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Carola Oñate Muñoz. EFA

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Decimos que en el análisis de lo que se trata es de elaborar la pulsión. De ella se deriva tanto el malestar en la cultura como el sufrir de más. Interrogar la pulsión es lo que intentaré comenzar a hacer en este trabajo. La vía de entrada en esta ocasión es la sublimación.

¿Cuál es el problema de la sublimación si no aquel con el que nos encontramos a partir de das Ding en tanto que la sublimación nos muestra que está hecha de la misma paradoja que la cosa? A partir de la sublimación y el problema que plantea, es que podemos “agarrar” esa cosa tan inaprehensible, ya que se trata de ese vacío central habitado por su ausencia del que se desprenden, al decir de Freud, esas potencias del bien y del mal, de la vida y de la muerte y con la que nos encontramos tanto en la civilización como en la clínica de la neurosis y de la psicosis. Se trata de ese vacío central hecho con el significante antes que con el alma del hombre con sus manos y con relación al cual el discurso de la ciencia, la religión y el arte dan distintas respuestas.

A das Ding no nos introduce Lacan en el Seminario VII: La ética del psicoanálisis por medio de la sublimación, sino que lo hace partiendo del proyecto freudiano, es decir, por medio de la constitución subjetiva. Das Ding es aquello que hace posible y con relación a lo cual se subjetiviza tanto lo proveniente del exterior como lo proveniente del interior del organismo del ser hablante. Es decir, se constituye en derredor de él, una topología, una estructura de borde a partir del espacio entre percepción y conciencia: espacio donde gravitan las worstellung y del tiempo: ese que va del displacer al placer y que Freud llama “deseo”. El espacio y el tiempo entonces se construyen partiendo de una experiencia. Antes que categorías trascendentales —a priori—, categorías constitutivas de una ética, la del psicoanálisis propia de la cosa freudiana.

Freud nos dice que la sublimación es con la pulsión e implica un no paso por la represión y un sorteo respecto del espejo. Es con el prójimo antes que con el semejante con el que Van Gogh se corta la oreja. Así como es del prójimo que Leonardo recibe sus órdenes: “Tú harás esto, luego esto otro”.

La neurosis es una pregunta que el síntoma articula. Lacan escribe esas fórmulas, fórmulas de esa articulación, cálculos respecto de esa “X” por la cual el deseo de la madre ha sido sustituido e interrogado. Se trata, represión mediante, de esa sustitución significante respecto de la cosa en su adecuación, identidad a ella. El síntoma es una solución posible ante el problema que implica que siempre se pueda volver a ella, al mismo lugar, a la cosa materna. El fantasma, en cuanto sostén del deseo, incluye o está hecho a partir de dichos cálculos inconscientes, de la escritura de la ley de gravedad de cada quien, pues: ¿a qué distancia los cuerpos se atraen o se rechazan o no pasa nada de nada? Atracción y rechazo, placer buscado y evitado. Una dialéctica del placer que tiene un umbral, un justo límite gravitacional, y que incluye la centralidad de una zona “prohibida”, pues el placer allí sería demasiado intenso. Este campo gravitacional es el campo del goce, que se define como lo que proviene de la distribución del placer en el cuerpo.

“Éxtimo” es la palabra para designar lo que allí está en juego. Das Ding como campo del goce es lo que Freud introduce a partir de la función del Nebenmensch, el prójimo, ese hombre más cercano y ambiguo por no saber dónde ubicarlo. ¿Dónde atraparlo? Sino en ese grito que centrando al silencio en su vacío hace surgir de él la presencia de ese ser tan cercano como extraño. Un prójimo que está ahí desde siempre y no tiene ninguna apariencia ni figura (erscheinung). Un prójimo que hace presente a la inminencia intolerable del goce. Mientras, nos recuerda Lacan, el Otro es el terraplén limpio de goce en cuanto que lugar de la articulación significante.

¿Qué pone de relieve la sublimación?

La sublimación nos pone sobre la pista, antes que sobre la huella, de que no hay una estructura de borde propia de la satisfacción del goce en la pulsión. Se trata de esa satisfacción, la de la sublimación, que no le pide nada a nadie, pues tratándose como dijimos del prójimo: ¿a quién pedirle?

