Читать книгу La venganza de un duque - Noelle Cass - Страница 8
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ОглавлениеLos dos días siguientes pasaron como un torbellino, pues toda la servidumbre debía limpiar la casa a fondo, poniendo especial atención en el salón de baile, en el que había que abrillantar el suelo, asegurarse de que todas las velas de las magníficas lámparas alumbraran, colgar cintas decorativas, y un sinfín de tareas que parecían no tener final. Cuando Gina entraba en su dormitorio, se encontraba totalmente exhausta de tanto trabajo. Vera también había ordenado a Holly que ayudara a las doncellas, y su tía hacía que las largas jornadas fueran más amenas.
Ya era por la tarde, y Gina y Holly se encontraban en el salón de baile poniendo flores frescas, mientras las otras doncellas se ocupaban de preparar la mesa, y la orquesta que amenizaría la velada montaba el palco y afinaba los instrumentos.
Con el paso de las horas, Gina se veía cada vez más nerviosa, por mucho que había pensado en la forma de que Graystone no la viera, no se le había ocurrido nada. Y, por descartado, podría decirle a Vera que precisamente esa noche se encontraba mal. No le quedaba más remedio que mentalizarse de que estaba expuesta al peligro, porque con la gente disfrazada no podría reconocer al duque, y eso le daba mucho miedo, porque quedaba a merced de él.
Su tía Holly interrumpió sus pensamientos.
—Querida, ¿me estás escuchando?
Gina, sacudió suavemente la cabeza para volver a la realidad.
—Perdona, tía Holly, ¿qué me decías?
—Veo que estabas muy distraída.
—Sí, estaba pensando en que esta noche Graystone descubrirá mi paradero.
—Gina, no puedes pasarte la vida atemorizada por culpa de un hombre, eres una mujer hecha y derecha, ya se cansará cuando vea que de ti no va a conseguir lo que quiere.
—Tienes toda la razón, tía. Pero te olvidas de que existe la posibilidad de que haya echado a la familia de casa, y se haya apropiado de nuestras pertenencias.
—Eso solo es un vil chantaje para que tú te acuestes con él y convertirte en su amante. Te aseguro de que no nos puede quitar nuestro único hogar.
—Por cierto, quiero contarte que anteayer les he escrito una carta para saber cómo sigue todo por Londres.
—Cariño, has hecho muy bien, yo misma lo habría hecho, pero no puedo separarme ni un instante de lady Dolly. Y estoy preocupada por mis hijos.
—Lo sé, y tenemos mucho que agradecerles a los condes que hayan permitido que nos quedáramos las dos en esta casa. Y me siento muy culpable porque una mujer como tú tenga que trabajar.
Holly se acercó a Gina, y la abrazó al tiempo que decía:
—Mientras las dos podamos estar juntas, lo demás no importa. —Se separó de su sobrina, y la miró a los ojos—. Ahora, ayúdame con este jarrón de flores.
Gina y Holly continuaron decorando el salón, mientras las otras doncellas se aseguraban de que el resto de la casa estuviera en perfecto orden. Luego, Holly abrió las ventanas de la estancia para airear, mientras Gina limpiaba de nuevo el suelo para que estuviera reluciente.
Horas más tarde, todas las doncellas se habían retirado a sus aposentos para cambiarse de ropa y ponerse el uniforme que debían usar cuando se celebraba algún evento importante. Gina, en su dormitorio, se miró en el espejo mientras se arreglaba y se aseguraba de tener el mejor aspecto posible.
De pronto, Gina notó un frío escalofrío por todo el cuerpo, y detrás de ella vio aparecer a Jeremy a través del espejo, ella intentó gritar, pero él fue más rápido y le tapó la boca con la mano, mientras la apretaba fuerte contra su cuerpo.
—Eres preciosa —empezó diciendo él, mientras acercaba sus labios al cuello de Gina—, y ya verás cómo al final voy a lograr que seas mía.
