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Para rescatar al simbolismo del olvido1 [COMENTARIO A ERNEST JONES] INTRODUCCIÓN

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A partir de la lectura de textos escritos por psicoanalistas de la primera generación así como de los primeros psicoanalistas argentinos (Garma, por ejemplo) me llamó la atención la frecuencia del uso de interpretaciones simbólicas así como la desaparición del tema del simbolismo en el psicoanálisis actual, por lo menos en los trabajos con los que yo tengo contacto. Veo que tampoco se lo utiliza en la clínica. La interpretación simbólica fue muy usada por M. Klein (por ej., la referencia a la fantasía de las heces, penes y niños en el interior del cuerpo materno), por lo que recuerdo no tanto por sus discípulos, siendo luego remozada por Meltzer. Como no estoy actualmente en contacto con analistas kleinianos y más con analistas seguidores de Kohut, Winnicott y franceses contemporáneos (además, por supuesto, de posiciones personales), el tema del simbolismo desapareció para mí. ¿De qué modo lo incluyo, si es que lo hago? Prefiero reflexionar sobre este tema tras haberlo tratado de analizar y en particular de definirlo.

Para ello he tomado como base el trabajo de E. Jones, de 1916, “La teoría del simbolismo”,2 que me parece que desarrolla de un modo exhaustivo este tema desde el punto de vista del psicoanálisis. Si bien hago alguna incursión en el campo del simbolismo en el arte y en el de la filosofía (o más bien antropología), mi interés está centrado en el tema del simbolismo en psicoanálisis tal como lo trataron Freud y sus discípulos.

Al principio de su trabajo, comenta Jones:

“... si la palabra simbolismo es tomada en su sentido más amplio, el tema parece comprender casi todo el desarrollo de la civilización [...] El progreso de la mente humana, si se la considera genéticamente, puede verse que consiste [...] por un lado en la extensión o transferencia de interés y comprensión desde ideas más tempranas, más simples y más primitivas, etc. a ideas más difíciles y complejas, que en un sentido son continuaciones de las primeras y que las simbolizan; y por otro lado del constante desenmascarar de simbolismos previos, el reconocimiento de que éstos, aunque pensados previamente como literalmente verdaderos, eran realmente sólo aspectos o representaciones de la verdad, los únicos de los cuales nuestras mentes, por razones ya sea afectivas o intelectuales, eran en ese momento capaces”.

Me parece que en este contexto más general el término simbolismo coincide con los diferentes sistemas de huellas mnémicas que Freud desarrolla en el Capítulo VII de “La interpretación de los sueños”. Una diferencia, al menos en la formulación, es que Jones habla de ideas en lugar de sistema de ideas o huellas mnémicas: una idea tiene sentido en tanto esté incluída en un sistema. Llama la atención la expresión “desenmascarar”: como si las ideas “más simples y primitivas” presupusieran a la vez una máscara. Más allá de estas reflexiones, en este caso la formación de símbolos equivaldría a la formación del aparato psíquico en general y toda idea es símbolo de otra anterior en dicha formación.

“Un símbolo es representativo o sustituto de alguna otra idea de la que en el contexto deriva una significación secundaria no inherente en sí misma. Es importante notar que el flujo de significación es desde la idea primaria a la secundaria, al símbolo, de modo que típicamente una idea más esencial es simbolizada por una menos esencial”.

¿Por qué es más esencial la idea primaria, la simbolizada? Las secundarias, siendo más abstractas, deberían abarcar aspectos más esenciales que las primarias, más primitivas; a menos que Jones considere a las secundarias menos esenciales en tanto se desarrollen a partir de significaciones secundarias. Pero aquí es importante destacar que el símbolo lo es a partir de otra idea y no, por ejemplo, de una parte del cuerpo, por ej. el pene o las heces: la primaria es la idea que se tiene del pene o de las heces (o del padre, etcétera).

“Representa al elemento primario por tener algo en común con él”.

