Читать книгу Leyendo a Freud desde un diván lacaniano - Osvaldo Delgado - Страница 17

VI.

Оглавление

El esquema del capítulo II del texto de Freud “El yo y el ello”, da cuenta tanto de una construcción por fuera de las categorías kantianas de espacio y tiempo, como de una figura en perspectiva topológica.

Es fundamental destacar en esa figura “surrealista” las líneas del inconsciente y el ello, que va a adquirir un gran relieve en el último Lacan.

Sabemos que el “ello” llega a Freud a través de Groddeck, proviniendo de Nietzsche.

Pero puedo destacar aquí que el antecedente en Schopenhauer. La “cosa en sí” kantiana, fue llamada por éste último “voluntad”. Esta voluntad, retomada como “sí mismo” por Nietzsche, llegará a Freud como “ello”. (19)

Ya para Schopenhauer, el cuerpo va a ser lo único en el mundo dado como voluntad.

Es este “ello”, que en el Seminario 20, Aún, de Lacan, se presentará como “eso habla, no sabe lo que dice pero goza”, y posteriormente “eso no habla, goza”.

Para Nietzsche, detrás de las ideas y los sentimientos reside el “sí mismo”; y este sí mismo es el cuerpo. Este “sí mismo” que reside en el cuerpo, explica Schopenhauer, da cuenta de una inmutabilidad en la vida de un individuo, que implica un camino absolutamente singular. Un forzamiento de ese camino determinado por la voluntad, solo puede aparejar situaciones desgraciadas. (20)

Pero es necesario aclarar que la voluntad no tiene sentido, en verdad el sentido es una respuesta a su presencia acéfala.

Aunque para T. Mann la curación psicoanalítica se inscribe en la Ilustración, por el servilismo del espíritu respecto de las pasiones, y aunque en el último Lacan no hallamos en el final de análisis un saldo de saber, sí hay producción de un significante nuevo, por fuera de la repetición como síntoma, por fuera de un sentido gozado.

Esa producción de un nuevo significante se inscribe en el debate de la Ilustración, no por la vía del ser, sino por la ex-sistencia. Ya no es falta ontológica, sino que es una cuestión óntica.

Este giro se produce a partir del capítulo 8 del Seminario 20, Aún, donde el objeto petit a de ser la referencia misma de lo real, va a advenir al estatuto de semblante, produciendo así la formalización topológica de lo real.

Por último, lo simbólico, al dirigirse hacia lo real, nos demuestra la verdadera naturaleza del objeto a. Si antes lo califiqué de semblante de ser, es porque semeja darnos el soporte del ser. (21)

Si en el Seminario 11, Lacan había formulado que el estatuto del inconsciente no es óntico sino ético, esa ética es la que va a permitir y más allá del embrollo de lo verdadero, dar lugar a la dimensión óntica del “ex-siste”.

La lectura que va a realizar Jacques-Alain Miller, es que la formulación del goce femenino, por parte de Lacan, hace caer la ya formulada ontología.

La generalización del goce femenino abre la puerta del último Lacan. Ya que la generalización del goce femenino, en verdad nombra al goce como tal, y por lo tanto el advenimiento del a como semblante y lo real como ex-sistencia.

Ya no se trata del goce edípico marcado por la castración, la prohibición y alcanzado “hegelianamente”, sino de un goce reducido al acontecimiento del cuerpo. (22)

En el Seminario 23: El sinthome, la referencia ya no va a ser Freud, sino Joyce, para dar cuenta con total precisión del punto de arribo:

La buena manera es la que, habiendo reconocido la naturaleza del sinthome, no se priva de usarlo lógicamente, es decir, de usarlo hasta alcanzar su real, al cabo de lo cual él apaga su ser. (23)

La palabra uso se encuentra así destacada, ya que da cuenta del estatuto pragmático en juego en relación a la cuestión de lo real y el sinthome.

El sinthome, escrito de este modo, viene a dar cuenta del cuarto nudo que anuda real, simbólico e imaginario. Cuarto nudo, que ya había formulado en el Seminario 22: RSI, siguiendo las huellas freudianas de “Inhibición, síntoma y angustia”. Cuarto nudo que había referido tanto al Edipo como al concepto de realidad psíquica.

Recordemos que, por ejemplo, esa formación del inconsciente que es el sueño, anuda lo hipernítido pulsional con el ciframiento inconsciente y la puesta en imágenes (RSI). Formulación que le va a permitir dar cuenta de las pulsiones como el eco en el cuerpo del hecho que hay un decir.

A su vez, en su última enseñanza, Lacan va a decir que:

Esto es lo que caracteriza la letra con la que acompaño este objeto, a saber, la letra a minúscula. Si reduzco este objeto a, a esta a minúscula, es precisamente para marcar que la letra no hace en esta oportunidad más que mostrar la intrusión de una escritura en tanto otra (autre), con una a minúscula. La escritura en cuestión, viene de otra parte que del significante. (24)

Cuestión fundamental para dar cuenta de los restos sintomáticos como un nombre de lo imposible al final del análisis. Restos de los cuales va a dar cuenta Freud en “Análisis terminable e interminable”, productos de la niederschrift (transcripción), primera transcripción de las percepciones en la “Carta 52” de Freud, que no constituye el inconsciente. Su estatuto es de letra. El inconsciente es una respuesta, arma cadena y otorga sentido.

Tomo esta referencia para dar cuenta del último escrito hallado de Lacan (25), donde habla del esp del lap en cuanto se refiere a lo que va a llamar inconsciente real, inconsciente que habla para sí. Tan sin Otro como el Hombre de los lobos en el episodio alucinatorio.

J.-A. Miller, en su curso inédito del año 2011, va a dar cuenta del paso del “eso habla, no sabe lo que dice, pero goza” del Seminario 20 de Lacan, al “eso no habla pero goza”, a partir del concepto freudiano de ello, como ya lo formulé. Como va a decir Freud, el “ello” es la sede de las pulsiones mudas.

Destaca que el ello freudiano no es un ser sino el silencio de las pulsiones. Tampoco es el goce imaginario del narcisismo.

Destaco aquí algo muy preciso del “El yo y el ello”, y es la cuestión que Freud formula acerca de que se constituye el cuerpo y por lo tanto el yo, a partir de algo semejante a una experiencia de dolor. La llamada nominación imaginaria que instituye al yo como operación respecto al autoerotismo, tiene como referencia la pulsión de muerte.

Miller destaca como cuestión fundamental, en el curso mencionado, que la fórmula freudiana es: “wo es war, soll ich werden”, y no “wo das es war, soll ich werden”. El “es”, el “ello”, no está presidido por el artículo das (el). O sea, no está objetivado. Y es este “ello” el que permite captar la autonomía del goce del cuerpo.

La cuestión es, por lo tanto, que a partir de separar el inconsciente del ello, ¿cómo podría operar el lenguaje sobre el cuerpo? Más aún, si la doctrina clásica de la interpretación hace existir esa defensa que hoy llamamos inconsciente transferencial, que es el inconsciente freudiano dinámico. De este modo el ello, es goce y no quiere decir nada. Por lo tanto la cuestión es óntica.

Leyendo a Freud desde un diván lacaniano

Подняться наверх