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Discusión al trabajo “Comienzos y desarrollo del amor objetal”1 [CONVERSANDO CON KARL ABRAHAM]

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Iré haciendo una síntesis del trabajo con algunas intervenciones mías que me parecen pertinentes.

En un trabajo anterior Abraham intentó construir la doctrina de los “estadios de la organización pregenital de la libido”, las transformaciones que “durante el desarrollo psicosexual del ser humano respecto de la meta sexual se llevan a cabo”. Con respecto a la ontogénesis del amor objetal, el tema surge a partir del estudio de las neurosis narcisistas.

R.A.: El objeto adquiere un lugar en la teoría a partir de la patología en la que el objeto está ausente (luego de la vivencia del fin del mundo objetal).

K.A.: “Una concisa recapitulación de la doctrina de las fases de organización de la libido nos permitirá reconocer qué complementos requerirá la historia del desarrollo del amor objetal”.

R.A.: Supongo que al hablar de la organización de la libido se refiere a las metas que antes había diferenciado de los objetos.

K.A.: “Reconocimos en el campo de la fase sádico anal dos tendencias placenteras diferentes: una más primitiva de la expulsión (vaciamiento) y aniquilación y una ulterior de retención y apoderamiento. De este modo por caminos empíricos fuimos llevados a la suposición de un estadio dentro de la fase sádico anal que hasta ahora la hemos considerado como unitaria”.

R.A.: Aparentemente esta división del período sádico anal se puso de manifiesto al enfatizar el rol del objeto, o, mejor dicho, la conducta con el objeto (expulsión o retención) en el desarrollo libidinal.

K.A.: “El melancólico […] regresa más profundamente que ambos estadios […] su libido tiende a uno más profundo […] su libido tiende a un estadio aún más primitivo, el canibalístico, en el cual la incorporación del objeto es la meta del instinto. El objeto de amor perdido, abandonado, se equipara en el inconsciente con el producto corporal más importante de excreción –las heces– y es nuevamente incorporado al yo por medio del proceso designado como introyección. El melancólico, sin embargo, por medio de este monto de regresión no evita este conflicto de ambivalencia, sino que éste aumentó y provocó en el enfermo el anhelo por un estadio del desarrollo aún más antiguo con la meta sexual de la succión que debimos caracterizar como preambivalente. Luego de haber demostrado también como necesaria la separación en dos estadios de la fase oral, logramos finalmente una diferenciación en dos estadios de la ulterior fase genital; recién la más temprana de ambas debimos considerarlas como libres de ambivalencia (post-ambivalente)”.

R.A.: Si entiendo bien, tanto la primera (oral de succión) como la última (genital infantil) fase de la sexualidad infantil serían, la una preambivalente y la otra postambivalente, o sea libres de ambivalencia. El planteo general es que recién cuando consideramos, además de la meta sexual, al objeto, podemos ver la división, tanto de la etapa anal como de la oral, en dos subetapas. Al final hace referencia a que la división se produciría en la etapa genital.

Por supuesto que todo el conocimiento de las etapas del desarrollo libidinal parte del estudio de la patología y es en lo que aquí se apoya Abraham, pero se corre el riesgo de referir a la infancia rasgos de las neurosis que se corresponden a un psiquismo adulto. ¿Hay antes de los 5 años sentimientos de ambivalencia, o el amor y el odio se juegan alternativamente? Si un lactante muerde el pezón ¿es por odio?

K.A.: “La suposición de dos estadios dentro de cada una de las tres grandes fases parece justificar provisoriamente y de un modo amplio las modificaciones reconocidas empíricamente respecto a la meta sexual. También logramos establecer de un modo más determinado que antes una conexión genética con los estadios de la organización libidinal […]. Así como hasta ahora hemos diferenciado tres estadios de la organización de la libido, pudimos hacerlo también en relación a tres estadios en el desarrollo en lo que respecta al objeto. Agradecemos a Freud los primeros esclarecimientos fundamentales también en este territorio. Diferenció un estadio autoerótico, sin objeto, que ocurre en la más temprana infancia, un estadio narcisista, en el cual el individuo es él mismo su objeto de amor y un tercer estadio del amor objetal en el sentido propio del término”.

Va a tratar de “llenar las lagunas en nuestro conocimiento” a partir de la empiria. Pasa a considerar dos pacientes mujeres. La primera paciente tenía una pseudología fantástica, una cleptomanía y un llorar compulsivo.

