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Espejos humanos

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En un lugar llamado Tierra…

Esa mañana desperté con un oído tapado. Me dio mucha rabia porque el oído me llevaba molestando durante meses. Cada seis meses debía ir al médico para hacer una limpieza y revisión y ya estaba cansada de esa situación. Había dejado de nadar debido al oído, pero al parecer esta no era la razón de la molestia. Me arreglé y me fui caminando hasta la oficina, aprovechando que hacía buen clima.

En medio de mi caminata, decidí parar y comprar agua de aloe vera —me encantan los pedacitos de aloe que trae la bebida—. Entré a la tienda y caminé hasta el final del pasillo para sacar de la nevera el agua. De pronto me encontré con Alejo, uno de mis mejores amigos del colegio. Fuimos muy cercanos a los 12 y 13 años. Una amistad superlinda, hasta que él se cambió de colegio y no nos volvimos a encontrar.

—¡Pilar! —dijo él con mucha emoción.

—¡Alejo! ¿Cómo estás? Hace años que no sé nada de ti.

—Sí, yo sé, desde que salí del colegio. Estaba viviendo fuera del país.

—¿Y ahora qué andas haciendo, dónde estás trabajando o qué?

—Estoy compitiendo en triatlones, a eso me dedico.

De pronto, el dolor en el oído se intensificó.

—¡Auch! —dije.

—¿Qué te pasa?

—Es que desde esta mañana tengo una molestia en un oído.

—Oye, pues yo estaba superenfermo de mi oído hace como dos meses y fui donde una doctora que se llama Esperanza. Es bioenergética, así que creo que te puede ayudar con eso. Mira, el teléfono es este. La cita es un poco rara, pero te servirá.

—Oye, muchas gracias.

—Me tengo que ir, pero te busco en Facebook, para que nos veamos un día, si te parece.

—Súper, que te vaya bien.

Alejo se fue. Y me quedé pensando en la rara coincidencia, entre el dolor de mi oído, querer un agua de aloe y encontrarme con Alejo, quien me dio el teléfono de un médico para que revisara mi oído.

Cuando llegué a mi oficina, llamé a pedir la cita. Quedó agendada para el día siguiente. Seguí mi día de forma muy normal, aunque un poco desesperada con el dolor de oído.

Al día siguiente me desperté muy temprano. Seguí con el oído derecho muy tapado, así que me arreglé y me fui a mi cita.

Llegué al lugar, subí al piso 10 y toqué la puerta. Pero nadie abrió. Llamé por teléfono al consultorio, tal vez había olvidado la cita… pero la secretaria dijo que esperara que ya iban subiendo en el ascensor. Me pareció raro que me dijera que iban subiendo. ¿Eran varias personas? De pronto apareció una señora con un señor, y los dos muy queridos me invitaron a seguir.

Pasé la puerta. Era un consultorio un poco raro. No había escritorio, solo sillas contra la pared. El piso estaba cubierto por varios tapetes de diferentes colores. Y tenían algunos materiales en cajas y un estuche de pañuelos.

—Pilar, siéntate, en qué podemos ayudarte —dijo Esperanza.

Tomó un cuaderno de hojas amarillas. No entendía nada de lo que estaba pasando. ¿No era acaso una cita para que me vieran el oído? No había ningún aparato para ver los oídos.

—Vine porque Alejandro, como les comenté cuando pedí la cita, me dijo que le habías ayudado con un dolor de oído que tenía. Tengo una molestia en el oído derecho desde hace varios meses y no he podido saber qué es.

—Perfecto. Cuéntame un poco de tu familia —me dijo.

¿Qué tenía que ver mi familia en todo esto? Le hice una descripción general de los miembros de mi familia.

—Tenemos una excelente relación —dije.

—¿Cuándo te empezó la molestia?

—Desde el año pasado en noviembre.

—¿Y en ese momento pasó algo significativo en tu vida o relaciones? ¿Qué nos quieres contar que pueda ser relevante? Puede ser lo primero que venga a tu mente.

Me quedé pensando.

—Pues lo único que viene a mi mente es la relación con mi ex, la cual para ese entonces se había tornado un poco traumática, cuando decidí comprar el apartamento de soltera —dije.

—¿Y recuerdas si cuando pequeña tuviste algún inconveniente con los oídos.

—Sí, se me explotó el tímpano del oído derecho. No recuerdo a qué edad —respondí.

—Bien. Lo que hacemos nosotros es un proceso de descodificación de las células. Hacemos una meditación profunda, y vamos a tratar de ir lo más lejos en los recuerdos de tu mente. Vamos a ver si tu cerebro nos deja ver qué es lo que está ocasionando u ocasionó que tengas esa molestia en el oído derecho.

—De acuerdo.

Me pareció muy extraña su explicación, pero me dejé guiar. Me pidió que me parara en la mitad del salón sin zapatos y que cerrara los ojos. Hicimos una meditación por unos minutos y seguí sus instrucciones.

—Te vas a situar en ese lugar donde estás parada, como si fuera aquí y ahora. Vas a visualizar que te devuelves en el tiempo y vas al momento en el que te peleaste con tu exnovio por el tema del apartamento. ¿Qué sientes?

—Desilusión y rabia —contesté.

—¿En qué parte de tu cuerpo lo sientes?

—En el estómago.

—Vas a visualizar que vas más atrás en el tiempo. ¿Cuándo más te has sentido así?

