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Introducción

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Un vacío en la autonomía del yo es una limitación que continuamente se enfrenta en toda empresa analítica, es obvio que el inicio del logro de tal autonomía representa también el inicio del fin del análisis. Con frecuencia encontramos durante el tratamiento psicoanalítico, tanto de neuróticos como pacientes limítrofes, lo que considero una serie de confusiones relacionadas con el encuadre, las cuales actúan como verdaderas resistencias contratransferenciales, presentes muchas de ellas desde los orígenes mismos del psicoanálisis, las cuales interfieren con la posibilidad de pensar racionalmente, dañan el crecimiento positivo de la mente y obstruyen la capacidad de discriminar entre la fantasía y la realidad. Me refiero a la confusión entre psicoanálisis y el resto de la medicina, entre mente y cuerpo, seres vivos y cosas inanimadas; junto a la necesidad de una idealización narcisista del psicoanálisis y, en consecuencia, una falta de objetividad de su verdadero alcance.

Una fórmula que me he planteado para comprender y evitar tales confusiones, es la de concebir al psicoanalista como un traductor que desea enseñar el arte de la auto-traducción o auto-análisis. El yo del analizando, con el fin de aprender, logra un nivel de disociación saludable, al convertirse al mismo tiempo en conferencista y audiencia. Gracias a esta disociación voluntaria del yo –diferente de la fragmentación patológica– ambas partes son capaces de interactuar entre sí con el propósito de alcanzar un nivel analítico productivo. El elemento “conferencista” intenta el uso de asociaciones libres, mientras la parte “audiencia” escucha y procura comprender todo lo que el “analista-traductor” ha interpretado. Esta perspectiva de concebir al analista como un traductor puede explicarnos el planteamiento de Bion de establecer la escucha “sin memoria, deseo o comprensión”, por cuanto nada podría saber o cambiar el traductor simultáneo del texto particular que intenta traducir.

Al intentar este proceso de traducción encontramos que una serie significativa de efectos secundarios tienen lugar, debido ante todo a la complejidad de las manifestaciones simbólicas del inconsciente de ambos participantes. Tales complicaciones derivan principalmente de dos condiciones: a) la sintaxis utilizada por el inconsciente para expresar sus mensajes, basada ante todo en figuras metafóricas (desplazamiento) o metonímicas (condensaciones), que resulta imprecisa, y por lo general utiliza códigos o pictogramas de oscura arquitectura. b) La cualidad humana, y ante todo la parte emocional de la pareja psicoanalítica, inducirá mutuas complicaciones, proyecciones o contaminaciones indeseadas –aunque irremediablemente inevitables– en el propósito principal de traducir lo inconsciente. El material inconsciente y proyectado del analizando (transferencia) afecta al analista (contratransferencia), y la presencia ineludible del analista afecta el flujo natural del discurso del paciente. Esto implica que la clínica psicoanalítica sería secundaria al propósito inicial didáctico de aprender el auto-análisis, por cuanto la patología siempre va a sobrepasar tal intención. Además, nada podrá impedir que, al final, muchos aspectos del analista sean incorporados y se constituyan en elementos de identificación por parte del paciente.

Pensamientos salvajes en busca de un pensador

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