“Un símbolo se caracteriza por ser sensorial y concreto mientras que la idea representada puede ser relativamente abstracta y compleja. De este modo el símbolo tiende a ser más corto y condensado que la idea representada”.

Pero antes dijo, identificando el simbolismo con el progreso de la civilización, que “las ideas más tempranas, más simples y más primitivas” transfieren su “interés y comprensión” a “ideas más difíciles y complejas, que en cierto sentido son continuaciones de las primeras y que las simbolizan”.

“Modos simbólicos de pensamiento son los más primitivos, tanto ontogénica como filogenéticamente y representan una reversión a algún estadío más simple y temprano del desarrollo mental”.

Enfatiza el carácter primario y más elemental del símbolo, supongo que ligado a lo “sensorial” y “concreto”, también acá en contraposición a lo más difícil y complejo de las ideas-símbolos en su definición general.

“En su uso más frecuente un símbolo es una expresión manifiesta para una idea que está más o menos oculta, secreta o mantenida en reserva. En su forma más típica la persona que emplea el símbolo no es siquiera consciente de lo que realmente representa”.

El carácter de lo oculto no está necesariamente incluido en la definición más general.

“Los símbolos se asemejan al chiste en cuanto que se realizan espontáneamente, automáticamente y, en el sentido más amplio del término, inconscientemente”.

En resumen: un símbolo es una relación entre dos ideas, la primaria o simbolizada y la secundaria o el símbolo. Por lo tanto un símbolo no representa directamente una situación, un hecho, un objeto material o una parte del cuerpo, sino que representa una idea que a su vez representa (¿por qué no simboliza?) hechos materiales o experiencias concretas.

Trataré de comparar las características de ambas ideas:

Ideas primarias o simbolizadas Ideas secundarias o símbolos
a) Más tempranas, simples y primitivas a) Más difíciles y complejas.
b) ------------------------ b) Sólo aspectos o representaciones de la verdad.
c) De aquí parte hacia el símbolo un flujo c) Lugar a donde llega dicho flujo de significación
d) Idea más esencial d) Idea menos esencial, derivada a veces de una significación secundaria.
e) Puede ser relativamente abstracta y compleja e) Sensorial y concreta. Modo de pensamiento más primitivo.
f) Idea oculta f) Expresión manifiesta de una idea oculta.
g) --------------------------- g) Se realiza inconscientemente.

Las caracterizaciones son confusas y contradictorias. Creo que insensiblemente pasa de una caracterización muy general del simbolismo como expresión del desarrollo mental a una más específica, influida en parte por el psicoanálisis, con una oscilación entre caminos regresivos y progresivos entre las ideas primarias y secundarias.

Todo esto se refiere a una utilización más general del término símbolo; pero, según Jones, el “verdadero simbolismo” tiene una significación más precisa:

“[...] el verdadero simbolismo, en sentido estricto, deberá distinguirse de otras formas de representación indirecta [...] El símil es la figura más simple del discurso [...] La metáfora se diferencia de un símil en la supresión de uno de los términos de la comparación [...]. Una metáfora [...] presupone un símil, el cual es la figura más primitiva; en la metáfora las palabras ‘como’ o ‘semejante a’ están suprimidas, aunque siempre implicadas”.

El verdadero simbolismo es, en principio, otra forma de representación indirecta; ¿podríamos considerar al “simbolismo” como una especie del género “metáfora” y a ésta como una especie del género “símil”? Dicen Rank y Sachs3, a quienes recurre Jones para definir al verdadero simbolismo:

“Un último medio de expresión de lo reprimido aplicado preferentemente debido a su especial propiedad para el ocultamiento de lo inconsciente y su adaptación (formación de compromiso) a nuevos contenidos de consciencia es el símbolo. Entendemos por símbolo una especie particular de la figuración indirecta que se distingue por ciertas particularidades de las figuraciones que se le asemejan como el símil, la metáfora, la alegoría, la alusión y otras formas de figuración plástica de material de pensamiento (según la especie del jeroglífico)”.

