Читать книгу La venganza de un duque - Noelle Cass - Страница 5

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Gina, desde el carruaje de alquiler, observaba la majestuosa mansión que se erigía ante ella. No se lo podía creer, era un edificio de cuatro plantas, pintada de un suave color granate que resaltaba sobre las mansiones vecinas. Con amplios ventanales en color beige, de la que sobresalía una terraza flanqueada por una barandilla de piedra y en la que florecían hermosas flores de todo tipo y de diversos colores. Y los amplios jardines que bordeaban la finca parecían inmensos y multicolores. Gina se dijo que no había duda de que ese anciano sabía vivir a lo grande.

Ella bajó del vehículo en cuanto el cochero bajó del pescante, le abrió la portezuela y la ayudaba a apearse del carruaje. Gina inspiró profundo para armarse de valor, pues ya era demasiado tarde para arrepentirse, y ahora más que nunca sentía una curiosidad por saber cómo era ese hombre. Y con determinación, se puso a caminar hacia la puerta principal de la mansión, a cada paso que daba, se le iba formando un nudo en la boca del estómago, mientras pensaba que no tenía nada que temer, ya que solamente iba a conocer a un indefenso anciano, y seguía preguntándose por qué ese hombre se había fijado en ella, y qué podría querer de ella.

Interrumpió sus pensamientos porque ya había llegado a la puerta, volvió a tomar aire, cogió la pesada aldaba en la mano y llamó, no tuvo que esperar mucho para que el mayordomo le abriera la puerta.

—Buenas tardes, ¿qué desea señorita? —preguntó Graves.

—Soy lady Gina St. James, su excelencia me está esperando.

—Sí, ya me había comentado que esperaba su visita, milady. —Abrió del todo la puerta y se hizo a un lado para dejarla entrar en el vestíbulo—. Pase, por favor, y espere un momento aquí mientras anuncio a su excelencia su llegada.

Gina asintió, y mientras esperaba, paseó la vista por el amplio vestíbulo fascinada por todo el lujo que sus ojos estaban viendo, su familia y ella habían sido millonarios y gente importante entre la gran sociedad londinense, pero nunca habían llegado a poseer tanta riqueza como la de ese hombre.

Graves regresó y le pidió que lo siguiera, que el duque la esperaba en la biblioteca. No sabía por qué, pero Gina tenía el presentimiento de que se estaba metiendo en la guarida del lobo, sacudió suavemente la cabeza para sacar esas ideas de la mente y diciéndose que se estaba volviendo loca, se concentró en seguir al sirviente por el interminable pasillo de la mansión.

El mayordomo por fin se detuvo ante unas puertas dobles de madera, llamó y esperó hasta que el duque dio su permiso para entrar. El criado abrió una de las puertas, hizo una reverencia ante el duque y luego se hizo a un lado y le indicó que entrara. Ella entró en la estancia buscando a ese horrible anciano y lo que vio la dejó de piedra: un hombre alto, musculoso y joven estaba de espaldas mirando por la ventana, parecía muy tranquilo, mientras los nervios devoraban a Gina por dentro.

Entonces, el duque dio orden al mayordomo de que los dejara a solas, y el sirviente, tras hacer una reverencia, los dejó a solas. Gina se quedó paralizada donde estaba, como si le hubieran clavado los pies al suelo, había algo en esa voz que le resultaba muy familiar, pero no podía identificar al dueño de tan sensual voz. Y, desde luego, que se había equivocado en su predicciones pensando que el duque era un viejo artrítico, nada más lejos de la verdad.

El duque empezó a girarse lentamente hacia Gina, y ella estaba ansiosa por ver el rostro de ese hombre, pero cuando quedaron frente a frente, se llevó el chasco de su vida, porque él tenía el rostro parcialmente cubierto por un antifaz.

—Buenas tardes, lady Gina St. James —dijo Nolan, acercándose a Gina. Ella hizo una reverencia y extendió la mano para que el noble se la besara. Pero Gina no estaba preparada para lo que vino a continuación, cuando él le sujetó la mano y la besó, una corriente eléctrica sacudió todo su ser.

