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CAPÍTULO 4

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Llegaron al Aeropuerto Internacional de El Cairo a medianoche. Una hora antes, el comandante dio aviso a la azafata de que en una hora aterrizarían en el aeropuerto. Stacy y Alessandro aprovecharon para ducharse, cambiarse de ropa y cenar. Cuando Stacy cruzó la puerta del dormitorio del jet, se quedó asombrada al ver el lujo con el que estaba decorado. Dominaba la habitación una enorme cama cubierta por una colcha de un color granate, que conjuntaba a la perfección con el enmoquetado del suelo. Había también una mesilla de noche con una preciosa lámpara de Tiffany´s. Completaban la decoración, un escritorio y una silla.

Cuando se duchó pudo comprobar que el cuarto de baño era más de lo mismo, no le faltaba detalle.

En la terminal los estaba esperando un séquito de Hakim para darles la bienvenida al país. Stacy todavía no se había repuesto de la impresión del lujo del avión, cuando todavía se asombró más al ver los veinte coches negros de alta gama y tanta gente recibiéndolos.

Al llegar al final de las escaleras, un hombre se les acercó y tras hacer una reverencia y en un perfecto inglés, dijo:

—Buenas noches, señor Márquez. Nos alegramos de que hayan llegado ustedes sin contratiempos. Esta noche, uno de nuestros hombres los acompañará a registrarse en el hotel, y mañana los llevaremos a la residencia del señor Al-Jasser, su residencia se encuentra a unos doscientos cincuenta kilómetros de distancia.

Poco después, entraron en un enorme y lujoso todoterreno que los llevó al hotel más próximo, que se encontraba a unos veinte kilómetros de distancia.

Mientras el coche avanzaba, Stacy se quedó extasiada del paisaje nocturno que ofrecía la ciudad de noche. La luna y las estrellas se alzaban sobre un oscuro cielo e iluminado por las luces de la ciudad.

—Son unas vistas maravillosas, ¿verdad? —dijo Alessandro, interrumpiendo los pensamientos de Stacy.

—Sí, parece mentira que en el mundo exista un lugar tan idílico y soñador como este.

—La primera vez que vine a este país me pasó algo parecido, enseguida me enamoré de este rincón del planeta.

Siguieron charlando de lo que iban viendo por donde pasaba el coche. Parecía mentira que solo unas horas antes hubieran discutido. En esos instantes, daba la impresión de que se trataba de dos enamorados disfrutando de la noche del desierto.

El vehículo se detuvo por fin en el hotel. El hombre de Hakim les abrió la puerta, tendió la mano a Stacy para que bajara y después lo hizo Alessandro. A continuación, sacó el equipaje de ambos y se lo entregó a uno de los botones del hotel, mientras ellos iban a recepción a registrarse.

Entonces llegó el primer inconveniente de la noche, solo quedaba una habitación libre y con cama de matrimonio.

—¿Cómo dice? —preguntó Stacy a la bella chica que había tras el mostrador de recepción.

—Lo siento mucho, señorita —le respondió, en perfecto inglés—. Esta tarde ha llegado un autobús de turistas inesperadamente y solo queda disponible una habitación.

—Señorita… —esta vez fue Alessandro el que habló— por favor, haga todo lo posible por conseguir dos habitaciones.

—Eso quisiera, señor Márquez, pero es completamente imposible.

Después de diez minutos intentándolo, a Alessandro y a Stacy no les quedó más remedio que aceptar la realidad que tenían ante ellos, debían compartir la misma habitación de hotel.

La recepcionista introdujo los datos de Alessandro en el ordenador, luego este le dio la tarjeta de crédito para pagar la estancia del hotel. Pero, su sorpresa fue mayúscula, cuando la empleada le informó de que Hakim-Al-Jasser se había hecho cargo de los gastos.

Tras darle la llave de la habitación, la chica hizo sonar una campanilla y un botones apareció en el acto para acompañarlos a su respectiva habitación. Mientras se dirigían al ascensor, Stacy seguía sin poder creer que no les quedaba más remedio que compartir la habitación. No se veía acostada con Alessandro en la misma cama y mucho menos tan cerca de él. No, se dijo, en cuanto llegaran a la habitación intentarían buscar una solución.

