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CAPÍTULO 5

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Dos tardes después, Alessandro estaba hecho una fiera y no dejaba de dar vueltas como si estuviera enjaulado. En los tres días que llevaban en El Cairo, Hakim había sacado a Stacy a enseñarle algunos de los monumentos más emblemáticos de la ciudad como: las Pirámides de Guiza, el Museo Egipcio de El Cairo y la Ciudadela. Cuando Stacy regresaba al hotel no dejaba de contarle fascinada lo bien que se portaba Hakim con ella, y eso molestaba a Alessandro, y mucho. A él le parecía que Stacy disfrutaba desafiándolo, pero tampoco quería que el jeque se enfadara porque ella no accediera a acompañarlo. Alessandro seguía temiendo que el contrato no se fuera a llevar a cabo.

Pasada la medianoche, Stacy hizo acto de presencia por fin en la habitación. Su enfado fue todavía mayor al verla sonriente y con las mejillas arreboladas, era evidente que se lo había estado pasando más que bien con Hakim. Por unos instantes, en su mente se conjuró la imagen de Hakim y Stacy besándose y el enfado de Alessandro se hizo todavía mayor.

Stacy se llevó un susto de muerte al ver a Alessandro aparecer de repente y con cara de muy pocos amigos. Pero ella no dejó que su mirada la afectara, ese hombre no tenía derecho a dirigir su vida, al contrario, debía estar encantado porque Hakim quisiera pasar tiempo con ella, eso significaba que el negocio que tenían entre los dos hombres no corría peligro y Stacy temía que, si se negaba a hacerle compañía a Hakim, este pudiera romper el contrato millonario que tenía con Alessandro.

Stacy ahogó un grito al ver a Alessandro en la oscuridad de la habitación y dijo:

—¡Me ha dado un susto de muerte! Pensé que ya estaría durmiendo.

Alessandro no hizo caso de las palabras de Stacy y fue avanzando hacia ella sigilosamente.

—Estas no son horas de llegar al hotel, ¿tengo que recordarle que está aquí para trabajar?

—Claro que no lo he olvidado —respondió, desafiándolo con la mirada.

—¡Le he dicho que se mantuviera alejada de Hakim y está haciendo todo lo contrario! —estalló Alessandro, cada vez más cerca de Stacy.

Stacy se quedó paralizada al escuchar el tono de voz de Alessandro; al instante, el vello del cuerpo se le erizó por temor a que él le pudiera hacer daño. Todavía estaba al lado de la puerta e instintivamente dio un paso hacia atrás hasta quedar acorralada contra la puerta, mientras Alessandro seguía acercándose peligrosamente a ella.

—Le gusta desafiarme, ¿verdad?

—No… no tiene derecho a interferir en mi vida, señor Márquez. —Stacy seguía con la mirada clavada en Alessandro—. Nuestro… nuestro trabajo ha terminado y Hakim me invitó a conocer algunos de los monumentos de la ciudad.

Él se fue acercando todavía más mientras Stacy hablaba. Ya a su lado, Alessandro aspiró su olor. Ella olía a sol y a flores exóticas, haciendo que el deseo de Alessandro despertara. Con una mano cogió uno de los mechones de ella y lo enroscó entre los dedos, con la otra mano fue enmarcando el rostro de Stacy. Ella cerró los ojos mientras disfrutaba de la sensación de la piel de Alessandro sobre la suya. Nunca se había imaginado que una simple caricia pudiera afectarla tanto. Un escalofrío de placer la recorrió de los pies a la cabeza.

—¿Me tienes miedo, Stacy? —preguntó Alessandro, con la mirada brillante y tuteándola.

—No, no te tengo miedo, Alessandro —ella también lo tuteó.

—Entonces, ¿por qué estás temblando?

—Tengo algo de frío y estoy agotada —mintió Stacy.

