Читать книгу La chispa adecuada - Noemí Quesada - Страница 14

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(Alex)

Tu mirada. Jamás se me olvidará la primera vez que te vi en la cafetería. Me estabas mirando de un modo tan tuyo, tan especial, que apenas si pude seguir la conversación con mis amigos. Estuve a punto de decirte algo, pero solo éramos dos personas que se iban a cruzar una vez en la vida, ¿qué sentido tenía? Por eso, cuando te volví a ver en la discoteca, supe que era una señal. Quería decirte muchas cosas, todas sin sentido, por supuesto, como que parecías un alma perdida suplicando algo de ayuda. Como que tenías la mirada más chispeante que había visto jamás. Como que por mucho que te hicieras la dura, a mí se me da genial leer entre líneas y yo podía leerte a pesar de tus muchas barreras. En lugar de eso, me limité (que no es poco) a invitarte a venir conmigo a Indonesia. También te di mi número de teléfono, que yo ya sabía que no ibas a usar, pero oye, uno es un soñador. ¿Qué tenía que perder? Cuando te volví a encontrar en el aeropuerto, estuve a punto de raptarte y meterte a cuestas conmigo al avión. Ya te explicaría después que aquello tenía que pasar así, que tantos encuentros «fortuitos» no podían ser cosa del azar. ¿Lo fueron? Cuando viniste corriendo hacia mí, supe que aquello no había hecho más que comenzar. La aventura más loca que jamás habría imaginado. He viajado muchísimo, toda mi vida para ser exactos, he conocido mucha gente, lugares. He recorrido el mundo solo, a veces con compañía, pero aquello… Ay, Emma, ¡qué sorpresa me diste! El mejor inicio de viaje de todos los tiempos. Tuve que contenerme muchísimo para no besarte allí mismo, en el avión, apenas unas horas después del despegue. De locos, ¿verdad? Sin embargo, era en lo único que podía pensar. En eso y que no solo tu mirada era chispeante; también tenías la sonrisa más brillante que había visto. Al principio no sonreías mucho, pero después de unos Martinis, ya iluminabas el avión entero. Fue increíble, aún no habíamos aterrizado y yo ya tenía las vistas más bonitas a mi lado. Fue un pálpito, una intuición. ¿Sabes cuándo una certeza te atraviesa el corazón? Esa chispa, esa descarga, esa diferencia tan sutil y evidente al mismo tiempo, que es imposible ignorar. Quien lo ha sentido alguna vez, lo sabe. Simplemente, se sabe. Y yo lo supe contigo desde el primer momento, pero tenía que hacerlo bien. No quería asustarte. ¿Sabes lo fácil que es asustar a un animalillo perdido en medio del bosque? «Pies de plomo y perseverancia», me dije.

La chispa adecuada

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