Читать книгу Amo la vida - Néstor Daniel Farinella - Страница 27
ОглавлениеAño 1976
Los días “SÁBADO” y “DOMINGO” eran especiales; mis abuelos maternos y paternos, albergaban a todas las generaciones en sus casas... Compartíamos los almuerzos todos juntos; abuelos, padres, tíos, hijos...
Todos los miembros de la familia compartían un genuino respeto por el otro; éste se transmitía de generación en generación, era como una jerarquía, un escalafón...
Recuerdo con mucho cariño y ternura a mis tíos; cuando éramos niños, mi tía Doña Lydia Labatti (hermana de mi madre), nos cuidaba celosamente mientras todos los chicos jugábamos (mi hermanita; mi primo, mis primas y yo).
Jugábamos al “PATRÓN DE LA VEREDA”; el juego consistía en designar a uno de los jugadores patrón, el resto de los competidores debíamos ser atrapados por el patrón mientras pasábamos por toda la extensión de la vereda. Estábamos salvados cuando llegábamos a las veredas de los vecinos pasando por la vereda del patrón; no podíamos pasar por el pasto o por la calle, solo por las baldosas de la vereda. Cuándo el patrón nos atrapaba, de uno en uno, nos llevaba a la cárcel que estaba demarcada con tiza blanca en la mitad de la vereda. Cuando nos atrapaba a todos, el primero que había sido atrapado era el nuevo patrón de la vereda. Los competidores podíamos salvarnos entre sí, con solo chocarnos las manos pasando por la cárcel.
Ausencias son recuerdos; la infancia un refugio, un lugar a donde siempre podemos volver, un rincón en la memoria...