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SOBRE EL AMOR A LA RIQUEZA
Оглавление1. Cuando algunos alababan a un hombre de buena estatura [523C] y que tenía manos largas como adecuado para pugilista, Hipómaco1, el entrenador, dijo: «Estaría bien si tuviera que [D] agarrar una corona colgada». Esto se puede decir respecto a los que se quedan estuperfactos y se sienten felices ante hermosas fincas, enormes casas y grandes cantidades de dinero: «Si al menos pudiera ser puesta a la venta y comprarse luego la felicidad». (Sin embargo, se diría de muchos que prefieren ser ricos y desdichados a ser felices dando dinero.) Pero no se puede comprar con dinero la ausencia de tristeza, la grandeza de ánimo, la firmeza, la confianza, el bastarse a sí mismo.
Ser rico no lleva aparejado despreciar la riqueza, ni poseer cosas innecesarias el no necesitar lo superfluo.
[E] 2. ¿De qué otros males nos libera la riqueza, si ni siquiera nos puede librar del amor a la riqueza?2. Pero la bebida extingue el ansia de beber y el alimento cura el deseo de comida. Aquél que decía:
Dale un manto a Hiponacte, pues estoy aterido3,
soporta con dificultad que se le den más y los rechaza. En cambio, ni la plata ni el oro extinguen el amor al dinero y el afán de tener no cesa si se posee más, sino que se puede decir a la riqueza como al médico fanfarrón:
Tu medicina hace mayor la enfermedad4.
[F] Tomándonos cuando estamos faltos de pan, de casa, de un abrigo moderado, de cualquier comida, nos llena de deseo de oro y plata, de marfil, de esmeraldas, de perros y caballos, transformando nuestra aspiración desde lo necesario a lo dificultoso, raro, difícil de conseguir e inútil. Porque nadie es pobre en las cosas que, al menos, son suficientes5 y nunca ningún hombre ha tomado dinero en préstamo para comprar harina de cebada, queso, pan o aceitunas, sino que [524A] a uno le ha endeudado una casa lujosa, a otro un olivar colindante, a otro una tierra de pan llevar, un viñedo, y todavía a otros ya unas mulas de Galacia6 o una yunta de caballos
haciendo resonar un carro vacío7,
les precipitan en abismos de recibos, de intereses y de hipotecas. Después, como los que beben tras no sentir sed o comen sin tener ya hambre, vomitan cuanto tomaron mientras estaban sedientos o hambrientos, así los que desean cosas inútiles y superfluas no tienen dominio siquiera sobre las necesarias. De tal suerte son estos amantes de la riqueza.
3. De otra parte, de aquellos que no se desprenden de nada y, teniendo mucho, constantemente están necesitados de más, con mayor razón aún se admiraría uno al acordarse de Aristipo8. Pues aquél acostumbraba a decir: «Si se come [B] mucho, se bebe mucho y nunca se está satisfecho, uno va al médico y pregunta cuál es el padecimiento, cuál es su estado y cómo se libraría de él. Pero si uno que tiene cinco lechos busca diez y, poseyendo diez mesas, se compra otras tantas, cuando estando en posesión de muchos campos y de dinero no está saciado, sino que se esfuerza por tener otras cosas y pierde el sueño y es insaciable en todo, ¿ése no piensa necesitar de quien le cure y le muestre por qué causa sufre eso?». Con todo se podría esperar que, de entre los [C] que sufren de sed, quien no ha bebido se libraría de la sed cuando bebe, pero de quien bebe continuamente y sin cesar pensamos que no necesita llenarse, sino una purga, y le exhortamos a que vomite en la idea de que no está molesto por una carencia sino por cierta acidez o por un calor no natural9. Pues bien, de los que buscan riqueza, quien está falto y sin recursos podría cesar quizás al adquirir una fortuna, encontrar un tesoro, al pagar con la ayuda de un amigo y verse libre del prestamista, pero a quien tiene más de lo suficiente y aspira a más, no es el oro ni la plata lo que le curará, ni tampoco caballos, ovejas y bueyes, sino que le hace falta arrojar y purgarse. Pues su mal no es la pobreza [D] sino la insaciabilidad10 y el amor a la riqueza que existe en él por un juicio falso e irracional11. Pero si no se la expulsa del alma, como a una solitaria12, no cesará de necesitar cosas superfluas, esto es, de desear lo que no necesitan.