Alessandro soltó una carcajada carente de humor, sabía perfectamente que Stacy temblaba de placer por sus caricias. Entonces, mientras Stacy seguía arrinconada contra la puerta, él posó sus labios sobre los de ella y una chispa se encendió entre los dos, haciendo que por sus cuerpos corriera una fuerte descarga eléctrica. Stacy era inexperta, pero correspondió al beso de Alessandro. Él con la punta de la lengua la incitó a que abriera la boca y así poder tener acceso a ella. Sus lenguas se unieron en un sensual baile haciendo que Stacy estallara en un cúmulo de sensaciones.

Siguieron besándose mientras Alessandro le despojó la chaqueta, la tiró al suelo y levantó a Stacy en brazos para llevarla al dormitorio. Ella tenía la mente tan obnubilada que no era consciente de lo que estaba pasando. Solo podía pensar en las caricias y los besos de Alessandro y deseaba que nunca dejara de besarla, ahora que conocía el sabor de los besos de ese hombre, se dio cuenta de que sería adicta a ellos el resto de su vida y que no sería capaz de sobrevivir sin Alessandro.

Este entró en el dormitorio y condujo a Stacy hacia la cama y la depositó en la colcha con suavidad mientras seguía besándola. Él también se dio cuenta de que se estaba haciendo adicto a los besos de Stacy, sus labios sabían a fresa y eran muy suaves.

Él se tumbó al lado de Stacy y le besó el cuello, dejando un reguero de fuego en la sensible piel de la joven. Con una mano fue desabrochando los botones de la blusa y con la otra mano acarició uno de los senos por encima del sujetador; al instante, el pezón se irguió reclamando un contacto más íntimo, de los labios de Stacy brotó un gemido de placer que Alessandro sofocó con un beso.

Acabó de sacarle la blusa a Stacy y la tiró a los pies de la cama. Desabrochó el cierre del sujetador y los pechos de la joven quedaron a la vista. Eran perfectos, se dijo Alessandro, dos pequeños montículos turgentes y coronados de rosa. Alessandro notó cómo su miembro se excitaba todavía más y los pantalones le hacían daño, pero quería ir despacio y disfrutar de todo el placer que le hacía sentir Stacy.

Acercó los labios a uno de los apetecibles senos y Stacy se arqueó instintivamente para que Alessandro tuviera mejor acceso a su cuerpo. Separó las piernas de Stacy y buscó acomodo entre ellas sin dejar de prestar atención a lo que estaba haciendo. Ella puso los brazos alrededor del cuello de Alessandro. No tenía experiencia en las relaciones sexuales, pero su cuerpo actuaba por instinto, sabiendo perfectamente lo que tenía que hacer.

Entonces, por arte de magia, el hechizo se rompió y Alessandro recobró la sensatez y se separó de Stacy como si de repente ella quemara. Se levantó de la cama atónito por lo que acababa de hacer, unos minutos más y estarían haciendo el amor.

Stacy volvió también a la realidad y no se podía creer que estuviera a punto de entregarse a un desconocido, porque Alessandro no era para ella más que un desconocido del que no sabía nada. Su cara empezó a arder de vergüenza y se cubrió lo mejor que pudo con la colcha de la cama.

—¡Qué es lo que pretendes al querer seducirme! —exigió Alessandro, furioso y mirándola con ojos acerados.

—¿Estás insinuando que voy por ahí acostándome con cualquier hombre que se me pone por delante?

—Eres una mujer muy atractiva y se nota que sabes sacar partido a tus encantos.

Stacy se levantó de la cama con una rabia que casi no podía contener, se acercó a él y lo abofeteó en la cara.

—¡No puedo creer que pienses…!

—Que piense qué... me queda claro que eres poco más que una prostituta. Eres una mujer fácil y que estuviste a punto de hacer el amor conmigo.

Ella lo volvió a abofetear en la misma mejilla, allí todavía donde Alessandro tenía la cara roja de la primera bofetada.

—Eres un cínico y un mentiroso, has sido tú el que ha empezado todo esto.

Pero Alessandro no la escuchaba y él le preguntó:

—¿Ya te has acostado con Hakim?

