué demonios hace en mi empresa? —preguntó Alessandro, en un tono tan cortante que Stacy dio un respingo en el asiento.
—Señor... Márquez... soy Stacy Petersen, y soy su nueva secretaria.
—¿Mi nueva secretaria? —prosiguió preguntando con desdén.
—Así es, he presentado mi currículum en Recursos Humanos y he sido seleccionada para el puesto.
—¡Yo no he solicitado ninguna secretaria! —estalló Alessandro, perdiendo los nervios.
—¿Insinúa que estoy mintiendo? —preguntó Stacy, poniéndose a la defensiva.
Alessandro se pasó las manos por el pelo frustrado e intentando calmarse. Esa mujer lo sacaba por completo de sus casillas y no podía hacer nada para evitarlo. Nunca, ningún empleado bajo sus órdenes había sido capaz de enfrentarse cara a cara con él como lo estaba haciendo esa mujer.
Ella se puso de pie como impulsada por un resorte y dispuesta a continuar con la pelea. Alessandro se quedó de piedra al ver el esbelto y bien proporcionado cuerpo de Stacy, por unos minutos la boca se le secó, esa mujer lo atraía con una fuerza que él no podía controlar.
Enseguida se recuperó de la impresión y con una voz fría como el hielo que hasta a él mismo le sorprendió, dijo:
—Quiero que recoja sus cosas y salga de mi empresa, si en diez minutos sigue aquí, llamaré a seguridad para que la saque a la calle. Yo no he contratado a nadie y no quiero espías a mi alrededor.
—¡Yo no estoy aquí para robarle ninguna información, señor Márquez!
Él rio con una risa que a Stacy le pareció más a la risa de una hiena a punto de atacar a su presa, que la de un ser humano.
—Muy bien, usted misma se lo ha buscado. Prepárese porque haré que se arrepienta de querer trabajar aquí.
—Soy más fuerte de lo que parece. —Ella lo desafió con la mirada.
—Ya veremos si después de un par de días de duro trabajo opina lo mismo.
—No me da miedo el trabajo y menos usted.
Alessandro se acercó sigilosamente a Stacy, ella intentó mantenerse serena, pero su presencia la turbaba demasiado.
—Así que no me tiene miedo —dijo él, muy cerca del rostro de Stacy. Ella no pudo evitarlo y se perdió en el suave aroma a perfume que emanaba Alessandro. Stacy no entendía por qué ese hombre la turbaba tanto, pero tampoco quería averiguarlo, lo único que quería era cumplir con su horario laboral y nada más.
—No... no... le tengo... miedo —balbuceó ella.
—¿Entonces por qué está temblando?
—Siento algo de frío —mintió Stacy.
—Le estoy dando una oportunidad de oro, si se marcha ahora puede irse con la dignidad intacta. No la quiero en mi empresa y yo siempre tengo la última palabra. Y es mejor a que tenga que huir avergonzada por no soportar el trabajo duro.
Alessandro por fin se separó de ella y se encerró en su despacho, murmurando imprecaciones entre dientes y dando un sonoro portazo al cerrar la puerta. No quería a esa mujer en sus dominios y menos tan cerca de él; su presencia lo afectaba demasiado y no soportaría tenerla cerca durante las largas horas de trabajo. Tenía que hacer todo lo posible para echarla de la empresa, él era el dueño y escogía a quién quería bajo sus órdenes. Y lo que no quería era a una secretaria de lengua afilada y un cuerpo de infarto que podría hacer que hasta un santo la deseara.
Stacy se dejó caer temblorosa en el asiento. Ese hombre no tenía modales y parecía un auténtico hombre de las cavernas. Pero se había encontrado con la persona equivocada, ella iba a soportar todos sus arranques de mal genio y sacar adelante todo el trabajo que él le impusiera, demostrándole así que era mucho más dura de lo que ese hombre pensaba.
Pero no se sentía preparada para todas las sensaciones que le hizo sentir cuando lo tuvo tan cerca. Si algo corría peligro era, sin duda, su corazón. Stacy estaba segura de que podría acabar enamorándose irremediablemente de ese hombre y que haría añicos su corazón, porque si estaba segura de algo, era que Alessandro Márquez era un experto en romper los corazones de las mujeres que osaban conquistarlo. Había leído demasiados cotilleos sobre su vida amorosa. Pero Stacy estaba decidida a no convertirse en una más de la interminable lista de ese atractivo hombre.