4. Cuando un médico, entrando a ver a un hombre postrado en el lecho, que gime y no quiere comer, le palpa, le examina y encuentra que no tiene fiebre, dice: «enfermedad mental» y se marcha. Pues bien, cuando nosotros vemos a [E] un hombre absorto en la ganancia, que se queja de sus gastos y que no ahorra nada vergonzoso o miserable que concluya en negocios, aun teniendo casas, tierras, rebaños y esclavos con mantos, ¿qué diremos de la enfermedad de este hombre sino que es pobreza mental? Porque la relativa al dinero, como dice Menandro13, un solo amigo obrando como benefactor podría alejarla, pero aquélla que es mental no la colmarían todos los amigos juntos, ni vivos ni muertos. Por eso ha dicho bien Solón14 respecto a éstos:
Ningún término de la riqueza está fijado para los hombres,
porque para quienes poseen inteligencia la riqueza está limitada [F] por la naturaleza y tiene un término15, como trazado por la necesidad con el centro y el radio16.
Pero también es una particularidad del amor a la riqueza lo que sigue. En efecto, es un deseo que combate contra su propia satisfacción17 mientras los demás colaboran. Pues nadie, con todo, se aparta del uso de la comida por su gusto por la buena mesa ni del vino a causa de su borrachera, como se apartan del dinero por el amor al dinero. Sin embargo ¿cómo no va ser ni loco ni lamentable un padecimiento cuando no se usa un manto a causa del frío, ni de pan a causa de estar hambriento, ni de la riqueza precisamente por el amor a la riqueza, sino que se sufren los males de Trasónides:
[525A] Junto a mí está dentro y me está permitido,
también lo quiero como lo querría
el amante más enloquecido, pero no lo hago18.
—echando a todo el cerrojo, poniendo sellos, haciendo cuentas con prestamistas y comerciantes reúno y persigo otras cosas, y lucho contra los servidores, contra los campesinos, contra mis deudores—
¡Apolo! ¿Has visto un hombre más miserable
o acaso a un amante más desafortunado? 19
5. Preguntado Sófocles si podía gozar con una mujer dijo: «¡Calla, hombre! Me he vuelto un hombre libre que ha [B] escapado por su vejez de amos rabiosos y salvajes»20. Pues es grato abandonar juntamente con los placeres los deseos, que ni a varón ni a mujer, dice Alceo21 〈…〉. Esto no es así en cuanto al amor a la riqueza, sino que como ama pesada y cruel obliga a adquirir, pero impide usar, y despierta el deseo, pero quita el placer. Estratónico se burlaba de los rodios por su prodigalidad, diciendo que edificaban como inmortales, pero hacían provisiones como si fueran a morir a poco22. Los avariciosos adquieren como pródigos, pero gastan como mezquinos y sufren los trabajos, pero no tienen los placeres. Con todo, Démades23, plantándose en cierta [C] ocasión ante Foción, que estaba almorzando, y al ver su mesa, austera y sencilla, dijo: «Me asombro, Foción, de que puedas almorzar así y te ocupes de la política». Pues él actuaba de demagogo en favor de su estómago y, considerando que Atenas era provisión pequeña para su despilfarro, se abastecía además de Macedonia. (Por eso Antípatro dijo, al verle de viejo, que como a una víctima despiezada no le quedaba más que la lengua y las tripas24.) Pero de ti, desgraciado, ¿no se admiraría cualquiera de que pudiendo vivir así, de una forma impropia de un ser libre y humano, roñosamente, [D] con crueldad para los amigos y sin honra para la ciudad, sufras males, pierdas el sueño, especules, vayas tras herencias y te sometas, aun teniendo tal viático para una vida ociosa, tu insignificancia? Se cuenta que un hombre de Bizancio dijo al adúltero que se encontraba con su esposa, bastante fea: «¡Infortunado! ¿Que necesidad tenías? Las heces están echadas a perder»25. Ea, tú embrollas y prendes fuego, miserable. Deja enriquecerse a los reyes y a sus admiradores, a los que quieren ser en la ciudad los primeros y mandar. A aquéllos les es forzoso por su ambición y su jactancia, por su vanagloria, dar banquetes, conceder favores, pagar una guardia, enviar regalos, alimentar una tropa, [E] comprar luchadores. Tú confundes tantos asuntos y los revuelves, te trastornas a ti mismo viviendo, por tu insignificancia, una vida de caracol, soportas incluso todo lo desagradable sin que te ocurra nada bueno, como el asno de un bañero que acarrea leña y ramas, repleto siempre de humo y ceniza, pero sin participar del baño, ni del calor ni de la riqueza.
