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CAPÍTULO 6

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Dos noches más tarde, Alessandro y Stacy ya estaban en el aeropuerto. En los últimos días, apenas se habían dirigido la palabra y la tensión entre los dos por momentos se hacía más insoportable. Ella estaba deseando llegar a su casa de San Francisco para poder recuperarse de todo lo que había vivido en ese país. No tenía muchas ganas de dejar el trabajo, pero se daba cuenta de que era la única opción que tenía; si Alessandro deseaba despedirla, ella no podría oponerse.

A Alessandro le sonó el móvil indicándole que acababa de recibir un mensaje. Sacó el teléfono del bolsillo interior de la chaqueta y comprobó que era el piloto diciéndole que tenían permiso de la torre de control para despegar.

Alessandro le indicó con un gesto a Stacy que ya era hora de embarcar en el avión. Ya estaban llegando a la puerta de embarque donde la misma azafata los estaba esperando, cuando el teléfono de Stacy sonó. Ella se dio cuenta de que Alessandro la miró frunciendo el ceño, pero Stacy no hizo caso y respondió a la llamada.

—¿Diga…? —preguntó ella, dubitativa.

—Stacy, hola, soy Hakim. Te llamo para desearte un buen viaje de regreso a San Francisco.

—Gracias, Hakim.

Stacy echó una mirada fugaz a Alessandro y se dio cuenta de que la estaba mirando con unos ojos fríos como el hielo.

—Te prometo que en cuanto pueda viajaré a San Francisco para visitarte —siguió diciendo Hakim.

—Me alegrará que me visites, y muchas gracias por ser tan hospitalario conmigo.

—Ha sido un placer estar en compañía de una mujer tan hermosa como tú.

Stacy soltó una risilla que a Alessandro no le gustó nada, lo que menos deseaba era estar escuchando una conversación telefónica entre dos amantes. Pero no pudo evitar que una ráfaga de celos lo invadiera por dentro. Desde ese momento decidió que no podía despedir a Stacy, mientras la tuviera cerca estaría al tanto de todas sus andanzas con los hombres.

—Hakim, te tengo que dejar. Mi jefe me está haciendo señas de que es hora de embarcar.

—De acuerdo, preciosa. Te veré muy pronto. —Y para alivio de Alessandro, cortaron la llamada.

Él se puso a caminar y siguió a la azafata que los esperaba y Stacy hizo lo mismo. Ya en el avión, la azafata les informó que ya iban a despegar y que se abrocharan los cinturones, luego entró en la cabina con el piloto.

La tensión en el ambiente seguía siendo palpable y tan tensa que hasta se podía cortar con un cuchillo. Cuando ya estuvieron en el aire la azafata les preguntó si les apetecía tomar algo, ambos dijeron que no.

Entonces, cuando Stacy empezaba a relajarse un poco, Alessandro dijo:

—Abstente de hablar con tu amante en mi presencia.

Stacy parpadeó incrédula por lo que estaba escuchando.

—Era una llamada personal y tú no tienes derecho a inmiscuirte en mi vida privada.

—Sabía desde un principio que era un error traerte al El Cairo, tenía el presentimiento de que harías todo lo posible para seducir a Hakim, a fin de cuentas, es un hombre obscenamente rico, mucho más que yo, ¿verdad?

Stacy se sintió como si en ese momento le dieran un puñetazo en la boca del estómago. No podía creer que Alessandro tuviera tan mala opinión de ella.

Pero se recuperó del golpe y respondió:

—Según tu opinión soy una mujerzuela, peor que una cazafortunas, y solamente me estoy ciñendo al papel. Y sí, Hakim es joven, atractivo y millonario, le gusto y yo no puedo negarme a sus atenciones.

Por largo rato, se quedaron mirando el uno al otro, los ojos de Alessandro despedían chispas incendiarias y cada vez se estaba poniendo más furioso.

—Y desde luego que no me he equivocado contigo, después de lo que pasó entre los dos no dudaste en correr a los brazos de tu amante a la mañana siguiente.

Stacy abrió la boca para decirle que estaba completamente equivocado, pero sabía que Alessandro no la creería si le dijera la verdad.

—¿Piensas que para mí fue importante lo que pasó esa noche, Alessandro? —y acompañó a las palabras una risa de burla.