El ascensor se detuvo en la octava planta del edificio. El botones abrió la puerta de la habitación y la primera visión que Stacy tuvo del interior fue la enorme cama con dosel que dominaba la estancia; al instante, se le secó la boca.

Alessandro dio una propina al muchacho mientras Stacy entraba en la estancia. Las paredes estaban pintadas de color burdeos al igual que el color de la moqueta. Aparte de la cama de caoba oscura, a cada lado, había dos mesillas de noche con sus respectivas lámparas. De frente, estaba el armario empotrado, a la derecha, había una cómoda con espejo y a la izquierda, la puerta del baño, el cual tenía una bañera redonda, un armario con espejos dobles y el suelo blanco de mármol. Stacy salió de la estancia y vio otra puerta y se acercó a ella movida por la curiosidad. Una amplia sala de estar apareció ante sus ojos. Pintada del mismo tono que el dormitorio, tenía un amplio sofá negro en el centro junto a una mesita de cristal. Al lado de la pared, un amplio aparador sostenía una gran televisión de pantalla plana. Había también un mueble bar con varias botellas de diferentes bebidas. Stacy respiró aliviada, uno de los dos podría dormir en el sofá.

Para cuando regresó al dormitorio, Alessandro se había sacado la chaqueta del traje y se estaba desanudando la corbata.

—Siento mucho este gran inconveniente, señorita Petersen —dijo Alessandro, tan pronto la vio aparecer.

—Sí lo es, señor Márquez, pero todo esto no estaría pasando si me mandara hacer las reservas con antelación.

—Ahora ya no tenemos tiempo para lamentaciones, señorita Petersen. Ahora hay que buscar una solución para que ambos podamos descansar con tranquilidad.

—Señor Márquez, la habitación dispone de una amplia sala de estar con un sofá, yo podría dormir perfectamente en el sofá.

—Nada de eso, sería muy poco caballeroso por mi parte que la dejara a usted dormir en el sofá. Yo dormiré en él.

Alessandro abrió la maleta con su equipaje y sacó el pantalón de pijama. Stacy se acaloró con solo imaginarse a Alessandro durmiendo a pocos metros de ella con solo un pantalón de pijama y el pecho descubierto. Sacudió la cabeza para sacar esos pensamientos de la mente. Alessandro era su jefe, ella era su secretaria y que por extrañas circunstancias se veían obligados a compartir habitación de hotel.

Él le dio las buenas noches y fue a acostarse al sofá, después de que ella le indicara cuál era la puerta. Y se quedó largo rato mirándolo antes de que él desapareciera tras cerrar la puerta.

Stacy fue al cuarto de baño, se lavó los dientes, se desmaquilló y con las manos se alisó los sedosos rizos del pelo. Poco después, separó la enorme colcha de la cama y se acostó. Un suspiro salió de sus labios al notar el tacto suave de las sábanas de seda. Nunca antes había tenido la oportunidad de dormir entre unas sábanas tan delicadas.

Apagó la luz y la habitación quedó en penumbra. Los rayos de la luna se colaban dando una aire romántico a la estancia. Pero en la cama, no hizo más que dar vueltas de un lado a otro, la presencia de Alessandro al otro lado de la puerta, la inquietaba. Y por mucho que intentara comprender por qué su jefe la atraía tanto, no hallaba respuesta ninguna.

Alessandro se sirvió una generosa copa de whisky y fue a sentarse al sofá. No tenía ni idea de cómo iba a soportar una semana compartiendo la habitación del hotel con Stacy. Saber que ella estaba al otro lado de la puerta, lo estaba empezando a excitar. Furioso consigo mismo, se volvió a levantar y de un solo trago vació el contenido de la copa. No, no, no se dejaba de decir. Esa mujer no podía estar afectándolo de un modo tan primitivo, lo único que pensaba era en acostarse con ella y hacerla suya.

Sabía que era una locura, estaba pensando en romper su regla de oro más sagrada, no estaba bien visto las relaciones entre los empleados, pues eso podía afectar demasiado a su negocio y no podía aceptarlo. Necesitaba el pleno rendimiento de la capacidad de sus empleados.