6. Y esto se ha dicho respecto a ese amor a la riqueza [F] propia del asno o la hormiga. Pero existe otro, el de la fiera, que delata, busca herencias, calcula e intriga, se preocupa y cuenta cuántos amigos viven aún, para no gozar después nada de lo adquirido de todas partes. Pues igual que rechazamos y sentimos mayor disgusto por las víboras, cantáridas y tarántulas que por osos o leones, porque matan y destruyen a las personas sin sacar utilidad de quienes han matado, así debemos disgustarnos más ante quienes son malvados por miseria y mezquindad que ante quienes lo son por desenfreno, porque aquéllos privan a otros de lo que ellos mismos no pueden usar por naturaleza. Por eso los pródigos [526A] mantienen una tregua mientras nadan en la abundancia y tienen recursos (como decía Demóstenes a quienes creían que Démades había cesado en su vileza, «pues ahora», afirmaba, «lo veis harto como los leones»26), en cambio, para quienes no se dedican a nada grato ni útil no hay cese ni distracción de su avidez, porque están siempre vacíos y faltos de todo.
7. Pero alguien podrá decir, «Por Zeus, ésos guardan y atesoran para sus hijos y herederos». ¿A quienes nada dan [B] en vida, sino que como a las ratas que comen en las minas el polvo de oro no será posible sacar el oro si no están muertas y abiertas en canal? ¿Pero por qué quieren dejar mucho dinero y una gran fortuna a sus hijos y herederos? Para que, evidentemente, ésos lo guarden para otros y aquéllos a su vez, como las cañerías cerámicas que no reciben nada para sí mismas, sino que cada una suelta de sí a otra hasta que desde afuera un delator o un tirano cortando el contenedor y derivándolo a otra parte, intercepta y desvía el [C] dinero27, o, como se dice, llegando uno solo, el peor de la familia, devora lo de todos. Pues no sólo, como dice Eurípides28:
Los hijos de esclavos son licenciosos por su descuido,
sino también los de los mezquinos, como en cierta ocasión se burlaba Diógenes, diciendo que era mejor ser un carnero de un megarense que ser su hijo29. Pues incluso destruyen a quienes parecen educar y los pervierten implantando en ellos su propia avaricia y mezquindad, como si edificaran para sus herederos un fortín que vigilara la herencia. Esto es lo que les aconsejan y enseñan: «Gana y ahorra, piensa que [D] cuanto tienes tanto vales»30. Esto no es educar sino comprimir y zurcir, como una bolsa para que pueda contener y guardar lo echado dentro. Sin embargo, la bolsa se pone sucia y maloliente después de echado el dinero, los hijos de los avariciosos antes de recibir la riqueza se llenan de avaricia de sus propios padres. Y por cierto que les pagan sus enseñanzas con pagas dignas, no amándolos porque van a recibir mucho, sino odiándoles porque aún no lo reciben. Pues sin haber aprendido a admirar otra cosa que la riqueza [E] ni vivir para otra cosa que para poseer mucho, hacen de la vida de aquéllos un impedimento para la suya propia y consideran que les privan de cuanto tiempo se añade al de aquéllos. Por eso, mientras todavía viven sus padres, sin darse cuenta les roban sin más el placer y gozan como de bienes ajenos, dándoselos, todavía estudiando. Pero cuando, al morir éstos, toman las llaves y los sellos, tienen otro esquema de vida y un rostro ceñudo, severo, altanero. No hay balón ni pelota, ni lucha libre, ni Academia, ni Liceo, sino [F] juicio de los criados y examen de las cuentas, discusiones con administradores y deudores, ocupaciones y preocupación que priva del almuerzo y difiere el baño a la noche,
los ejercicios en que se educó y el agua de Dirce 31
se dejan atrás. Si alguien le dice: «¿No irás a oír al filósofo?», contesta: «¿De dónde puedo? No tengo tiempo desde que murió mi padre»32. Infeliz, ¿te ha dejado algo comparable a lo que te quita, el ocio y la libertad? Pero más bien no aquél, sino la riqueza difundiéndose y dominando, como la mujer de Hesíodo:
Le quema sin antorcha y le entrega a una vejez cruel33, [527A]
como si atrajera al alma, cual arrugas prematuras o canas, las preocupaciones y los trabajos que provienen de la avaricia, por las que se consumen el gozo, la ambición y la humanidad.