—Encantada de conocerlo, su excelencia —pudo responder con mucho esfuerzo. Y por fin Nolan liberó su mano.

—Me alegro mucho de que haya aceptado mi invitación.

Nolan se acercó al escritorio que había en la estancia, apoyó una de las caderas sobre el mueble y la miró fijamente a través del antifaz. Se permitió pasear la vista por el cuerpo de Gina. Él había pensado que los años habrían ajado esa belleza, pero era todo lo contrario, Gina St. James no se había convertido en una belleza, sino que era la perfección hecha mujer. Nolan sabía que ella era dos años más joven que él, eso significaba que Gina tenía veintinueve años en la actualidad.

Ella interrumpió sus pensamientos al preguntar:

—¿Qué es lo que deseáis de mí, excelencia? —Mientras, se preguntaba a sí misma si el duque tenía el rostro desfigurado para llevar ese antifaz. Tenía mucha curiosidad por saberlo, pero sabía que sería muy impertinente de su parte formularle la pregunta al duque.

—Deseo hacer un trato con usted, milady.

—¿Qué clase de trato? ¿Acaso no os parece suficiente que vos queráis quitarnos lo único que nos queda para dejarnos en la calle?

—Todo eso puede cambiar si acepta la proposición que voy a hacerle.

—¿De qué se trata? —A Gina no le estaba gustando nada cómo estaban sucediendo las cosas.

—Mi propuesta es muy sencilla, milady. Su familia y usted podrán quedarse en su casa con una sola condición.

En la estancia se hizo un largo silencio, pero finalmente con mucho esfuerzo, Gina pudo preguntar:

—¿Cuál es esa condición?

—La quiero a usted, milady...

—No, no entiendo... lo que estáis insinuando, excelencia.

—Es muy fácil, quiero su cuerpo.

—¿Me está pidiendo que me ofrezca a vos para que mi familia pueda seguir viviendo en la casa que por derecho les pertenece? —preguntó Gina, mientras la rabia empezaba a hervir en su interior.

—Eso es lo que he dicho. —Y una risa burlona apareció en su rostro.

—¡Estáis loco si pensáis que voy a vender mi cuerpo como si fuera una vulgar ramera! —Y comenzó a darse la vuelta para poder salir cuanto antes de la estancia y de esa mansión para siempre, pero él la llamó y Gina se detuvo de golpe dándole la espalda.

—Le doy tres días para que piense mi proposición. Si en ese tiempo no tengo una respuesta favorable de su parte, mis abogados y yo nos presentaremos en su casa para desalojarlos, ¿lo ha entendido?

Gina notó que las piernas le flaqueaban, y por unos instantes pensó que iba a desmayarse. Sin responder, salió de la estancia sin esperar a que el mayordomo la acompañara a la puerta. Salió a la calle e intentó inspirar para tranquilizarse, pero las palabras de ese desalmado resonaban una y otra vez en su mente. Con mucho esfuerzo logró llegar hasta donde estaba el carruaje, el cochero bajó y la ayudó a subir al vehículo. Poco después, el carruaje se puso en marcha. Gina no podía creerse que sobre la faz de la Tierra existiera un ser humano tan malvado como el duque de Graystone, y Gina tenía claro que prefería verse en la calle ante de entregarse a ese demonio como si fuera una fulana cualquiera. Pero muy lejos de toda esa furia que sentía, seguía pensando que algo en esa voz le resultaba demasiado conocida, y no era capaz de identificarla.

Nolan se estaba deshaciendo del antifaz cuando Graves entró con la bandeja en la estancia y no hizo pregunta alguna al ver al duque solo, dejó la bandeja sobre el escritorio y luego se retiró a continuar con su trabajo.