Rank y Sachs asimilan el simbolismo al síntoma neurótico: es expresión de lo reprimido al mismo tiempo que lo oculta; es, por lo tanto, una formación de compromiso.

¿Todo simbolismo tiene la estructura de un síntoma? ¿Por qué Jones lo plantea como verdadero? ¿No es restringirlo demasiado? Hasta ahora me resultaría más natural decir que éste es el simbolismo tal como aparece en el análisis de síntomas neuróticos y sueños. Pero debemos esperar.

Continúan Rank y Sachs: “El símbolo figura en cierta medida una unificación de todos estos medios de expresión...”.

Evidentemente le dan al símbolo un lugar primordial, sería el género de todos los demás medios de representación indirecta, los que serían especies del mismo (a la inversa de lo que antes había yo expresado).

“... es una expresión sustitutiva plástica que suple algo oculto, con lo que tiene en común marcas sensibles comunes o con lo que está ligado por medio de conexiones asociativas comunes”.

Sin duda que lo oculto es lo reprimido, reafirmándose aquí el carácter de síntoma que tiene el símbolo y sería una forma especial de expresión sintomática, diferente del símil y la metáfora y no una unificación de los mismos, como dicen Rank y Sachs (aunque ellos lo relativizan al decir que la unificación se da “en cierta medida”).

“Su esencia reside en la doble o múltiple significación que surge por medio de una especie de condensación, un amontonarse desordenado [...] de elementos individuales característicos”.

Como en toda formación sintomática, actúan los procesos psíquicos primarios, en este caso la condensación.

“Su tendencia desde lo conceptual a lo plástico lo ubica en la cercanía del pensamiento primitivo, y como tal el simbolizar pertenece esencialmente a lo inconsciente, pero como efecto de compromiso de ningún modo carece de los determinantes conscientes, que condicionan en una parte más o menos fuerte la formación del símbolo y su comprensión”.

Yo agregaría que pertenece esencialmente al inconsciente reprimido y acá, sin ninguna duda el símbolo está presentado como una formación sintomática; esta formación sintomática tendría una cierta prioridad ontológica (“en cierta medida”) sobre las demás formas de representación indirecta. Sigue diciendo Jones:

“Luego ellos especifican las características de los verdaderos símbolos en la forma siguiente: ‘El sustituir a lo inconsciente la significación constante, su no dependencia de las condiciones individuales, su fundamento en la historia evolutiva, las relaciones con el lenguaje, los paralelos filogenéticos (en el mito, el culto, la religión, etc.)’”.

Con respecto a 1), la representación de material inconsciente, dice Jones:

“Esta es, tal vez la característica que más netamente diferencia el simbolismo verdadero de los otros procesos a los que se les aplica a menudo el nombre...”.

Todos los sistemas mnémicos que trascienden al sistema Inc. lo representan, por lo que esta característica incluiría a todo el sistema Prec. pero no cabe duda que ellos se refieren al Inc. reprimido (recién en 1923, en el esquema de “El yo y el ello” Freud hace una separación entre lo reprimido y el ello, que sería un inconsciente no reprimido. Este trabajo es de 1916), y Jones especifica que “La verdadera comparación entre la idea simbolizada y el símbolo nunca estuvo presente en la conciencia, o sólo estuvo por un tiempo y luego olvidada”: o sea reprimida.

2) El significado constante. Dice que esto le daría al símbolo un carácter diferencial con respecto a las otras formaciones sintomáticas cuyo significado ha de buscarse en las circunstancias personales del sujeto.

3) “Independencia de factores individuales condicionantes [...]. El individuo no tiene una gama ilimitada de extensión en la creación de un símbolo dado [...] los factores determinantes más importantes son aquéllos comunes a numerosas clases de hombres o, más a menudo, a la humanidad como un todo. [...] Algunos autores –por ej. Jung– mantienen que el simbolismo antropológico es heredado como tal, y explican de este modo su naturaleza estereotipada [...] yo adhiero a un punto de vista contrario, que el simbolismo ha de ser recreado nuevamente a partir del material individual y que la estereotipia se debe a la uniformidad de la mente humana en lo que se refiere a las tendencias particulares que proveen la fuente del simbolismo “es decir a la uniformidad de los intereses fundamentales y perennes de la humanidad”. Esta uniformidad ¿no está determinada por la herencia?