Después de dar varias vueltas por la sala, por fin decidió tumbarse en el sofá. Se acomodó lo mejor que pudo, ya que el tamaño del sofá no se ajustaba al tamaño de su cuerpo. Y no quería pensar siquiera en compartir la cama con Stacy. Por muy grande que fuera, podrían acercarse el uno al otro a lo largo de la noche. Entonces Alessandro no tendría las fuerzas suficientes para resistirse a esa mujer.

Fue una noche demasiado larga. Alessandro tuvo que ir al cuarto de baño a darse una ducha de agua fría para intentar calmar su deseo, pero le fue imposible, pues el objeto de sus deseos estaba durmiendo muy cerca de él.

Ya casi estaba empezando a amanecer, cuando por fin Alessandro pudo dormir. Pero el servicio del hotel interrumpió sus sueños con el carrito del desayuno. Escuchaba la dulce voz de Stacy hablando con el camarero.

Se puso el albornoz y fue al dormitorio a buscar ropa, vio que Stacy estaba completamente arreglada, y dio su aprobación al atuendo que había elegido. Cogió de su maleta un traje gris, una camisa blanca y una corbata del mismo tono del traje. Luego, fue al cuarto de baño a ducharse, mientras Stacy trasladaba el carrito con el desayuno a la sala de estar. Diez minutos después, Alessandro apareció duchado, afeitado y elegantemente vestido. El corazón de Stacy dio un vuelco en su pecho, nada más verlo.

Se sentaron y ambos desayunaron en silencio y sin apenas mirarse, cada uno enfrascado en sus propios pensamientos. Era normal ese silencio, se dijo Stacy, solamente eran dos desconocidos que se habían visto en la necesidad de compartir la habitación del hotel.

A las diez de la mañana, sonó el teléfono de la habitación del hotel, para avisarles que el hombre de Hakim los estaba esperando para llevarlos a la casa del jeque. Alessandro, tras preguntarle a Stacy si llevaba todo lo necesario para la reunión, salieron de la habitación y cinco minutos más tarde, estaban subiendo al coche. El chófer ayudó a Stacy a entrar en el vehículo y después entró Alessandro. Luego, cerró la puerta, se sentó tras el volante y puso en marcha el coche. Tenían casi dos horas y media de viaje. El conductor les explicó que Hakim poseía su propio avión privado y que lo tenía guardado en uno de los hangares del aeropuerto, pues a lo largo del trayecto, no había sitio adecuado para que aterrizara un avión.

Stacy no dejaba de mirar el paisaje que iba pasando a través de la ventanilla. El sol arrancaba reflejos dorados a las magníficas construcciones de un prístino color blanco. Era una estampa maravillosa que quitaba la respiración e hipnotizaba. A eso, había que sumarle la suave música que sonaba a lo largo de las calles y el aroma a especias que impregnaban el ambiente.

Pero se obligó a quitar todos esos pensamientos de la mente, estaba ahí para trabajar, no para dejarse llevar por el ambiente como si fuera una turista más.

—Insisto —empezó diciendo Alessandro, sin separar la vista de la ventanilla—. Espero que se comporte con profesionalidad ante Hakim, no diga ni haga nada que pueda echar a perder el negocio que tengo con él entre manos.

Ella volvió la cabeza para mirarlo, pero Alessandro en ningún momento la miró, mantuvo la vista fija en la ventanilla, como si a través de ella, estuviera viendo algo mucho más importante.

—Me ha quedado muy claro desde la primera vez que me lo ha dicho, señor Márquez. Por cierto, no es cortés que cuando se está hablando con otra persona no se le mire a la cara.

—¡Cállese, por favor! Tengo demasiadas cosas en qué pensar, para empezar una discusión con usted.

El silencio se hizo en el interior del coche. Stacy se mordió la lengua por el momento, pero en cuanto pudiera, le cantaría las cuarenta a su engreído jefe. Era un desprecio que él no la mirara cuando se dirigía a ella.

