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En un lugar llamado Tierra…

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Anoté como título: “Cronología de eventos en mi vida”. E inicié la redacción sin ningún filtro.

Recuerdo que a los 3 años tenía muchas pesadillas y veía sombras en mi cuarto, recuerdo ir corriendo a la cama de mis papás muy asustada. A los 7 años recuerdo estar llamando a emisoras de radio a opinar sobre el tema político del día. A los 8 años recuerdo tener muchos sueños raros, sueños que se convirtieron en cuentos, los cuales fueron publicados por mis papás cuando tenía 11 años, mi libro se llamó Sueños.

Veía a menudo cosas extrañas y me inventaba mil historias. Re- cuerdo que todas mis amigas del colegio me seguían y creían todo lo que les decía. Aunque muchas cosas eran sin sentido.

A los 13 años recuerdo pedirle a la Virgen María que me ayudara con una situación y de verla manifestada en la realidad a las dos horas, algo que me pareció un milagro.

A los 15 años empecé a preguntarme quién era, lo cual hizo que cambiara la forma de vestirme y verme varias veces, pasando de ser rapera, a candy, entre otras.

Entre los 14 y 16 años fui la organizadora de fiestas y reuniones para mis compañeros del colegio, llevando la tesorería y liderazgo.

A los 16 años conocí a Saca. Un novio, el cual llegaría a poner a prueba quién era. Una persona con un poder increíble para con- vencerme de que no valía nada, que debía seguir órdenes, y que no podía hablar con la gente sin su permiso y consentimiento. Mediante constante violencia física y psicológica dejé de hablar con mis papás y amigos durante dos años. A punto de no mirar a los ojos a nadie, ni comer ni tomar nada sin su consentimiento. Cuando desobedecía tomaba represalias violentándome físicamente.

En medio de la oscuridad de la relación mis padres deciden enviarme fuera del país en las vacaciones. Y es allí donde volví a ver la luz y renací. Hice nuevos amigos y recordé quién era. Volví a mi país con fuerza para terminar la relación, y lo logré con la ayuda de Nick, quien me apoyó y acompañó en el proceso, de quien me enamoré perdidamente.

Nick y yo tuvimos una relación llena de amistad y amor, pero el destino tenía otro camino para los dos. En el segundo año de relación entró a prestar servicio militar y se enfermó, por lo que no me fue posible volverlo a ver. De ahí que caí en una profunda de- presión y rebeldía con la vida, por lo que decidí vivir en la rumba, la fiesta y el alcohol para no pensar mucho.

Adicionalmente, en esa Semana Santa leí el libro El Código Da Vinci, novela que me generó mil preguntas sobre el papel de las mujeres en la historia. No entendía por qué Jesús había sido hombre y no mujer, al igual que los apóstoles. Sentía que había algo que no me estaban contando. Sentía que el mundo estaba en mi contra.

A los 19 años salía de fiesta cada vez que podía, me emborrachaba hasta quedar inconsciente para olvidar lo vivido. Me enfermé pero seguí saliendo, sin rumbo y finalidad. Hasta que un día en medio de la fiesta pesada, y de tomarme una botella completa de licor, me subí a una mesa a bailar. La mesa se volteó y caí. Mi cara golpeó contra una silla de madera rompiéndome la nariz y la piel de la cara.

Recuerdo ver a todos llenos de escandalosa sangre, y pensar: “Ah… no pasó nada, el tabique está bien”, seguido de un desmayo. Al día siguiente me levanté por los gritos de mis amigas al verme la cara. Corrí al baño y me di cuenta de lo que había ocurrido.

Mi cara estaba completamente destrozada. Y pensé: “Esta es la cara que le estás dando al mundo”.

Sin conocer el mundo de las señales, supe que lo era.

Decidí que quería que mi vida fuera diferente, que me había perdido, y que debía recuperarme. Así que empecé a escribir nuevamente. A los 20 años escribí una historia llamada Una ferocidad de cuento, que ganó un premio en dinero. Decidí que con ese dinero iba a mandar a hacer unas bibliotecas y que recolectaría libros para regalar a niños de escasos recursos. En medio de esta idea conocí a Mike, James y Edw. Con ellos empecé a ir a los hospitales a visitar a los niños con cáncer, a llevarles regalos y hacerles la vida feliz. De pronto, nos dimos cuenta de que estos niños tenían sueños, y que era nuestra misión hacer esos sueños realidad. Así que eso hicimos. De allí nació la Fundación con la que cumplimos sueños a niños con cáncer, y con la cual dimos clase a niños de escasos

recursos en lugares lejanos de la ciudad.

En medio de las múltiples actividades, conocí a un hombre con el poder de la palabra. Rápidamente caí en las redes de sus palabras. Estuve 8 meses en una relación con él, pero terminó llevándose millones de pesos de la fundación. Sentí en ese momento que no podría confiar en la gente, y que nuevamente los hombres estaban en mi contra. Empecé a sentir varios ataques de estrés, que generaron que me desmayara conduciendo el carro, y sin entender por qué me estaba pasando eso, me fui a estudiar fuera del país.

Alejándome o huyendo del pasado. Estando fuera conocí a un ser puro de corazón, Matt, quien me devolvió mi corazón al cuerpo. Escribió varias canciones para mí y me hizo creer nuevamente en el amor.

Nuevamente con fuerza, volví a mi ciudad. Esta vez decidí aprender un idioma yo sola, francés, así que cogí una sentencia de la Corte Europea de Derechos Humanos y fui traduciendo palabra por palabra con el diccionario que tenía, ya que en esa época no existía el traductor de Google.

A los 24 años conocí a Mateo. Este era un hombre muy apuesto, con la cara y cuerpo perfectos. No tardé mucho en enamorarme de él. Duramos en una relación muy linda y tranquila 7 meses, hasta que él debió irse del país. Él y su mejor amigo Armando, se convirtieron en mis mejores amigos y consejeros en materia de chicos.

Una vez terminé la universidad entré a trabajar a un Banco, sin tener claro el rumbo concreto de lo que quería hacer con mi vida y sin conocer mi misión, eso sí, con ganas de tener experiencia laboral, o eso creía yo.

Allí conocí a Andy. Recuerdo el primer día en que lo vi, fue como si estuviéramos destinados a estar juntos. Hoy entiendo que él cumpliría una labor muy importante en mi vida. Nos conocimos en el Banco, pero nos enamoramos en París, cuidad del amor, a donde él fue a buscarme. Tuvimos en una relación muy linda y feliz al inicio, en medio de una fuerte amistad, que parecía inquebrantable.

Al pasar el tiempo se tornó en una relación dura, pues en me- dio de sus cambios de actitud, sus múltiples personalidades, y los problemas familiares que lo rodeaban, yo era la salida fácil de ese mundo. Pero, después empecé a ser un problema más para él, ya que yo quería ver la vida desde un lado positivo todo el tiempo, y él había caído en las aguas de la queja y crítica constantes, la vía más fácil cuando no se quieren tomar decisiones trascendentales en la vida. Varias veces fue muy violento conmigo de forma psicológica, y no fui capaz de decir nada al respecto, hasta que un día terminó todo de repente, sin aviso ni explicación, solo las señales de la vida. Caí en una profunda depresión sin que nadie lo notara. Sentía que nuevamente me había equivocado.

Al finalizar la carta pude trazar los diferentes puntos y conexiones de mi vida que me estaban llevando a un lugar muy particular en este momento de mi existencia, ahora y acá me encontraba escribiendo una carta a petición de “mis” ángeles.

En Rem: Fuego (Tomo I)

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