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Aída Canan. EFA

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El saber se produce en el relámpago del lapsus, del chiste, del sueño y trae una verdad que, desde Freud, habla.

El paso dado por Freud muestra que hay una verdad que el síntoma o el lapsus intentan desmentir y esa verdad es producida por el trabajo del inconsciente. Hay una mentira verdadera en la palabra misma y el Otro, el testigo, es producido por el inconsciente.

El saber a partir del psicoanálisis toma un nuevo lugar generando así un nuevo discurso.

“Por su no saber, el sujeto descubre, señala la relación a la verdad, mientras que con su saber sabido encubre la relación a la verdad (...)” (Úrsula Kirsch).

No hace mucho tiempo un analizante que de grande se enteró de que su padre no era su padre biológico (al que llama el biólogo), cuando quiere decir “Mi madre me mintió”, dice: “Mi madre me mató”, lo que dio lugar a distintas cadenas asociativas que articulan un nuevo saber para el analizante, en este caso respecto del efecto que esa mentira tuvo sobre él.

En El saber del psicoanalista y a partir de una pregunta en la que quedan articulados los términos incomprensión y síntoma, Lacan establece la relación entre saber y síntoma (en cuanto la incomprensión es un significante relativo al saber); pero a diferencia del pensamiento marxista que es el primero en establecer la equivalencia entre el síntoma y el valor de verdad que este porta, el psicoanálisis requiere de la traducción en palabras de ese valor de verdad, posibilitado por los fenómenos de la transferencia, que no se pondrían en juego de no ser por el sujeto supuesto al saber, como su fundamento.

La referencia que tomé al principio del escrito, con que la Secretaría presenta estas jornadas, dice que el saber que se produce a partir de una formación del inconsciente trae consigo una verdad. Esta frase me hizo recordar lo que Lacan trabaja en el Seminario XII: Problemas cruciales del psicoanálisis, respecto de la sustitución de la verdad por el objeto, que es posible en algunos momentos de un análisis en su pendiente transferencial, cuando el que habla va cercando cierta verdad. La verdad acá como el lugar, algo excluido del saber en juego, que como sabemos siempre es relativo a la sexualidad.

La eficacia del complejo de Edipo en su articulación al complejo de castración implica una disyunción entre el sujeto y el saber que a su vez articula una posición inconsciente del sujeto en relación con el saber y la verdad.

Otra forma de articular o formular esta disyunción entre saber y verdad es como nos lo indica Lacan en el apartado “Más allá del complejo de Edipo”, del Seminario XVII: El reverso del psicoanálisis, cuando dice a partir del cuadrúpedo del discurso del analista, el obstáculo que constituye el goce se encuentra entre lo que puede producirse, de la forma que sea como significante amo (S1) y el campo del que dispone el saber al plantearse como verdad (S2). Recordemos que en esa oportunidad Lacan dibuja un triángulo entre el S1 y el S2 teniendo en cuenta que, en el discurso del analista, el S2 está en el lugar de la verdad y el S1 en el de la producción.

Recuerden que en el discurso del analista en el lugar del agente está el objeto, en el del Otro el sujeto, en el de la verdad, el saber, o sea el S2, y en el de la producción el S1.

A esta altura me parece importante recordar que si hay algo con lo que nos enfrenta el psicoanálisis es que todo depende del goce sexual, que solo se puede articular en el encuentro con la castración.

La verdad en juego en psicoanálisis es lo que, por medio del lenguaje, por la función de la palabra, toca un real. A esta altura, y para ir terminando, Lacan aclara que para algunos el encuentro con la verdad es similar a lo que para los griegos está descripto como tocar el pez torpedo. Una metáfora que es conocida por lo que Menón dice a Sócrates: “Había oído yo antes de encontrarme contigo que no haces tú otra cosa que problematizarte y problematizar a los demás… hasta el punto de que me has convertido en una madeja de confusión (…)”, acto seguido lo equipara con el pez torpedo, un pez que paraliza al que toca (narkhé en griego contiene la raíz de nuestra palabra narcótico). Sócrates muchas veces fuerza a su interlocutor a ocupar una posición desigual.

Esta metáfora Lacan la toma para dar cuenta del encuentro entre dos campos no acordes entre sí: “Los campos de los que se trata están constituidos por lo real, tan real como el pez torpedo y el dedo del inocente que acaba de tocarlo. El matema, aunque lo abordemos por las vías de lo simbólico, no deja de ser real” (El saber del psicoanalista).

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¿Qué se produce en psicoanálisis?

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