R.A.: Dejo de lado la descripción detallada y me centro en las conclusiones.

K.A.: “[…] un interés compulsivo por una única parte del cuerpo del padre, por el pene. El padre había dejado de existir para la paciente como un ser humano completo, sólo quedaba de él una única parte […]. Pero además se identificó inconscientemente a veces con el padre, a veces con su genital […]. Robar la posesión envidiada al padre […] era la meta inconsciente de su hurto […]. Este estado de ningún modo correspondía a un amor objetal completo y normal […]. Sueños y sueños diurnos de la paciente contenían en múltiples repeticiones a la representación de la castración por el camino del morder. La meta de la fantasía no era la incorporación del objeto de amor en su totalidad, sino el mordisquear y devorar una parte del objeto con la cual el paciente se identificaba”.

La otra paciente padecía de vómitos histéricos: “apenas conocía un hombre, se representaba compulsivamente el mordisquear su pene. Su vómito neurótico estaba en conexión con este impulso sádico oral. En la vida de fantasía de esta segunda paciente el padre igualmente había perdido toda significación como ser humano. El interés libidinoso se había concentrado únicamente en el pene”.

“Además ambas pacientes tenían en común que también la madre estaba representada, en las representaciones de ambas, por una única parte del cuerpo, el pecho, que inequívocamente estaba identificado en la mente infantil, con el supuesto pene de la mujer, o también por el trasero, que nuevamente representaba el pecho […]. Ambas sentían asco por la madre y cada una ubicaba en sus fantasías y en ciertos síntomas a la madre como la encarnación del asco, es decir con las heces. Así, también en sus fantasías la madre estaba representada por una parte despegada del cuerpo (pene, heces).”

R.A.: En estos ejemplos Abraham enfatiza el tema del objeto (que por supuesto no excluye el de las metas).

K.A.: Acá plantea Abraham en las pacientes una regresión incompleta al narcisismo. “Debió tratarse de un estadio de transición entre narcisismo y amor objetal […]. La libido se encontró en una orientación inequívocamente ambivalente frente al objeto con una fuerte tendencia a dañarlo. Y sin embargo esta tendencia destructiva para el objeto estaba ya limitada. La meta sexual en esta etapa debió consistir en que el objeto de una parte del cuerpo sea robado, o sea perturbado en su integridad pero sin perder su existencia en totalidad”.

R.A.: Acá incluye la meta en relación al objeto. Y pasa a hablar de la aniquilación total del objeto.

K.A.: “El canibalismo total sin limitación alguna es sólo posible sobre la base del narcisismo ilimitado. En este estadio sólo es tenido en cuenta el anhelo de placer del sujeto. En general no se presta atención alguna al interés del objeto y éste será destruido sin reparo alguno”. Un cuidado parcial por el objeto expresa un comienzo de amor objetal y una superación del narcisismo. “Agreguemos igualmente que el individuo en este estadio del desarrollo está aún alejado de reconocer a un otro individuo como tal y, ya sea corporal o psíquicamente ‘amarlo’ en su totalidad. El anhelo se dirige aún a un robar una parte del objeto con la meta de incorporarlo; esto ciertamente significa al mismo tiempo una renuncia a la meta narcisista del canibalismo total”.

R.A.: En el caso del canibalismo total, en pleno […] del narcisismo, el incorporar al objeto ¿es una meta sexual o es un hecho que se da inmediatamente, ya que si no hay reconocimiento del objeto éste no está aún diferenciado del yo? No sería una incorporación sino una indiferenciación.

K.A.: Se refiere luego a que “Van Ophuijsen y Stärke descubrieron […] que en la paranoia el ‘perseguidor’ se deja conducir a la representación inconsciente de un escíbalo en el intestino del enfermo que, desde su inconsciente es identificado con el pene del ‘perseguidor’, es decir, del ser del mismo sexo amado originalmente. El perseguidor está entonces representado por una parte del cuerpo que le pertenece a la que el perseguido se figura llevar en sí; quisiera liberarse del cuerpo extraño, pero no está en condiciones de hacerlo”.

R.A.: Creo que estamos en un estadio intermedio entre el narcisismo absoluto, que refirió al canibalismo, y el estadio de objeto parcial (entiendo que es parcial para el que lo describe, no para el que lo vive).

