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IV.

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En el punto II me he referido a las “piezas de vida real”, ubicadas por Freud en “Recordar, repetir y reelaborar”. La puse en serie, entre otros, con el deja raconte, e hice mención del deja raconte del episodio alucinatorio del “Hombre de los lobos”.

No solo que es un episodio sin Otro, sino que al relatarlo se le presenta el fenómeno de “lo ya contado”.

Dije que solo podría ser abordado por los juicios de existencia y atribución del texto de Freud “La negación”, ya que no era un efecto del retorno de lo reprimido. Lacan, muy al comienzo de su enseñanza, se va a referir a un real que se presenta erráticamente, sin ley, respecto al fenómeno alucinatorio. No es un efecto de la verdad del inconsciente reprimido ni llama a la interpretación. No es hystorizable, ni opera con las leyes de la metáfora y metonimia, ya que es algo que no fue simbolizado. En este caso la castración genital efecto de la verwerfung, que Lacan traduce como expulsión, rechazo, cercenamiento, forclusión.

La alucinación señala, por el contrario, un real que supera lo verdadero, un real que surge en lo verdadero. La alucinación es el fenómeno o la manifestación de un real surgiendo en la verdad. (8)

Va a dar cuenta de un “sentimiento de irrealidad”, como fenómeno de franja.

Miquel Bassols va a afirmar que el fenómeno forclusivo, que Lacan llama retrancheé, en sus inicios, no se expresa solo en los fenómenos alucinatorios sino en otros episodios, como por ejemplo en el acting out.

Fundamentalmente, al generalizar el concepto de forclusión, hacemos de la neurosis una modalidad de suplencia, producida a través de la significación fálica (9).

Ese sujeto de la castración, nos dice Freud, no quería saber nada en el sentido de la represión, er von ihr nichts wissen wollte im sinne der verdrängung. Y para designar este proceso emplea todo el término “cercenamiento” (retranchement). (10)

Se trata, en verdad, de que un sujeto puede rehusar el acceso a su mundo simbólico, a pesar de ser algo que ha experimentado.

Puedo por lo tanto señalar que aunque Lacan utilice en su momento el término realidad como homólogo a real, a partir centralmente del fenómeno alucinatorio del “Hombre de los lobos”, su real tiene una especificidad por fuera de cualquier referencia a la realidad de la psicología y por fuera del principio de realidad. Este último da cuenta del inconsciente reprimido, de lo que existe como símbolo. La condición del principio de realidad es la bejahung (afirmación).

Pero además el real que formula en la “Respuesta al comentario de J. Hyppolite”, es un real que se presenta fuera de toda ley, de todo orden, lo hace erráticamente. Esta característica tendrá un relieve fundamental en la última enseñanza de Lacan.

Pero además de este modo errático de presentarse este real, Lacan va a formular que “el hombre de los lobos”, en el episodio alucinatorio:

No se animaba a decir nada a su criada que estaba solo a unos pasos de él; se dejó caer sobre un banco y permaneció así, incapaz de lanzar una mirada más a su lado. Al fin se calmó, miró bien su dedo y –¡fíjense nomás!– estaba totalmente indemne. (11)

Ambos caracteres, el presentarse erráticamente y el sin Otro – sin Otro, en tanto la alucinación no está en la trama simbólica, en la articulación significante, en la operatividad de la metáfora y la metonimia, ni puede historizarse.

Vemos de este modo cómo la “realidad”, en tanto lo que queda por fuera de la experiencia (simbólico-imaginario) nos habla de un real localizado de este modo.

Leyendo a Freud desde un diván lacaniano

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