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Paula Naccarato. EFA

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H(a)cer del tiempo una experiencia

El trabajo que hoy me propongo compartir con ustedes está concernido entre el título de las Jornadas, ¿Qué se produce en psicoanálisis? Experiencia y transmisión, y un interrogante propio en relación con la dimensión del tiempo en un análisis. La pregunta entonces sería: ¿la experiencia de un análisis puede producir otra dimensión del tiempo?

Sucede que al consultorio llegan pacientes con sintomatologías variadas, desde las crisis de angustia (ataques de pánico desde el decir del paciente), fibromialgias, síntomas corporales que no son conversiones, bulimias, adolescentes que se cortan, algunos tipos de adicciones. Todas presentaciones que traen aparejado el pedido de curarse como una prisa sin elaboración, junto a la emergencia de discursos auxiliares, desde la medicina, la farmacología y hasta las terapias holísticas. ¿Qué sería curarse? ¿De qué? ¿Cómo se pasaría de un cuadro sintomático al síntoma en análisis?

Cada una de estas presentaciones sintomáticas marcan una actualidad, un sin salida, un tiempo circular que se repite sin pérdida. Podemos pensar que son presentaciones solidarias de los tiempos acelerados del discurso capitalista que acumula goce y achata el deseo.

El tiempo es un concepto que atraviesa distintos discursos y el modo de conceptualizarlo varía según la disciplina. Giorgio Agamben desde la filosofía en su libro Infancia e historia comenta dos nociones del tiempo: Aión como tiempo originario, fuerza vital, eterno, y Chronós, que indica la cantidad mensurable, es el tiempo del calendario y de los acontecimientos. Entre estas dos temporalidades hay una fuerza opuesta que dimensiona el tiempo humano. Un tiempo necesario para que una vivencia devenga experiencia, un tiempo que falta en nuestra época.

Por su parte Benveniste, desde la lingüística, en El lenguaje y la experiencia humana plantea que “(…) entre las formas lingüísticas reveladoras de la experiencia subjetiva, ninguna es tan rica como la que expresa el tiempo (...)”[11]. También diferencia el tiempo físico como continuo, uniforme, infinito y el tiempo crónico como el tiempo de los sucesos, el devenir.

Nuestra vida tiene puntos de referencia que nos llevan hacia un pasado y un porvenir en relación con el presente. Este tiempo crónico no coincide con la experiencia humana del tiempo porque es por la lengua que se instala la experiencia y este tiempo lingüístico tiene su centro en el presente de la instancia de la palabra. La experiencia intersubjetiva genera que haya un yo y un tú del diálogo en un proceso de intercambio. Y refiere algo más, que a mi entender nos interesa a nosotros, psicoanalistas, dice que el empleo de la lengua se refiere a la enunciación como acto individual de apropiación que introduce al que habla en SU habla, en esa enunciación se instaura la categoría del presente.

Estas categorías del tiempo plantean lo eterno, lo mensurable, lo intersubjetivo, la enunciación. ¿Cómo el discurso del psicoanálisis toma estos conceptos para repensarlos en la experiencia del análisis?

Norberto Ferreyra dice: “La palabra es articulada como demanda siempre que haya otro que hace suyo el tiempo de aquel al que escucha. El que demanda habla y puede articularse la demanda si hay otro que escucha”[12].

El dispositivo analítico produce una experiencia con el tiempo. Este tiempo no es el del diálogo intersubjetivo puesto que, si bien hay una aceptación del tiempo del hablar, ese tiempo de hablar es de quien está allí como sujeto; quien se encuentra en la función deseo del analista otorga un tiempo para hablar. El diálogo queda objetado en la medida en que el sujeto habla y el analista no responde, sino que hace resonancia, se abstiene de compartir ese goce, lo que permite que poco a poco pueda ir al lugar de objeto causa. La transferencia se instala constituyendo el lugar de sujeto supuesto saber. Que exista el sujeto supuesto saber implica otra dimensión que objeta que la actualidad sea indeterminada. La transferencia crea un lugar para un tiempo psíquico.

El otro es límite a la eternidad sin tiempo. La eternidad se produce cuando no hay otro, cuando no hay presencia. El otro como presencia da la posibilidad de que haya metonimia significante, un S1 que se dirige a un S2 portador de un saber y entonces que se pueda producir una metáfora.

