Читать книгу Soy mujer - Patrick Bennett - Страница 9
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Durante el domingo, Lola y yo decidimos hacernos una sesión de belleza en el apartamento; nos pusimos mascarillas, nos hicimos manicura y pedicura; y, por supuesto, lo que más odiaba en el mundo: la depilación.
Está claro que una mujer sin pelo es mucho más agradable, tanto por higiene como por aspecto, pero ¿no son suficientes los sacrificios que tenemos que hacer por el simple hecho de ser mujeres? Y no me refiero solamente al aspecto físico; está la “adorada” menstruación con su dolor de ovarios, de cabeza, malestar general, sin contar con que no se trata del precioso líquido azul que aparece en los anuncios; y cuando te haces mayor llega lo mejor, la menopausia y el dolor de huesos, los sofocos, etc. Vamos, que todo son ventajas a nivel biológico.
—Tranquila Sam, que ya terminamos. Dos tiras más y lista —me dijo Lola para calmarme un poco.
Yo tengo la piel demasiado fina y me duele horrores cada vez que me hago la cera, y la depilación láser me da pánico por si me aparecen quemaduras. Lola se la hizo hace un año y la verdad que está encantada, así que seguramente me anime y pruebe.
Cuando terminamos con el ritual, decidimos ir al cine a ver “Cincuenta sombras liberadas”, la tercera parte de la exitosa trilogía que yo no había visto hasta que me obligó Lola nada más empezar a vivir con ella.
La verdad que no me hacía demasiada gracia la trama, pero tengo que reconocer que en el fondo tengo algo de romántica y me apetecía ver el final de la historia de amor de Christian Grey y Anastasia Steele.
La sala de cine estaba repleta de parejas jóvenes formadas por chicas de lo más emocionadas y chicos resignados. Era gracioso.
Cuando salimos del cine fuimos a cenar a un nuevo restaurante asiático de la zona, y nada más entrar, nos encontramos con las dos personas que menos nos esperábamos, Alex y su novia. Cuando nos vio nuestro compañero no se lo podía creer, su cara perdió todo el color y tragó saliva mientras nos acercábamos a su mesa. Lola no pudo dejarlo estar.
—¿Qué tal Alex? ¿No nos presentas? —preguntó descarada.
—Sí claro, Sarah, estas son Sam y Lola, dos compañeras de trabajo.
—Encantada Sarah, por cierto Alex, te dejaste la ropa interior en mi casa el otro día, por si quieres pasar a recogerla —en ese momento me agarró del brazo llevándome a la salida del restaurante con una amplia sonrisa en su boca.
—¿Pero qué has hecho? —le pregunté estupefacta.
—¿Qué pensabas? ¿Que me iba a quedar callada? Esa chica tiene que saber con quién mantiene una relación —acto seguido vimos cómo Sarah salía llorando despavorida del restaurante mientras Alex le seguía disculpándose.
—Esto no se va a quedar así —afirmó amenazante cuando pasó por nuestro lado.
Ya no nos apetecía demasiado cenar en aquel sitio y Lola decidió irse a pasear sola. La seguí durante un rato para que supiera que estaba a su lado, hasta que se volvió hacia mi.
—Me voy a casa, me apetece quedarme tranquila jugando a la consola, ¿te importa? —me preguntó.
—No, para nada. Hacemos lo que te apetezca.
—¿Seguro? —preguntó con picardía.
—Pues ahora ya no sé qué decirte .
—Es que me apetece que cojas esa botella de champán de la nevera y vayas a bebértela con uno que yo me sé —no me dio tiempo a responder cuando ya había cogido mi móvil y estaba llamándole para pedirle que viniera a recogerme en media hora.
Subimos al piso y en cuanto cerramos la puerta sonó el timbre. Era él. Lola abrió la nevera, me dio la botella y un beso.
—Pásalo bien, ese chico merece la pena —afirmó sonriendo.
Por una parte, me encantaba lo que había hecho, pero por otra me sentía fatal por tener que dejarla sola en casa después de lo que había pasado con Alex.
—No te preocupes por mi, necesito distraerme.
Bajé en el ascensor mirándome al espejo y pensando en si de verdad merecía la pena ese chico. No sabía qué hacer. Por un momento pensé en volver a subir a casa y dejar el plan de lado, pero por otro me apetecía verle.
Cuando me encontré con Paul apareció una sonrisa instantánea en mi rostro. Acostumbrada a verle en plan informal en la empresa, me sorprendió encontrarle con camisa, vaqueros, botas y una cazadora de cuero marrón que le sentaba estupenda.
—Buenas noches preciosa.
—Buenas noches Paul, estás muy elegante.
—Ya me explicarás qué ha pasado, ¿no te atrevías a llamarme tú? —preguntó.
—Son cosas de Lola, es genial.
—¿Dónde quieres que vayamos?
—Donde quieras, pero hoy hay que celebrar lo que tenemos pendiente —dije mostrándole la botella y asombrada de mí misma.
—Si quieres vamos a mi casa a tomar ese champán, creo que es ilegal beberlo en la calle —afirmó sonriendo
—Me parece bien, no queremos que nos detengan esta noche.
Paul vivía a unas cuantas manzanas de mi casa, en un edificio bastante alto de la zona. Cuando me abrió la puerta de su piso, pude comprobar que no era el típico piso de soltero; Paul era bastante bueno en cuanto a decoración y tenía sus cosas muy bien organizadas.
Me invitó a entrar educadamente, cogió mi chaqueta y la colgó en un perchero de la entrada. Pasó por delante de mi hacia el salón y encendió el equipo de música.
—¿Te apetece que pida la cena? —preguntó-
La verdad que con los nervios del momento no me había percatado del hambre que tenía, así que respondí asintiendo. Paul llamó a un restaurante y pidió varios platos para picar. En un rato lo traerían.
—¿Me enseñas tu piso? —le pregunté para romper el hielo.
—Por supuesto, no es demasiado grande, pero tiene su encanto.
Paul me enseñó el piso describiéndome cada una de las estancias, como si fuera un agente inmobiliario y yo una posible compradora, pero toda esa verborrea se evaporó de golpe cuando llegamos a su dormitorio.