Читать книгу La venganza de un duque - Noelle Cass - Страница 6
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ОглавлениеLa noche para Nolan no estaba pasando mucho mejor, todavía seguía en vela y sin poder pegar ojo. Desde que había visto a Gina no era capaz de sacársela de la mente. Estaba realmente hermosa y parecía una sirena recién salida del mar. Y notó cómo la temperatura del cuerpo le subía varios grados, deseaba a esa mujer y muy pronto la tendría en su cama. Si Gina se negaba, sabía muy bien lo que les esperaba a ella y a su preciada familia.
Apartó las mantas y se levantó de la cama, encendió la vela que Graves siempre le dejaba sobre la mesilla de noche, se puso la bata y salió del dormitorio. Necesitaba una copa que lo ayudara a relajarse y dormir el resto de la noche. Caminó por el pasillo, bajó a la planta inferior y se fijó en que el reloj marcaba las tres de la madrugada; luego, se dirigió a la biblioteca y allí se sirvió un vaso de whisky. Dio un largo sorbo y fue a sentarse a su butaca.
A partir de ahora, tenía que ser muy meticuloso para que Gina cayera en sus redes y que nada fallara y, sobre todo, Gina no podía averiguar su identidad antes de tenerla en su cama. Estaba seguro de que el ultimátum que le había dado no iba a caer en saco roto, pues ella sabía perfectamente a qué se debía atener si no accedía a su proposición.
Cuando la tuvo frente a él, deseó besar sus labios y saber a qué sabía esa boca tan tentadora, pero había hecho un gran esfuerzo para contenerse. Se llevó el vaso a la boca y se bebió el contenido de golpe y lo dejó con más fuerza de la necesaria sobre la mesa auxiliar. Y se dijo que no podía seguir enamorado de esa mujer que tan mal lo había tratado en el pasado, sí, la deseaba como nunca antes había deseado a otra mujer, y no podía olvidarse de su plan, si lo hacía, sería él quien estuviera a merced de esa mujer y no podía mostrar debilidad ante el enemigo.
Se levantó de la butaca, cogió la palmatoria de la vela, salió de la estancia, subió a su alcoba y en ese momento, decidió salir a montar a caballo, necesitaba despejar la mente, y galopando con Suki, su precioso y adorado alazán, intentaría olvidarse por unas horas de Gina.
Ya en el dormitorio, se acercó al armario y cogió su traje de montar, y en menos de cinco minutos estuvo listo para partir. Salió de la mansión y la rodeó para ir a las cuadras, allí despertó a un somnoliento mozo de cuadra para que le ensillara el caballo. Y poco después, partía al galope hacia las afueras de la ciudad, ya que la calle estaba vacía y solitaria. Nolan se relajó al notar en la cara la suave brisa de la noche. Muy pronto llegó a la intersección que anunciaba la gran ruta del norte, pero Nolan no quería alejarse tanto. Dio orden al caballo de que diera la vuelta e inició el camino de regreso hacia la mansión.
Estaba amaneciendo cuando Nolan dejó en las cuadras a Suki, y dio orden al jefe de cuadra que le diera agua y comida, mientras él entraba en casa para bañarse y cambiarse de ropa, ya que ese día tenía varias reuniones a lo largo de la jornada, y una de ellas era a las diez de la mañana en el White`s. Entró en el interior de la mansión y se encontró con un preocupado Graves.
—¿Dónde estabais, excelencia? Estábamos preocupados por vos, Torrance se alarmó al entrar en vuestros aposentos y ver que no estabais durmiendo.
—No podía dormir y he salido a cabalgar por la ciudad.
—Excelencia, no es seguro que salgáis de casa sin protección.
—Graves, como puedes ver, estoy perfectamente. Ordena que suban la bañera al dormitorio, necesito darme un baño y cambiarme de ropa.
—Enseguida, excelencia. —El mayordomo hizo una reverencia y fue a cumplir la orden de su patrón.