Ya a solas, Nolan se sirvió una taza de café y fue a sentarse a una de las butacas que había en la estancia. La reunión con la remilgada Gina St. James resultó mucho mejor de lo que había planeado. Le había parecido fantástica la idea de cubrir su rostro con el antifaz, y era más que evidente que Gina no lo había reconocido. Se sentó en la butaca y dio un sorbo a la bebida, diciéndose que iba a lograr su propósito e iba a tener a Gina St. James en su cama, la haría suya y entonces él descubriría su rostro para demostrarle quién era, y una cruel risa iluminó su rostro al imaginársela humillada porque había caído en los brazos de Nolan Wells, el hombre que ella había despreciado en el pasado. Pero también quería demostrarle todo lo que se había perdido al rechazarlo y que habría llegado a ser duquesa, y ahora tendría que conformarse con ser la amante del noble, porque desde luego, Nolan no tenía intención de hacerla su esposa. Cuando decidiera casarse para tener herederos, buscaría una mujer respetable y de buena cuna para casarse, mientras tanto, disfrutaría de tener a Gina calentando su cama por las noches hasta que él quisiera y cuando se hubiera cansado de ella, la echaría de su vida como a un despojo humano.

Se bebió el contenido de la taza, luego la dejó al lado de la mesa auxiliar que había al lado de la butaca, y siguió perdido en sus pensamientos. Tenía plena seguridad de que en tres días esa mujer iba a aceptar, si no lo hacía, ella misma sería la responsable de que su familia se quedara en la calle y sin un techo donde resguardarse. Se levantó de la butaca y se puso a dar vueltas de un lado a otro de la biblioteca, muy pronto vería culminado sus planes y sería inmensamente feliz por ello. Gina lo había rechazado y burlado de él en el pasado, ya era hora de que alguien le diera a probar de su propia medicina.

A lo largo de los últimos siete años, se había preguntado si sería capaz de llegar tan lejos, pero no le hizo mucha falta para hallar la respuesta, sí, sí que estaba listo para dar a Gina el golpe de gracia, y no se iba a sentir culpable por todo lo que estaba a punto de hacer. No, no podía, Nolan se juró solemnemente que no podía sentir remordimiento alguno con Gina, el amor que un día le había tenido se había transformado en odio, y eso era algo que muy pronto ella iba a saber.

Para cuando Gina llegó a casa, seguía muy enfadada por cómo había salido la reunión con ese maldito duque. Menos mal que nadie la vio llegar a casa y pudo refugiarse en la soledad de su biblioteca, donde solamente ella podía entrar, y si hubiera ido a su dormitorio se habría encontrado con Cassy, y la doncella empezaría a hacer preguntas al verla en el estado de rabia y de frustración que se encontraba.

Luego, se puso a dar unas cuantas vueltas por la estancia a ver si lograba calmarse, pero era inútil, y cada vez que recordaba la sucia propuesta de ese diablo para que pudieran seguir viviendo en la casa que les pertenecía, su sangre hervía todavía más. Exhausta, se acercó al sillón y se sentó, diciéndose a sí misma que de ninguna manera iba a venderse por conservar un techo sobre su cabeza, prefería mil veces verse en la calle que convertirse en la mujerzuela de un noble, y desde luego, no podía contar nada de lo sucedido a su familia, se escandalizarían e irían a enfrentarse al duque.

Después de varios minutos respirando hondo para intentar tranquilizarse, casi lo logró. Pero en su mente volvió a escuchar la voz de ese hombre, y estaba segura de que la había escuchado muchas veces en el pasado, pero no conseguía identificar de dónde. Y en voz alta se dijo que eso ya no importaba, porque nunca más iba a ver a ese desagradable hombre, prefería estar muerta antes de verse nuevamente frente a él.

Más relajada, se levantó y tras alisarse el vestido salió de la biblioteca y fue a su dormitorio donde sabía que podía encontrar a Cassy, y le pediría que le subiera un té. Gina entró en la alcoba y vio que la doncella estaba guardando en el ropero parte de sus vestidos.

—Buenas tardes, milady —la saludó Cassy, alegremente.

—Buenas tardes, Cassy. Por favor, ¿podrías bajar un momento a la cocina a buscarme un té?

—Por supuesto, milady. —La doncella dejó su tarea y salió de la estancia a cumplir el encargo de su patrona.