Stacy recogió la blusa del suelo y respondió:

—Sí, ya me he acostado con Hakim, ¿algún problema?

Iba a salir del dormitorio cuando Alessandro la llamó:

—Stacy, no hace falta que te recuerde que si pierdo este contrato por tu culpa te llevaré ante los tribunales.

—No hace falta que me lo recuerdes, mi relación con Hakim no tiene nada que ver contigo.

Stacy salió de la estancia con los ojos llenos de lágrimas y fue a sentarse al sofá mientras rompía a llorar. Alessandro había sido demasiado cruel y no tenía derecho a pensar que ella era una cualquiera. Estuvo tentada a decirle que estaba equivocado y que ella todavía era virgen, pero estaba segura de que Alessandro no la creería y se reiría de ella en su cara. Entonces, se vengó de la peor manera haciéndole creer que Hakim y ella se habían acostado.

Alessandro dio un fuerte puñetazo sobre el colchón, necesitaba descargar toda la rabia y la frustración que le corrían por las venas. Todavía no podía creerse que estuviera a punto de hacerle el amor a Stacy. Menos mal que había recobrado la sensatez a tiempo antes de que las cosas llegaran demasiado lejos entre los dos. Para él era mucho más fácil culpar a Stacy de lo sucedido. Si pensaba lo peor de ella dejaría de sentirse culpable. Pero todavía lo puso más furioso saber que Stacy se había acostado con Hakim y que ya eran amantes. Saberlo, hizo que la sangre le hirviera todavía más por dentro. Él tenía razón, Stacy solamente era una mujerzuela de la más baja calaña, ya se había acostado con Hakim y solo se conocían desde hacía pocos días.

Más calmado, se acercó a la ventana del dormitorio, se apoyó en el alféizar de la ventana mientras se pasaba una de las manos por el pelo. En cuanto llegaran a San Francisco tendría que tomar una decisión respecto a Stacy. Tenía muy claro que después de lo que había sucedido entre los dos no podía permitir que permaneciera cerca de él. Lo que acababa de pasar no podía volver a suceder de ninguna manera. No podía despedirla porque ella no le había dado motivos para hacerlo, pero tendría que buscarle un departamento lo más alejado posible de su despacho.

Stacy seguía llorando inconsolable. Tenía claro que no podía permanecer cerca de un hombre como Alessandro. En cuanto llegara a San Francisco haría que revocasen su contrato y buscaría empleo en otra empresa. Incluso, pensó que Hakim podría ayudarla a buscar un trabajo en el que no pudiera volver a ver a Alessandro. Pero se estaba dando cuenta de una gran verdad que la dejaba sin respiración, estaba enamorada de Alessandro Márquez.

Diez minutos después, Stacy oyó que la puerta de la habitación se cerraba, seguramente se trataba de Alessandro que se iba, pensó disgustada. Más tranquila, se secó las lágrimas con un pañuelo y se obligó a calmarse. Tenía que olvidarse de todo lo que había pasado esa noche y de Alessandro para siempre. Un hombre que actuaba de esa forma no se merecía a una mujer como ella a su lado. Stacy se valoraba demasiado así misma para dejarse dominar por un hombre. Pero se daba cuenta de que Alessandro era un hombre dominante por naturaleza, el poco tiempo que llevaba trabajando para él podía apreciar que ese hombre había nacido para mandar, para ser el macho alfa, el líder de la manada. A fin de cuentas, no habría logrado dirigir el imperio del que era dueño si resultara ser una persona débil.

Stacy se levantó del sofá y se acercó a la puerta de la sala para asegurarse de que Alessandro no se encontraba en ninguna de las estancias de la habitación. Tras mirar en todas y asegurarse de que no había rastro de él, fue al baño a lavarse la cara, se lavó los dientes y se alisó el pelo antes de encerrarse en el dormitorio. En la estancia se desvistió y se puso el camisón, separó las mantas de la cama y se acostó. Deseando poder quedarse dormida pronto.