Nolan subió a sus aposentos. Al entrar, Torrance no hizo pregunta alguna, seguramente su compañero ya le habría informado de que había salido a cabalgar, y estaba escogiendo la ropa que Nolan se pondría ese día.
Minutos después, Nolan se sumergía en la bañera de agua caliente, y notando cómo se le relajaban los músculos del cuerpo. Luego, pidió a su ayuda de cámara que le pasara una toalla para poder secarse, para entonces, Nolan ya se encontraba con ánimos renovados para comenzar el nuevo día. Torrance había elegido un fino pantalón de seda de color negro, camisa blanca también de seda, corbatín beige y un elegante gabán de color negro. Cuando estuvo listo, Nolan se echó un vistazo en el espejo de cuerpo entero y dio su aprobación. Después, salió de sus aposentos para bajar al comedor a desayunar, y dando la orden a Graves para que el cochero tuviera listo el carruaje para la hora prevista.
La noche había sido demasiado larga para Gina, pues no había podido dormir nada dándole vueltas a la cabeza, y esperando que su tía hallara pronto una solución para frenar los avances de ese despiadado duque, que por mucho que seguía pensando, no entendía por qué la odiaba tanto y les estaba haciendo tanto daño. Estaba harta de esa situación que había arrastrado a su padre a las mesas de juego para intentar recuperar el dinero del que los había despojado el duque, toda la familia había hecho lo posible para quitarle ese vicio, pero Willow se negaba a verse en la ruina y eso lo había arrastrado también a una profunda depresión. Gina sentía impotencia porque no sabía cómo ayudar a su padre y le dolía verlo en ese estado.
Todavía estaba recostada en la cama, cuando Cassy entró en la estancia con la bandeja del desayuno de Gina. La doncella dejó la bandeja sobre la mesilla de noche como siempre, Gina se incorporó en la cama, se sentó en el borde y cogió la taza de té, mientras Cassy escogía la ropa que ese día se pondría Gina.
Holly entró en la alcoba cuando Gina estaba acabando de beberse el contenido de la taza. Su tía ya estaba vestida con un precioso vestido de muselina de color tostado que resaltaba la belleza que todavía conservaba.
—Buenos días, tía Holly, ¿se te ha ocurrido algo para poder detener a ese hombre?
Su tía se acercó a la cama y se sentó al lado de su sobrina.
—Lo siento, querida. Pero de momento no sé qué podemos hacer para que ese duque no se salga con la suya.
—¡No voy a caer en su chantaje! —exclamó Gina.
—¡Y yo no voy a permitir que lo hagas! No voy a dejar que ese malnacido arruine tu reputación y que tu buen nombre quede enlodado.
—No quiero imaginarme qué pasará cuando se presente con sus abogados para desalojarnos, eso matará a papá. Él no soportará verse en la calle.
Holly abrazó a su sobrina para intentar tranquilizarla, pero tenía la mente tan bloqueada que no era capaz de pensar con claridad. Pero lo que si tenía claro, era que de ninguna manera iba a dejar que su sobrina se convirtiera en la amante del noble.
Tras un largo silencio, Holly dijo:
—Sé que para Willow va a ser muy doloroso verse en la calle... —Pero de pronto, una idea cruzó su mente.
—¿Qué sucede, tía? Te has quedado callada de repente.
—Querida, creo que se me acaba de ocurrir el plan perfecto. —Y sonrió a Gina.
—¿Qué se te ha ocurrido?
—Yo misma iré a ver al noble. Le diré que de ninguna manera vas a aceptar su deshonesta proposición porque estás comprometida para casarte. Y que vas a viajar lejos para reunirte con tu futuro esposo.
—Es una locura.
—No, Gina, es perfecto. Tú y yo nos podríamos ir muy lejos, donde la maldad de ese hombre no nos alcance.
—¿Y qué pasará con papá, con Jerome y con Xavier? Ellos no pueden enterarse de nada.