Alessandro intentaba mantener la compostura, pero la cercanía de Stacy y su aroma, lo estaban volviendo loco en el reducido espacio del vehículo. No se atrevía a mirarla, porque si ponía los ojos en ella, no sería capaz de evitarlo y acabaría besándola. Antes de entrar en el coche, se había dado cuenta de cómo los rayos del sol de la mañana la envolvían en un halo de misterio; al instante, sintió una tensión palpitante en la entrepierna. No tenía ni idea de cómo iba a soportar tanto tiempo con ella en el vehículo.

Mentalmente, soltó una larga ristra de imprecaciones. Tenía una reunión importante en la que pensar, y su mente no hacía otra cosa que jugarle malas pasadas pensando en Stacy Petersen. Y maldijo la hora en que la había hecho viajar con él, pero ahora era demasiado tarde y ya no podía hacer nada, debería tener la suficiente fortaleza para no sucumbir a sus encantos, a fin de cuentas, era un hombre sano y fuerte al que le gustaba disfrutar del sexo.

Cerca de la una y media de la tarde, un impresionante palacio se empezó a ver en el horizonte. Stacy se quedó mirando hipnotizada la hermosa construcción que iba apareciendo ante sus ojos. Cuando el coche se fue acercando, pudo ver que realmente era un palacio. Era un edificio de tres plantas, emulando un palacio mozárabe pintado de blanco y grandes ventanales. El vehículo aparcó, y vio una gran fuente de la que brotaba agua. El conductor abrió la puerta y la ayudó a bajar, entonces, percibió el relajante sonido del agua de la fuente y el olor a flores exóticas del enorme jardín que rodeaba la propiedad.

Alessandro estaba bajando del coche, cuando dos mujeres con túnicas blancas y el rostro cubierto con velo, se acercaron a ellos. Hicieron una reverencia y en un inglés bastante fluido, pidieron que las siguieran, que el jefe ya las estaba esperando.

Entraron en el interior y agradecieron el fresco; fuera, ya hacía demasiado calor. Stacy se iba fijando en cada detalle, todo estaba decorado con lujo, pero sin ser demasiado recargado.

Poco después, Alessandro y Stacy estuvieron delante de una puerta corredera. Una de las empleadas les dijo que esperaran, mientras avisaba a su jefe de que habían llegado, mientras la otra iba a la cocina a por un refrigerio.

Stacy y Alessandro entraron en cuanto la mujer les indicó que podían pasar. Hakim-Al-Jasser, estaba sentado tras un gran escritorio y se levantó para recibirlos.

En cuanto Stacy entró en la estancia, se quedó paralizada, diciéndose que ese hombre no podía ser el jeque. Ella se había imaginado a un viejo, pero el hombre que tenía ante sus ojos era una maravilla de la naturaleza, después de Alessandro, pensó. Era un hombre alto, moreno y de piel aceitunada. Un rostro hermoso, enmarcado por unos ojos verdes que enloquecerían a cualquier mujer. Vestido con un traje blanco, camisa beige y corbata del mismo tono que el traje, resaltaba todavía más el tono de su piel.

Ella siguió observándolo, mientras Alessandro y Hakim se estrechaban la mano. Por unos momentos, se quedó petrificada en el suelo, sin saber qué hacer. Fue entonces, cuando la voz de Alessandro la devolvió a la realidad.

Al darse cuenta de su presencia, Hakim posó sus ojos sobre ella y él se quedó impactado al verla. Stacy le pareció la mujer más hermosa que jamás había visto. Aunque el traje pantalón rosa pálido que llevaba era discreto, él pudo diferenciar las suaves curvas de su cuerpo. Decidió que tenía que conocer más a fondo a esa mujer, ya que estaba muy intrigado.

La voz de Alessandro penetró en su atribulado cerebro, al decirle:

—Esta es mi secretaria, la señorita Stacy Petersen. Ella tomará nota de los puntos más importantes de la reunión.

—Estupendo —dijo Hakim—. Encantado de conocerla.

—Para mí también es un placer conocerlo, señor Al-Jasser —respondió Stacy.

—Espero que el viaje haya resultado agradable.

—Sí, ha sido confortable —respondió Alessandro, y Stacy asintió.

—Shira nos servirá un refrigerio, y después empezaremos con la reunión, si le parece bien, señor Márquez.

