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PRÓLOGO

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Londres, mayo de 1835

El sol empezó a ponerse en el horizonte y poco a poco la noche fue cubriendo con su manto oscuro la ciudad y que solamente quedaba iluminada por las luces de las farolas de gas que alumbraban la calle. Nolan Wells todavía permanecía en su despacho de las oficinas St. James, donde trabajaba como secretario personal del señor y presidente de la empresa de lord Willow St. James. Trabajo con el que Nolan estaba contento, porque en esas oficinas se había enamorado de lady Gina St. James, la hija del presidente, pero ella parecía no querer hacerle caso, y no dejaba de preguntarse por qué esa mujer se mostraba siempre fría y antipática cuando él estaba a su lado. Nolan era un joven de buen ver de veinticuatro años, alto, delgado, moreno, un rostro atractivo, sus ojos de color marrón almendrado brillaban de una forma especial y lo hacía irresistible hacia las mujeres, menos a la que más le interesaba a él, lady Gina. A esa mujer no le servía de nada que Nolan fuera un hombre atractivo, era un pobre asalariado y esa mujer aspiraba mucho más arriba a la hora de escoger el hombre que compartiría su vida con ella y que, por supuesto, fuera del agrado de lord Willow.

Nolan respiró profundo y salió del pequeño despacho que le habían adjudicado para que hiciera sus labores de secretario personal. Tras dejar todo recogido se acercó a la puerta; estaba a punto de salir cuando Nolan chocó con alguien y enseguida supo de quién se trataba.

—¡Es que no sabe mirar por dónde camina, Nolan! —exclamó Gina con enfado.

—Perdóneme, milady, pero es evidente de que usted tampoco miraba por dónde iba.

—Mírame bien, y escúchame todavía mejor. —Él le prestó toda su atención—. No vuelvas a acercarte a mí nunca más, eres demasiada poca cosa para una mujer como yo. —Y Gina prosiguió su camino, pero él no se rindió y la siguió por el pasillo.

—Por favor, lady Gina, solo le pido una oportunidad para que nos podamos conocer mejor.

Ella se rio de una forma burlona para hacerle saber qué pensaba de su estúpida propuesta, y luego exclamó:

—¡Eres tan patético, Nolan! ¿No te cansas de suplicar a las mujeres?

—¿Por qué es tan cruel conmigo, milady?

—Porque un empleado como tú nunca estará a mi altura, serás siempre un secretario que no tiene visión de futuro y sin intención de prosperar en la vida. Y yo necesito a un hombre que me pueda proporcionar la vida a la que estoy acostumbrada a llevar.

Estaban llegando a las escaleras, Gina se detuvo unos instantes y fue entonces cuando Nolan la sujetó del brazo, la hizo girarse para quedar frente a frente, y luego preguntó:

—¿Así que para usted es más importante la posición social, que el amor?

—Sí, para mí sí que lo es, Nolan.

—Ya veo, estaría dispuesta a casarse con un hombre por seguir frecuentando la alta sociedad, a pesar de que no ame a su marido.

—Mira, Nolan, eres un buen chico y una buena persona, no quiero lastimarte, pero de verdad que no me interesas. En la oficina hay muchas chicas jóvenes que estarían dispuestas a salir contigo. —E hizo un gesto de desdén y bajó las escaleras, esta vez Nolan no se lo impidió y dejó que saliera del edificio. Luego se acercó a la ventana y vio cómo uno de los lacayos de la familia la ayudaba a subir al carruaje de la familia St. James. Nolan se quedó un buen rato mirando por la ventana y pensando qué podía hacer con esa mujer que no hacía otra cosa que despreciar el amor que él tanto le profesaba. Para él no era justo que la sociedad estuviera dividida en clases y los ricos con los ricos y los pobres con los pobres.

Cuando Nolan perdió el carruaje de vista, se llevó las manos a los bolsillos y bajó las escaleras; ya en la calle, una suave brisa de mayo le removió el abrigo y el pelo. Caminó un buen rato hasta poder encontrar un carruaje de alquiler que lo llevara a la pensión donde vivía y que con su modesto salario era lo mejor que se podía permitir, por lo menos el inmueble estaba limpio y no tenía que compartir su habitación con pequeños invitados no deseados, y la comida era decente y sabrosa.