—Ellos defenderán la casa, no van a dejar que ese maldito noble nos deje sin ella. Mientras, nosotras estaremos visitando a una tía anciana mía.
Gina se quedó pensativa unos minutos, y luego respondió:
—Tía Holly, tu plan no es tan descabellado.
Holly se levantó, y le dijo que se lo pensara bien. Poco después, se despidió de su sobrina porque esa mañana tenía una partida de cartas en el club con dos de sus mejores amigas.
Gina acabó de desayunar, y Cassy la ayudó a vestirse con un sencillo vestido de color rosa, y le recogió el pelo en una trenza. Ya lista, salió del dormitorio decidida a dar un paseo por los jardines ya que esa mañana lucía el sol.
Mientras caminaba por los jardines, la idea que le acababa de plantear su tía no le disgustaba para nada. Solo lejos del duque podía evitar que cayera en desgracia. Ese condenado hombre estaba loco si pensaba que se iba a dejar doblegar por él y que destruyera su buena reputación. Y por unos instantes, se imaginó lo furioso que se pondría cuando llegara a su casa y descubriera que ella se iba muy lejos. Solo de imaginárselo, le entraron ganas de sonreír.
Más tarde, Cassy se unió a ella al paseo y le pasó a Gina una sombrilla para cubrirse del sol porque ya empezaba a hacer calor. Cuando Gina se cansó de caminar, pidió a la doncella que le fuera a buscar un libro a la biblioteca. Poco después, se sentó en el banco mientras Cassy entraba en la casa. La doncella no tardó nada en cumplir el encargo de su patrona, luego entró en la casa para seguir trabajando. Gina abrió el libro, disfrutó leyendo mientras escuchaba el canto de los pájaros que se posaban en los árboles de los alrededores. Levantó la vista de la página, pero, sobre todo, tranquila, porque su tía había hallado el plan perfecto para esquivar a Graystone. En cuanto regresara su tía, tenían que planear todos los detalles del viaje y ponerse en marcha sin pérdida de tiempo. Solamente marchándose de Londres podría evitar que la maldad del duque la alcanzara y enlodara todavía más el nombre de su familia convirtiéndola en su querida; que se buscara a una fulana para que le calentara la cama y divertirse, porque de ella no iba a conseguir nada.
Dos tardes después, Gina y Holly se encontraban en el carruaje que las llevaría lejos de Londres, habían decidido viajar a Éxeter tTuvieron una dura batalla en casa porque tanto Xavier como Jerome se habían ofrecido a acompañarlas, porque opinaban que no era seguro que dos mujeres viajasen solas, y Willow apoyó la decisión, pero finalmente, Holly se había impuesto y logró convencerlos de que iban a llegar sanas y salvas, pero antes, Holly iba a solicitar audiencia con el duque.
El carruaje se fue aproximando a la mansión, y con cada avance del vehículo, los nervios estaban destrozando a Gina por dentro. Esperaba que el plan que habían urdido entre su tía y ella saliera como esperaban, porque se sentiría culpable si por su culpa su familia se quedaba en la calle.
El cochero detuvo el carruaje frente a la mansión, bajó del pescante y ayudó a Holly a apearse, pero Gina la llamó.
—Tía Holly, ¿estás segura de lo que vas a hacer?
Holly la miró y respondió:
—Por supuesto, cariño. Ese hombre no se va a burlar de ti. —Luego, se giró y empezó a caminar hacia la mansión.
Holly llegó a la puerta, llamó con la aldaba y el mayordomo no tardó en abrirle la puerta.
—¿Qué desea, señora? —preguntó Graves, enarcando las cejas.
—Soy lady Holly Pendelton. —Sacó una tarjeta del bolso, se la mostró y continuó diciendo—: Solicito una audiencia con su excelencia.
—Lo siento, milady, pero su excelencia no recibe visitas el día de hoy.
—Muéstrele mi tarjeta y verá cómo si me va a recibir.
