Читать книгу Soy mujer - Patrick Bennett - Страница 8

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A la mañana siguiente era sábado, no tenía que madrugar y me encontraba de lo más relajada en la cama; pero mi relajación terminó cuando me acordé de todo lo que había ocurrido la noche anterior. Me levanté de la cama, me miré al espejo y respiré profundamente antes de salir al salón. Era un piso pequeño, por lo que no tenía escapatoria, ni la posibilidad de acercarme al baño sin cruzarme con Lola y Paul si ya estaban despiertos, y por lo que se oía desde dentro, así era.

Salí de mi cuarto, y me los encontré desayunando entre risas en la barra de la cocina, unas tortitas que olían divinamente.

—Buenos días chicos, ya veo que os habéis levantado de lo más animados esta mañana —dije mientras me desperezaba.

—Buenos días, preciosa —en ese momento noté cómo mis mejillas se sonrojaban, pero estaba preocupada por Lola.

—¿Cómo estás? Siento mucho lo de Alex.

—No te preocupes Sam, si es capaz de engañar a dos mujeres al mismo tiempo, no merece la pena ni un segundo de conversación —me respondió muy segura.

Me sorprendió bastante la reacción de Lola, de verdad era una mujer fuerte, y sabía muy bien lo que quería y lo que no.

—Ya sabes que si necesitas hablar, estoy cuando quieras para escucharte.

—No te preocupes, Paul hace muy bien de psicólogo en estas situaciones. Hemos estado hablando un rato del tema y me ha ayudado mucho —respondió mirándole divertida.

—Me alegro de que te haya animado, gracias Paul —dije guiñándole un ojo.

Me serví un par de tortitas bañadas en sirope de arce, y la verdad es que levantaban el ánimo a cualquiera.

—Receta de mi madre, cuando quieras te la paso. Pero que sepas que no se la doy a cualquiera. —me advirtió Paul bromeando.

—Me siento afortunada.

—Bueno chicas, ha sido un verdadero placer, muchas gracias por dejarme dormir en vuestro sofá, pero tengo que irme.

—Ya, lo siento, podemos vernos más tarde —en ese momento deseé que la tierra me tragase, no podía creer lo que había dicho.

—Cuando quieras, ya sabes mi número —afirmó sonriendo.

En el momento que Paul cerró la puerta, Lola me miró entusiasmada.

—A Sam le gusta Paul, a Sam le gusta Paul… —dijo canturreando.

—Déjame tranquila Lola, solo quiero agradecerle el detalle que tuvo ayer, nada más.

¿En realidad tenía razón? No sabía muy bien si estaba empezando a sentir algo por él, quizá sí, pero seguía con una idea clara de no enamorarme al menos durante lo que duraba mi beca de un año, no ahora.

Me vestí con un top deportivo, unos shorts, me puse los cascos y salí un rato a correr. Me despejaba bastante del estrés del trabajo y me ayudaba a desconectar durante un rato, pero cuando paré en un banco para atarme la zapatilla, escuché unos gritos que provenían de detrás mío.

—¡Nena! ¿Dónde vas con tanta prisa? Ven aquí y te alegramos un poco el día —me di la vuelta inconscientemente y vi un grupo de chicos mirándome y lanzándome besos con la mano. Tenían unos veintitantos y estaban pasando el rato fumando cigarrillos y bebiendo cervezas. Decidí darles la espalda y seguir corriendo, no merecía la pena.

Volví a casa y se lo conté a Lola; no me hizo ninguna gracia el comentario que tuve que escuchar de esos idiotas, y estaba indignada por no poder hacer nada al respecto.

—No te preocupes mujer, seguramente estarían borrachos y eres lo mejor que han visto en todo el día.

—Me parece asqueroso, te lo prometo. ¿Por qué tenemos que escuchar esas groserías? ¿Alguien les ha dicho alguna vez que cierren la boca cuando nadie les ha preguntado? —dije ofendida, mientras preparaba algo de comer.

Más tarde decidí armarme de valor y mandar un mensaje a Paul para quedar con él y tomar algo.

Hola!

¿Qué tal el día?

Buenas!

Pues aquí estoy aburrido…

¿Me propones algún plan?

¿Te apetece quedar en el parque

dentro de una hora y tomamos algo?

Perfecto!

Luego nos vemos!

Cuando llegué Paul ya estaba esperándome, me acerqué a él, le di un abrazo y empezamos a caminar.

—¿Qué tal ha ido el día? ¿Has hecho algo interesante? —me preguntó curioso.

Decidí contarle lo de aquella mañana y preguntarle acerca de ese tipo de “piropos” obscenos que sinceramente a mí no me hacían ninguna gracia.

—Yo creo que esos tíos están demasiado necesitados, ven una mujer y le dicen lo primero que se les pasa por la cabeza. No estoy diciendo que tú no te merezcas un buen piropo, pero no te lo tomes tan mal, de vez en cuando te vas a encontrar alguna situación parecida.

—¿Tú sueles decir piropos a las chicas?

—Qué va, sinceramente soy demasiado tímido para ese tipo de cosas —respondió sonrojado.

—No te imaginaba tímido, en el trabajo se te ve de lo más abierto con todas las chicas —dije sin pensar.

—¿Acaso estás celosa? —me espetó.

Le respondí con una sonrisa pero sin decir nada, ¿cómo se me había ocurrido hacerle ese comentario?

Entramos en un bar y se acercó a la barra a pedir mientras yo buscaba una mesa libre. El sitio era de lo más bohemio con las paredes y el suelo de madera; las sillas y las mesas estaban desgastadas y las luces no eran demasiado intensas, un ambiente perfecto para conversar tranquilamente.

Finalmente, Paul consiguió que le sirviera una camarera sin demasiada experiencia, y le hice una señal para que viniera a la mesa. Decidió sentarse a mi lado.

—Bueno y tú que, ¿no tienes novio? —preguntó.

—Pues la verdad es que no, no tengo ningún interés en tener pareja ahora mismo —en el momento que esas palabras salieron de mi boca, vi cómo a Paul le cambiaba el gesto de repente. Quizá no le había gustado demasiado mi respuesta, quizá a mí tampoco.

—Ya, pero siento decirte que eso no lo decides tú, si te enamoras, te enamoras y punto, es algo de neurotransmisores creo. —afirmó.

—Tienes razón, pero puedes estar más o menos receptiva en cuanto a conocer gente. Si te encierras en casa seguro que no te enamoras de nadie.

—Pues yo no te veo muy encerrada en casa que digamos ¿no? —me quedé estupefacta en ese momento y no supe qué responder. Cuando Paul percibió mi cara continuó hablando—. Yo tuve una novia hace tiempo en Philadelphia, pero al venir a trabajar aquí, tuvimos que dejarlo. No creo en las relaciones a distancia, mira lo que le ha pasado a Alex con Lola.

—Perdona pero ¿has dicho Philadelphia? Yo también soy de allí— dije intentando obviar el tema.

El hecho de que Paul “tuviera” que dejarlo con su novia no me gustaba demasiado, ya que donde hubo fuego ya se sabe, y además ni siquiera terminaron mal. ¿Qué pasaría si algún día Paul volvía a casa?

Soy mujer

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