K.A.: “Cuando el paranoico ha perdido en general la relación libidinosa con su o sus objetos, busca en lo posible compensar este proceso, que se le aparece subjetivamente como ‘fin del mundo’. Él tiende […] a una reconstrucción del objeto perdido. De este proceso de reconstrucción podemos ahora decir que el paranoico se incorpora una parte del objeto. Padece con ello un destino semejante al melancólico cuando él ha introyectado por incorporación al objeto total”.

R.A.: Pero el paranoico incorpora una parte del objeto mientras que el melancólico incorpora la totalidad del objeto. Tengamos en cuenta que éstos son procesos patológicos y no estadios de desarrollo libidinal, aunque a través de aquéllos podemos reconstruir estos procesos (aparte de la observación directa de las manifestaciones sexuales del niño).

K.A.: Pero no se libera del conflicto de ambivalencia y trata de deshacerse de él por vía anal. “Para el paranoico el objeto de amor está representado por las heces, a las que no puede expulsar”.

“Con ello llegamos a la comprensión que el melancólico nuevamente incorpora al objeto de amor abandonado en totalidad, mientras que el paranoico se introyecta sólo una parte del objeto […]. La introyección parcial no necesita llevarse a cabo por vía oral, sino que también puede ser representada por vía anal. Hasta que lleguemos a una visión más completa […] podemos expresar la suposición que la libido del paranoico regresiona en lo que respecta a su meta sexual al más temprano de ambos estadios sádico anales; con respecto a la orientación hacia el objeto, se vuelve hacia atrás al estadio de la introyección parcial, con lo cual dejamos abierta la pregunta de si tal camino regresivo se lleva a cabo por vía anal u oral […]. Aún nos falta un mayor conocimiento del yo para definir el por qué la introyección se hace en forma total o parcial, oral o anal”.

“Con referencia a la parte introyectada todavía aparece como necesario un señalamiento. Se refiere a la regular equiparación del pene con el pecho materno. Secundariamente otras partes del cuerpo toman el lugar de estos dos órganos, por ej. los dedos, el pie, el cabello, las heces, las nalgas”.

“Si tomamos en el desarrollo del amor objetal un estadio que hemos descripto como ‘amor parcial’ […] empezamos a comprender una propiedad de las perversiones sexuales […] en particular del fetichismo” a partir del cual Freud habló de “represión parcial”.

R.A.: ¿Antecedente de la escisión del yo, que Freud relacionó con el fetichismo?

K.A.: “El así descripto proceso psicológico, que rebaja una (la más grande) parte del objeto a una pérdida de significación para en parte permitir una fuerte sobrevaloración, se nos aparece como el resultado de una regresión libidinal al estadio por nosotros supuesto del amor parcial”.

R.A.: Entiendo que “parcial” se dice desde la perspectiva del adulto que investiga.

K.A.: Pasando al terreno de las neurosis “se nos presenta un fenómeno regresivo en la sexualidad de la neurosis obsesiva. En este estadio el individuo no es capaz aún de amar a otro en el sentido total de la palabra. Aún se liga la libido del sujeto a una parte del objeto. Pero la tendencia a la incorporación de esta parte es abandonada: en su lugar entra el deseo del sujeto hacia el dominio y la posesión. En tanto también la libido en este estadio permanece alejada de la meta definitiva del desarrollo, se logra por cierto un paso fundamental, que la posesión, por así decirlo, es llevada hacia afuera. La propiedad ya no es lo que el individuo ha incorporado por vía del devorar; ahora consiste más bien en tener al objeto fuera de su cuerpo. Con lo cual la existencia del objeto es reconocida y resguardada y se ha llevado a cabo un acto importante de adaptación al mundo exterior por parte del individuo. Esta modificación es de la mayor significación práctica en sentido social; ante todo posibilita la comunidad de una posesión entre distintas personas, mientras que el devorarlo lo aseguraba exclusivamente a una única persona”.