Además el simbolismo tiene su fundamento en la historia evolutiva de la humanidad, tiene conexiones lingüísticas (“aunque la palabra que denota el símbolo puede no tener connotación alguna con la idea simbolizada, sin embargo su historia siempre muestra alguna conexión con la idea simbolizada”) y paralelos filogenéticos (“los mismos símbolos [...] se encuentran no sólo en diferentes campos del pensamiento, sueños, humor, locura, poesía, etc. en una clase determinada y en un cierto nivel de civilización sino entre razas diferentes y en épocas diferentes de la historia del mundo...”).

Resumiendo lo planteado hasta ahora: el símbolo verdadero sería una formación sintomática de la humanidad, de significado constante y supraindividual, que se constituyó muy tempranamente en la historia de la humanidad. Entiendo que, en tanto formación sintomática, presupone la existencia de tabúes (represión) y tiene que haberse constituido a partir de la formación del totemismo, y, por supuesto, habiéndose ya organizado el lenguaje humano.

“El número de símbolos que se hallan en la práctica es extraordinariamente alto y puede ser contado por miles. En asombroso contraste con esto se encuentra el curioso hecho que el número de ideas así simbolizado es por cierto muy limitado, de modo que a menudo nos encontramos con la queja por la monotonía de la interpretación [...]. Todos los símbolos representan ideas del sí mismo y de los parientes de sangre inmediatos, o de los fenómenos del nacimiento, del amor y la muerte [...] El sí mismo comprende todo el cuerpo o cualquier parte separada de él o la mente [...] El campo del simbolismo sexual es asombrosamente rico y variado y la gran mayoría de todos los símbolos pertenecen a esta categoría. Probablemente hay más símbolos del órgano masculino mismo que todos los otros símbolos juntos [...] Los comentarios de Rank y Sachs en esta conexión son de interés: ‘El prevalecer de las significaciones sexuales no sólo se aclara por el hecho individual que ningún instinto en la masa de lo sofocado por la cultura es sometido y separado de la satisfacción directa como el instinto sexual compuesto de los más diversos componentes ‘perversos’, cuyo círculo de representaciones psíquicas, lo erótico, es capaz y está necesitado de la representación indirecta en un área extendida. Una significación mucho mayor para la génesis del simbolismo tiene el hecho filogenético, que se le otorgó a los órganos y funciones sexuales en las culturas primitivas una, para nosotros, monstruosa importancia’”.

En el capítulo sobre la génesis del simbolismo reitera Jones “que en el simbolismo se establece inconscientemente una comparación, entre dos ideas, de un tipo que es extraño a la mente consciente y que una de ellas, la que por conveniencia puede ser llamada idea secundaria, puede inadvertidamente sustituir y representar a la idea primera o primaria”. Y pasa a hacerse una pregunta: “¿Por qué se identifican dos ideas que la mente consciente no encuentra similares?” y comienza respondiendo que “la que instituye la comparación entre las dos ideas es la mente primitiva y no la adulta consciente... aún los pocos símbolos nuevos creados por el adulto, por ejemplo el Zeppelin, son creados por la mente primitiva infantil que persiste en el inconsciente a lo largo de la vida”. Y aquí agrega un nuevo rasgo distintivo del simbolismo: “Así como el símil es la base de toda metáfora, una identificación original es la base de todo simbolismo...”. Es decir que lo que define al símbolo es una identificación entre la idea representada y el símbolo, o sea que hay una identidad entre ambas y no una similitud, como en el símil y la metáfora. Y cita a Freud en “La interpretación de los sueños”:

“Lo que hoy está ligado simbólicamente estaba probablemente unificado en los tiempos primitivos por una identidad conceptual y lingüística. La relación simbólica parece ser un resto y una marca de una anterior identidad”.