—Espere un momento. —El mayordomo dejó la puerta entreabierta y fue a avisar al duque de esa inesperada visita.
Nolan se encontraba en el despacho consultando unos estados de cuentas que su administrador le había enviado por correo, cuando Graves llamó suavemente a la puerta, y entró portando una bandeja de plata con la tarjeta de Holly.
—Excelencia, perdonad que os interrumpa, pero en la puerta hay una dama que solicita hablar con vos. —Y le acercó la bandeja para que Nolan leyera la tarjeta.
Nolan se sorprendió de que la tía de Gina quisiera hablar con él y no sabía qué podía requerirle esa mujer. Después de pensárselo unos minutos, le dijo a Graves que la hiciera pasar, momento que él aprovechó para ponerse el antifaz porque estaba seguro de que Holly Pendelton lo reconocería.
El mayordomo regresó al despacho y anunció a Holly, luego le hizo una señal para que entrara. Ella entró e hizo una reverencia al noble, y le sorprendió ver que tenía el rostro cubierto por un antifaz.
—¿Desea tomar un té, lady Pendelton? —preguntó Nolan amablemente.
—No, excelencia. Lo que me ha traído aquí no me llevará mucho tiempo.
—Como usted desee. Graves, puedes retirarte. —El sirviente hizo una reverencia y salió de la estancia dejándolos a solas.
—Bien, lady Pendelton, ¿qué es lo que me quiere decir con tanta urgencia? —preguntó Nolan, divertido, que ni siquiera se había levantado por cortesía hacia la dama.
—Estoy al tanto de la sucia propuesta que le habéis hecho a mi sobrina, y quiero informaros de que ella no va a aceptar vuestras insinuaciones. No permitiré que la chantajee para ofrecerse a vos, a cambio de que nos permita seguir viviendo en nuestra casa.
—Milady, y yo tengo que informarle de que si su sobrina no accede a mi propuesta, mañana me presentaré en su casa para desalojarlos a usted y a toda su familia.
—Mi sobrina no puede aceptar.
—¿Por qué?
—Porque está comprometida para casarse y está viajando para reunirse con su futuro esposo. Un noble de las tierras altas que ha pedido su mano en matrimonio, yo misma me reuniré con ella en los próximos días para ultimar los detalles de la ceremonia.
—No le creo ni una sola palabra, no pensará que me voy a creer esa sarta de mentiras, ¿verdad?
—Pensad lo qué vos queráis, excelencia, cuando queráis podéis ir a comprobarlo por vos mismo, así os daréis cuenta de que os estoy diciendo la verdad. —Holly hizo una reverencia y salió del despacho dejando a Nolan sorprendido. Gina había sido muy astuta para intentar librarse de él, y estaba más que decidido a encontrarla donde fuera y culminar su plan. Dejaría que Gina pensara que había ganado, solo así bajaría la guardia y él podría lograr lo que tanto ansiaba. En un principio había creído que Gina accedería a ser su amante para que su familia y ella no se quedaran sin su casa, ella quería jugar, pues muy bien, pero en ese juego solo iba a haber un vencedor y ese era él.
Cuando Holly salió del despacho, se encontró con el mayordomo que la acompañó hasta la puerta. Ya en la calle, por fin se permitió respirar aliviada, esperaba que el duque se hubiera tragado sus mentiras. Después, se puso a caminar hacia el carruaje, el cochero la estaba esperando con la portezuela abierta para que entrara en el interior del vehículo.
Dentro del carruaje, Gina se encontraba al borde de un ataque de nervios, porque no tenía ni idea de cómo le estaba yendo a su tía Holly con el malvado noble. Y esperaba de todo corazón que el plan que habían fraguado entre su tía y ella, saliera como deseaban.
Tan pronto Holly entró en el carruaje, Gina preguntó:
—¿Cómo ha ido todo, tía Holly?