—Claro que no lo fue, seguramente estás acostumbrada a saltar de cama en cama y te debiste reír mucho de mí al ver que no me aproveché de ti cuando tuve la oportunidad. Ahora me arrepiento de comportarme como un caballero y rechazar lo que me estabas ofreciendo.

Esas palabras atravesaron el pecho de Stacy como si fueran puñales. Pero tenía muy claro que algún día Alessandro se iba a arrepentir de todo el daño que le estaba haciendo.

—Piensa lo que quieras —consiguió responder, con toda la dignidad que pudo—. Mañana mismo iré a presentar mi dimisión en Recursos Humanos, estoy deseando perderte de vista y olvidarme de que te he conocido.

Alessandro soltó una risa carente de humor que a Stacy hizo que la sangre de las venas se le helaran.

—Ni pienses por un momento que voy a permitir que te vayas de la empresa, soy el dueño y yo tengo la última palabra. Reconozco que en un principio pensé que era lo mejor, pero ahora que sé de tu relación con Hakim no puedo permitir que te marches como si nada. Quién me dice a mí que cuando tu historia con Hakim termine, él no querrá romper el contrato.

—¡Estás loco! —estalló Stacy—. ¡Si yo presento mi renuncia y quiero irme de tu empresa no puedes evitarlo!

—Y yo te digo que no la voy a aceptar. O si no, te puedo demandar por incumplimiento de contrato. Has firmado un contrato de al menos dos años de duración.

—¡Me estás amenazando! —dijo ella, incrédula por lo que acababa de oír.

—Tómalo como quieras, pero de lo que puedes estar segura es que no te vas de mi empresa, seguirás siendo mi secretaria hasta que venza tu contrato, después de eso, hablaremos.

—¡Eres un canalla! ¡Un cerdo manipulador que no sabe más que proferir amenazas!

—Me halagan tus cumplidos —respondió, llevándose la mano de forma teatral al corazón.

Luego, se recostó en el asiento para indicar que la conversación se había terminado. Pero por mucho que lo intentara, Stacy no podía tranquilizarse, estaba demasiado furiosa con Alessandro. Ese hombre no podía ser tan cruel para obligarla a seguir trabajando para él. Era cierto que había firmado un contrato de duración de dos años mínimo, con la posibilidad de renovación cuando este finalizara.

Siguió mirando a Alessandro mientras le lanzaba dardos envenenados. Si las miradas matasen, ese hombre hacía rato que estaría muerto. No entendía cómo podía estar tan tranquilo mientras ella estaba con los nervios de punta.

Poco después, se puso a analizar la llamada telefónica de Hakim. Si se hubiera fijado en el identificador de llamadas, nada de lo que acababa de suceder estaría pasando. Podría hablar con Hakim en cualquier otro momento en el que no estuviera presente Alessandro. Pero ahora ya era demasiado tarde para lamentarse y no podía hacer nada al respecto.

Cuando ya llevaban más de una hora en el aire, la azafata les sirvió una cena ligera consistente en sándwiches de atún, ensalada y flan de vainilla. Después de que Stacy y Alessandro cenaran, la mujer les sirvió una buena taza de café a cada uno acompañado de bollos de canela.

Media hora más tarde, en la cabina volvió a reinar la tranquilidad. Alessandro se puso a trabajar con el ordenador portátil y Stacy cerró los ojos e intentó dormir el resto del viaje. Pero le fue imposible, las acusaciones de Alessandro la habían herido de una forma inimaginable. Desde que lo había conocido, sabía que era una persona autoritaria y que estaba acostumbrado a que todo el mundo a su alrededor hiciera su voluntad. Pero la había amenazado dos veces con llevarla a los tribunales y era mucho más de lo que Stacy podía soportar. Tenía que hablar con uno de los abogados e informarse si era legal que Alessandro la pudiera demandar. De ninguna manera iba a dejar que ese hombre la manipulara de la forma en la que lo estaba haciendo.

Pasadas dos horas, Alessandro apagó el ordenador y se levantó del asiento para estirar los músculos entumecidos. Pero antes, hizo sonar el intercomunicador para pedirle a la azafata que le sirviera un vaso de brandy. No conseguía calmarse después de la discusión con Stacy. Había encendido el ordenador con intención de trabajar, pero le fue inútil. Sabía que se estaba portando con Stacy de forma mezquina. Pero sentía una rabia que no podía controlar al saber que ella no era muy diferente del resto de las mujeres. Era una arribista que encandilaba a los hombres con sus encantos. Ella era consciente de su atractivo físico y sabía muy bien cómo sacarle partido. En una semana que habían estado en El Cairo, fue amante de Hakim al tiempo que intentaba seducirlo, aunque quería aparentar el papel de virgen inocente, nada más lejos de la verdad, se dijo Alessandro para sí con cinismo.