8. «¿Pues qué?», podrá decir alguien, «¿no ves que algunos usan pródigamente de su dinero?» «¿Pero tú no has oído», le responderemos, «decir a Aristóteles que unos no usan, otros abusan, como que ninguna de las dos cosas conviene?34». Pues a aquéllos no les aprovecha su patrimonio ni les adorna, a éstos incluso les daña y les deshonra.
[B] Ea pues, observemos en primer lugar cuál es ese uso por el que se admira la riqueza. ¿Es, acaso, el de las cosas suficientes? Entonces los ricos nada tienen más que quienes poseen moderadamente, sino que «la riqueza no es riqueza», como dice Teofrasto35, y verdaderamente «no es envidiable»36, si Calias37, el más rico de los atenienses e Hismenias38, el de mayores recursos entre los tebanos, se servían de lo mismo que Sócrates y Epaminondas. Pues, al igual que Agatón expulsó del banquete la flauta a las habitaciones de las mujeres, pensando que bastaba la conversación de los asistentes39, así podrías expulsar también tú los cobertores de púrpura, las mesas lujosas y todo lo superfluo, al ver que los ricos utilizan las mismas cosas que los pobres, y
Pronto podrías colgar sobre el humo el timón, los trabajos [C]
pero no
los de los bueyes y pacientes mulas podrían acabar40,
sino los de los orfebres, grabadores, perfumistas y cocineros, resultando una hermosa y prudente expulsión de cosas inútiles y extranjeras41. Pero si las cosas suficientes son comunes también a quienes no son ricos, la riqueza se venera en razón a lo superfluo y alabas a Escopas42, el tesalio, quien interrogado sobre algo inútil y superfluo en lo de su casa, dijo: «Pero por cierto, somos felices y dichosos en lo [D] superfluo, no en lo necesario», mira, no vayas a parecerte a quien alaba un cortejo y una fiesta más que a la vida.
El festival patrio de las Dionisíacas43 se celebraba antiguamente con una procesión popular y alegre. Un ánfora de vino y un sarmiento, después alguien arrastraba al macho cabrío, otro seguía portando un cesto de higos pasos y, después de todo, el falo. Pero ahora eso se desprecia y se ha desvanecido a favor de cortejos con vasos de oro y mantos caros, tiros de cabalgaduras y máscaras. Así lo que tiene la riqueza de necesario y útil ha quedado sepultado bajo lo inútil y lo superfluo.
[E] 9. A la mayoría de nosotros nos sucede lo que a Telémaco. Pues él, por inexperiencia, o más bien por falta de gusto, al ver la casa de Néstor con lechos, mesas, mantos, cobertores, vino dulce, no felicitaba a quien era rico en recursos necesarios o también provechosos, mientras que en su visita a Menelao, cuando contempló marfil, oro y ámbar, se quedó estupefacto y exclamó:
¡Tal debe ser la sala de Zeus Olímpico en su interior;
¡Cuán innumerables maravillas!; el respeto se apodera de mí al contemplarlo44.
Pero Sócrates o Diógenes habrían dicho:
¡Cuán innumerables miserias!
e inútiles y vanas;
[F] la risa se apodera de mí al contemplarlo45.
¿Qué dices, insensato? Cuando debías despojar a tu mujer de la púrpura y los adornos para que cese en su molicie y en su locura por atavíos extranjeros46 ¿a tu vez embelleces tu casa como un teatro o un escenario para quienes entran?