Gina forcejeó para intentar liberarse, pero fue un error, porque Jeremy la sujetó con más fuerza.
—¡Estate quieta, no empeores las cosas! —exclamó él, furioso.
Entonces, Jeremy puso una mano sobre la pierna de Gina, le subió la falda e iba acercando la mano a su entrepierna. Ella sollozó para que la dejara en paz y no le hiciera daño.
—Mmm, no sabes cuánto he soñado que llegara este momento. Me vuelve loco el aroma de tu piel tan suave y delicada.
Gina se encontraba totalmente perdida y no sabía qué hacer para librarse de ese canalla, pero si no hacía algo pronto, ese hombre iba a abusar de ella y no podía permitirlo. Jeremy se dejó llevar por el calor del momento, y sin darse cuenta, soltó la mano que le tapaba la boca a Gina, y se puso a acariciar unos de los pechos por encima de la ropa.
Por unos minutos, ella permaneció inmóvil mientras dejaba que Jeremy se distrajera, e intentaba pensar en algo para librarse de él. De pronto, supo cómo iba a deshacerse de Jeremy.
Él siguió explorando el cuerpo de Gina, cada vez más distraído y perdiendo la noción de lo que estaba haciendo. Jeremy la libró del agarre e hizo que Gina se girara para quedar cara a cara, y la besó. Fue un beso que a Gina le hizo sentir náuseas y gran repulsión, luego, lo empujó sobre la cómoda, cogió uno de los jarrones que adornaban el dormitorio y lo estrelló con todas sus fuerzas sobre la cabeza de Jeremy. Él cayó desplomado al suelo, sin saber qué era lo que estaba pasando.
Minutos más tarde, Gina sostenía un atizador en la mano, atenta por si ese desgraciado la volvía a atacar. Jeremy abrió los ojos, y la miró furibundo.
—¡Mira lo que has hecho, criada del demonio! —exclamó, con los dientes apretados por la rabia.
—Es lo menos que se merece por intentar abusar de mí.
—¡Solamente eres una fulana como todas las demás, y necesitas sentir algo duro entre las piernas para ser feliz!
—¡Cállese, o le juro que esta vez soy capaz de matarlo! —respondió Gina, levantando la mano con la que sujetaba el atizador.
Jeremy lanzó una risa espeluznante, y el vello del cuerpo de Gina se erizó por temor.
—No tienes el suficiente valor para hacerlo.
—¡No me ponga a prueba! ¡Ahora, levántese y salga de mi habitación!
Él se levantó tambaleándose, y con la mano en la cabeza se fue hacia la puerta, antes de abrirla miró a Gina y le dijo que eso no se iba a quedar así, después, abrió la puerta, y salió dando un sonoro portazo.
Gina permaneció largo tiempo donde estaba, mientras dejaba caer el atizador al suelo. Luego, se dejó caer en el suelo llorando y temblando como una hoja, porque estaba segura de que tarde o temprano, Jeremy iba a lograr su propósito. Por mucho que intentara mantenerse alejada de él, no lo conseguía, porque Jeremy no dejaba de perseguirla cada vez que tenía ocasión.
Pero se dijo que no tenía tiempo para lamentarse, esa iba a ser la noche en la cual los anfitriones habían organizado el baile, todavía había mucho trabajo que hacer, y no tenía tiempo para lamentaciones.
Se levantó del suelo, todavía con los nervios a flor de piel, se acercó a la cómoda, cogió un pañuelo y mirándose en el espejo se limpió la cara. Se recompuso el uniforme, al tiempo que suspiraba profundamente, porque no sabía hasta cuándo podría soportar esa situación. Quizás le hubiera ido mejor quedarse en Londres y acceder a la proposición de Graystone. Desde luego, prefería mil veces acostarse con él, que con el maldito Jeremy. Aunque era un hombre atractivo, Gina no soportaba que la tocara ni que la besara, pues sentía asco de solo recordar cómo la había manoseado, y su cuerpo se convulsionó de repugnancia.