No es exactamente lo mismo que dice Jones: Freud diferencia un hoy de una ligazón simbólica y un antes de una identidad; la ligazón simbólica sería un resto y marca de una antigua identidad pero no necesariamente hoy, el símbolo, supone tal identidad. Parecería que el concepto de símbolo en Freud es más abarcativo que el de la formación sintomática; hoy la identidad del símbolo con lo simbolizado se da en el simbolismo onírico y neurótico y es consecuencia de una regresión a los procesos primarios.

Pasa Jones a estudiar los motivos de esta identificación en la mente primitiva y propone tres: 1) la incapacidad mental en la apercepción (a la que no le otorga mucho peso), 2) el principio del placer: identificar entre sí todo lo placentero y entre sí todo lo displacentero, además de que es más fácil percibir los puntos de semejanza entre toda nueva experiencia y la anterior, identificándolas y 3) el principio de realidad:

“Si de algún modo podemos relacionar la nueva experiencia con lo que ya nos es familiar, entonces lo podemos ubicar y comprender; se vuelve inteligible [...] Es verdad que éste es un proceso que conlleva serias posibilidades de defectos [...] Así aparece lo simbólico como el precipitado inconsciente de un modo primitivo de adecuación a la realidad que devino superflua e inútil [...] Lo que en ulteriores generaciones aún sólo como símbolo conocen y conciben tuvo, en estadíos más tempranos de la vida espiritual, total sentido y valor”.

Con la introducción del tema de la identificación entre la representación simbolizada y el símbolo, surge la concepción acerca de una forma primitiva del pensamiento que, desde mi punto de vista, no requeriría del proceso de represión e independizaría al simbolismo de surgir como formación sintomática (transacción entre la represión y lo reprimido); esto no excluye el hecho que, a consecuencia de la represión, la libido regrese a formas primarias de expresión que, en los sueños, síntomas, etc., pudieran expresarse como formaciones sintomáticas.

Citando una teoría de Sperber, “que los impulsos sexuales han jugado el rol más importante tanto en el origen como en el ulterior desarrollo del lenguaje...” dice Jones:

“A la luz de trabajos como el de Sperber comenzamos a comprender por qué hay un número tan asombroso de símbolos para objetos y funciones sexuales y, por ejemplo, por qué armas e instrumentos son siempre símbolos masculinos mientras que el material sobre el que se trabaja es siempre femenino... Freud adecuadamente compara el simbolismo con un antiguo lenguaje que casi ha desaparecido, pero del cual quedan aún vestigios en diferentes lugares”.

Para Sperber

“los impulsos sexuales han jugado el rol más importante tanto en el origen como en el ulterior desarrollo del lenguaje [...] los primeros sonidos del lenguaje eran aquéllos que servían al propósito de llamar a la pareja [...] mientras que el desarrollo ulterior de las raíces del lenguaje acompañaron a la ejecución del trabajo [...] Palabras usadas durante estas tareas comunes [se refiere al trabajo realizado en común] tuvieron de este modo dos significados, denotando respectivamente el acto sexual y el trabajo equivalente realizado. Con el tiempo se desligó el primer significado y la palabra, hoy aplicada sólo al trabajo, devino así ‘desexualizada’”.

Según esta concepción, el lenguaje se habría constituido por apuntalamiento o aposición entre los instintos sexuales y los de autoconservación, con una prioridad temporal de los sexuales; recién luego se habría producido la “desexualización”, la separación de ambos instintos y, en el simbolismo, las expresiones vinculadas a la sexualidad tenderían a estar representadas o simbolizadas por las de autoconservación.

Pero ¿se podría hablar de símbolo en el primer momento, en el de la indiferenciación de ambas actividades? ¿O tendría que haber primero una separación de ambas para hablar de que una simboliza a la otra? Y si fuese así ¿por qué las de autoconservación simbolizarían a las sexuales y no a la inversa? ¿Se daría ya aquí un proceso de represión sexual? De ser así, la identificación característica del simbolismo sería una regresión a la identificación, desdiferenciación, de ambas representaciones previamente discriminadas.

