Читать книгу Amo la vida - Néstor Daniel Farinella - Страница 18

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LA BUENA PALABRA

Casi he rodado al fondo de la sima...

Tú que me escuchas, mi enseñanza aprende:

Nunca seas la espada que lastima.

Sé, tan sólo, la espada que defiende.

Nunca hieras. El hombre cuando hiere,

tortuoso intento de matar delata.

Llama pura es la sangre del que muere.

Humo negro, la sangre del que mata.

Si te siega el rencor, vuélvete heroico.

Huye de los demás. Busca el encierro.

Y hazte en tu grave soledad de estoico,

recto como una vertical de hierro.

Un agua fresca de perdón de hermano

vuelca en el odio de carbones rojos.

Con sus cenizas, límpiate las manos,

y lávate con lágrimas los ojos.

Debo decir; que no sé qué rara fuerza me ha impulsado a contarles ciertos aspectos de mi vida, que han marcado una senda de la vena al corazón. Y debe ser por eso; que tengo ganas de contar aquí mis tristezas, algunas alegrías, y por qué en estas páginas hago alusión a una frase de César Vallejo:

HOY ME GUSTA LA VIDA MUCHO MENOS,

PERO SIEMPRE ME GUSTA VIVIR.

Cuando mis ojos se abrieron al mundo, no sabían a dónde mirar, pero con el tiempo he comprendido, que en éste correr de las horas, que es la vida, sólo he vivido de ilusión. En el camino recorrido, aunque he sufrido a veces, siempre he tenido mis metas claras...

Mi objetivo ha sido la sinceridad, el querer reencontrarme con las cosas simples, esa palabra amistosa que nos hace sentir bien; tomar un café con amigos; la luz que entra por mí ventana; el almuerzo del domingo, y su clásica polémica; un barrilete enredado entre cables de una mala comunicación, o de una luz apagada; la pelota estrellándose en una red, un sábado por la tarde; una abuela tejiendo. Todo lo que llena el espíritu y el alma, que no sufre, enredada entre tanto amor...

Refiriéndome a la luz que entra por mi ventana, además de haberme iluminado, ha sido a veces la luz de la alegría, de la esperanza. Pero también creí que el sol era negro, el que oscurece, cuando la luz se transformó. Entonces, en vez de ser de alegría, fue de incomprensión, de traición a los sentimientos y a las ilusiones...

Así seguí caminando, inyectándome de fe, a mí manera, ya sea escribiendo o leyendo poesía. Quizás haya sido una forma de ahogarme un poco más en el dolor.

Un día; encontré una poesía de Enrique González Martínez, que se encuentran en su obra Silinter, y dice así:

Amo la vida

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