Ya mucho más tranquila, salió del dormitorio para cumplir con sus responsabilidades. Gina se dirigió a la cocina y ayudó a Sandy y a Holly a llevar a la mesa los aperitivos y las bebidas que habían colocado en una de las esquinas.
Ahora, su mayor preocupación era Graystone, y cómo iba a hacer para poder evitarlo. Pero reconocía que iba a ser una ardua tarea, porque como era un baile de máscaras, no iba a poder localizarlo tan fácilmente y esquivarlo. Y ella tendría que atender a los invitados como otra doncella cualquiera.
Cuando ya estuvo todo listo, Vera reunió a toda la servidumbre en la cocina para darles las últimas instrucciones. Para esa noche, los condes habían contratado a varios lacayos de librea para ayudar a los invitados a bajar de los carruajes y llevarlos a saludar a los anfitriones.
Gina, Sandy y Holly, echaron un último vistazo a la decoración del salón, y ambas estaban de acuerdo en que era preciosa. Mientras, los músicos, en el escenario, empezaban a tocar una bella melodía, pues los invitados no tardarían en comenzar a llegar.
Gina reconocía que estaba nerviosa, no solo porque esa noche se iba a reencontrar con el duque, sino porque era la primera vez que ella servía en un acto público de tanta importancia, pues ella había pertenecido algún día a esa sociedad que tanto detestaba ahora, porque había vivido en un mundo falso en que lo único que importaba era despellejarse los unos a los otros. Y eso precisamente era lo que había sucedido con su familia y con ella, se habían cebado con ellos cuando cayeron en desgracia y quedaron completamente arruinados.
Sacó esos recuerdos de la mente, porque no la llevaban a ninguna parte, el pasado era pasado y no podía cambiarse lo ocurrido, ahora debía concentrarse en el presente y en el futuro, deseando de todo corazón que su suerte cambiara lo antes posible. Pero mientras eso sucedía, le esperaba una larga noche de trabajo, quería que todo saliera bien y que los invitados quedaran contentos de la velada y comentaran los buenos anfitriones que eran los condes.
Y tiempo más tarde, Gina ya no tuvo tiempo para pensar en nada más, pues se concentró en servir champán y canapés a los invitados que empezaban a llegar y que se veían muy elegantes con sus vestuarios. Y expectante para cuando se anunciara la llegada de Graystone, ya que los nervios le atenazaban la boca del estómago, porque no tenía ni idea de cómo iba a reaccionar cuando lo tuviera delante de ella.
Mentalmente, se dijo que tenía que tranquilizarse, porque debía desempeñar su trabajo con profesionalidad, y no tenía ganas de exponerse a que se burlaran públicamente de ella, y mucho menos, de los anfitriones. Gina tenía muy claro que Graystone no significaba nada para ella y que tampoco le debía nada a ese canalla, que solamente pretendía utilizarla y humillarla.
Sobre las once de la noche, Nolan aguardaba en el carruaje su turno para saludar a los anfitriones, que por supuesto no conocía de nada, pero estaba seguro de que lo habían invitado porque tener entre los invitados a Graystone era un lujo y que la gente que pertenecía a la más selecta clase, se peleaban por tener en sus eventos.
Esa noche, Nolan se había engalanado con un frac, camisa blanca y relucientes zapatos negros; para cubrirse la cara, había elegido una máscara que le cubría totalmente el rostro, eso le daría la suficiente privacidad para pasar desapercibido entre los invitados y así poder explorar el ambiente con más calma, pues él seguía con la sensación de que esa noche se iba a encontrar con una gran sorpresa.
Los carruajes fueron avanzando, y el suyo también avanzó unos pocos metros, deseando que le tocara su turno para saludar a los anfitriones y entrar en el interior de la mansión. Esa era una de las normas de etiqueta que Nolan detestaba, aunque intentaba mostrarse relajado, por dentro estaba hecho un manojo de nervios, aunque se le estaba agotando la paciencia, no le quedaba más remedio que mantenerse sereno.