Sin embargo, si bien sabemos que en ella se trata de la inhibición del fin sexual de la pulsión, no por ello deja de tratarse de un goce sexual en cuanto que goce de borde como su equivalente.

Si se tratara respecto del goce sexual, de la tumescencia y detumescencia, qué tiene que ver esto con la función de borde, se pregunta Lacan. Ese goce femenino es un enigma, esa sensibilidad de la pared vaginal antes que por inubicable en su carácter limítrofe acercándonos así a esta estructura de borde, a esta topología. Si no fuera por la configuración de vacuola, es decir, de agujero propio del goce para lo cual está reglado como tensión temperada, no encontraríamos en “lo sexual” nada análogo a lo que llamamos en la pulsión una estructura de borde, constituida así, entiendo, por los bordes de su insatisfacción como logística de la defensa.

¿Qué es lo que nos presenta el amor cortés en cuanto que amor reglado, sublime y sublimado que coloca a la dama como objeto o en cuanto que objeto sobrevalorado en el lugar de la cosa? ¿Mediante qué operación? Se trata de la privación de gozar de la dama como objeto real agenciándose así de una insatisfacción a partir de su inaccesibilidad reglada. Poesía la del trovador que hace su homenaje al deseo sexual.

Imaginen, dice Lacan, por un momento a esta vacuola centrada, equilibrada por la función del objeto a como lo que cosquillea en el interior de das Ding. Al modo de ese mérito de la obra de arte, ya que cuando se trata de un buen cuadro no hay duda: atrapa la mirada.

Para finalizar. ¿Qué pasa cuando no se cuenta con el síntoma como ese grifo que cierra y hace al no todo paso de la libido de un lado al otro y que llevaría, si así no fuera, a la inundación en la situación amorosa? Si no se cuenta con el síntoma se cuenta con la pulsión, quiero decir, ¿va la pulsión al lugar de la falta de cuenta?

Si no se cuenta con el síntoma bien valen los “contratos amorosos” como en el caso de un paciente quien, conduciéndose en relación con las mujeres cual héroe moderno sin piedad y sin temor, cada vez que se enamora confecciona con sus manos, antes que con su alma, un contrato en el cual la mujer tiene que hacerle cumplir ciertas órdenes que lo ubican en un lugar de servil humillación. Ella, así por contrato, va a ese lugar guionado por él, de compañero inhumano con las exigencias propias de un amo y señor. Se trata de su despojo en este caso como sujeto, es decir, de despojarse de su palabra donde la palabra no es aquí el objeto a sino la voz, como condensador de goce. Voz que él hace que haga de la voz del Otro a la que él responde lealmente. El objeto a así aislado, como nos lo enseña Lacan, en el caso del masoquista, de la voz fría y arbitraria de la madre que en presencia de la del padre no ha hecho más que redoblar.

La sublimación pone en el centro del goce como campo al objeto a en cuanto que inaccesible, objeto de la privación. Hay la falta. No hay mediación en la relación sexual que sea por el falo, sino que es por medio del objeto a dada su estructura de borde, lo cual permite cierto manejo de ese goce cuya inminencia, sabemos, resulta tan insoportable.

Textos trabajados

Proyecto de una psicología para neurólogos. S. Freud. El malestar en la cultura. S. Freud. Seminario VII: La ética del psicoanálisis. J. Lacan. Seminario IV: La relación de objeto. J. Lacan. Práctica y discurso del psicoanálisis. A. Salafia. Seminario XVI: Un Otro al otro. J. Lacan.

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ESPACIO DE PREGUNTAS

Verónica Cohen: Seguí interesada en tratar de responder la pregunta de las jornadas, ¿qué se produce en psicoanálisis? Y con esa pregunta trataba de escuchar los trabajos. Creo que el discurso del psicoanálisis produce un analizante, que ¿qué es? Alguien que puede hacer otra lectura de sus actos y si no desear al menos preguntarse por el deseo, otra cosa que el goce y la endogamia. También podemos hacer comedia de la tragedia, como le mostró Diego a su analizante. Ahí pienso que se trata del descubrimiento, lo que se produce, es un saber inconsciente sobre que un padre es inconsciente.

