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Cuando llegó la hora de salir, subí corriendo a buscar a Lola a su oficina para contarle la gran noticia, pero no la encontré por ninguna parte. Cogí el móvil para llamarla mientras entraba en el baño y allí estaba, pero no sola, sino sentada en el lavabo mientras besaba apasionadamente, abrazando entre sus piernas a Alex, mi peor enemigo en esos momentos.

—Perdón chicos, no quería interrumpir — en aquel instante ambos se separaron bruscamente mientras se colocaban, como si yo fuera un profesor y aquello el instituto.

—Hola Sam, ¿qué tal ha ido tu presentación? —dijo algo avergonzada.

—Pues si te vienes a tomar algo conmigo te lo cuento con pelos y señales.

Alex salió del baño sin despedirse y me apoyé en la pared esperando a que Lola terminara de atusarse el pelo en el espejo. Salimos del baño caminando apresuradamente hacia la puerta de salida, para comentar lo que acababa de ocurrir, y cuando salimos del edificio fue como sacar la cabeza del agua.

—Bueno cuéntame, ¿qué tal ha ido todo? —preguntó Lola entusiasmada.

—¿Perdona? ¿Cómo que qué tal ha ido? ¿Qué es lo que acaba de pasar ahí dentro?

—Es que como estabas tan concentrada en tu proyecto estos últimos días no te he querido distraer con mis cosas.

—Pero ¿desde cuándo? ¿Cómo? —inquirí sobresaltada.

—La verdad es que desde hace unos días Alex me miraba demasiado por los pasillos cuando nos cruzábamos, y el otro día me invitó a una copa a la salida. Una cosa llevó a la otra y…

—Madre mía chica, tú no pierdes el tiempo —le dije soltando una carcajada.

—Creo que me está empezando a gustar bastante, es guapo, amable, cariñoso…

—Sí, sí, ya he podido comprobar lo cariñoso que es…

Al instante, Lola se puso colorada y me pegó un manotazo en el hombro para que me callara. Con lo que acababa de escuchar no creí que debiera contarle lo que me había dicho Jack por el momento, así que simplemente le comenté que les había sorprendido bastante mi diseño.

Era viernes por la noche, así que fuimos a cenar a una pizzería cercana y más tarde decidimos ir a un local tranquilo a tomar unas copas y hablar de nuestras cosas. A Lola se le veía bastante ilusionada con Alex, y yo me alegraba mucho por ella. Se merecía que le trataran como a una reina.

También hablamos de nuestros próximos proyectos, del resto de compañeros, de la decoración del piso, las nuevas películas que había en cartelera, y de pronto salió un tema que estaba intentando evitar, Paul.

—Bueno, y tú con el de personal, ¿ahí hay algo verdad? Me han dicho que os han visto muy abrazados esta mañana —preguntó curiosa.

—La verdad es que se ha portado fenomenal conmigo desde que llegamos, y me ha apoyado mucho, pero de momento creo que no me apetece conocer a nadie

—Pues me he enterado de que hay más de una detrás de él en la empresa, es todo un rompecorazones —afirmó con una sonrisa pícara

—Me alegro por él —respondí con una pequeña sensación de celos que ni yo misma me creía. ¿Acaso podría interesarme Paul? Con tanto trabajo ni siquiera me había parado a pensar en eso.

Cuando volvíamos a casa y Lola seguía hablando de lo maravilloso que era Alex, yo me puse a pensar en Paul. Mi vida sentimental hasta el momento no había sido demasiado intensa, sí que había tenido un par de “novietes” de unos meses, pero me di cuenta de que nunca me había enamorado de verdad. De todas formas, este era el momento de aprovechar la oportunidad laboral, y no quería distraerme con ningún hombre.

Al acercarnos al portal de casa, vi a un chico que estaba sentado en el escalón con la cabeza apoyada en la pared. Al principio imaginé que sería un vagabundo, pero cuando nos acercamos, pude comprobar que era él; se había quedado dormido mientras esperaba a que llegásemos, y además traía una botella de champán.

Mientras Lola me miraba con una sonrisa pícara, decidí despertarle suavemente para no asustarle, y cuando abrió los ojos, esbozó una sonrisa al instante.

—¿Se puede saber qué haces aquí? —pregunté fingiendo curiosidad.

—Pues venía a darte una sorpresa para celebrar tu éxito, pero como no estabas, decidí esperar a que llegaras y me quedé un poco traspuesto —respondió bostezando.

—Anda sube y ponemos a enfriar esa botella.

En el ascensor, Lola me preguntó por ese éxito tan misterioso; y cuando Paul fue a contestar le di un pequeño pisotón, por lo que se quedó en silencio de repente. Le dije que se refería al éxito de mi presentación, pero que era demasiado pronto para celebrar nada.

Llegamos a casa, Lola se fue a su habitación a cambiarse de ropa, y aproveché la ocasión para contarle a Paul lo que había pasado; se quedó atónito. Me contó que sabía que Alex tenía novia desde hacía varios años en Nueva York, y que venía a visitarle de vez en cuando los fines de semana; me quedé perpleja. ¿Debía contárselo a Lola? Le partiría el corazón, pero creía que iba a ser lo mejor.

Cuando salió de la habitación y vio las caras de póquer que teníamos ambos, no pudo resistirse y preguntó.

—¿Qué está pasando aquí? Menuda fiesta que lleváis en el cuerpo, chicos.

—Bueno Lola, es que hay algo que creemos que debes saber —respondí. Paul notó lo incómoda que me sentía, y decidió explicarle lo que pasaba con mucha calma, algo que duró tan solo unos segundos.

—¿Cómo? No me lo puedo creer, voy a llamarle ahora mismo —exclamó con cara de pocos amigos.

Se metió en su habitación y al momento empezamos a escuchar palabras malsonantes, gritos y algún que otro sollozo. Cuando todo se calmó, llamé a la puerta para comprobar que estuviese bien, pero me dijo desde dentro que no quería ver a nadie, así que decidí dejarlo estar.

Me volví, y vi a Paul sentado en el sofá angustiado por la situación, por lo que le propuse hacer unas palomitas y ver una película en la televisión.

—Ya dejaremos el champán para otra ocasión.

—Sin problema —respondió con una sonrisa.

Cuando terminamos de ver una de esas películas que parodian (para mi gusto terriblemente) otras de terror, me di cuenta de que, sin querer, estaba tumbada en el costado de Paul mientras me rodeaba con su brazo. Me levanté y comprobé que se había quedado dormido, por lo que decidí taparle con una manta y dejarle descansar.

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