Y por fin, llegó su turno. Un lacayo de librea le abrió la puerta del carruaje para que él bajara, y lo acompañó hasta la entrada de la casa, donde estaban esperando los condes para saludarlo. El lacayo lo anunció, y tras saludar cortésmente a los anfitriones, Nolan entró en el interior de la casa, y allí el ama de llaves lo acompañó hasta el salón de baile, donde ya había muchos invitados luciendo sus mejores atuendos, junto con antifaces y máscaras que les cubrían el rostro. Nolan se acercó a la mesa de las bebidas y se sirvió una copa de champán, mientras seguía recorriendo con la mirada la estancia.
Gina había estado un buen rato pendiente de la entrada de los invitados, a la espera de que anunciaran a Graystone y así saber cuál era el hombre del que debía ocultarse, pero Sandy la había llamado para que le ayudara a servir los aperitivos y los canapés, y reconocía que se encontraba atrapada y no tenía escapatoria, porque si se negaba a servir a los invitados, a su tía y a ella, las echarían a la calle sin contemplaciones, y no quería imaginarse a su tía en la calle en la oscuridad de la noche, ella era responsable de haberla puesto en esa situación, y no le quedaba otra solución que enfrentarse a lo que tuviera que pasar, mientras esperaba en la cocina con Sandy y con Holly hasta que Vera anunciara que ya habían llegado todos los invitados y podían comenzar a servir, e intentaba tranquilizarse, pero sin éxito.
Casi veinte minutos después, Vera entró en la cocina a anunciar que todos los invitados ya se encontraban en el salón de baile, y que podían comenzar a servir las bandejas de comida. Las tres se alisaron el uniforme y cada una cogió una bandeja y salieron de la estancia. Entraron en el salón de baile donde la orquesta había empezado a tocar otra pieza musical y varias parejas bailaban al son de la música, mientras ellas se dispersaban entre la multitud y ofrecían comida a los invitados, pero de pronto, los ojos de Gina se clavaron en una pareja que bailaba; sobre todo, no pudo dejar de fijarse en ese hombre tan alto, moreno, musculoso y que tenía el rostro totalmente cubierto por una máscara. Pero se obligó a recomponerse y a continuar con su labor, antes de que Vera se diera cuenta y le llamara la atención.
Pero por mucho que intentaba tranquilizarse, no lo lograba, porque había algo en ese hombre que la perturbaba demasiado y no conseguía identificar por qué, y se preguntaba qué tenía ese hombre para que la afectara tanto, aunque no halló respuesta ninguna a sus preguntas.
El vals terminó de sonar y tras hacer una reverencia a la dama con la que había bailado, Nolan salió de la pista de baile y se dirigió a la mesa a por otra copa de champán. Ya al lado de la mesa, cogió la copa y fue entonces, cuando una de las doncellas llamó su atención, y aunque estuviera vestida con un horrible uniforme y tuviera el cabello recogido en un tirante moño, tenía la sensación de que la conocía, aunque en ese momento no fuera capaz de identificar de quién se trataba. Y desde ese momento, el ambiente del evento se le hizo mucho más interesante y divertido, porque no se iba a ir de esa mansión hasta que supiera todo de la bella mujer que había captado toda su atención.
Gina salió del salón de baile con la bandeja vacía y regresar a la cocina para dejar la bandeja, pues Vera acababa de dar la orden de que ya no se servirían más canapés y aperitivos esa noche, Holly y Sandy, ya hacía rato que se habían retirado a la cocina a cenar, pues todavía les quedaba mucho trabajo que hacer cuando los invitados se marcharan. Ya en la estancia, las tres cenaron y se tomaron una taza de café bien cargado para mantenerse despiertas.