10. Tal felicidad procura la riqueza, la de espectadores y testigos o no ser nada47. ¡Semejante es la prudencia, el ejercicio de la filosofía, conocer lo debido sobre los dioses aunque se pase inadvertido a todos los hombres! Esto conlleva [528A] un brillo particular y una gran luz en el alma48 y produce una alegria habitual en ella, porque por sí misma recibe el bien, ya la vea alguien, ya pase inadvertida a dioses y hombres todos49. Tal es la virtud, la verdad, la belleza de las matemáticas50, la geometría, la astronomía ¿con cuál de éstas merece comparar esos adornos de la riqueza, collares y espectáculos de jovencitas? Si nadie la ve ni la mira, realmente la riqueza se vuelve invisible51 y sin brillo. Pues el rico, cuando cena solo con su mujer o con sus allegados, no pone cuidado en mesas de limonero ni en copas de oro sino [B] que usa lo que tiene a mano, su mujer no lleva oro ni púrpura, se presenta sencilla. Pero cuando se celebra un banquete, esto es, cortejo y teatro, se introduce también el drama de la riqueza:
Saca de las naves lebrillos y trípodes52,
se agotan los estantes de las luces, se cambian las copas, se cambian las vestimentas de los coperos, todo se mueve, oro, plata, vajilla incrustada de piedras preciosas, confesando que se es rico para otros. Pero se necesita templanza, ya se cene solo, ya se dé una gran fiesta.
1 Este Hipómaco debe ser el hijo de Mosquión, un pugilista de la Élide que aparece citado en PAUSANIAS, VI 12, 5, como vencedor infantil en Olimpia, donde venció a tres oponentes sin recibir ningún golpe. Más tarde fue entrenador (ATENEO, XIII 584C). Es insegura la época en que vivió. PLUTARCO lo menciona también en la Vida de Dión I 4 (958C).
2 Cf. TELES, 9-36, 1 HENSE2.
3 HIPONACTE, frag. 24b DIEHL. Citado también en Comm. not. 1068B y en Stoic. absurd. 1058D, más completo.
4 KOCK, Comicorum Atticorum fragmenta, III, adesp. 455.
5 Lugar común de la diatriba cínico-estoica. Cf. TELES, pág. 7, 4 HENSE2; SÉN., Epíst. XXV 4, citando a EPICURO (frag. 602 USENER); FAVORINO, De exilio col. 17, 1-2; CLEMENTE DE ALEJANDRIA, Pedagogo II 14, 5.
6 Puede referirse tanto a Galacia como a Galia. A favor de lo primero está el que Asia Menor fuera famosa por sus mulas ya desde Homero. Incluso se creía que los misios fueron los primeros en acoplar burro y yegua (hemíonos significa «semiburro» en definitiva). Véase DAREMBERG-SAGLIO, Dictionnaire des Antiquités Grecques et Romaines III, s. v. mulus, y también RE VI, 1, s. v. Esel, col. 659, como asimismo la col. 661 sobre las mulas de Galia.
7 Ilíada XV 453.
8 Aristipo, discípulo de Sócrates. Fundador de una escuela filosófica en el norte de África, en Cirene, en el IV a. C. La meta de la vida humana era, según su filosofía, la persecución del placer. No obstante, hay cierta confusión entre abuelo y nieto, del mismo nombre, y, quizás, sea al ultimo a quien deba considerársele como representante de este hedonismo. Se considera a esta Escuela Cirenaica como precedente del epicureísmo.
9 Cf. JENOFONTE, Banquete IV 37. La alusión a la hidropesía en relación a esta situación se encuentra por primera vez en Diógenes (EST., Flor. III 10, 45) y TELES, pág. 39, 3 HENSE2. Pero a nosotros esta enfermedad se nos antoja más una bulimia.
10 Cf. el frag. 150 [SANDBACH] de PLUT., Sobre la riqueza. Tanto PH. DE LACY y B. EINARSON (Plutarch’s Moralia VII, pág. 13, n. b) como R. KLAERR y Y. VERNIÈRE (Ouevres Morales. VII 2.e partie) citan el Pluto de ARISTÓFANES, VV. 188-197, para la idea de insaciabilidad en relación con la riqueza. Los primeros subrayan que la palabra ‘insaciable’ aparece frecuentemente en Platón aplicada tanto a la riqueza como al deseo de poseerla. Así citan República IV 442a6-7; VIII 562b; IX 578al, y Leyes VIII 831d4; 832al0; IX 870a4-5 y XI 918d6. A nuestro parecer, el concepto de insaciabilidad en la riqueza aparece en un texto muy anterior, la elegía A las musas de SOLÓN 71-73:
Ningún límite de la riqueza está marcado para los hombres;
pues quienes de nosotros tienen una vida próspera.
se afanan doblemente: ¿quién podría saciar a todos?