Entonces, se dio cuenta de que podría estar metida en un grave problema si Alessandro le reprochara a Hakim que se hubiera acostado con su secretaria. Esperaba que Alessandro se olvidara del asunto, si se lo recordaba, ella quedaría como una mentirosa y la buena imagen que Hakim tenía de ella se haría añicos.

Por suerte, no tuvo que esperar mucho tiempo para quedarse dormida, el cansancio la fue venciendo y poco a poco fue cayendo en las espesuras de un sueño profundo.

Alessandro bajó al restaurante del hotel y se sentó en la barra, allí pidió que le sirviera un whisky doble. Mientras el camarero le servía la bebida, Alessandro se pasó las manos por el pelo en señal de frustración. Todavía tenía pegado a él el olor de Stacy y el sabor de sus besos, tenía la sensación de que se iba a volver loco de remate. No podía dejar de pensar en ella.

Dio un largo sorbo a la bebida, mientras el líquido ambarino le caldeaba el cuerpo y pensaba qué demonios iba a hacer con Stacy después de todo lo que había pasado esa noche, y cómo iba a ser capaz de afrontar los días que le quedaban en El Cairo y el viaje de regreso a San Francisco.

Pero saber que Stacy salía cada tarde con Hakim y regresaba al hotel bien entrada la noche, lo ponía furioso. Sentía unos celos enfermizos porque el jeque compartiera el tiempo con Stacy. Pero después de lo que acababa de descubrir, Stacy había compartido mucho más que el tiempo con Hakim. Cada vez que recordaba la confesión de ella, la sangre le hervía como si fuera un volcán a punto de entrar en erupción. Alessandro no sabía por qué esa mujer lo hacía sentirse de esa forma, por su vida habían pasado muchas mujeres y nunca sintió celos de ninguna de sus amantes, pero con Stacy era muy diferente. Había algo en ella que despertaba al hombre más primitivo y que deseaba coger a Stacy en brazos y llevarla a su guarida para que estuviera a su completa merced en donde nadie la pudiera encontrar. Se estaba volviendo loco, pensó.

Estaba tentado a reclamar a Hakim el haber seducido a Stacy. Pero si lo hacía estaría provocando su suicidio económico, si se enfrentaba al árabe él rompería el contrato y su reputación como empresario quedaría dañada. Nadie querría volver a hacer negocios con él y los que ya tenía se vendrían abajo en un abrir y cerrar de ojos.

Pasadas las dos de la madrugada, Alessandro salió del restaurante y se dirigió a los ascensores. Mientras subía a la planta correspondiente se miró en el espejo del cubículo. Tenía un aspecto lamentable y soltó una amarga carcajada al darse cuenta de que su mundo se estaba empezando a desmoronar por culpa de una mujer. Él, que se creía una persona sensata e invencible, estaba perdiendo la cabeza por culpa de su secretaria, ¡una simple secretaria!

El ascensor llegó a planta, las puertas se abrieron, pero él tardó un rato en decidirse a salir o no. Pero cuando las puertas comenzaban a cerrarse salió y se puso a caminar por el pasillo del hotel hasta su habitación.

Ya al lado de la puerta, suspiró antes de abrirla. Comprobó que todo estaba a oscuras y en silencio, Stacy debía estar ya dormida, pensó Alessandro, mientras entraba en la estancia. Fue directamente a la sala de estar y se tumbó en el sofá tapándose con una manta. Estaba exhausto y necesitaba una reparadora noche de descanso. Pero su mente volvió a atormentarlo con las nítidas imágenes de los momentos más eróticos que había vivido con Stacy. Dio varias vueltas en el sofá para intentar buscar una postura que lo ayudara a dormir, pero fue inútil.

Media hora más tarde, salió de la estancia, entró a hurtadillas en el dormitorio y sin hacer ruido se acercó al armario y cogió un pantalón de pijama. Al instante, tuvo que apretar los dientes para no recordar lo que había sucedido en ese dormitorio. Salió y fue al cuarto de baño a darse una ducha de agua fría para calmarse. Ya duchado y más tranquilo volvió a tumbarse en el sofá.