Tiempo más tarde, Gina recorrió el pasillo hasta donde se encontraba la terraza, abrió las puertas y salió al fresco de la noche, y notó el sutil aroma que desprendían las flores que había en las macetas, mientras sus pulmones se llenaban de aire fresco.
Pero, de repente, empezó a notar que el vello del cuerpo se le erizaba, y no tenía nada que ver con el frío de la noche, y se decía que si seguía así se iba a volver completamente loca. Entonces, alguien habló desde las puertas, haciendo que Gina se girara rápidamente y estuvo a punto de desmayarse al encontrarse frente a frente con el hombre que había llamado su atención. Él estaba apoyado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados y mirándola fijamente.
—Perdona que te haya asustado, pero te he visto y he sentido la curiosidad de charlar contigo.
—Milord, usted no puede estar aquí, debe regresar al salón de baile con los invitados.
—Excelencia, es la forma correcta de dirigirte a mí.
—Perdón, pero no estoy entendiendo nada.
—Vamos, Gina, ¿es que ya te has olvidado tan pronto de las normas sociales de la nobleza inglesa?
Gina deseó que en ese momento se abriera la tierra a sus pies y se la tragara, con mucho esfuerzo, pudo decir:
—Lo siento mucho, milord. Pero me está confundiendo con otra persona.
—No, no lo estoy. Has sido muy astuta al intentar querer librarte de mí. Ha sido una gran suerte de que te hubiera encontrado esta noche aquí, y vestida de doncella.
—Por favor, váyase o gritaré para que alguien venga a ayudarme.
Nolan se separó de la puerta, y a paso lento se fue acercando a Gina.
—No, porque sé perfectamente que no lo harás.
—Quiero que se identifique ahora mismo.
—Tus deseos son órdenes para mí, soy Graystone. —Pero Nolan no descubrió su rostro.
Gina palideció al escuchar ese maldito nombre. Nolan torció la boca en un gesto de desdén.
—Por tu cara, veo que me recuerdas perfectamente, ¿verdad?
Con un hilo de voz, ella pudo decir:
—Excelencia, salid de aquí antes de que me busquéis un problema con los condes.
Él fue acercándose cada vez más a Gina.
—Me importa un bledo lo que pase contigo. Ahora que te he encontrado no voy a dejarte escapar de nuevo.
Cuando ya estuvo al lado de ella, Nolan la envolvió en un abrazo, la atrajo hacia él y la besó. Con ese beso, Gina tuvo la sensación de que de un momento a otro iba a desmayarse, gracias a los fuertes brazos de él que la sujetaban con firmeza, pero sin hacerle daño.
—No sabes cuánto tiempo he esperado para hacer esto, y tengo que reconocer que la espera ha valido la pena.
—Yo… yo no he hecho nada para que me tratéis de esta forma, por favor, marchaos y dejadme tranquila.
Nolan la miró fijamente a los ojos a través de la máscara, y Gina se estremeció al ver el brillo perverso de sus ojos, y que hicieron que todas las alarmas saltaran dentro de su cabeza.
—Gina, estás loca si piensas que ahora que te he encontrado, te voy a dejar que huyas de nuevo de mí, tendría que ser muy tonto para permitirlo. —Luego, alzó a Gina en brazos, al tiempo que con una mano le tapaba la boca para que no pudiera gritar pidiendo ayuda, y mientras se adentraba en el pasillo, se aseguraba de que tenía el camino despejado para sacarla de la mansión.
Nolan localizó una puerta que resultó ser un angosto pasadizo oscuro, solamente iluminado por la luz de la luna, pero que a él le sirvió para orientarse y avanzar buscando la salida, mientras Gina forcejeaba entre sus brazos para soltarse, pero sin éxito, porque él era mucho más fuerte y poderoso de lo que ella había esperado.