11 Plutarco ha relacionado en ocasiones pasión y juicio como aquí; así, se lee en Superst. 165B, que «el ateísmo es un juicio erróneo…», mientras que en Virt. mor. 449A, leemos: «Si la pasión fuera un juicio …». Se trata, en definitiva, de la influencia que el estoicismo ha ejercido sobre él en el campo de la ética, influencia que a veces asume positivamente y contra la que otras veces se revuelve.
12 El término aparece con lecturas diversas en los manuscritos; la que adopta el editor es la de Bernardakis: helminga plateian. Se trata del parásito intestinal conocido como «tenia» o «solitaria».
13 Citarista, frag. 2 KÖRTE (vol. I pág. 108).
14 Frag. 1 71 DIEHL, que también cita ARISTÓTELES, Política I 3, 9 (1256b33) con igual intención.
15 Cf. EPICURO, Sent. sel. 15, frag. 471 USENER; FILÓN, De vita cont. 17; SÉN., Epíst. XVI 8-9.
16 Es decir, una circunferencia dibujada a compás. Es un símil caro a Plutarco. Cf. Garr. 513C; Exil. 603E; Max cum princ. philos. 776F; Praec. ger. reip. 822D; Non posse suav. viv. Epic. 1098D.
17 Cf. TELES, pág. 38, 3 HENSE2, y Curios. 519C-D.
18 MENANDRO, El detestado, frag. 5 KÖRTE (vol. I pág. 127).
19 Id. frag. 6 KÖRTE (vol. I pág. 128).
20 Véase PLATÓN, Rep. 329b-c; se cuenta asimismo en An seni resp. 788E, y en Non posse suav. viv. Epic. 1094E, pero sin revestir forma de anécdota.
21 El pasaje está corrupto. Hemos adoptado la lectura de Kaerr-Vernière que reproduce incompletamente el frag. 195 REINACH de ALCEO (= Z 111 LOBEL-PAGE).
22 Este Estratónico fue un citaredo afamado que vivió en Atenas en el IV a. C. Vuelve a ser citado en Exil. 602A. También, según DIÓGENES LAERCIO, VIII 63, esto mismo decía Empédocles de los de Agrigento, y también Platón según ELIANO, Varia Historia XII 29. De los megarenses lo decía Diógenes según TERTULIANO, Apol. 39, y sin citar el autor JERÓNIMO, Epíst. 123, 15.
23 Démades, político ateniense (c. 380-319 a. C.). Aunque en un principio apoyó a Demóstenes, fue persuadido luego por Filipo II para hacer un tratado de paz entre Atenas y Macedonia tras la batalla de Queronea (338 a. C.). A partir de entonces, dirigió el grupo pro-macedónico en Atenas, como Plutarco indica, de una forma interesada. No se conserva nada de sus discursos, pero se habla de los demadeia, dichos chistosos y cínicos. Véase Tuend. san. 126D.
24 Antípatro, general y regente macedonio, dirigió la represión contra la sublevación griega de 323-322 a. C. a la muerte de Alejandro y suprimió la democracia ateniense. Démades llevó con él las negociaciones de paz tras Cranón (322), de las que resultaron la muerte de Demóstenes e Hiperides. Esta misma anécdota se repite en Reg. et imp. apophth. 183F, y Vida de Foción 1, 3 (741F).
25 Vuelve a encontrarse la anécdota en Apophth. Lac. 235E, pero no atribuida a un bizantino, sino a un laconio. Cf. ARISTÓF., Plutos 1085, y LEUTSCH-SCHNEIDEWIN, Paroemiographi Graeci II, pág. 212, núm. 86: «Hay que beber el vino hasta las heces». Recordemos nuestro dicho español: «Apurar el cáliz hasta las heces». Por lo demás el texto está corrompido.
26 Se repite en Vida de Demóstenes 32, 6 (856F). La misma frase se encuentra aplicada a Alejandro en Vida de Alejandro 12, 2 (671B).
27 Este símil de las conducciones de agua, conocidas ya en la Grecia minoica, pero más frecuentes sin duda en la Grecia del Imperio, encierra una dificultad de interpretación en el tòn phyláttonta que hemos traducido por «el contenedor» pero en el que hay un juego de significados, ya que, aplicado a la realidad de la riqueza, podría traducirse por «el ahorrador». Por la primera interpretación se decanta la edición de Klaerr-Vernière: le contenant; por la segunda la de De Lacy-Einarson: the keeper of the wealth.