Gina se acercó a la cama y se sentó en el borde, poco después, regresó Cassy con la taza de té, se la pasó a Gina y ella dio un sorbo, mientras su doncella continuaba con la tarea que tenía entre manos. Poco a poco, se fue bebiendo la reconfortante bebida, y cuando terminó, dejó la taza vacía sobre la mesilla de noche. De repente, se encontraba muy agotada y se tumbó en la cama, Cassy se dio cuenta y le preguntó:

—¿Quiere que la deje a solas, milady?

—Sí, por favor, me encuentro cansada y quiero dormir un rato.

Como todavía era de día, la sirvienta corrió las pesadas cortinas para que el dormitorio quedara en penumbra, luego salió de la alcoba dejando a Gina a solas para que pudiera descansar, y fue al cuarto de la plancha a pasar el hierro a algunas prendas que le faltaban de su patrona.

Ya era noche cerrada, cuando la voz de Holly despertó a Gina de un profundo sueño. A ella le costó un buen rato orientarse y darse cuenta de que estaba en su alcoba. Con movimientos lentos se incorporó en la cama, mientras su tía la observaba preocupada.

—Cariño, ¿te encuentras bien?

—Sí, me he tomado un té y me quedé dormida.

Holly le sujetó la mano y la instó a que se levantara.

—Ven, bajemos al comedor, están a punto de servir la cena.

—No tengo apetito, tía Holly.

Su tía la miró con esa aguda mirada, Gina pudo escuchar cómo los engranajes de la mente de su querida tía se ponían en marcha.

—¿Qué está pasando, Gina?

—¿Por qué lo preguntas?

—No me respondas con otra pregunta. Te conozco demasiado bien y sé que algo te preocupa.

—Tía Holly, te lo contaré si prometes no hacer un escándalo, no quiero que papá, Jerome y Xavier sepan nada de esto.

—Ahora sí que me estás preocupando...

—Tía Holly... por favor...

—Te lo prometo, y dime de una vez qué es lo que tanto te preocupa.

Gina conocía muy bien a su tía y sabía que cuando daba su palabra, la cumplía, ella había pensado que sola podría buscar una solución para deshacerse del duque y que no los desalojara de su casa, y no le quedaba más remedio que contarle todo a su tía, pues Holly había sido una segunda madre para ella y su confidente.

Tras unos minutos de silencio, dijo:

—Hace unos días, recibí una carta del duque de Graystone invitándome a que acudiera a la residencia que posee aquí en Londres. Yo no tenía ni idea de qué quería ese mal hombre que tanto daño nos ha hecho.

—Cariño, me lo tendrías que haber dicho en cuanto has recibido la carta, yo te habría podido aconsejar y pedirte que no acudieras a ver a ese odioso duque.

Gina siguió hablando:

—Ese hombre... ese hombre es cruel, tía Holly. ¿Sabes lo que me ha pedido a cambio de dejarnos vivir en nuestra casa? —A Gina se le hizo un nudo en la garganta, pero pudo decir—: Que nos dejará seguir viviendo en esta casa a cambio de que yo me acueste con él.

—¡¿Pero qué dices?! —exclamó Holly, escandalizada por todo lo que estaba escuchando.

—Tía, por favor, cálmate —le suplicó Gina.

—¿Cómo quieres que me ponga, cariño? Ese hombre es un degenerado al hacerte semejante proposición. Y espero que le hayas dicho que no.

Entonces ya no lo pudo soportar y Gina rompió a llorar, mientras su tía la abrazaba y le daba consuelo.

—Sí, tía, lo he rechazado... pero me ha dado un ultimátum. Si en tres días no tiene una respuesta favorable de mi parte se presentará aquí con sus abogados para echarnos. No digas nada a los demás, no quiero que esto termine en un enfrentamiento.

—Tranquila, ya verás que entre tú y yo encontramos una solución.