El pasadizo era muy largo y Nolan tardó mucho tiempo en localizar la salida. Ya en la calle, dejó a Gina en el suelo, pero sin soltarla, la sujetó firmemente a su cuerpo, al tiempo que le decía al oído que no cometiera una locura, y a ella no le quedó más remedio que obedecer a ese malvado hombre. Caminaron hacia donde se encontraban los carruajes aparcados, y en cuanto Nolan localizó el suyo avanzó con ella, el lacayo que acompañaba al cochero los vio, bajó del pescante y abrió la portezuela para que entraran en el interior del vehículo, y sin hacer pregunta alguna. Minutos después, Nolan dio un suave golpe en el techo para indicar que ya estaban listos para partir, y el vehículo se puso en marcha.
En el interior del carruaje, Gina por fin se pudo librar del abrazo de Nolan, mientras la sangre le hervía de rabia por dentro.
—¡Esto es un secuestro! ¡Lo colgarán por lo que me está haciendo!
—Gina, ¿tanto me odias para desear mi muerte? —preguntó Nolan, con curiosidad. Pero Gina no respondió, cruzó los brazos y giró la cabeza hacia la ventanilla porque no soportaba las burlas de Greystone. Nolan se acurrucó en su sitio. apoyó la cabeza en el respaldo del asiento y en el interior del carruaje se hizo un tenso silencio, mientras el carruaje avanzaba a gran velocidad por las solitarias calles, y Nolan tomó la decisión de que era hora de regresar a Londres, mandaría aviso al hotel donde se había alojado que enviara sus pertenencias a la mansión, y pensando que la noche había resultado mucho mejor de lo que esperaba en un principio.
El carruaje seguía avanzando a gran velocidad, y Gina empezó a preocuparse porque no sabía a dónde tenía planeado llevarla Graystone, pero su integridad era lo que menos le importaba en esos momentos, la que de verdad le preocupaba era su tía Holly, pues no sabía cómo reaccionaría cuando se diera cuenta de que ella había desaparecido, pero se obligó a sí misma a serenarse, ya que sabía perfectamente que no iba a conseguir nada, y mucho menos la compasión de Graystone, un hombre que había demostrado que tenía el alma negra como el mismísimo diablo.
Finalmente, se atrevió a preguntar:
—¿A dónde me lleváis, excelencia?
Nolan permaneció largo rato en silencio, Gina casi temió que él no iba a responder, pero al final y mirándola a la cara, dijo:
—Regresamos a Londres, de donde nunca debiste huir. Y, por supuesto, te quedarás en mi mansión.
—¡No podéis hacerme esto! ¡Estáis cometiendo un delito al retenerme a la fuerza! —exclamó Gina, desesperada.
Nolan soltó una carcajada que hizo que Gina se estremeciera.
—Claro que puedo hacerlo. Y te aseguro que muy pronto sabrás por qué quiero verte destruida, y entonces, desearás estar muerta.
Ella ya no lo pudo soportar más, con una fiereza desconocida en ella hasta ahora, levantó el brazo para abofetear a ese hombre tan miserable, pero él fue más rápido y le sujetó con fuerza el brazo antes de que la mano de Gina impactara en su mejilla.
—¡Escúchame bien, nunca vuelvas a intentar nada parecido, ¿me oyes?, porque te aseguro que te va a ir muy mal! —exclamó Nolan, furioso. Porque ya se le empezaba a agotar la paciencia.
—Sois el peor hombre que existe sobre la faz de la Tierra, y tened por seguro que nunca me acostaré con vos, aunque fuerais el último hombre que poblara este planeta.
—Sí, sí que lo harás. Porque sé que tú me deseas tanto como yo a ti, el beso que nos hemos dado me le demostró.
—Eso es mentira, lo único que siento por vos es desprecio, y todavía más después de que me habéis separado de esta forma de mi tía.
—Tu tía es una mujer adulta y sabrá cuidarse sola perfectamente.