—Enseguida te lo contaré, querida. Ahora lo importante es que nos pongamos en marcha cuanto antes. —Le indicó al cochero que ya era hora de emprender el viaje, ya que habían llevado el equipaje con ellas para no perder tiempo.
El carruaje se puso en marcha con un brusco bamboleo y poniendo rumbo al destino que había elegido para ocultarse.
—Ahora, cuéntame, ¿qué ha sucedido en la mansión?
—Todo ha salido como estaba planeado. —Holly soltó una carcajada—. Tenías que haber visto la cara de sorpresa que ha puesto cuando le he dicho que estabas comprometida para casarte y te encontrabas viajando para reunirte con tu prometido.
Gina también se rio, y respondió:
—Cómo me hubiera gustado verle qué cara se le ha quedado al altanero duque.
—Lo que importa es que te has librado de convertirte en su juguete por los pelos.
—Sí, tienes razón. Ahora espero que papá, Xavier y Jerome puedan evitar que nos quite nuestro hogar.
Holly puso la mano sobre la de su sobrina para darle ánimos, y respondió:
—Ya verás cómo sí. Ellos son hombres fuertes y no permitirán que ese malvado siga con sus planes de querer vernos arruinados.
—Gracias por todo, tía Holly, yo no hubiera sido capaz de enfrentarme sola a ese noble.
—Eres mi sobrina, y te defenderé de quien haga falta. Lo que sí me sorprendió...
—¿Qué?
—Ese hombre llevaba puesto un antifaz.
—Sí, a mí también me sorprendió que lo llevara puesto cuando le fui a ver, puede que tenga el rostro desfigurado y sea para cubrir alguna cicatriz.
—Bueno, dejemos de pensar en él, Gina. En Éxeter estaremos a salvo una buena temporada.
Gina asintió, y se pusieron a charlar de temas más agradables mientras proseguían el viaje. Las horas fueron pasando y la noche empezó a caer. Encontraron una posada en un pequeño pueblo; a simple vista, el establecimiento se veía en buenas condiciones, y Holly asomó la cabeza por la ventanilla para ordenar al cochero que detuviera el carruaje en el patio de la posada. El cochero detuvo el vehículo, bajó del pescante y ayudó a las damas a apearse. Después de bajar el equipaje y acercarlo a la puerta de la posada, Holly pagó al hombre el recorrido, segura de que a la mañana siguiente encontrarían algún medio de transporte para continuar el viaje. Tras darle las gracias, el cochero subió de nuevo al pescante, puso en marcha el carruaje y se perdió en la espesura de la noche.
Gina y Holly entraron en el establecimiento y pudieron comprobar que era acogedor y que estaba limpio. Con las maletas en la mano, se acercaron al mostrador y Holly preguntó al posadero si tenía habitaciones libres. El hombre le respondió que le quedaba una habitación con camas dobles. Holly asintió y el posadero les entregó la llave, anunciándoles que la cena se servía dentro de media hora, y les indicó las escaleras para que subieran a la habitación el equipaje. Holly y Gina subieron a la planta de arriba, y entraron en la habitación que les habían asignado. No era una habitación grande, pero resultaba confortable y estaba limpia. Aprovecharon que había agua en el aguamanil para asearse y cambiarse de ropa antes de bajar a cenar.
Veinticinco minutos después, bajaron y una de las mozas que atendían en el local las acompañó al comedor. La joven les preguntó qué iban a tomar y les dijo que esa noche había para cenar empanada o codillo de cerdo al horno con patatas. Ambas pidieron limonada para beber y se decantaron por el codillo. La chica no tardó nada en servirles la cena, y comprobaron que estaba sabrosa; luego, tomaron un té para que las ayudara a descansar mejor.
Tras beberse la infusión, Gina y Holly subieron a su habitación, mientras el comedor se iba llenando de huéspedes. Todavía era muy temprano, pero Holly le dijo a su sobrina que era mejor que se acostaran temprano, pues no sabía cuánto tiempo les iba a costar encontrar otro carruaje de alquiler a la mañana siguiente.
