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VII

Ciencias de la Educación

Nuestro hijo está interno en un colegio. Lejos. Solo vuelve a casa una vez por trimestre. Esto provoca que en ese intervalo me olvide de él. Creo que a mi mujer le pasa lo mismo. Vaya, estás aquí. Sí. Ya. Es fin de trimestre. Lo había olvidado. También te has olvidado ir a buscarme a la estación. Sí, porque me había olvidado de ti. Sí. Pues estupendo. Y cómo estás. Al cabo de unos días me acostumbro de nuevo, pero la primera noche es un poco difícil. A veces incluso dudo de su nombre. Tengo lapsus mentales. Éric. Julie. Benoît. O Sophie. De repente, no lo llamo por su nombre. Lo llamo grandullón. Todo bien, grandullón. O grandullona. Sí. Qué hay de nuevo. Nada. El colegio. Es un instituto. Ya. Sí. Estupendo. Y qué hacéis. Un poco de todo. Papá. Me resulta extraño cuando me llama papá. No lo puedo remediar. Papá. Sí. Hablamos sobre la exterminación de los judíos. Otra vez. Mi mujer y yo dijimos lo mismo al mismo tiempo. Sí. Otra vez. Todos los años la misma historia. Sí. No es una exterminación, es una cantinela. Nos reímos. Mi mujer y yo. Nuestro hijo no. No sois graciosos. Millones de seres humanos murieron en los campos. Sí, bueno. De acuerdo. Pero eso fue hace muchos años. Además, no lo sabemos con seguridad. Come el pollo. Es el pollo que te gusta. Lo he hecho para ti. No. Nunca como carne. Ah, bueno. Desde cuándo. Desde hace seis años. Por la alergia. No te acuerdas. Mi mujer dice que no y mira para mí. Yo tampoco me acuerdo de esta historia de la alergia. Cambiamos de tema. Y los judíos. Había judíos alérgicos al pollo o a otra cosa. Intento interesarme pero en el fondo me importa un bledo. Judíos o pollo. Legros, que es un apasionado de la historia, siempre me ha dicho que el holocausto es una invención de Hollywood. Allí trabajan muchos judíos. Tienen el monopolio del cine. Yo nunca voy al cine. Es un arte de otro siglo. Poco fecundo. Limitado. Prefiero caminar. La prueba de lo real. Un día comimos a un judío en casa de Leroux, encargado del Departamento de Oriente Medio. Lo había traído de un viaje de negocios. Escondido en su maleta. Al judío le gusta viajar. Como al negro. Al árabe. Al albanés. Al refugiado de toda calaña. Barcos. Trenes. Vieja tradición. Lo cebó con cereales durante cuatro meses en su sótano, después lo cocinó al horno. No estaba mal, pero nada del otro mundo. Con un rioja estaba correcto, pero sin más. No repetiría. Me sentó bien. Para el cordero asado, prefiero a los rumanos. El rumano tiene un incomparable sabor salvaje. Y una gran finura de carne. Guichard es quien importa a los rumanos. Ni siquiera tiene que esconderlos en las maletas. Ellos vienen solos. Y, si no, los judíos por separado. Estábamos en los postres. En Ciencias Naturales empezamos el tema de la reproducción. Bien. Tenemos que acostarnos con el profesor. Sí, y qué. Nada. Chicas y chicos. Sí. Es bisexual. Una buena idea por parte de la dirección. Nos dieron la nota inmediatamente. Perfecto. Y qué nota sacaste, Sophie. Papá. Dime. Soy Stéphane. Ah. Stéphane también está bien, verdad querida. Sí, pero prefiero Sophie.

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