Echó una mirada disimulada a Stacy. Ella parecía estar concentrada mirando por la ventanilla, a pesar de que era de noche y no se veía nada. Seguramente estaba planeando la visita de Hakim a San Francisco, pensó.

El resto del viaje lo hicieron en silencio. Cerca de las tres de la madrugada, los dos se quedaron profundamente dormidos. Hasta que a las siete de la mañana los despertó la azafata para informarles de que en una hora aterrizarían en el aeropuerto.

Stacy y Alesandro aprovecharon el tiempo para ducharse, cambiarse de ropa y tomar el desayuno que la mujer les sirvió. Aunque ambos intentaban disimular, el ambiente seguía siendo tenso. Ninguno de los dos era capaz de olvidarse de la discusión de la noche anterior. A Stacy no le quedaba otra opción que seguir trabajando al lado de Alessandro, la amenaza que él había proferido seguía latente en la mente de Stacy. Pero lo que sí tenía claro, era que en algún momento le haría pagar a Alessandro muy caro por la forma en la que la había insultado, era algo que Stacy no iba a dejar pasar de largo. Tenía muy claro que no iba a dejarse manipular por un hombre como él. Ella era una mujer libre que tenía derecho a relacionarse con quien quisiera, estaba claro que no iba a rechazar la amistad de Hakim por culpa de Alessandro, estaba segura de que, si ese hombre no fuera el dueño de su corazón, fácilmente se habría podido enamorar de un hombre como lo era Hakim.

En la salida del aeropuerto los estaban esperando una gran limusina negra y el Mercedes blanco que había recogido a Stacy en su casa. Alessandro había dispuesto a uno de los empleados de la oficina para que llevara a Stacy a casa.

—Puedes decirle a tu empleado que se vaya, Alessandro. Soy capaz de coger un taxi para que me lleve.

—No seas tonta, Stacy. No hay necesidad de que pagues un taxi cuando tienes a tu disposición uno de mis coches. —Alessandro estaba empezando a enfadarse por la terquedad de Stacy.

—Está bien —dijo a regañadientes—. Dentro de un par de horas como máximo estaré en la oficina.

—Recuerda que quiero un informe detallado de todo lo que se ha hablado en la reunión con Hakim, y lo quiero para ya.

Stacy no respondió, le dio la espalda a Alessandro y se puso a caminar hacia el Mercedes mientras el empleado de Alessandro se acercó a Stacy, cogió la maleta y la guardó en el maletero del coche. Luego, le abrió la puerta de atrás para que ella entrara y pocos minutos más tarde, el coche se puso en marcha después de que Stacy le diera la dirección de donde vivía al conductor.

Alessandro subió a la limusina mientras no dejaba de decirse que esa mujer era terca como una mula. No hacía más que protestar y discutir con él. Pero él tenía muy claro que iba a conseguir bajarle los humos a su antipática secretaria. Porque si de algo estaba seguro, era de que iba a hacer todo lo que estuviera en sus manos para evitar que ella se fuera de su lado. Aunque fuera amante de Hakim, él la necesitaba a su lado, se conformaría con verla cada día, oír su dulce voz y aspirar su olor único. Entonces, una gran verdad lo golpeó con todas sus fuerzas en el pecho, estaba completamente enamorado de esa mujer. Era patético, se dijo para sí, era tan idiota que por ella sería capaz de perdonarle todo y recoger las migajas de un hombre como Hakim.

Nunca en su vida había hecho el idiota por una mujer, pero con Stacy estaba rompiendo sus propios esquemas. Por ella, ya había quebrantado su regla de oro más sagrada: implicarse sentimentalmente con una empleada.

Pulsó un botón al lado derecho y al instante quedó a la vista un pequeño minibar. Cogió un vaso y se sirvió una generosa cantidad de whisky. Era demasiado temprano para beber, pero resultaba lo único que lo relajaba cuando Stacy lo sacaba de sus casillas y lo ponía al límite. Esa mujer lo estaba llevando a la ruina, se dijo con amargura. Él, que siempre mantenía sus emociones a raya, esa mujer las hacía aflorar y ponerlas a flor de piel.