Ya acostadas, Holly no había tardado nada en quedarse dormida, pero Gina todavía permanecía despierta sin poder dormir. La imagen del duque aparecía en su mente para torturarla. Y no conseguía entender por qué no podía dejar de pensar en él y le afectaba tanto. Mentalmente, maldijo a ese hombre que se estaba adueñando por completo de su mente y de sus pensamientos. Y tenía que verlo como el canalla que era y que únicamente la quería para satisfacer su deseo. Pero algo se removía dentro de su pecho cuando pensaba en él. Y Gina no entendía qué le estaba pasando, cuando debería odiar con todas sus fuerzas al hombre que había llevado a su familia a la ruina y ahora quería quitarles su casa. Se removió incómoda en la cama diciéndose que tenía que sacar de su cabeza esos pensamientos que no la llevaban a ninguna parte, y que si estaba huyendo era precisamente para que él no lograra lo que pretendía de ella. Su tía y ella le habían demostrado que eran mucho más inteligentes que él, e iba a hacer todo lo posible para que no pudiera encontrarla y cumplir con lo que ese horrible noble pretendía de ella. Era una mujer decente y no iba a arruinar su reputación siendo su amante.
Como Nolan había dispuesto, a la mañana siguiente a las diez en punto, sus dos abogados se presentaron en la mansión para dirigirse a St. James House para desalojar a sus inquilinos. Nolan se subió al carruaje ducal y emprendió la marcha, mientras en otro carruaje lo seguían los abogados. Y no dejaba de pensar en cómo iba a disfrutar ese momento, y de paso, sabría si Gina se había ido como le aseguró su tía.
Cuando el carruaje se detuvo en la propiedad, por la ventanilla pudo apreciar el mal estado en que se encontraba la propiedad, y se alegraba de ver hasta qué punto había arruinado la vida de Gina y la de su familia, y tenía plena seguridad en que nunca se iba a arrepentir por ello; ella lo había despreciado y pisoteado sus sentimientos como si de un trapo sucio se tratara.
El lacayo que había acompañado al cochero en el pescante, bajó para abrirle a Nolan la puerta, él cogió el antifaz que había dejado en el asiento y con un eficaz movimiento se cubrió la cara, bajó del vehículo y se encaminó hacia la entrada de la casa seguido por sus abogados. Vernon ya había abierto la puerta nada más distinguir el carruaje ducal.
—Buenos días, excelencia, ¿qué os trae por nuestra humilde morada? —preguntó, mientras hacía una reverencia.
—Como estarás al tanto, sabrás perfectamente que hoy vence el plazo para que desalojéis la propiedad.
—¿Qué está pasando, Vernon? —los interrumpió Jerome.
—Sabes perfectamente a lo que vengo —respondió Nolan, sardónicamente.
—¡No tenéis derecho a hacernos esto, excelencia! —Jerome estaba empezando a enfadarse.
Nolan los miró desafiante, al tiempo que decía:
—Sí que puedo hacerlo, aquí están mis abogados para demostrar que estáis ocupando de forma ilegal una propiedad ajena.
—¡Eso es una vil mentira, no sé de qué sucia artimaña os habéis valido para lograrlo! ¡Pero de nuestra casa no nos vamos!
Xavier, que se encontraba en la biblioteca, oyó el griterío que se había formado en la puerta y salió a ver qué estaba pasando.
—¿Qué significan estos gritos, Jerome?
—Su excelencia viene a echarnos de la casa.
—¡No lo vamos a permitir! ¡Así que subíos a vuestro carruaje y largaos antes de que empecéis a tener serios problemas!
Nolan soltó una carcajada, eso enfureció a Jerome e intentó darle un puñetazo, pero Xavier lo detuvo a tiempo haciéndole ver que era un gran error y que los podían enviar a la cárcel.
—Sabia decisión —prosiguió diciendo Nolan—. Ahora quiero que todos los habitantes de esta casa salgan y se vayan. ¡Abogados, procedan!