“El psicoanálisis nos ha llevado al conocimiento que lo inconsciente del ser humano maduro contiene muchas huellas que provienen de estadios más tempranos de su sexualidad”. Abraham cita ejemplos que “por la influencia del psicoanálisis se acercaron [los pacientes] cada vez más a una construcción normal del amor objetal”. Y dos ejemplos previamente citados en que al principio el padre estaba identificado con el genital, para luego aparecer como una totalidad pero con exclusión del pene. “La afirmación erótica del objeto con exclusión del genital aparece como una exteriorización típica de la histeria de la prohibición del incesto […]. El rechazo de la zona genital abarca tanto al propio cuerpo del individuo como al del objeto. Los síntomas particularmente extendidos y prácticamente importantes, la impotencia del hombre y la frigidez de la mujer, se aclaran en gran parte a partir de este estado de cosas […]. El psicoanálisis de los neuróticos nos enseñó que estas inhibiciones de la libido han de remitirse, en ambos sexos, al complejo de castración […] en todo ser humano el propio genital está investido por amor narcisista más intensamente que cualquier otra parte del cuerpo. Correspondientemente, todo lo demás en el objeto ha de ser amado más tempranamente que lo genital.

R.A.: ¿Por qué se supone que el genital está más tiempo cargado narcisísticamente? ¿Es el estadio en el que el autoerotismo se unifica en el genital, lo que determina el pasaje al narcisismo?

K.A.: “En el así llamado por Freud estadio ‘fálico’ de la organización de la libido este último gran paso del desarrollo evidentemente no se hizo. Recién en el estadio más elevado, el que ha de ser descripto como genital este logro se introduce”.

R.A.: Supongo que este logro es la investidura narcisista del genital que no excluye al amor objetal. ¿Y que logre superar al complejo de castración?

K.A.: “Así, el logro del más alto estadio de organización de la libido va mano a mano con la conclusión del acto de desarrollo en el terreno del amor objetal”.

R.A.: Aparece claramente la integración, en el curso del desarrollo, de la meta de la libido con el objeto (el amor objetal). Y pasa a hacer una tabla cotejando el desarrollo de la libido con el amor objetal (invierto el orden en el que lo presentó Abraham, lo hago del menor al mayor desarrollo):

Preambivalente:

I período oral de

succión autoerotismo (sin objeto)

Ambivalente:

II período oral

canibalístico narcisismo (incorporación total del objeto)

III anal sádico

más temprano amor parcial con incorporación

IV anal sádico ulterior amor parcial

V genital temprano

(fálico) amor objetal con exclusión genital

Posambivalente

VI genital amor objetal

Pasa a hablar del desarrollo de las inhibiciones del instinto.

K.A.: “Al estadio más temprano, autoerótico, lo consideramos como aún libre de inhibiciones instintivas, lo que corresponde a la falta de investiduras de objeto propiamente dichas. En el estadio del narcisismo con meta sexual canibalística aparece la angustia como la primera inhibición instintiva comprobable”.

R.A.: La angustia es en sí una descarga, que en todo caso lleva al llanto y no a la inhibición (me refiero al bebé).

K.A.: “La superación del canibalismo está estrechamente vinculada con el surgimiento de los sentimientos de culpa, que aparecen como típicos fenómenos de inhibición en el tercer estadio”.

R.A.: Para Freud, y no recuerdo que haya cambiado, la culpa (junto a la vergüenza y al asco) aparece recién en el período de latencia tras la aparición del Superyó. La inhibición de los impulsos canibalísticos tiene que ver con el amor al objeto y la percepción del daño que produce el morder.

K.A.: “La incorporación de una parte del objeto sigue siendo una meta sexual, hasta que la compasión y el asco desvían a la libido de ese camino de acción. Al amor objetal con exclusión del genital se corresponde como manifestación inhibitoria el sentimiento de vergüenza. En el estadio más elevado del amor de objeto propiamente dicho encontramos finalmente los sentimientos sociales más elevados como reguladores de la vida instintiva”.

R.A.: Parece que Abraham traslada las categorías del período de latencia (que se encuentran en las patologías productos de una regresión) a las distintas etapas del desarrollo sexual infantil en el que las inhibiciones se constituyen como consecuencia de un aprendizaje progresivo del Yo en relación con la realidad; pero con la inclusión del asco, la vergüenza y la culpa introduce en este período la acción del Superyó, el que, para Freud, recién aparece determinando el período de latencia sexual infantil, que es el responsable de la represión de la sexualidad infantil y que tiene por objetivo la represión del Complejo de Edipo, cuya emergencia genera asco, culpa y vergüenza y que sí se manifiestan en la regresión a las diferentes etapas de la sexualidad infantil porque no están aún en su desarrollo. Con esto no le estoy quitando valor a la descripción que hace Abraham de las distintas etapas del desarrollo de la libido y su relación con los objetos, pero las inhibiciones dependen del juicio de realidad en relación a los afectos, en particular al amor por los objetos. Me parece que la inhibición por miedo al castigo o venganza del objeto corresponde más al período de latencia.