Diego Fernández: Retomando lo que plantea Verónica Cohen, respecto del descubrimiento de que un padre es inconsciente me encontré leyendo en el último capítulo del libro de Norberto Ferreyra, Trauma, duelo y tiempo, acerca de la ruptura del semblant que me parece que es algo muy importante acerca de qué es, él lo ubica ahí y me gusta mucho, el reclutamiento de analistas. Es decir, aparece el reclutamiento a partir del mercado del saber donde no hay ningún tipo de ruptura del semblant o bien el reclutamiento es partir de la experiencia del inconsciente donde como el inconsciente no hace semblant es dar la posibilidad de que el reclutamiento sea no sin el acto analítico y por haber pasado por esa experiencia. Y eso me parece que se nota mucho, yo por lo menos en el consultorio escucho muchas personas que están en relación con el psicoanálisis respecto del reclutamiento, el mercado del saber y una impostura que es absolutamente otro discurso a la posibilidad de que haya ruptura y caída del semblant, esto, respecto al padre, no hay padre Dios, es inconsciente en ese sentido.

María Gabriela Correia: Pensaba en qué se produce en psicoanálisis y en cómo trabaja el psicoanálisis respecto del inconsciente, fui encontrando textos que me hicieron pensar en la experiencia de Descartes que no es una experiencia de análisis justamente y donde ahí lo que se produce es un sacarse de encima eso que ocurría en el sueño, poniendo la verdad en otro lugar, que esto tiene que ver con la subjetividad de la época también.

Carola Oñate Muñoz: Yo también me quedé pensando en la intervención de Verónica Cohen porque una de las cuestiones era si me ajustaba al título de las jornadas en cuanto a lo que se produce en psicoanálisis como experiencia. Lo que estaba presentando no se ajustaba puntualmente a la cuestión, en el sentido que trabaja el inconsciente y hay una producción relativa a esa operación. En la presentación de este paciente no se produce, más bien se trata de alguien que me toma como testigo de lo que él construye con sus manos antes que con su alma, todo el tiempo. Y es muy importante para él descubrir dónde están los puntos donde él se tienta, a partir de los cuales tiene que privarse, en relación con que, si él pasa cierto umbral, ciertos límites en su vida, la destruye, no pierde nada. La cuestión de la pérdida no entró aún, no está, no entra, no es la cuestión de “si algo ha perdido o no ha perdido”. Es un hombre que comienza su vida, perdón, su análisis, con una vida bastante hecha ruinas por las cosas que él viene haciendo y de lo que no se venía pudiendo privar. En ese sentido también hay análisis que circulan por vías distintas, cuando hay cuestiones con las que no se cuentan, al menos no se cuentan todavía, se verá qué pasa. Siempre hay un porvenir que la posición del analista es tan importante que sostenga ahí.

Alberto Álvarez: Quería referirme a algo que dijo Diego Fernández también en relación con el padre, con la tragedia, por lo menos entendí que es sin la sanción del padre y ese paso que podría ser el complejo de Edipo, el complejo de castración. Me parece que la tragedia es un tiempo también actual y eterno. Te quería preguntar porque en algún lugar Freud habla del sepultamiento en relación con la tragedia a diferencia de la represión. Y Anabel Salafia en una clase este año creo que trajo también lo del sepultamiento en relación con el olvido del nombre propio.

Diego Fernández: El sepultamiento se trabajó acerca de un término que es el que trabaja Lacan en el olvido que no recuerdo ahora cómo se pronuncia en alemán, entiendo que no estaba en relación con la tragedia. Lo que entiendo en la tragedia, hay un libro de Friedrich Hölderlin en donde aparece la caída del héroe, más que el sepultamiento, la represión. Me parece que lo importante de la tragedia es el momento de la caída. Lo interesante en este caso, es todo muy reciente, son las últimas entrevistas. ¿Y qué pasó después de esta tercera? Cayó, pero cayó en el sentido de que también pasó, pero cayó enfermo. Quiero decir cayó en cama, hay algo lógicamente que se viene jugando. En Edipo el padre aparece al final, cuando en realidad se lo mató al principio, como en un análisis, seguro se encuentra al final, pero con algo que ocurrió al principio, que es padre muerto, existe como padre en el momento en que lo mató o estando vivo no estaba, en ese sentido. Entonces me parece que la temporalidad es esa, para mí no es ni sepultado, ni reprimido, sino que ahí lo que se juega me parece que es en términos del objeto que es caído y donde los dioses le dan la espalda y pasa a ser humano, terrestre y mortal.