En su mente, volvieron a aparecer las imágenes de la noche en la que habían estado a punto de hacer el amor. Y Alessandro se arrepentía de haberse detenido. Su cuerpo no dejaba de atormentarlo de cómo sería estar dentro del cuerpo de Stacy y llegar los dos juntos a la cima del placer. Al instante, notó cómo los pantalones le hacían daño en la entrepierna. Se removió incómodo en el asiento de la limusina, luego se sirvió otro vaso de whisky y se lo bebió de golpe.

Casi una hora más tarde, la limusina se detuvo frente al edificio de lujo donde vivía Alessandro. Él vivía en el ático y el cual ocupaba toda la planta en su vivienda. El chófer bajó de la limusina, le abrió la puerta y este bajó del vehículo y se puso a caminar hacia la entrada del edificio, después de indicarle al empleado que enseguida bajaba.

Tres cuartos de hora después, salió recién duchado, afeitado y vestido con un elegante traje negro de seda, camisa blanca también de seda y corbata negra. Completaban el atuendo unos brillantes zapatos negros. Subió de nuevo a la limusina tras indicarle al chófer que quería ir a las oficinas.

Stacy entró en su casa después de una larga lucha dialéctica con el empleado de Alessandro, ella le había dicho que se fuera, cuando estuviera arreglada cogería un taxi. Pero el hombre se había mostrado algo obtuso y le comunicó que él mismo la llevaría al trabajo.

Fue a su dormitorio y cogió en el armario un vestido de raso de color cereza con mangas y cuello redondo, también cogió la chaqueta a juego y lo dejó todo sobre la cama. Cogió ropa interior limpia en el cajón de la cómoda y la dejó también sobre la cama. Luego con el albornoz en la mano, se encerró en el cuarto de baño y se metió rápido en la ducha. Stacy notaba cómo los músculos del cuerpo se relajaban. Estaba agotada del viaje, pero tendría que esperar a la noche para acostarse en su cómoda cama y tener una noche de reparador sueño.

Diez minutos después, salió del cuarto de baño envuelta en el albornoz y una toalla cubriéndole el pelo mojado. Se sentó en la cama mientras se cepillaba el pelo y se lo secaba con el difusor del secador. Luego, se puso el vestido que le quedaba como un guante y se le pegaba al cuerpo como una segunda piel. Ya vestida, se sentó en la silla frente a la cómoda y se aplicó un sencillo maquillaje y se aseguró de que sus sedosos rizos estuvieran en su sitio. Ya lista, se levantó, se puso la chaqueta y en el mueble zapatero cogió unos zapatos de tacón de aguja del mismo color que el vestido, Stacy había tenido una gran suerte al encontrar unos zapatos exactamente iguales al vestido.

Salió de la casa, el conductor le abrió la puerta y amablemente la ayudó a subir al coche. Luego, se sentó tras el volante y puso el vehículo en marcha, no necesitaba indicaciones, sabía de sobra que tenía que llevarla a Industrias Márquez.

Cuando llegaron, Stacy entró en el edificio y subió a planta. Por el camino se encontró con Lana y le preguntó qué tal había ido el viaje. Stacy le respondió que había sido un éxito, pues Alessandro había asegurado el contrato con el jeque. Lana acompañó a Stacy hasta su lugar de trabajo mientras no dejaba de parlotear y hacerle preguntas. Su compañera también la puso al día de todo lo que había acontecido en la oficina durante los días que ella había estado ausente. Stacy y Lana no dejaron de reírse durante un buen rato. Entonces, Stacy recordó que debía empezar a trabajar sin más demora en el informe que le había pedido Alessandro y tenía claro que no quería darle más motivos a su jefe para que siguiera mortificándola.

Las dos mujeres se despidieron y sin perder más tiempo, Stacy se sacó la chaqueta, la colgó sobre el respaldo del asiento, encendió el ordenador y sacó del bolso el bloc de notas donde tenía todos los datos apuntados referentes a la reunión con Hakim.

