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VI. CONCLUSIÓN

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Desde finales de la II Guerra Mundial y hasta la década de los sesenta, Latinoamérica hizo gala del apogeo del Estado desarrollista y con ello la población se benefició de los frutos, no solo materiales sino también en términos de derechos, que traía consigo el Estado de bienestar. No obstante, esta situación comenzó a modificarse desde finales de la década de los setenta, y con más ímpetu durante la década de los ochenta, debido a que la crisis de la deuda provocada por el modelo de sustitución de importaciones obligó a los Estados latinoamericanos a reducir drásticamente su tamaño, a limitar su inversión social y a desmontar muchos de los subsidios que beneficiaban a los ciudadanos. A partir de este momento, se observan las primeras movilizaciones en contra de las políticas neoliberales, pero la oleada de movilización presenta un declive hasta comienzos de los noventa debido a que los múltiples procesos de transición hacia la democracia en la región desplazaron muchas de las luchas políticas hacia ámbitos institucionales formales y de la política electoral.

Al comenzar los noventa, con la finalización del mundo bipolar y la victoria del capitalismo, la globalización comenzó a impactar en el ámbito latinoamericano con gran vigor e impulsó el movimiento neoliberal de una manera sin precedentes. En medio de la paulatina reducción de los gastos sociales, la privatización de las economías y la evaporación de las barreras comerciales, intensificadas por las firmas de los TLC, la protesta social experimentó desde ese momento y sigue experimentando hasta la actualidad un auge significativo en contra de dichas políticas, por las consecuencias medioambientales, amenazas económicas, profundización de la brecha social, pérdida de derechos adquiridos, y demás, que traen consigo.

De esta manera, los cambios en el entorno global generaron nuevas interacciones entre los actores políticos. Aunque mayoritariamente la cara económica de la globalización produjo una serie de amenazas para diversos grupos sociales, así mismo generó oportunidades para que dichos colectivos se movilizaran en contra de los efectos adversos que genera (Meyer, 2014). Siguiendo a Silva (2012), la movilización en el ámbito latinoamericano se vio favorecida gracias a dos oportunidades puntuales derivadas del auge de la globalización: por una parte, el desarrollo de un contexto más democrático y, por otra parte, la transnacionalización de la acción colectiva. Así pues, en un espacio más favorable para la democracia, los movimientos sociales pasaron de centrar sus luchas en la transformación de los regímenes autoritarios y se enfocaron en la exigencia, permanencia o suspensión de políticas estatales particulares, mediante el despliegue de repertorios disruptivos y haciendo uso principalmente de la no violencia.

A su vez, la globalización permitió que la multiplicidad de interconexiones y el acortamiento de las distancias generado por la tecnología y los medios de comunicación facilitaran a los movimientos el establecimiento de redes, el aprendizaje de nuevos repertorios y el desarrollo de actividades coordinadas a través de las fronteras nacionales (Von Bulow, 2011).

En el caso de la movilización en contra de los TLC en Latinoamérica, el Foro Mesoamericano de los Pueblos y de manera más amplia el Foro Social Mundial han tenido un rol fundamental como crisol de encuentro e intercambio de experiencias en el que activistas, líderes sociales, miembros de organizaciones no gubernamentales y participantes de diferentes agrupaciones de la sociedad civil, entre otros, exponen sus experiencias, preocupaciones, iniciativas y estructuran sus reivindicaciones futuras. En este capítulo, además de realizar un recorrido descriptivo por la movilización defensiva contra el modelo neoliberal impulsado por la globalización en América Latina, se realizó un acercamiento a un caso particular: el grupo Mujeres contra el TLC, colectivo costarricense opuesto a la aprobación del DR-Cafta, un ejemplo que nos permite dar cuenta de cómo las mujeres latinoamericanas en muchas oportunidades han sido protagonistas no solo del análisis de los TLC sino de la resistencia activa frente a sus impactos.

Las Mujeres contra el TLC desplegaron un repertorio de contienda política que combinó acciones convencionales tales como las marchas o las manifestaciones con acciones disruptivas y creativas como lo demuestra la elaboración de La Manta de los sueños. Y pese al acompañamiento de un extenso número de agrupaciones de la sociedad civil, no lograron que la mayoría de la población votara negativamente el referendo del 7 de octubre de 2007; en cambio, impulsaron un proceso amplio de reflexión nacional sobre los impactos del TLC, especialmente sobre las mujeres, y lograron internacionalizar sus demandas al crear redes con activistas, principalmente centroamericanas y de Norteamérica, que compartían y respaldaban sus preocupaciones.

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