El silencio se hizo en el interior del carruaje, pues Gina no veía necesario volver a decirle a Graystone que su tía Holly se iba a llevar un susto de muerte, cuando se diera cuenta de que había desaparecido de la mansión de los condes, y se le encogía el corazón de tristeza al tener que causarle ese dolor a su tía. E imaginaba que después de lo sucedido y buscarla por todo Éxeter, no le quedaría más remedio que regresar a Londres, pues sin ella, su tía no vería la necesidad de quedarse en esa ciudad.
Después de mucho tiempo pensando, Gina se atrevió a decir:
—En cuanto lleguemos a Londres quiero ir a ver a mi padre y a mis primos para asegurarme de que se encuentran bien.
—Te doy mi palabra de honor de que se encuentran bien. Y todavía conservan St. James House.
Gina soltó una carcajada carente de humor, y luego respondió:
—Honor, no sabéis el significado de esa palabra. Un hombre de bien no va causando el daño que vos habéis hecho a mi familia.
—Mira, Gina. No quiero sonar repetitivo, pero ya te he dicho que muy pronto sabrás toda la verdad.
—Y ¿por qué no ahora? —siguió preguntando ella, desafiante.
—Porque no es lo que tengo en mente para ti. Ahora te recomiendo que intentes descansar porque nos queda por delante un largo viaje. Además, no quiero seguir con esta conversación que no nos lleva a ningún lado.
—¡No sabéis cuánto os odio! —exclamó Gina, entre dientes.
—Créeme, el sentimiento es mutuo. —Y por fin, se hizo el silencio en el interior del vehículo. Gina cogió la manta que había a su lado, se cubrió con ella, se recostó en el asiento, y cerró los ojos para intentar dormir.
Nolan, que estaba sentando frente a ella, se la quedó mirando fijamente. Con los ojos cerrados, Gina parecía un ángel caído del cielo, mientras recordaba lo mucho que la había amado en el pasado. Por unos instantes, se preguntó si la seguía amando, pero enseguida desechó esa idea de la mente, porque lo único que podía permitirse sentir por esa mujer, era odio. Gina había matado ese amor al romperle el corazón y todas las ilusiones que había albergado de joven.
Sacudió suavemente la cabeza, para desterrar esos pensamientos de la mente, y se puso a observar el paisaje nocturno a través de la ventanilla, ya que no tenía sueño, pues debía permanecer alerta en todo momento, porque existía la posibilidad de que Gina huyera, y no podía darse el lujo de dejarla escapar una segunda vez.
Pasados unos minutos, volvió a mirarla, y se dio cuenta de que Gina dormía profundamente. Y entonces, se puso a imaginar la reacción que tendría ella cuando se enterara de que él era Nolan Wells, el chico que había despreciado por ser pobre, y ahora convertido en duque de Graystone.
Y sentía mucho haber fracasado a la hora de dejarla a ella y a su familia en la calle, pues habría sido el castigo perfecto para que Gina acudiera a él desesperada, y ni en un millón de años se habría imaginado que ella estaba planeando huir con su tía. Pero finalmente, la suerte y el destino lo habían llevado directamente a ella, y por fin iba a tenerla en su cama y haciéndole apasionadamente el amor cada noche hasta que se saciara de ella, entonces la echaría a la calle sin contemplaciones, y no iba a dudar a la hora de expulsarla de su vida para siempre.
Cerca de las tres y media de la madrugada, los condes despidieron a los invitados más rezagados, luego, subieron a sus aposentos a descansar. Jeremy no había estado presente en el evento, y Aníbal y Vera, estaban seguros de que su hijo estaba en algún salón de juego y que seguramente no llegaría antes del amanecer, por mucho que los condes habían intentado que Jeremy fuera un hombre responsable y decente, fracasaron en el intento.
Ya casi iban a ser las cuatro y cuarto de la madrugada, cuando Holly entró en el dormitorio de Gina, preocupada porque llevaba mucho tiempo sin verla, y no era normal que su sobrina desapareciera sin decir nada. Y se alarmó al ver que no se encontraba en la cama ni en el cuarto de baño.