Varias veces en mi vida me había sentido de esa forma con mis parejas. Había esperado que dijeran o reaccionaran diferente frente a algo bueno o exitoso que me había ocurrido, pero había obtenido una respuesta insignificante o indiferente.

Logré llegar a recuerdos de cuando tenía 7 años.

—Vamos a volver al futuro muy despacio y vas a oír nuestras palabras.

Esperanza me hablaba por un oído y el señor que estaba con ella me hablaba por el otro.

—Te mereces ser feliz, estoy orgulloso. Te mereces ser feliz, estoy orgulloso de ti.

Dijeron esta frase varias veces.

—Puedes abrir los ojos muy despacio. ¿Cómo te sientes?

—Rara, pero bien.

—Y ¿cómo está el oído?

De pronto puse mi atención en el oído. El cual se había destapado.

—Se destapó. Qué raro.

—Pilar, el oído derecho, es todo lo que queremos oír. Hay cosas que has querido que te digan y no ha sido así, y se está manifestando por medio de tu oído. El inconsciente se manifiesta mediante el cuerpo, ya que no es como el consciente, que tiene la voz para decir lo que piensa y siente. Así que cada vez que nos enfermamos es una señal de nuestro inconsciente mostrándonos que hay algo que no anda bien y que tenemos que arreglar. No nos fue posible ir muy atrás en tu memoria. Hay cosas que tienes bloqueadas, así que debemos hacer una nueva sesión para lograr llegar más profundo y descodificar.

—Claro, yo vengo mañana —dije con mucha emoción.

—No, no se puede. Debemos esperar 21 días a que esta información baje a tu inconsciente. Tienes una tarea: Debemos buscar tu información médica de cuando eras recién nacida. Y te pido no comentes esto con nadie hasta que no hayamos terminado las sesiones.

—¿Por qué?

—Esta información no es para todo el mundo. Y si la comentas van a creer que enloqueciste, así que tómalo para ti por ahora.

—Muchas gracias. —Pedí la segunda cita y me despedí. Salí del edificio. Muy raro, pensé. Primero, ¿cómo era posible recordar cosas de cuando tenía 7 años?; segundo, ¿cómo es posible que las células guarden información?; tercero, ¿cómo es posible que mi cuerpo sea la forma en que mi inconsciente se manifiesta para contarme lo que está pasando dentro de mí? Recordé que varias veces con mi ex tuve millones de enfermedades, mucha tos, asma, alergias, estreñimiento y el problema del oído. También tenía sentido lo que me había dicho sobre querer oír algo que no estaba oyendo. Quería que estuviera orgulloso de mí y no que me dejara sin decir nada, como había sucedido.

Como buena estudiante decidí llamar a mamá. Le pedí todos los exámenes de recién nacida. Debía estudiar a profundidad el tema.

Esperé de forma ansiosa que pasaran 21 días. Y el día 22 allá estaba de nuevo, cumpliendo la cita.

Entré en la habitación donde hacían la sesión, y empecé a hablar con ansiedad, como una lora, contándole a Esperanza todo lo que había descubierto.

—Cuando era bebé tuve mucha otitis. También cuando estuve con mi exnovio tuve asma, tos, alergias y estreñimiento. ¿Eso qué quiere decir?

Me respondió:

—Tranquila, respira. Te explicaré. Normalmente las alergias dan por falta de afecto. El estreñimiento está ligado a no decir las cosas, al igual que el asma o la tos, que normalmente están relacionados con no poder respirar. Y el oído, ya lo sabes.

Me parecía como si estuviera describiendo mi relación con él. Varias veces sentí que debía hacer lo que él quería, me sentía ahogada. Y prefería no decir nada, ya que creía que si le decía lo que pensaba no me iba a amar. Lo cual me recordó mi lista de miedos y creencias.

Esta segunda sesión fue aún más rara que la primera. Ya que pude ver en la meditación todo el linaje femenino y masculino de mi familia. Pude también pedirles a todos los hombres del linaje que me dejaran decir y ser quien yo quisiera, y no quien ellos durante décadas estaban acostumbrados a tener por mujer. Limpiamos cargas del linaje femenino.

Finalizando esta sesión entendí varias cosas. Primero, que las células están condicionadas por un montón de hechos que anteceden mi vida, va por generaciones; segundo, que hay posibilidad de tener memoria de hechos y situaciones más allá de mi vida; y tercero, que las cargas generacionales deben ser limpiadas para poder avanzar.

Nuevamente le di las gracias. Salí de la cita teniendo mucha información nueva. Caminé por la calle mirando a la gente, y pensé mucho ¿qué hacen los que no tienen este conocimiento? Van por la vida cometiendo los mismos errores, generación tras generación, sin saberlo, llevando millones de cargas.

De pronto vino a mi cabeza la idea de que mediante la meditación debía tratar de recordar más sobre mi pasado. Debía saber quién era.

Di gracias por el mensaje revelado. De pronto, pasé por una tienda y todos empezaron a aplaudir. Me pareció un poco extraño, pero de pronto pensé: Vas aprendiendo rápido. Te felicito.

Me reí de mí misma. Y seguí mi camino.

Una vez llegué a mi apartamento, miré mi correo. Tenía una carta de aceptación al mba en Estados Unidos. Grité de felicidad.

En Rem: Fuego (Tomo I)

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