Para cuando Alessandro hizo acto de presencia, Stacy estaba completamente sumergida en su trabajo. Ni siquiera levantó la vista del ordenador para mirarlo. Se sentía más segura que mirándolo. El aroma del sexy y caro perfume de Alessandro invadió su nariz, causando estragos en todas sus terminaciones nerviosas. Notó el peso de su mirada encima, pero ella con mucho esfuerzo lo ignoró.

Alessandro se quedó de piedra cuando, nada más entrar, vio a Stacy. Notó que el corazón le dejó de latir por unos segundos al ver lo arrebatadora que estaba con ese vestido. Por mucho que quisiera, le estaba costando un esfuerzo apartar la mirada de ella. Para cuando lo logró, se encerró en su oficina apretando los dientes y soltando mentalmente una ristra de imprecaciones.

Se acercó al escritorio y dejó el maletín del ordenador sobre el mueble. Luego, se dejó caer pesadamente sobre el asiento. Sin dejar de pensar en cómo iba a poder sobrevivir a la presencia de Stacy teniéndola cada día tan cerca.

Encendió el ordenador de sobremesa y se puso a repasar correos electrónicos y a responder los más importantes. Después, se puso al día con todo el trabajo que había quedado pendiente en la oficina. Para cuando dio la hora del almuerzo estaba agotado, pero por lo menos, mientras trabajaba, podía olvidarse de esa mujer.

Llamó a la cafetería del edificio y pidió que le subieran un bocadillo, zumo de naranja y un café con leche. Diez minutos más tarde, Roy llamó a la puerta del despacho y dejó la bandeja sobre el escritorio. Alessandro dio las gracias al chico y él asintió. En cuanto Roy salió de la oficina, Alessandro atacó la comida dándose cuenta de que estaba hambriento.

Después de comer en la cafetería con sus compañeros, Stacy regresó a su puesto y siguió con su trabajo; le estaba costando, pero creía que con un poco más de esfuerzo lograría tener listo el informe a última hora de la tarde. Stacy tenía ganas de ver la cara de póker que pondría Alessandro cuando ella le entregara el trabajo y una diablilla risa apareció en su rostro. Cómo iba a disfrutar haciéndole la vida imposible a su jefe, tanto, que él mismo se arrepentiría de hacerla cumplir con su contrato.

Con ese pensamiento en la mente, siguió trabajando mientras introducía datos en el ordenador y de vez en cuando comparaba las notas de su bloc. Pero ahora que tenía mucha más información sobre el contrato que tenía firmado Alessandro y Hakim, se dio cuenta de que era un proyecto ambicioso e importante para dejarlo escapar, así como así. Hakim había contratado a la empresa de Alessandro para construir muchos edificios en su país. Stacy se quedó asombrada por la gran nobleza de Hakim al querer ayudar a la gente de su país mejorando su calidad de vida. Se decía, mientras seguía tecleando en el ordenador y se concentraba en el trabajo.

Cuando Stacy se dio cuenta, ya era noche cerrada y ella todavía seguía concentrada en el trabajo. Ni siquiera se dio cuenta de que era la única que quedaba en planta. Guardó los cambios en el ordenador y dio la orden a la impresora para imprimir los documentos. Se levantó del asiento y se estiró para desentumecer los músculos agarrotados. Luego, se acercó a la impresora, con las copias en la mano se aseguró de que estaban bien ordenadas antes de dejárselas a Alessandro en su oficina.

Sin pensarlo, abrió la puerta del despacho de Alessandro pensando que él ya no estaría. Pero se quedó de piedra al ver que él seguía sentado en su sillón trabajando en el ordenador.

—Lo... siento mucho, Alessandro. No era mi intención molestarte, pensé que ya te habrías ido a casa.

—Estaba a punto de apagar el ordenador e irme a casa, ¿querías algo, Stacy?

Por un momento, ella se quedó sin saber qué decir. Fue entonces cuando recordó los papeles que tenía en la mano.

—Solamente... quería dejarte el informe que me has pedido.

—Estupendo, déjamelo y mañana lo leeré con calma. Parece que has hecho un buen trabajo, puedes irte a casa.

—Buenas noches, Alessandro —respondió ella, cuando estaba a punto de cerrar la puerta, él la llamó.

Stacy se giró para mirarlo a la cara y preguntó:

—¿Quieres que haga algo más antes de irme a casa?

—No, solo quería saber cómo volverás a casa, sé que no tienes tu coche en el aparcamiento y ya son casi las once de la noche.

