Читать книгу Inhumanos - Philippe Claudel - Страница 5

Оглавление

II

Transhumanismo

Hace una semana escuché llantos en los servicios de la Empresa. Alguien no paraba de llorar. Esperé. Me enjaboné las manos lentamente. Quería ver el rostro del desgraciado. Apareció por fin después de tirar de la cisterna. Era Bredin, del Departamento de Importación. Nos conocemos desde hace treinta años. Empezamos juntos. Qué te pasa. Ni te lo imaginas. Su rostro estaba bañado en lágrimas. Le sentaba bien. Así estaba más guapo. Reluciente. Húmedo. Mi sexo desaparece. Qué dices. Mira. Se desabrochó el cinturón, bajó la bragueta, dejó caer el pantalón sobre sus tobillos y bajó sus calzoncillos. Nunca había visto nada semejante. Debajo de su pubis, allí donde debería aparecer su pene, la carne estaba lisa. Solamente estaba el escroto, grande, con dos testículos recubiertos por una piel arrugada y morena. Totalmente depilados. Su sexo había desaparecido por completo. Cuándo ha comenzado esto. No lo sé. Nunca miro. Es doloroso. En absoluto. Y cómo haces para orinar. Ya no orino. Ya no tengo ganas. Sudo. Muchísimo. También lloro. Qué decir. No dije nada. Nos quedamos en silencio los dos, con la mirada baja hacia el sexo ausente de Bredin. Él suspiró y subió sus calzoncillos. Se fue. El sexo de Bredin se borró. Ah. Estábamos en la cama. Mi mujer y yo. Ella no levantó la cabeza de su revista. No pareció muy sorprendida con lo que le contaba. No te sorprende. Son cosas que pasan. No tenía ni idea. Tú nunca lees la prensa. Es verdad. La prensa me agobia. Por qué desaparecen los sexos. No lo sé. La prensa no lo explica. Solo lo constata. Eso es todo. Bueno. Antes de apagar la luz, levanté la sabana y me bajé el pijama. Mi sexo todavía estaba ahí. Tres días más tarde, Bredin me suplicó que lo acompañase a los servicios. Imposible, voy a la reunión de jefes de departamento. Solo dos minutos, por favor. Su rostro estaba bañado en lágrimas. De acuerdo, dos minutos. Mira. Estábamos en el baño. Se había bajado el pantalón y los calzoncillos. Nada. En efecto. Nada. El escroto también había desaparecido. La entrepierna de Bredin estaba perfectamente lisa. Y tu ano. El ano bien, no está afectado. Menos mal. Sí. Por lo menos te queda eso. No sé qué tiene eso que ver. Perdóname. Soy un torpe. Era para consolarte. No tengo palabras. Puse mi mano sobre su hombro. Bredin ya no tenía testículos. Ah. Mi mujer leía siempre esas revistas. No te parece increíble. Me lo esperaba. Es la segunda fase. Después hay otra más. La prensa no dice nada a este respecto. Ah, no. Los siguientes días, hice todo lo posible por evitar a Bredin y sus lágrimas. Incluso no iba al servicio por miedo a encontrármelo. Tres semanas más tarde, mientras me dirigía a una reunión de programación, una voz me saludó a mis espaldas. Bredin. Estás mejor. Formidablemente. Tu sexo ha reaparecido. No, en absoluto. Entonces. Mi mujer. Tu mujer. Su vagina se ha cerrado. No. Sí. En ella también todo está liso. Los pequeños y los grandes labios están como soldados. Somos idénticos. No. Sí. Lloramos juntos. No. Sí. Pero de alegría. Bredin se alejó cantando. Intenté imaginar a mi mujer sin sexo. Eso no me asusta. Raras veces me utiliza. Cuándo fue la última vez. No me acuerdo. Automáticamente, intentando acordarme de nuestra última vez, empecé a rascarme los testículos. Solo encontré el vacío.

Inhumanos

Подняться наверх