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CAPÍTULO II EL ENGRANAJE BUROCRÁTICO

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La destrucción de los judíos no estuvo centralizada. No se creó ningún organismo para gestionar la cuestión judía ni se asignaron fondos al proceso de destrucción. La labor antijudía corrió a cargo del funcionariado, el ejército, la patronal y el partido. Todos los componentes de la vida organizada de Alemania se vieron arrastrados a esta empresa. Todos los organismos sumaban, se utilizaba cualquier recurso especializado, y todos los estratos de la sociedad estaban representados en el acorralamiento de las víctimas.

El proceso de destrucción se basaba en tres principios. El primero era la importancia de no eximir a ningún segmento judío de la aplicación de las medidas antisemitas. No podía escapar nadie. Por tanto, se dedicaron muchos y denodados esfuerzos a la segregación y guetización, a las negociaciones diplomáticas con los Estados satélite para que entregaran a sus comunidades judías, al recuento y el control constantes de los judíos hacinados y a la búsqueda incansable de los fugados. Segundo, había que seccionar las complejas relaciones entre judíos y gentiles con el menor daño posible para los alemanes y para la economía en general. De esta máxima se sigue la gran atención prestada a problemas como los matrimonios mixtos y sus hijos, a los negocios con inversores o patrones judíos o gentiles, o a las deudas y los créditos que corrían entre ambas partes. Y la tercera premisa fue que las ejecuciones tenían que intentar limitar las repercusiones psicológicas para los culpables. Debían prevenir el desasosiego entre las víctimas y no despertar ansiedad ni protestas entre la población no judía. Para ello, se utilizaron bastantes colaboradores autóctonos para las ejecuciones en Europa del Este. También se diseñó un elaborado sistema de deportaciones para transportar a los judíos en trenes sellados desde regiones de la Europa occidental y central hasta apartados campos de la Polonia ocupada, equipados con cámaras de gas.

En todos estos preparativos tuvieron que participar funcionarios de oficinas muy diversas. A continuación, hay una lista de las principales organizaciones y sus funciones específicas en el proceso de destrucción. Aparecen más o menos en el orden en que se integraron en el proceso. Así se demuestra cómo se fue concretando la operación en cada escalón.

Cancillería del Reich Coordinación de leyes y decretos.
Ministerio del Interior Definición del término «judío». Prohibición de matrimonios mixtos. Decretos para el cambio obligado de nombre. Expulsiones de la función pública. Privación del derecho a la propiedad.
Iglesias Demostración del linaje no judío.
Ministerio de Justicia Eliminación de abogados judíos. Herencias. Divorcios. Regulación de los nombres de las empresas.
Comité de Boicot del Partido Boicot a las empresas judías.
Cancillería del Partido Implicación en las decisiones sobre el estatus de los judíos.
Cámara de Cultura del Reich Expulsión de músicos, artistas y periodistas y veto a los escritores.
Ministerio de Educación Expulsión de alumnos, profesores e investigadores judíos.
Ministerio de Propaganda Sugerencias a la prensa.
Ministerio de Economía Reglamentos para la adquisición de empresas judías.
Banco Dresdner y otros asuntos bancarios Intermediarios en la absorción de empresas judías.
Varias firmas del sector minorista y mayorista, fabril y constructivo Adquisiciones de empresas judías. Despido de empleados judíos. Uso de trabajadores forzados en ciudades, guetos y campos. Prestación de los servicios necesarios para la destrucción, como el suministro de gas venenoso.
Ministerio de Finanzas Impuestos discriminatorios. Bloqueo de fondos. Confiscación de pertenencias. Asignaciones presupuestarias especiales; por ejemplo, para despejar las ruinas del gueto de Varsovia.
Oficina de Asuntos Exteriores Negociaciones para la deportación de judíos en países extranjeros y de judíos extranjeros en el Reich.
Ministerio de Transporte Transporte a los guetos y campos. Uso de trabajo forzado judío. Adquisición de bienes privados judíos.
Fuerzas Armadas Apoyo logístico para las operaciones de asesinato en la URSS ocupada. Asesinatos directos en Serbia y en la URSS ocupada. Guetización de la URSS ocupada. Medidas discriminatorias y deportaciones de Francia, Bélgica y Grecia. Regulación de trabajos forzados de judíos en fábricas armamentísticas. Empleo de judíos para trabajos forzados en los cuarteles del ejército. Transporte.
Autoridades municipales en el Gran Reich Alemán Restricciones de movilidad y vivienda.
Administración del Protectorado de Bohemia y Moravia Medidas antijudías diseñadas a imagen y semejanza de las que tomaba el Reich.
Gobierno General de los territorios polacos ocupados Confiscaciones. Guetización. Trabajos forzados. Tácticas de hambruna. Preparativos para las deportaciones.
Ministerio para los Territorios Ocupados del Este Medidas antijudías diseñadas a imagen y semejanza de las que tomaba el Reich.
Reichskommissariat de los Países Bajos Medidas antijudías diseñadas a imagen y semejanza de las que tomaba el Reich.
Cancillería del Führer Dotación de personal para los campos de exterminio de Bełżec, Sobibor y Treblinka.
Oficina Central de Seguridad del Reich Marcado de los judíos en el Reich. Vigilancia de las comunidades judías en el Reich y en el Protectorado. Asesinatos de los Einsatzgruppen en la URSS ocupada. Preparativos para la deportación paneuropea.
Oficina Central de la Policía del Orden Custodia de guetos, trenes y campos. Participación en redadas y ejecuciones.
Oficina Central Económica y Administrativa Administración de Auschwitz y Majdanek (Lublin).
Jefes superiores de las SS y de la Policía en la Polonia ocupada Deportaciones a los campos de exterminio. Administración de los campos de exterminio de Chełmno (Kulmhof), Bełżec, Sobibor y Treblinka.
Jefes superiores de las SS y de la Policía en la URSS ocupada Ejecuciones.