—¡No os atreváis, imbéciles! —dijeron Jerome y Xavier, haciendo un frente común para evitar los avances. Poco después, llegó Willow y entre los tres hicieron todo lo posible para que el noble no se saliera con la suya.
Nolan se estaba cansando, y se negaba a creer que le habían ganado la batalla, por ahora no le quedaba más remedio que retirarse. Les lanzó una mirada de odio advirtiéndoles de que no iba a permitir que las cosas quedaran así. Luego se giró, e hizo un gesto a sus hombres para que se retiraran. Furioso, subió al carruaje y diciéndose que no iba a fallar en la última fase del plan.
Willow, Xavier y Jerome, respiraron aliviados cuando vieron que los carruajes abandonaban la propiedad. Entraron en el interior de la casa, fueron a la biblioteca y allí pidieron a Vernon que les sirviera una copa de brandy. El mayordomo asintió, todavía con el susto en el cuerpo, ya que, por unos instantes, había temido que el duque se saliera con la suya. Sirvió la bebida, mientras Xavier decía que habían ganado algo de tiempo y que su madre y Gina no habían tenido que presenciar la espantosa escena que se había producido con ese maldito hombre.
Mientras el carruaje avanzaba, Nolan pensaba en Gina, y no había podido saber si de verdad se había ido de viaje como afirmaba su tía. Y se juró así mismo que él la encontraría donde fuera que se estuviera escondiendo, porque ahora tenía más claro que nunca que estaba huyendo de él, y qué equivocada estaba si creía que lo podía engañar tan fácilmente.
Holly y Gina se levantaron tan pronto el alba empezó a despuntar sobre el horizonte, se asearon, se vistieron, recogieron el equipaje y bajaron a desayunar. Tras un copioso desayuno, Holly pagó la cuenta al posadero y le preguntó si había una cuadra cercana donde se pudiera alquilar algún carruaje, el hombre les dijo que había una a unos quinientos metros de distancia, le dieron las gracias y salieron del establecimiento siguiendo las instrucciones del dueño.
Cuando llegaron, preguntaron al jefe de cuadra si tenían algún carruaje para alquilar, el fornido hombre les dijo que estaban de suerte, ya que solamente le quedaba uno disponible. Tras pagar lo acordado, el cochero subió el equipaje y ayudó a las damas a subir al vehículo; minutos después, emprendían la marcha hacia Éxeter.
Fue entonces, cuando Gina preguntó:
—Tía Holly, ¿Graystone ya habrá ido a casa?
—Querida, no te angusties por eso, mis hijos y tu padre lo evitarán.
—Ojalá sea así. Me sentiría muy desgraciada si por mi culpa nos quedamos en la calle.
—Escúchame, Gina. Has hecho lo correcto, ninguna muchacha decente aceptaría esa denigrante proposición.
—Es cierto, y todavía me sigo preguntando por qué ese demonio se ha ensañado de esa forma con nosotros. No lo conocemos de nada y no sé qué diablos tiene en nuestra contra.
Holly se quedó unos minutos en silencio antes de responder:
—Cariño, no tengo ni idea, y tampoco tengo respuesta a tu pregunta.
—En Éxeter estaremos seguras, espero que para entonces Graystone se haya olvidado de todo.
—No lo creo, a un hombre solamente le hace falta que le nieguen algo, para querer lograrlo a toda costa.
Poco después, cambiaron de tema y hablaron de cosas mucho más agradables. Cuando entraron en el siguiente poblado, vieron que era día de mercadillo y bajaron a pasear entre los diferentes puestos, y pasaron una agradable mañana, en la que compraron algunos víveres para comer más tarde. Y la verdad es que Gina estaba disfrutando con la experiencia, porque por primera vez en muchos años se veía libre y sin preocupaciones en la mente.