—No te preocupes por eso, Alessandro. Cogeré un taxi para ir a mi casa y asunto resuelto.

—Yo te llevaré, tengo el coche en el parking, me niego a dejar marcharse a una mujer sola a estas horas de la noche, es muy peligroso.

Stacy hizo un amago de protestar, pero Alessandro ya se estaba poniendo la chaqueta del traje, cogió el maletín del ordenador portátil y sujetó suavemente el brazo de Stacy para incitarla a que lo siguiera. Al notar el contacto de los dedos de Alessandro sobre su brazo, el pulso se le aceleró. Pero intentó quitar esos pensamientos de la mente mientras Alessandro la sacaba de la oficina y la conducía por el pasillo hasta las puertas del ascensor. Minutos después, ya estaban en el parking y Stacy abrió mucho los ojos cuando Alessandro apretó el mando y las luces de un Lamborghini se encendieron.

—¡Vaya... veo que no te privas de nada! Una limusina, un Mercedes y como colofón un Lamborghini.

—¿Impresionada, eh? —respondió él, mientras acompañaba a Stacy a la puerta del acompañante, le abrió la puerta y la ayudó a entrar en el lujoso coche.

Cuando Alessandro se sentó detrás del volante, a Stacy le pareció que el interior del vehículo se hacía más pequeño por la presencia de él.

—Alessandro... esto es una tontería. Hay una parada de taxi a la vuelta de la esquina de la siguiente calle. —Hizo amago de salir del coche, pero él se lo impidió sujetándola con firmeza, pero sin hacerle daño.

—Stacy, te vienes conmigo y punto.

A ella no le quedó más remedio que claudicar y se arrebujó en el asiento, mientras Alessandro sacaba el deportivo del parking.

—Este coche es mi favorito —empezó diciendo Alessandro, para romper el tenso silencio—. Únicamente lo puedo conducir yo. —Y cuando estuvo incorporado a la carretera aceleró y Stacy no tuvo más remedio que sujetarse al reposabrazos.

—No hace falta que me hagas una demostración de lo rápido que puede ir, solo me conformo con llegar sana y salva a mi casa.

—Por cierto... ¿dónde vives?, todavía no me has dado tu dirección.

Ella le dio la dirección y a Alessandro no le quedó más remedio que hacer un cambio brusco de sentido en el que hizo chirriar las ruedas del coche.

—¡Estás loco! ¡Pretendes matarnos o qué! —dijo Stacy, furiosa.

—Tranquila, cariño, conmigo no tienes nada que temer.

Stacy se quedó estupefacta, Alessandro la había llamado «cariño». Ese hombre iba a volverla loca, si antes no la mataba en un accidente de tráfico.

Ella lo miró con un destello de rabia en los ojos, pero como Alessandro estaba concentrado en la carretera no se dio cuenta.

—Y no vuelvas a llamarme cariño, yo no soy tu «cariño», eso que te quede muy claro.

—Solamente estaba siendo amable. No tengo interés ninguno en que seas mi pareja. Cuando esté interesado en casarme y formar una familia, desde luego que buscaré una mujer decente y no una cualquiera como tú.

Alessandro quiso darse de cabezazos al darse cuenta de lo que acababa de decir, lo había dicho sin pensar, pero la reacción de Stacy no se hizo esperar.

—¡Detén el coche!

—¿Perdón?

—¡He dicho que detengas el coche, me quiero bajar!

Alessandro frenó en seco el coche y Stacy agarró la manilla para abrir la puerta del coche. Esta vez fue más rápida y él no se lo pudo impedir. Ella se puso a correr por la calle mientras Alessandro maldecía intentando alcanzarla, pero le fue imposible y la perdió de vista. Completamente frustrado regresó al coche con una larga ristra de juramentos en la boca. Si quería irse, allá ella. Volvió a cambiar el sentido del coche y esta vez se dirigió a su ático.

Stacy seguía corriendo por las oscuras calles, intentando que Alessandro la perdiera de vista. Cuando se dio cuenta de que él no la seguía, se relajó y se puso a caminar más tranquila. En la próxima calle todavía podría coger un taxi que la llevara a casa, ya que aún estaba bastante lejos de donde ella vivía.