Y se dejaron estar abrazadas largo rato. Ahora que Gina le había confesado todo a su tía, se encontraba mucho más tranquila, porque si de algo estaba segura, era que no iba a convertirse en la mujerzuela de ningún noble, y mucho menos, a cambio de poder seguir viviendo en la casa que por derecho les pertenecía. Su tía Holly era una mujer de armas tomar y con mucho coraje, ya que esta había tenido que criar a sus dos hijos ella sola, sin ayuda de ningún hombre. Y Gina confiaba en que muy pronto algo se le iba a ocurrir para frenar los avances de ese hombre y sin que estallara un conflicto. Así lo esperaba y deseaba de todo corazón, porque Gina sabía que el reloj corría en su contra y no había mucho tiempo para actuar.

Cuando estuvo más tranquila, Holly le pidió que se recostara en la cama y que descansara, que ella la disculparía con el resto de la familia, luego le pediría a Cassy que le subiera una bandeja con algo de cenar. Gina asintió, se recostó en la cama, mientras su tía salía de la alcoba y bajaba al comedor.

Minutos más tarde, su doncella entró en el dormitorio con una bandeja entre las manos. Cassy se acercó a la mesilla de noche y dejó la bandeja sobre el mueble. Gina se incorporó, se sentó en el borde de la cama y vio que había un cuenco con sopa de pollo, un trozo de pan con nueces y una taza de té. Fue entonces cuando su estómago le hizo saber que estaba hambrienta, cogió el cuenco y poco a poco fue vaciando el contenido, se comió la hogaza de pan y también se bebió el té.

Casi media hora más tarde, Cassy ayudó a Gina a desvestirse para ponerse el camisón y cepillarse el pelo, le dio las buenas noches a la doncella, por fin se acostó y volvió a quedarse profundamente dormida. En sus sueños, el endemoniado duque volvió a aparecer para seguir atormentándola. Soñó que estaban los dos solos y que él la besaba, al principio con ternura y luego, con una pasión descontrolada, al tiempo que la abrazaba y la atraía hacia su cuerpo. Gina notaba cómo las piernas le temblaban y una sensación se instaló dentro de su pecho. En dos ocasiones ella había intentado sacarle el antifaz para saber quién era en realidad ese hombre que tanto la afectaba, pero él no se lo había permitido.

Gina se despertó de madrugada sobresaltada y envuelta en sudor. Se sentó en la cama diciéndose que no se podía sentir atraída por un hombre como él, y que tanto daño le había causado a su familia y a ella. Pero el sueño que acababa de tener había sido tan real que casi se había visto entre los fuertes brazos del duque. Separó las mantas de la cama, se levantó y se puso a dar vueltas por la estancia, pensando en que se estaba volviendo loca de remate por tener ese tipo de pensamientos con el enemigo, y así era cómo lo debía ver ella, como a un enemigo y no pensar en la atracción que sentía por él, y que presentía que la dejaría a ella muy mal parada. Ese hombre era cruel y vengativo, y no acertaba a imaginarse por qué le estaba haciendo tanto daño.

Dejó de dar vueltas, cogió la bata que había a los pies de la cama y se fue a la biblioteca, esperaba que leyendo se olvidaría enseguida del sueño que acababa de tener. Entró en la estancia, que todavía estaba cálida, se acercó a la estantería, cogió un libro al azar y luego se fue a sentar al sillón, abrió el libro e intentó concentrarse en las páginas, pero a cada minuto, la imagen de ese hombre asaltaba su mente, cerró de golpe el libro, lo dejó sobre el regazo y en voz alta maldijo al duque porque se estaba adueñando de sus pensamientos, y de ninguna manera iba a caer en sus sucias artimañas. Como pertenecía a la nobleza, para no aburrirse utilizaba a las mujeres a su antojo. Ella sabía muy bien cómo era la alta sociedad inglesa y sabía que Graystone solo quería divertirse a su costa, y no iba a entregarse a ningún hombre por chantaje, únicamente se acostaría con el hombre del que se enamorara y estuviera destinado a compartir su vida con ella. Muy pronto, Graystone sería un mal recuerdo en cuanto dejara a su familia en paz y desapareciera de Londres para siempre.

La venganza de un duque

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