—¡Gina, cariño, dónde estás! —exclamó Holly, angustiada.
Pero no obtuvo respuesta.
—Si se trata de una broma, te aseguro que no tiene ninguna gracia —siguió diciendo, mientras registraba de nuevo todos los rincones del dormitorio y del baño. Y empezaba a ponerse nerviosa porque no sabía qué le había podido suceder a su sobrina.
Como un cohete, salió de los aposentos que había ocupado Gina, y fue a preguntar al resto de la servidumbre si la habían visto, pero todos le dijeron que llevaban mucho tiempo sin verla, y Holly empezaba a asustarse temiendo que su sobrina estuviera en peligro. Luego, recorrió la mansión buscándola por todos lados, pero sin éxito. Después, fue a la habitación de Dolly, y allí cogió una capa, se la puso a los hombros y salió de la alcoba, se dirigió a la cocina y encendió un quinqué, luego salió al exterior para seguir buscando a Gina en los jardines y los alrededores, pero ni siquiera halló una miserable pista que le indicara qué había pasado con la joven. Cada vez más preocupada, regresó al interior de la mansión, ahora tenía más claro que nunca que algo le había sucedido a Gina, porque ella nunca habría desaparecido de esa forma y sin decir nada.
Y por descartado, no podía decir nada a los condes, porque sabía que a esa gente lo que le pasara a la servidumbre no les importaba nada, para la nobleza, los sirvientes no tenían derecho a sentir y a padecer como cualquier otro ser humano. Holly lo sabía perfectamente, pues ella había pertenecido parte de su vida a la alta sociedad, aunque ella nunca había tratado mal al servicio que trabajaba a su órdenes.
Regresó a los aposentos que compartía con Dolly, allí se puso a recoger sus pertenencias; cuando acabó, volvió a entrar en el de Gina e hizo lo mismo con los enseres de su sobrina. Porque lo único que podía hacer ahora era irse de esa casa y encontrar a Gina lo antes posible.
Pero de pronto, recordó que Graystone había estado presente esa noche en el evento, y aunque estuvo atenta para poder identificarlo y advertir a Gina, le había resultado imposible. Pero ahora estaba completamente segura de que ese malnacido se la había llevado a la fuerza. Y se maldijo, porque no había sido capaz de ocultar a Gina para protegerla de ese condenado hombre.
Y ahora era demasiado tarde para lamentaciones, porque Graystone iba a lograr lo que siempre había pretendido de Gina, e iba a arruinar su reputación al convertirla en su amante. Y ella ya no podía hacer nada para ayudarla porque no tenía ni idea de dónde la podría tener oculta ese canalla.
Con la maleta de las pertenencias de Gina en la mano, regresó a su dormitorio y dejó la maleta de la joven al lado de la suya. Luego, se desvistió, se puso el camisón y se acostó en la cama, pero sabía que no iba a ser capaz de pegar ojo el resto de la noche, porque estaba muerta de preocupación.
Ahora, no le quedaba más remedio que regresar a Londres, y decirles a Willow, Jerome y Xavier que habían secuestrado a Gina, y que tenía la certeza de que Graystone era el responsable. Y no sabía cómo se lo iba a tomar Willow cuando se enterara, porque no le iba a quedar más remedio que confesar toda la verdad y que ellas se habían marchado de Londres huyendo del duque.
Intentó cerrar los ojos, y así poder dormir unas horas, pero no lo consiguió. Lo único que hizo fue dar vueltas y más vueltas sintiéndose responsable de lo sucedido. Porque si Gina y ella hubieran dicho la verdad desde un principio, nada de lo que estaba pasando, hubiera sucedido. Y la destrozaba por dentro, porque sabía que Willow era un hombre muy atormentando por todas las desgracias que lo habían sacudido en la vida, y saber que su única hija se encontraba desaparecida, sería como enterrarlo en vida, porque adoraba a su única hija y era el recuerdo que le quedaba de su difunta esposa.