Quince minutos después, estaba sentada en el asiento trasero de un taxi. Entonces las palabras de Alessandro asaltaron de nuevo su mente y las lágrimas afloraron a sus ojos. Se sentía demasiado herida por todo lo que le había dicho, pero intentó ser fuerte y contenerse. No podía dejar que ese hombre la hiriera con sus palabras. Pero por mucho que lo intentara negar, le dolía que Alessandro pensara de ella de esa forma.

El taxista carraspeó cuando llegaron a la dirección que Stacy le había dado, sacó del bolso la cartera y, tras pagarle, bajó del vehículo.

Entró en casa, dejó el bolso sobre el sofá y fue al dormitorio a por el albornoz. Necesitaba darse una buena ducha para relajarse. Pero mientras dejaba que el agua caliente corriera por su cuerpo, las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas. Alessandro ya le había hecho demasiado daño y no podía permitir que la siguiera insultando. Como pudiera, tendría que sacarse a ese hombre del corazón cuanto antes, si no lo hacía, iba a sufrir mucho por culpa de él. Stacy nunca se imaginaba que el amor pudiera hacer tanto daño a una persona.

Salió del cuarto de baño envuelta en el albornoz, ya de vuelta en el dormitorio se sentó en la cama y se secó el pelo. Luego se puso ropa interior limpia y se puso su vieja camiseta para dormir. Ya vestida, fue a la cocina a ver qué le había dejado Betty de cenar. Ya en la estancia, abrió la puerta del horno y vio una fuente con un guisado de carne que olía muy bien. Sacó la fuente del horno y en un plato se sirvió una buena ración de carne acompañada de patatas. La comida estaba sabrosa y se fundía como mantequilla en el paladar.

Casi veinte minutos más tarde, guardó la fuente en el horno y dejó el plato y los cubiertos sucios en el fregadero. Luego se fue directamente a la habitación y se acostó, estaba agotada y esperaba poder quedarse dormida pronto.

Alessandro ya se encontraba en su ático y daba vueltas de un lado a otro en el salón. Seguía furioso por la forma en que Stacy se había alejado de él. Ni él mismo se había dado cuenta de que la había llamado cariño, hasta que la palabra había brotado de su boca. Ni se había esperado que ella reaccionara como lo había hecho, huyendo de él en plena noche. Se daba cuenta de que había sido cruel con ella. Pero lo que más le preocupaba era que no sabía si Stacy estaba en casa o, por el contrario, la habían atracado por el camino antes de poder conseguir un taxi.

Siguió dando vueltas y sin dejar de pensar en Stacy. Cuando la viera a la mañana siguiente le pediría disculpas. Tendrían que hacer una tregua para poder sobrellevar todo el tiempo que les quedaba para trabajar juntos. Se pasó las manos por el pelo en señal de impotencia.

Harto de dar vueltas, fue a la cocina a ver qué le había dejado de cenar Janice, su ama de llaves. Entró en la estancia y abrió la nevera. Había un bol de ensalada aliñada, lo sacó y lo dejó sobre la mesa. Luego, abrió el horno y cogió la fuente de lasaña. Cenó en silencio y se perdió en sus pensamientos.

Cerca de la una de la madrugada, se tumbó en la cama. Pero no dejaba de dar vueltas en ella. Tenía remordimientos de conciencia por todo lo que le había dicho a Stacy. Harto, se levantó y fue a servirse un vaso de brandy para calmarse. Él no tenía derecho a interferir en la vida de Stacy. Era una mujer libre que podía hacer de su vida lo que quisiera. Pero cada vez que se la imaginaba besando a otro hombre que no fuera él, los celos y la rabia le hacían decir cosas que no quería decir.

Amaba a esa mujer y sabía que desde el principio lo estaba haciendo todo mal con ella. Pero seguía negándose a creer que una simple secretaria le hubiera robado el corazón. Precisamente a él, que había sido amante de algunas de las mujeres más elegantes, preciosas y exquisitas de la ciudad.

Pero lo que más le preocupaba en ese momento, era que ella anduviera sola por las calles a altas horas de la noche y que le pudiera ocurrir algo. Debía haberla seguido para asegurarse de que cogía un taxi y llegaba bien a su casa, pero ella había sido más rápida y enseguida la perdió de vista. Mientras, las imágenes de una Stacy malherida y muerta no dejaban de invadir su mente.

Enamorado de la secretaria

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