Stacy se había despertado tarde esa mañana, pero cuando salió del dormitorio se alegró de no ver a Alessandro. El servicio de habitaciones ya había subido el carrito con el desayuno. Pero ella decidió que desayunaría en el restaurante y pasaría el día fuera del alcance de Alessandro. Después del enfrentamiento que habían tenido la noche anterior no tenía ganas de encontrárselo todavía. Iba a aprovechar el día para ir de compras y visitar algunos de los puntos turísticos que todavía no había visto.

Casi veinte minutos después, salió del hotel decidida a pasárselo bien. Se había puesto unos sencillos vaqueros de color azul, una camiseta rosa y unas zapatillas también del mismo color. Llevaba el pelo recogido en una coleta y en el rostro apenas se había aplicado maquillaje. Cogió un taxi para que la llevara a una de las calles más concurridas de la ciudad y en la que se encontraban casi todas las tiendas.

Alessandro se despertó al notar la claridad en los ojos. Parpadeó unas cuantas veces para acostumbrarse a la luz. Lo primero que notó fue que tenía un fuerte dolor de cabeza, las sienes le palpitaban a punto de estallar. Había dormido muy pocas horas y el poco tiempo que permaneció dormido no fue capaz de dejar de pensar en Stacy.

Se levantó del sofá y se dirigió al mueble de las bebidas y se sirvió un vaso de agua, notaba la boca seca. Los efectos de la resaca lo estaban matando. Se bebió el contenido del vaso de golpe, lo dejó sobre el mueble y salió de la estancia. Se percató de que Stacy no estaba en la habitación, ni siquiera estaba en el dormitorio cuando llamó a la puerta y entró para coger ropa limpia en el armario. Alessandro se preguntó dónde se habría metido esa mujer. Pero seguramente se había ido a pasar el día con su amante. Eso lo puso furioso. Que Stacy corriera a buscar a su amante después de lo que había sucedido la noche anterior fue demasiado para Alessandro.

Quince minutos después, Alessandro estaba vestido con un pantalón corto de color beige y una camiseta de manga corta blanca. Ese día no tenía intención de salir de la habitación. Dedicaría el día a revisar correos electrónicos y comprobar que todo marchara bien en San Francisco. En torno a las doce y media de la mañana tuvo una videollamada por Skype con uno de sus abogados. Luego, pidió que le subieran algo de comer y cuando acabó siguió volcado en el trabajo. Era la única forma de no pensar en nada, se dijo Alessandro para sí.

Stacy disfrutó del día. Se compró varias prendas de ropa muy favorecedoras. Luego, comió en un restaurante una deliciosa comida. Por la tarde, se hizo con una guía de turismo y recorrió varios lugares que recomendaban en el libro.

Ya estaba anocheciendo, cuando el taxi la dejó en la puerta y entró en el hotel. Mientras uno de los botones se hacía cargo de todas sus compras y las llevaba a su habitación, Stacy fue al restaurante a cenar. Quería retrasar todo lo posible su regreso a la habitación y encontrarse con Alessandro. Todavía le seguía doliendo la forma en la que la había tratado el día anterior. Por mucho que intentara decirse que iba a olvidarse de ese hombre sabía que iba a ser imposible. Alessandro se había adueñado completamente de su corazón y no podía hacer nada al respecto.

Permaneció en el local disfrutando del ambiente y de las suaves voces del resto de comensales, que charlaban y reían como si no tuvieran preocupaciones ninguna. Haría todo lo posible para retrasar el regreso a la habitación. Por unos momentos, estuvo tentada de ir a recepción a preguntar si quedaban habitaciones disponibles, pero enseguida descartó la idea, daría la impresión de que estaba huyendo y tenía muy claro que ella no era ninguna cobarde. Suspirando, se levantó de la mesa tras cargar la cena a nombre de su jefe, salió del local, caminó hacia los ascensores y subió a su planta.

Enamorado de la secretaria

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