En este caso, este proceso ¿correspondería al “verdadero simbolismo” o sería sólo una forma de expresión simbólica, aquélla más vinculada a la formación de síntomas?

Previamente Jones se preguntó “por qué se identifican dos ideas que la mente consciente no encuentra similares” y su respuesta fue que “es la mente primitiva que establece la comparación entre las dos ideas y no la mente adulta, consciente”. Ahora se formula otra pregunta: “por qué de dos ideas inconscientemente asociadas una simboliza siempre a la otra y nunca a la inversa. Para ilustrar con un ejemplo lo que se quiere decir: una torre de iglesia en un sueño [...] a menudo –aunque no siempre– simboliza al falo, pero un falo en un sueño nunca es un símbolo de una torre de iglesia”. Y se responde:

“Toda la experiencia psicoanalítica muestra que las ideas primarias de la vida, las únicas que pueden ser simbolizadas –aquéllas que conciernen a la mismidad corporal, a la relación con la familia, nacimiento, amor y muerte– retienen en el inconsciente, a través de la vida, su importancia original y que de ellas derivan una parte considerable de los intereses más secundarios de la mente consciente. En tanto la energía fluye de ellas y nunca hacia ellas, y en tanto constituyen la parte más reprimida de la mente, es comprensible que el simbolismo tenga lugar sólo en una dirección. Sólo lo que está reprimido está simbolizado. Esta conclusión es la piedra de toque de la teoría psicoanalítica del simbolismo”.

Si tomamos la constitución del aparato psíquico siguiendo el modelo del Capítulo VII de “La interpretación de los sueños”, el movimiento de la excitación, en su camino progresivo, se dirige desde las huellas mnémicas más primitivas o primarias a las más complejas y desarrolladas. Pero también puede darse y se da el camino regresivo y uno de los motivos por los cuales toma este camino es la represión. Si el símbolo se constituye mediante la represión, el camino regresivo sería el que termina fijándolo y la identificación entre ambas series de ideas, que según Jones caracteriza al simbolismo, deberá ser secundaria a una regresión a la identificación entre sistemas de huellas mnémicas previamente diferenciadas.

Discute luego Jones el concepto de Silberer de simbolismo funcional:

“Las ideas o actitudes mentales inconscientemente representadas en verdaderos símbolos producen, por supuesto como resultado de la represión, gran cantidad de otras manifestaciones además del simbolismo [...] éste es, de hecho, el principal camino por el cual significados secundarios, metafóricos, quedan ligados a símbolos. Pero cuanto más esto tiene lugar, más se aleja este proceso del simbolismo [...] lo que Silberer [...] designa como el pasaje del simbolismo material al funcional yo preferiría describirlo como el reemplazo del simbolismo por la metáfora”. Antes dijo: “Dichas manifestaciones pueden ser de índole positiva, como el resultado de la sublimación y otras modificaciones, o negativa, como formaciones reactivas”.

Y continúa luego:

“de modo que finalmente vemos una idea concreta, originalmente usada para simbolizar una idea concreta reprimida, usada ahora para expresar un pensamiento abstracto [...]. De aquí el punto de vista común pero equivocado que es característico del simbolismo en general el representar lo abstracto en términos de lo concreto”.

Siguiendo nuestro análisis: si el simbolismo es una formación sintomática consecuencia de una represión y toda represión impone una regresión y si hay una identificación entre la idea secundaria y la primaria, presuponemos una previa diferenciación entre ambas; para que luego se produzca una identificación la idea secundaria ha de ser arrastrada por regresión a la primaria por lo cual lo abstracto (la idea secundaria), por regresión, estará representado en términos de lo concreto (la idea primaria). Sin embargo lo que permanece en la conciencia es la idea secundaria, pero con el valor o significación correspondiente a la primaria: aparece en el sueño la torre de la iglesia pero con el valor del falo, es decir, el afecto se traslada de la idea secundaria a la primaria.