Alicia Hartmann: Diego, dijiste algo que llamó la atención: “sanción significante”, me quedé con esa palabra o cómo lo enunciaste y pensaba sanción es fuerte y lo pensé en términos del efecto del superyó. En las primeras marcas. El superyó con relación a la estructura, que creo incluso que se podría hacer extensivo a otra de las ponencias de la mesa porque de alguna forma está en juego. En el juego o en la privación, si uno lo piensa en lo que planteó Carola Oñate Muñoz. Especialmente te lo preguntaba a vos, Diego, cómo pensás la sanción significante.

Diego Fernández: Voy a pensar la relación que establecés, entiendo que toda la significación que conlleva la sanción va al superyó. Me quedó, como lo ubicaba en un principio, la sanción, que es la risa como un decir logrado en el chiste. En ese sentido. La sanción como decir logrado donde entra en el campo del Otro el decir. Entiendo que tiene la resonancia absolutamente superyoica también, pero lo tengo que pensar.

Helena Casas: La pregunta es para Carola Oñate Muñoz. Estaba siguiendo tu trabajo sobre la sublimación y me quedó una confusión en relación con el goce donde no habría, según entendí, ninguna mediación por el falo y sí habría un centro de goce en el a. Entonces cuando comentaste el caso pensé “me quedó ligada la sublimación a la perversión”. ¿Es así? ¿Esa es la idea que vos querías trasmitir?

Carola Oñate Muñoz: Respecto de la relación sexual no habría mediación al menos satisfactoria que sea por la vía del falo porque, en este punto del desarrollo, Lacan lo que está diciendo es que lo que hace a la no relación sexual que aparece en los análisis es porque el término de la mujer está doblemente reprimido. Si hay representantes de su representación está perdido y luego además hay una referencia al falo para definir qué es la mujer y está definida como quien no tiene lo que no debería tener, es doblemente reprimida. Con lo cual hay algo acá que Lacan está situando, que está en falta y que le falta en tal caso el significante sexual. ¿Qué es lo que hace que con esta falta que produce nos encontremos en los análisis? Subrayé esta cuestión porque si no queda un tema muy complejo y encumbrado, de muy difícil acceso. En ese sentido lo estaba trayendo. Contando con que no hay relación sexual. Lo que muestra en el caso de la perversión, también, como hecho de estructura, es que hay la falta. En la perversión el perverso se las ingenia, por ejemplo, de esta manera, donde hay algo que no hubo, que no hay por estructura, pero además que él no contó en su propia historia, porque el padre no facilitó, no proveyó de ese marco. Al lugar de ese marco faltante, o carente de ese marco en relación con el padre respecto del deseo de la madre es que entiendo que va el contrato, para vérselas con la inminencia respecto de, en relación al deseo y respecto de la relación sexual con la mujer, él hace este artilugio, construye esto con sus manos. Es compleja la cuestión porque va tocando, bordeando Lacan, cuestiones que son de estructura y luego aparece también la relación entre sublimación y perversión, pero también está la sublimación en la neurosis y también está en la psicosis. Va a decir Lacan, respecto de la sublimación en las neurosis, que generalmente no es tan exitosa. Porque en la neurosis, si tenemos el síntoma, podemos ubicar algo del orden del sinthome, pero el problema es cuando no hay del síntoma.

Diego Fernández: Alicia Hartmann, me quedó picando la pregunta y pensé algo para seguir trabajando porque me parece que si hay lugar para la sanción significante es menos superyó, cuando menos lugar para la sanción significante más superyó, porque me parece que también hay que diferenciar que es el significante el que hace al padre. Una cosa es si el padre se cree ese significante amo y lo encarna creyéndosela, de una forma radical en donde no hay ningún guiño para saber que él también está atravesado por el significante que lo determina, donde hay una falta puesta en juego. Me parece que ahí hay una diferencia radical entre lo que es una sanción significante estando aquel que está en esa función atravesado por el significante, que aquel que sanciona creyéndose que es el significante, eso es mucho más superyoico, tomando en Freud el superyó por definición como heredero del complejo de Edipo. Me parece que cuanta más sanción significante un superyó más benévolo y me parece que cuanta menos sanción significante más superyó encarnado en alguien que pueda haberse creído ser el padre.

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¿Qué se produce en psicoanálisis?

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