K.A.: “En el estadio de ‘amor parcial con incorporación […] el objeto de amor está representado por una parte. La actitud del individuo hacia esa parte (pene, pecho, heces, etc.) es ambivalente, anhelante y rechazante al mismo tiempo. Recién cuando la tendencia a la incorporación es totalmente superada, como según nuestra suposición sucede en el cuarto estadio, aparece una tendencia despectiva hacia esa parte, en su aparición que se observa especialmente ante las heces. Las heces representan en la vida anímica infantil todo lo que no se quiere retener; la persona rechazada con asco está identificada con heces”.

R.A.: Continúo con mi idea que esta descripción es producto de reconstrucciones de análisis de adultos, muchas de cuyas inferencias son el resultado de atribuciones a niños de prelatencia de pensamientos (y sentimientos) adultos expresados regresivamente.

K.A.: “Después, la introducción de heces en la boca como pensamiento es el compendio de todo lo asqueroso”.

R.A.: ¿Qué pasaría si a un niño de prelatencia no se le impidiera agarrar sus heces? Algo de esto dice en lo que sigue.

K.A.: “En ciertos estadios de la enfermedad podemos establecer un profundo proceso de regresión en el que el devorar las heces surge nuevamente como meta sexual. Pues en nuestro inconsciente persiste la original valorización de los excrementos”.

Previamente Abraham ha intentado establecer la relación entre enfermedades psiconeuróticas y los estadios de la evolución de la libido. Va a completarla desde dos puntos de vista. “Debemos suponer que en el melancólico la capacidad para amar al objeto está insuficientemente conformada, de modo que en los casos de enfermedad se impone la tendencia a la incorporación canibalística del objeto, lo que coincide con una regresión de la libido del paciente al segundo estado del esquema anterior. En otra forma de enfermedad, los estados paranoicos, la regresión parece detenerse en el estadio de la incorporación parcial (III)”.

En la cleptomanía habría una incorporación oral de una parte del objeto a diferencia de la paranoia en la que habría una incorporación anal.

Establece luego un paralelismo entre los procesos psicológicos del desarrollo y los orgánicos: “una parte crece hacia un todo, un todo original se reduce a una parte, para finalmente retroceder en significación o continúa viviendo en forma rudimentaria”.

R.A.: No lo veo claro pero me parece que este volver al rudimento se refiere a cuando el todo se reduce a una parte.

K.A.: “Hace mucho hemos transferido la ‘ley fundamental biogenética’ del desarrollo orgánico del ser humano al desarrollo psíquico (psicosexual) del mismo. La experiencia diaria confirma al psicoanalista cómo el individuo repite también en el terreno anímico el curso del desarrollo de la especie […] El modelo biológico de ese proceso de desarrollo […] ocurre en la más temprana época embrionaria, mientras que el proceso psicosexual que nos ocupa se extiende por una serie de años de la vida extrauterina, desde los primeros años de la vida hasta la pubertad”.

Continúa diciendo que hay un paralelismo entre el desarrollo psicosexual y el “proceso orgánico del desarrollo en el previo período embrionario”. Luego da varios ejemplos de comparación entre los estadios de desarrollo psicosexual y formas biológicas más elementales…

R.A.: No podría opinar mucho al respecto.

K.A.: “[…] esta serie de procesos biológicos paralelos puede ofrecer un seguro apoyo a la investigación de una historia del desarrollo del amor objetal”.

R.A.: En resumen: es un hermoso trabajo, muy detallado, fue un placer leerlo y resumirlo, es más para escuchar que para dialogar. Mis críticas se centraron en la inclusión de fenómenos del período de latencia a momentos más tempranos del desarrollo sexual. Pero tal vez sean errores inevitables, puesto que en el psicoanálisis el descubrimiento y análisis de la sexualidad infantil depende en gran parte de la patología del adulto. ¿Cómo no arrastrar a veces fenómenos de un lugar a otro? En psicoanálisis observamos muchas veces, ya sea la adultización de un niño como la infantilización del adulto. Acá se plantea la tarea de discriminar los campos.

1 Traducción de Ricardo Avenburg del Internationaler Psychoanalytische, Verlag, 1924.

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