28 NAUCK2, Trag. Graec. Frag., EUR. 976.
29 Véase ELIANO, Varia Historia XII 56, y DIÓG. LAERC. VI 41.
30 HORACIO, Sátiras I 1, 62.
31 EUR., Fenicias 368.
32 Respecto a la riqueza que aparta de la filosofía cf. TELES, 45, 2-46, 6 HENSE2 y SÉN., Epíst. XVII 3.
33 HESÍODO, Trab. y Días 705, citado asimismo en Virt. et vit. 100E.
34 Frag. 56 ROSE; cf. Vida de Pelópidas 3, 2 (279B), donde lo cita con mayor amplitud.
35 TEOFRASTO, frag. 78 WIMMER. Cf. Quaest. conv. V 679B, y Vida de Licurgo 10, 2 (45C).
36 PLUT., Apophth. Lac. 226E, y Quaest. conv. V 679B. Véase asimismo LEUTSCH-SCHNEIDEWIN, Paroem. Graec. II, 253, 53.
37 Hijo de Hipónico. Político ateniense y hombre de gran fortuna que vivió entre el V y IV (murió el 376 a. C.). Desempeñó cargos políticos y militares pero también nos es conocido por su amistad con los sofistas. Sócrates se movió en su círculo y tanto PLATÓN en el Protágoras como JENOFONTE en su Banquete han hecho de sus casas en Atenas y en el Pireo el escenario de sus diálogos.
38 Político tebano, muerto en el 382 a. C. Ayudó a Trasibulo en el 404 a. C. y fue uno de los dirigentes anti-espartanos que colaboraron en la guerra de Corinto (395-387). Tras la pérdida de la Cadmea fue ejecutado por medismo. Quizás aquí la referencia sea al hijo, del mismo nombre, que colaboró como diplomático con Pelópidas en Tesalia y en Susa.
39 Véase Banquete 176E, pero es Erixímaco quien despide a la flautista. Cf. también Prot. 347c-d.
40 HES., Trab. y Días 45-46.
41 Hemos intentado reproducir el sentido del término xenelasía, empleado por Plutarco, que propiamente se refiere a la expulsión de extranjeros, propia del régimen aristocrático espartano. En Vida de Licurgo 9, 4 (44E), nos dice Plutarco que aquél hizo una xenelasía de las artes inútiles y superfluas.
42 Vida de Catón el Mayor 18, 5 (346F-347A). La riqueza de Escopas se había hecho proverbial. Era tesalio de Cranón y protector del poeta Simónides, quien le celebró en sus versos.
43 Se trata de las Dionisíacas rurales, tal como aparece en las de Atenas la descripción del cortejo fálico que hace Diceópolis en ARISTÓF., Acarnienses 247 ss. DE LACY y EINARSON, ad loc., citan a M. P. NILSSON (Studia de Dionysiis Atticis, Lund, 1900, pág. 91), quien pensaba que Plutarco compara la fiesta ática, conocida por sus lecturas, con las que se celebraban en su época en las grandes ciudades. L. DEUBNER, Attische Feste, Hildesheim, 1969 (repr. 1.a ed., Berlín, 1932, y 2.a, 1966) pág. 136, nota 2, hace notar que, si Plutarco describía la fiesta en Beocia, ésta era muy similar a la del Ática.
44 Od. IV 74-75.
45 Reproducción plutarquea del v. 75 de Homero con idéntico esquema del hexámetro.
46 Alusión a Helena que había abandonado a Menelao por un extranjero, Paris.
47 Quaest. conv. V 679B; LUCIANO, Filosofía de Nigrino 23.
48 Hay dos referencias a Aristóteles. La primera es el frag. 664 ROSE, citado en Laud. ips. 545A, en cuanto a nuestro conocimiento sobre los dioses; la segunda en DIÓG. LAERC. V 17, respecto a la luz del alma.
49 PLAT., Rep. IX 580c.
50 PLAT. Gorg. 475a.
51 La riqueza es proverbialmente ciega, así ARISTÓF., Pluto 90, y PLAT., Rep. VIII 554b. Pero aquí parece que el adjetivo debe tomarse en su otro significado de «invisible», como Quaest. conv. V 678B, y Vida de Licurgo 10, 4 (45C-D).
52 Il. XXIII 259, cuando Aquiles está preparando los premios para los juegos funerarios en honor a Patroclo.