Como se puede ver, cada organización era responsable de una fase específica del proceso de destrucción. Dados los requisitos de exhaustividad, economía y seguridad psicológica, cada una de estas contribuciones resultaba esencial. No obstante, la labor antijudía solo representaba un fragmento de la gestión administrativa de estas agencias. El burócrata que trataba con judíos lo hacía en un contexto que englobaba todas las áreas de su competencia y jurisdicción. Por tanto, un oficial responsable de armamento habría estado a cargo del sabotaje, la escasez de materiales y el despido de mano de obra judía. Habría mencionado todas estas cuestiones en su informe mensual. No es inconcebible que en una sola conferencia de funcionarios ferroviarios se departiera sobre los trenes para las Juventudes Hitlerianas, la reubicación de alemanes étnicos, el transporte de trabajadores rusos y el envío de judíos a los campos de exterminio. En consecuencia, la destrucción de los judíos representaba una extensión; siempre suponía una carga añadida, pero a veces también era un nuevo reto y un incremento del poder.

En varios organismos, la labor antijudía era tan inmensa que justificaba la asignación de uno o más funcionarios especialistas en la materia. Había representantes de ese tipo en el Ministerio del Interior, en el de Economía, el de Finanzas, el de Asuntos Exteriores, el de Transporte, el de Territorios Ocupados del Este y en la Oficina Central de Seguridad del Reich. Solo uno de ellos, Adolf Eichmann, que trabajaba en la Oficina Central de Seguridad del Reich, se convirtió en un símbolo archiconocido de casi todos los culpables debido a su juicio en Jerusalén tiempo después de la guerra. Eichmann disponía de representantes en varios países títere que «asesoraban» a esos Gobiernos extranjeros en legislación antijudía. Su oficina supervisaba las comunidades judías en el Reich, Austria y Bohemia-Moravia, y sus hombres negociaban con el Ministerio de Transporte para conseguir trenes para las deportaciones. Arrestado por agentes israelíes en Argentina, se le juzgó y ahorcó en Israel. No todos los especialistas tuvieron una trayectoria tan épica. En el Ministerio del Interior, Hans Globke redactó el borrador de numerosos decretos sobre cuestiones como los nombres judíos (uno de ellos obligaba a añadir al nombre un segundo ape- lativo: Israel o Sara), así como decretos técnicos para la implementación de medidas antisemitas en las regiones recién anexionadas. Después de la guerra, Globke fue ascendido a la Oficina de la Cancillería Federal, que encabezó hasta 1963, momento en el que se jubiló con honores y se dedicó a su afición por la numismática, en concreto, a la colección de monedas de Axium y de Armenia.1

La labor destructiva se vertebraba mayormente en una serie de rutinas administrativas. Aun así, un burócrata tenía que hacer mucho más que limitarse a aplicar como un autómata las medidas. Sin las oportunas propuestas e iniciativas, el proceso habría trastabillado. Habría sido inevitable que algunos pasos enrevesados se hubieran aplazado, disipado o abortado. Y la innovación tampoco era función exclusiva de los niveles altos del aparato. Mientras un funcionario del Ministerio de Justicia sopesaba el problema de las herencias dejadas por judíos fallecidos sin testamento, un suboficial de las SS de Auschwitz intentaba descubrir la forma de quemar cuerpos más deprisa. La tarea unió a hombres de variada procedencia, con diferentes funciones y con diversa predisposición mental. Por muy divididos que hubieran estado al principio, acabaron armando una máquina enorme y bien engrasada.

El hecho de que cada función del proceso de destrucción fuera indispensable, así como la conexión entre todos los actos de los responsables, no es un fenómeno oscuro u opaco. La naturaleza del proceso era reconocible y comprensible para los brazos ejecutores de menor rango. Werner Dubois es el paradigma ideal. Fue guardia del campo de exterminio de Sobibor, donde murieron en las cámaras de gas unos doscientos mil judíos. Era un hombre normal y corriente que leía el Der Stürmer, el virulento panfleto antisemita del partido. Pero tampoco estaba consumido por el discurso. Dubois estaba en el campo cuando estalló una revuelta judía en octubre de 1943. Le golpearon con un hacha y una bala le atravesó los pulmones. En el juicio ante un tribunal alemán a principios de los sesenta, declaró lo siguiente acerca del papel administrativo del funcionariado:

Tengo claro que los campos de aniquilación se usaban para el exterminio. Lo que yo hacía era ayudar. Si me condenaran, lo consideraría correcto. El asesinato es el asesinato. A la hora de sopesar la culpa, en mi opinión no cabría distinguir entre las diversas funciones del campo. Fuera cual fuera la función que nos hubieran asignado allí, todos éramos igual de culpables. El campo funcionaba como un engranaje. Si fallaba aunque fuera un solo eslabón de la cadena, todo el proceso se detenía.2

Ejecutores, víctimas y testigos

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