Hasta ahora Jones consideró dos aspectos del simbolismo: 1) su relación con el complejo inconsciente y 2) su relación con los otros derivados de éste, el simbolismo funcional de Silberer (metáforas). Pasa ahora a considerar 3) su relación con la realidad exterior. Dice:

“Ningún conocimiento es reconocido como mitológico por la persona que cree en él, al menos no en el momento en que lo cree. Esto también vale para el simbolismo. Es sólo cuando descreemos en su realidad objetiva y literal que los reconocemos como símbolos [...]. El punto aquí en discusión es si el símbolo puede tener alguna relación, y si la tiene, cuál, con la idea (la ‘forma más elevada de verdad’) que luego, ya sea en el mismo individuo o en otro, reemplazará al símbolo y a su estadío mitológico del conocimiento. ¿Puede la forma ulterior, más objetiva de conocimiento, estar ya implícita en la presentación simbólica anterior de la tentativa de tratar el problema? Jung sin duda contestaría por la afirmativa [...]. Yo no pienso que la idea futura esté implícita en el símbolo; por el contrario, la existencia del símbolo –para ser más preciso, el uso simbólico del símbolo– es a menudo lo que justamente impide que la idea sea formulada”.

Evidentemente hay una barrera entre el símbolo y las ideas abstractas que eventualmente derivan de él y diferencia Jones las generalizaciones científicas de los símbolos:

“Ellas [las generalizaciones científicas] como los símbolos, surgen como resultado del conflicto entre impulsos inconscientes y las fuerzas inhibitorias de la represión, pero difieren de los símbolos en que, mientras que con los últimos la significación total del complejo original se mantiene inalterada y simplemente transferida a una idea secundaria (la del símbolo), con las primeras sólo la energía psíquica, no la significación, es derivada de los complejos inconscientes y transferida a otro grupo de ideas que tienen su propia significación independiente. Es verdad que aquí también la regresión puede llevar al verdadero simbolismo, en el que las ideas que resultan de la sublimación pueden temporariamente perder su propio significado intrínseco y volver a sumergirse para devenir simples símbolos de los complejos de los cuales su energía fue ampliamente derivada. Pero en este caso son símbolos en sentido estricto y no simbolizan las sublimaciones, a pesar de su asociación indirecta con éstas”.

Aquí se hace evidente que para Jones toda expresión psíquica es producto de un conflicto, aún las formas más tempranas: lo inconsciente no se diferencia de lo inconsciente reprimido (como dije antes Freud tampoco los había diferenciado en esa época y aún es dudoso que lo hubiera hecho después: el yo reprimido estará diferenciado del ello, pero es un tema que no recuerdo que lo hubiera desarrollado). La sublimación toma la energía del símbolo pero no su significado; acá habría que agregar, siguiendo a Freud, que se refiere al significado sexual. La energía se desexualiza en la sublimación pero en la regresión se resexualiza y se hace nuevamente símbolo. Es interesante señalar que aquí a la idea primaria la llama complejo inconsciente y que por lo tanto no es una idea sino un complejo de ideas y afectos y supongo que también lo será la designada como idea secundaria.

“Finalmente debemos considerar brevemente un cuarto aspecto, aquél al cual Silberer dio el nombre de ‘anagógico’ [...]. Por significación anagógica del simbolismo se entiende la doctrina mística, hermética o religiosa que se supone contenida en el símbolo. Se toma al símbolo como la expresión de un tender a un ideal ético elevado, que no se alcanza y que se detiene en el símbolo; sin embargo, al ideal último se lo supone implícito en el símbolo y simbolizado por éste. Por este camino la escuela post-psicoanalítica [se refiere a Silberer, Jung y Adler] se pierde en una niebla de misticismo, ocultismo y teosofía...”.