Lacan sitúa que el sujeto está representado por un significante para otro significante, es decir, queda representado en la hiancia, esta es una cuestión con y en el tiempo, de lo cual también se producirá un resto en la operación de división del sujeto que será el objeto a.

Con Freud sabemos que el trauma es en dos tiempos y que el segundo resignifica al primero.

¿Qué ocurre con las presentaciones sintomáticas actuales que carecen de la posibilidad de sustitución por encontrarse los significantes agolpados? ¿Podemos pensar holofraseados?

El psicoanálisis toma el tiempo como tiempo lógico, con Lacan situamos el instante de ver, el tiempo de comprender y el momento de concluir. En lo actual falta un tiempo de elaboración. El tiempo de comprender se encuentra omitido.

Cuando no hay marca como referencia del trauma, cuando no hay, por esa no instauración de la marca, un tiempo psíquico que haga trazo en el presente y separe lo pasado del porvenir, lo que acontece es lo actual. Lo actual se relaciona con el agolpamiento significante puesto que para que exista la continuidad tiene que funcionar la operación psíquica de presencia y ausencia de los fonemas, una distancia entre significantes que dé lugar a la emergencia del sujeto. Esto ocurre en el nivel de la articulación primaria de la demanda, la sincronía a nivel significante, la afluencia de significantes simultáneamente en la cual debe establecerse una alternancia fort-da. Cuando esta alternancia no ocurre la articulación de la demanda queda afectada. Hacer pasar al presente lo actual es lo que permite una elaboración, un tiempo psíquico que elabore aquello de lo que se trate, eso es en transferencia.

Si quien consulta se presenta bajo la actualidad del síntoma y no hay referencias que marquen otra escena, si no hay posibilidad de sustitución, ni de articulación de la demanda el sujeto queda en un fuera del tiempo y la transferencia no tiene lugar, entonces, ¿qué lugar para el analista?

Considero que ese lugar es el de la espera, función de la espera respecto de la escucha que justamente tiene que ver con la dimensión del tiempo y de la contingencia. La contingencia hace corte a la eternidad y el psicoanalista aporta un espacio y un tiempo que abren un lugar para decir. Si pensamos en el grafo podríamos dimensionar que lo que necesita abrirse es el piso superior de la enunciación que permite el pasaje de la necesidad a la demanda y al deseo.

En el tiempo circular sin pérdida de lo actual, diría tiempo sin relación con la falta, es necesario por parte del psicoanalista creer que “eso” opera produciendo el acto que haga corte, que permita la distancia entre los significantes para que alguna demanda sea articulada y se abra la posibilidad de la transferencia que dé lugar al sujeto supuesto saber. Es en transferencia donde el sujeto podrá hacerse sujeto de su decir y comenzar a situar alguna pregunta con relación a su mal-estar.

“Es en el análisis, en ese hacerse discurso, donde el inconsciente toma dimensión del tiempo que falta”[13].

El presente es el tiempo del acto y que el sujeto pueda en análisis desarrollar un discurso referenciado en sucesos que pueden haber adquirido para él carácter traumático es lo que permitirá construir una referencia al trauma que lo haga pasar de lo actual del síntoma al síntoma analítico en transferencia. Cito: “La posibilidad de salir del trauma radica en que alguien pueda enterarse y saber, con su cuerpo al hablar, que es posible tener otra posición frente a aquello que pasó”[14].

Una paciente que sufre de fibromialgia, que en ella tiene la característica de la rigidez corporal que la deja muchas veces dolorida y sin poder salir de la casa, se pregunta para qué sigue viniendo. Dice que a veces tiene insomnio ocasionado por todos los pensamientos que se le agolpan en la cabeza, pero cuando llega a la sesión dice: NO TENGO QUÉ DECIR, cambio la acentuación de su frase y le pregunto: ¿no tenés que decir?

Se angustia y comienza a relatar todas las veces que tuvo que callar frente a la madre para no hacerle mal. ¿Será la ocasión para que otra escena sea posible?

La experiencia del análisis puede producir entonces la posibilidad para un sujeto de que se abra una otra dimensión del tiempo. ¿De qué se curaría?

Diría: de la eternidad.

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¿Qué se produce en psicoanálisis?

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