Regresaron al carruaje y emprendieron la marcha. Más tarde pararían en algún descampado para comer. Gina se concentró en mirar por la ventanilla para observar el paisaje tan bello que pasaba ante sus ojos. Estaba feliz y deseosa de llegar a su destino y comenzar una nueva vida, y quizás allí podría conocer a un hombre del que poder enamorarse, casarse y ser feliz con él el resto de su vida. Y cuando regresara de nuevo a Londres lo haría del brazo de su flamante esposo. Una sonrisa iluminó su rostro con solo imaginárselo.
Para cuando Nolan llegó a la mansión, estaba tan furioso que tenía ganas de destrozarlo todo. Con mucho esfuerzo se contuvo, bajó del carruaje y con paso acelerado entró en la mansión. Pidió a Graves que no le molestaran y se encerró en el estudio. Allí se sirvió un vaso de whisky y se lo bebió de un trago, se acercó al escritorio, dejó el vaso vacío sobre el mueble con más fuerza de la necesaria, y se puso a dar vueltas por la estancia muy enfadado. Había estado a punto de lograr su venganza, y como un idiota había dejado que todo se le fuera de las manos. Tantos años analizando meticulosamente cada movimiento, para que ahora se hubiera dejado derrotar con tanta facilidad. Gina no sabía a qué poderoso enemigo se enfrentaba, y en cuanto la encontrara iba a ser mucho más cruel con ella por haber intentado burlarse de él, y no iba a descansar hasta que la tuviera nuevamente frente a él.
Después de varios minutos, por fin logró serenarse, y fue a sentarse al sillón tras el escritorio. No importaba el dinero que tuviera que invertir en la búsqueda de Gina St. James para encontrarla. Si era necesario, removería cielo, tierra y mar para encontrarla. No iba a permitir que la única mujer que se había burlado de él lo siguiera haciendo. Pero lo primero de todo, era hablar con un juez y pedirle una orden de desalojo para poder quitarles a esa gentuza lo único que les quedaba.
Se había convertido en un hombre duro y frío, porque una mala mujer había aplastado todas sus ilusiones de un plumazo, sin siquiera darle una oportunidad para poder conocerlo. Pero ahora las cosas eran diferentes, ya no era el muchacho pobre del pasado que había sido, ahora se había convertido en un hombre muy poderoso, poder del que se iba a valer para desquitarse de Gina. Ella siempre lo había mirado por encima del hombro, y haciéndole sentir insignificante.
Ahora lo imperante, era contactar con un buen detective que lo ayudara en la búsqueda de esa mujer. Encomendaría a Graves el encargo de contactar con el mejor detective de la ciudad, y diciéndose que la investigación tenía que dar frutos cuanto antes, ya que con Gina nunca sabía a lo que atenerse, y existía la posibilidad de que huyera incluso del país, y no podía darse ese lujo, si ella lograba salir, le sería mucho más difícil encontrarla, por no decir que sería imposible. No, eso no iba a suceder, Gina tenía que pagar y con creces por todos los desprecios del pasado y que seguían vivos en su memoria.
Se levantó del sillón y se acercó al cordón para llamar a Graves, y que le sirviera una taza de café bien cargado. El mayordomo no tardó nada en presentarse y cumplir las órdenes del duque. Nolan aprovechó para dar orden de que contactara con el mejor detective, y pensando que debía mantener la cabeza bien fría para poder pensar con claridad. Minutos después, estaba disfrutando de la cálida bebida, mientras observaba el paisaje a través de la ventana. Quisiera o no, Gina iba a caer irremediablemente entre sus brazos y en su cama. Cuanto más intentara ella evitarlo, más empeño pondría él, y por fin podría ver cumplido el sueño que había anhelado desde siempre.
Ahora que estaba mucho más tranquilo, se dijo que debía mantenerse firme para no perder el terreno que había ganado. En cuanto hablara con el juez, concentraría toda su atención en encontrar a Gina, allí donde se estuviera escondiendo, y porque había huido de él como la cobarde que era.