Tras indicarle la dirección al cochero, subió al interior del vehículo y poco después, el cochero azuzó a los caballos y el carruaje emprendió la marcha. Mientras, Nolan observaba por la ventanilla el paisaje nocturno, a su mente volvió la imagen de Gina St. James, y de lo que su pobre corazón estaba sufriendo por el rechazo de esa mujer. Tenía que reconocer que por el momento él no podía ofrecerle un buen futuro a Gina, pero esperaba que en algún momento su suerte cambiara, y para bien, desde luego. Nolan tenía el presentimiento de que muy pronto su vida iba a dar un giro inesperado y la suerte se iba a poner de su lado. Y sería entonces cuando él se podría permitir el lujo de rechazar a la esquiva, prepotente y desdeñosa lady Gina St. James. Porque Nolan seguía pensando que esa premonición se haría realidad muy pronto.

El carruaje que transportaba a Gina, enfiló el camino hacia la casa de tres pisos de estilo victoriano, de color blanco y de tres pisos. En cuanto el vehículo se detuvo, uno de los lacayos la ayudó a apearse; ya en el suelo, entró directamente en la casa y Vernon, el mayordomo, le abrió la puerta para que ella entrara. Ya en el vestíbulo, Gina le entregó los guantes y el abrigo a Vernon y luego subió a su dormitorio a cambiarse para la hora de la cena y donde su doncella Cassy la estaba esperando y empezando a quitar del armario los vestidos y así poder escoger el apropiado.

—Buenas tardes, Cassy, ¿ya has escogido el vestido que me pondré para la cena?

—No exactamente, milady, he puesto algunos sobre la cama para que usted elija el que más le guste.

—Creo que esta noche no tenemos invitados a cenar, ¿verdad?

—No, milady. Solamente cenarán en casa lady Pendelton —tía por parte de madre— y lord St. James. Los chicos avisaron de que cenarían en el White's.

—Estupendo, sin mis primos pasaremos una velada tranquila, tía Holly, papá y yo.

—Y no le quito razón, milady. Son buenos chicos, pero no cabe duda de que saben divertirse de lo lindo.

—Sí, Cassy, pero lo importante es que se divierten de forma sana y sin meterse con nadie.

Milady, lo que necesitan lord Xavier Pendelton y lord Jerome, es una mujer que los ponga en cintura.

Ambas rieron por el comentario de la criada. Y poco después, Cassy ayudó a Gina a ponerse un elegante vestido de tafetán de color violeta y que rivalizaba con el violeta de sus ojos y el pelo negro como el ala de un cuervo. Su rostro en forma de corazón, unos labios de color fresa y en armonía con unas facciones bien definidas, era realmente hermosa. No era una mujer alta, pero sí tenía un cuerpo esbelto con suaves curvas allí donde eran necesarias.

Luego, Gina se sentó en el taburete frente al tocador y Cassy le recogió el pelo en una trenza, y pocos minutos después, Gina salió de la estancia para reunirse en el comedor con su tía y con su padre para cenar. Y en la cual disfrutaron de una velada tranquila y amena.

En cuanto Nolan entró en la pensión donde se alojaba, el dueño del establecimiento le llamó para informarle que habían dejado una carta a su nombre. Nolan se acercó al mostrador y el afable hombre se la entregó. Nolan vio que procedía de Somerset, y que supiera él no conocía a nadie allí. Tras darle las gracias al dueño, subió los escalones que lo llevaban a su habitación a leer la carta. En cuanto entró, rasgó el sobre y con impaciencia leyó la carta, y la cual decía que debía viajar a Somerset para recibir la herencia que le había dejado un tío lejano y que no tenía más herederos que él, ya que nunca se había casado y no tenía descendencia.

Nolan no tenía ni idea de qué iba todo eso, pero desde luego que iba a viajar a Somerset para saber qué estaba pasando. Y si todo lo que decía la carta era cierto, muy pronto su vida cambiaría y sería él mismo el que algún día despreciaría a la hermosa lady Gina St. James y le haría pagar muy caro cada una de sus humillaciones y sus desprecios.

Con esa idea en la mente, y una gran sonrisa en su atractivo rostro, se fue desnudando hasta quedarse en ropa interior, luego separó las mantas, se tumbó y se arropó. Cómo iba a disfrutar bajándole los humos a la remilgada señorita St. James y pagando sus desplantes de la misma forma que ella había hecho con él.

Poco a poco, se fue quedando dormido y con solo dos pensamientos en mente, la venganza, y pensando que tenía que preparar un viaje que iba a cambiar para siempre su vida, porque Nolan presentía que en ese asunto había mucho más de lo que en verdad se decía. Seguramente por protección, por si la misiva llegaba a caer en manos equivocadas. No tenía ni idea de quién era ese tío, pero gracias a esa fortuna iba a poder vivir como un verdadero caballero, sin pasar necesidades y que nunca más lo iban a mirar por encima del hombro, ahora iba a ser él quien lo haría, y además iba a ser implacable con aquel que se osara meter con él.

La venganza de un duque

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