Читать книгу Soy mujer - Patrick Bennett - Страница 5
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El primer día de trabajo, cuando pudimos ver de cerca ese enorme edificio de cristaleras, nos quedamos atónitas; pero cuál fue nuestra sorpresa cuando, al atravesar las puertas, nos encontramos con que pertenecíamos a una minoría bastante notable, en aquella jungla de colores vivos gobernada por testosterona.
Rápidamente fuimos agasajadas por Paul Carter, uno de los encargados del personal de prácticas, que nos llevó a las oficinas donde a partir de ese día haríamos las nuestras. Mientras caminábamos por los interminables pasillos de mármol blanco de la compañía, pude darme cuenta de que las únicas mujeres que encontraba estaban en puestos de recepción, de secretarias o ayudantes, mientras que en los puestos directivos la inmensa mayoría eran hombres.
Paul era un chico algo mayor que nosotras, bastante alto, con el pelo castaño alborotado, ojos verdes y aspecto de tener bastante éxito entre el sexo femenino; llevaba un look informal con unos vaqueros rotos, una camiseta de manga corta blanca que marcaba a la perfección sus musculosos brazos, y deportivas; un estilo que contrastaba bastante con el que nosotras habíamos elegido para el primer día; con camisa, americana y zapatos de tacón.
A pesar de casi no poder seguir el ágil ritmo que llevaba Paul, mientras nos mostraba todos y cada uno de los rincones de la empresa, no dejamos que el intenso dolor de pies nos afectara lo más mínimo, y escuchamos atentamente todas las explicaciones asintiendo con una sonrisa permanente.
Yo iba a trabajar en una sala repleta de mesas con ordenadores, donde también había enormes pufs para poder trabajar cómodamente, como si estuviéramos en casa. A Lola la llevaron una planta más arriba a una sala bastante similar; estaba claro que en aquella empresa el confort era primordial.
Después de un día lleno de emociones, esperé a Lola a la salida para irnos juntas a casa; y mientras estaba concentrada en la pantalla de mi móvil, Paul me tocó el hombro.
—¿Qué tal el primer día? —en su sonrisa pícara pude percibir que no le interesaban demasiado los detalles de mi trabajo— ¿Tienes planes esta noche? Podemos ir a un nuevo local que han abierto aquí cerca.
En efecto, mis sospechas se confirmaron rápidamente.
—No, lo siento, pero estoy agotada. Voy a esperar a Lola para volver a casa y descansar —pero mi sorpresa llegó cuando puede divisar a lo lejos a mi amiga con varios compañeros, riendo enérgicamente y sin ningún aspecto de que le apeteciera mi plan.
—¡Ey, Sam! ¿Qué tal te ha ido? —preguntó alegremente.
—Pues estoy muerta, Lola, creo que me voy a ir a casa, los tacones me están matando.
—¡Pero qué dices mujer! Hay que celebrar nuestro primer día superado, vente a tomar unas copas y te presento a unos compañeros, son súper simpáticos —mientras tanto, Paul seguía a mi lado y pude percibir una ligera sonrisa en su rostro, al comprobar que mi plan se había ido al garete.
—Venga mujer, anímate —me susurró sin cambiar el gesto descarado.
—Lo siento de verdad, pero me voy a casa. Pasadlo bien. Mañana nos vemos.
Cuando iba de camino a casa, empecé a pensar en lo que más me había impactado de aquel fatídico primer día; ¿por qué no había prácticamente mujeres con puestos importantes en las grandes empresas? ¿Lola y yo éramos una excepción, o nuestro destino era ser las ayudantes de algún alto cargo?
Desde que era una niña, tenía muy claro que ser mujer no era tarea fácil, a pesar de que en el fondo me consideraba afortunada por no haber sufrido las injusticias que muchas habían tenido que soportar en el pasado; sin embargo, sabía que todavía quedaba mucho camino por recorrer.
Durante las primeras semanas trabajé duro, y verdaderamente sentí que mis opiniones eran tan valoradas como las del resto, e incluso me sorprendió cuando mi jefe me propuso ser una de las encargadas de diseñar el logotipo en el que estaba trabajando.
Me preparé un enorme café y me senté de nuevo frente al ordenador con la idea fehaciente de dejar a todos boquiabiertos por la mañana. Eran las doce de la madrugada, y Lola decidió irse a su dormitorio despidiéndose suavemente para no molestarme demasiado; me puse mis auriculares, le di al play, y con ‘Bohemian Rhapsody’ al fin me llegó la inspiración.