Termina el trabajo diciendo:

“Intentaré ahora un resumen final de estas conclusiones. La función esencial de todas las formas de simbolismo, usando el término en el sentido más amplio y popular, es el de superar la inhibición que impide la libre expresión de una determinada idea-sentimiento y la fuerza derivada de esto, en su presionar, es la causa efectiva del simbolismo. Constituye siempre una regresión a un modo más simple de aprehensión. Si la regresión avanza sólo una cierta distancia, permaneciendo consciente o, como máximo, preconsciente, el resultado es metafórico, o lo que Silberer llama simbolismo ‘funcional’. Si, debido a la fuerza del complejo inconsciente, avanza más allá en su camino regresivo, al nivel de lo inconsciente, el resultado es simbolismo en sentido estricto. La circunstancia de que la misma imagen puede ser empleada para ambas funciones [metafórica y simbólica] no debe cegarnos a las importantes diferencias que hay entre ellas. De éstas, la principal es que con la metáfora el sentimiento a ser expresado está sobresublimado, mientras que con el simbolismo está infrasublimado; una se relaciona con un esfuerzo que intentó, algo más allá de su fuerza, la otra a un esfuerzo al que se le impide lograr lo que debiera”.

Así como antes Jones se refirió predominantemente al camino progresivo en la formación del símbolo (y de la metáfora), aquí describe el camino regresivo en la formación del símbolo “al que se le impide lograr lo que debiera”. Como dije antes, parecería que Jones considerara toda producción psíquica como formaciones sintomáticas; como en Freud, aquí la sublimación tiene un lugar especial, el de la utilización de la energía aplicada originalmente al símbolo verdadero pero con un cambio de significado, que supongo que se refiere al sexual. Pero ¿qué pasa con el levantamiento de la represión, cuando el nuevo (o viejo y reprimido) significado integra dentro de sí los significados anteriores (o derivados de él)? El hacer preconsciente lo inconsciente no implica desexualizar sino, precisamente hacer consciente y disponibles para el yo los contenidos sexuales previamente reprimidos.

Sintetizando: el “verdadero simbolismo” es una formación sintomática, el resto de un sueño de la humanidad, producto de la represión de complejos de ideas que representan partes del propio cuerpo, familiares cercanos (o lo que en aquella época se hubiese caracterizado como lo que hoy designamos como padre, madre y hermanos) y procesos vitales como el nacimiento, el amor y la muerte (¿hay en el inconsciente una representación de la muerte?); estos complejos habrían retornado a la conciencia, como productos encubridores que serían los símbolos. Los símbolos no son símiles ni metáforas, no son comparaciones sino que estarían identificados con los complejos originales: no sólo habrían recibido la energía de dichos complejos sino también su significado, en particular su significado sexual, ya que esos complejos habrían sido reprimidos precisamente por su contenido sexual.

Mi impresión es que en Jones hay una identificación total entre inconsciente e inconsciente reprimido. ¿No existe un desplazamiento de investiduras en el que el mundo se va llenando de significados sin que estas nuevas investiduras sean producto de la represión y tengan necesariamente que encubrir a las anteriores, y que las contengan en sí, como Freud describe la organización de nuevos sistemas de huellas mnémicas en el Capítulo VII de “La interpretación de los sueños”?: es un traslado, una transferencia de energía y de contenidos que se organizan en nuevos sistemas diferenciados sin presuponer una identificación entre estos niveles. Esta identificación que describe Jones ha de ser producto de una regresión a la identificación a partir de la represión; y si se produjo la represión es debido no necesariamente al carácter sexual en general de los complejos originales sino precisamente al carácter incestuoso de los mismos. Este simbolismo que describe Jones es un simbolismo remanente de la represión del Complejo de Edipo y se tiene que haber constituido como recuerdos encubridores de la constitución del totemismo en la humanidad. Este es el simbolismo específicamente trabajado en el psicoanálisis de las neurosis. Dependerá de cómo se lo defina si éste es el “verdadero simbolismo” o una forma especial de símbolo (o tal vez un fracaso en la formación del símbolo).

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