—Por supuesto, señor Al-Jasser.

Una hora más tarde, los tres estaban enfrascados en la reunión. Stacy no dejaba de darse cuenta de las miradas de advertencia que de vez en cuando le lanzaba Alessandro. Como si temiera que, en cualquier momento, ella pudiera meter la pata. Pero hasta ahora, no había hecho más que comportarse con profesionalidad, tomando notas, sentada en uno de los mullidos sofás del despacho de Hakim.

Alessandro intentaba concentrarse en la maldita reunión, pero le estaba costando. Desde que habían entrado en el despacho del jeque, se dio cuenta de cómo este miraba a Stacy, y una ráfaga de celos lo invadió por dentro, pero no tuvo más remedio que controlarse. Como temió en un principio, Stacy había despertado el interés de Hakim. Pero no podía echarle la culpa a Stacy, ella estaba comportándose mucho mejor de lo que hubiera pensado.

Sobre las tres de la tarde, salieron del despacho y Hakim los condujo hacia una de las estancias más cómodas del palacio. Sentados en mullidos cojines esparcidos por el suelo, comieron una deliciosa comida típica del país, mientras Alessandro y Hakim charlaban de nada en particular. Pero Alessandro se daba cuenta de las veces que el hombre miraba a Stacy intentando disimular, pero miradas que a él no le pasaban desapercibidas. Decidió que no quería a Hakim cerca de Stacy.

A las seis de la tarde, subieron al coche con la promesa de que, en los próximos días, Hakim los acompañaría a conocer mejor el país. Aunque Stacy no dijo nada, la expresión de sus ojos lo decían todo, estaba más que contenta por la compañía del jeque, mientras Alessandro se estaba volviendo loco, intentando controlar los celos que le invadían. Stacy no era nada suyo, y no tenía derecho ninguno a entrometerse en la vida de ella, pero desde el momento en que la vio en su despacho, decidió que la quería para él, no soportaría ver a Stacy al lado de otro hombre.

Cuando ya llevaban un rato en marcha, Alessandro la miró y ella al notar el peso de su mirada volvió la cabeza para mirarlo, entonces, él dijo:

—Tengo que felicitarla, ha estado a la altura de mis expectativas. Pensé que me echaría a perder este negocio.

—Ya le he dicho que no iba a tener ninguna queja sobre mí.

Él asintió y continuó diciendo:

—En cuanto llegue a la oficina, quiero que exponga una buena presentación de las notas que ha tomado de la reunión.

—Tendré el trabajo listo lo antes posible.

El silencio volvió a reinar en el interior del vehículo, e hicieron el viaje de regreso en total silencio. A Stacy le estaba resultando agobiante, aunque llevaban puesto el aire acondicionado, ella se sentía acalorada, y la presencia de Alessandro a su lado, no ayudaba demasiado. Intentó olvidarse de su presencia, pensando de nuevo en Hakim, aparte de que era un hombre muy atractivo, era amable y encantador, todo lo contrario de Alessandro, que siempre la hacía sentirse inferior.

Llegaron al hotel cuando ya estaba anocheciendo, bajaron del coche y entraron en el edificio. Stacy fue directa hacia los ascensores para subir a la habitación, deseaba darse un buen baño, cambiarse de ropa y descansar. En cambio, Alessandro se dirigió al restaurante del hotel a tomarse una copa, necesitaba quitarse de la mente a Stacy. Pero sentado en la barra y con su segunda copa de whisky doble, se dio cuenta de que le iba a ser imposible. Su aroma lo seguía volviendo loco y no podía dejar de pensar en ella. No había ayudado el hecho de tenerla a su lado casi todo el día. Menos mal que ella estaba en la habitación y esperaba que para cuando él subiera ella estuviera durmiendo, era temprano, pero debía estar agotada.

Pero aún permaneció en el local varias horas, no quería arriesgarse a subir y encontrársela, intentaba ser fuerte y evitarla, pero le estaba costando un esfuerzo sobrehumano resistirse a Stacy. Su cuerpo la deseaba y él no podía hacer nada al respecto por mucho que luchara contra ese deseo.

Enamorado de la secretaria

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