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Paso 7
Corales y anémonas

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Los corales son organismos que necesitan vivir en medios especialmente ricos en oxígeno y plancton. No obstante, muchas veces se los encuentra en zonas marítimas donde la cantidad de dichos nutrientes es nula. Esto es posible gracias a la colaboración con las algas. Corales y algas crean una alianza mediante la cual estas ofrecen oxígeno a aquellos, mientras que los primeros aportan a las segundas sustancias que les son imprescindibles, como dióxido de nitrógeno.

En la naturaleza existen muchos otros casos de cooperación. El cangrejo se protege con los tentáculos de la anémona y a cambio le procura movilidad; algunos crustáceos se alimentan de los parásitos presentes en las escamas de los peces, llevando a cabo una labor de limpieza y procurándose alimento al mismo tiempo; los colibríes y las abejas se nutren del néctar de las flores y así ayudan a su polinización.

Algo tan común en los animales y las plantas, esa íntima cooperación llamada simbiosis, es algo que a los humanos aún nos queda por aprender. La naturaleza nos enseña que quien da desinteresadamente lo que tiene, recibe desinteresadamente lo que necesita. Pero nosotros nos resistimos a llevar a la práctica algo tan evidente.

¿Por qué desinteresadamente? El pez no necesita los organismos presentes en sus escamas, ni las algas el nitrógeno ni las flores el néctar. Cuando ceden esas cosas no pierden nada y ganan mucho a cambio.

El motivo por el cual nosotros nos resistimos a hacer lo mismo está en que con frecuencia sufrimos dependencia psicológica de lo que tenemos, incluida de aquello que nos sobra. El millonario se aferra a su dinero; quien tiene tiempo libre, a su ocio; el que posee inteligencia, a sus ideas. El pobre quiere ser rico y el rico quiere ser rey, mientras que el rey piensa si no hubiera sido mejor haber nacido pobre.

Solemos pensar que dando lo que se tiene, uno se vuelve más escaso. Y que aquello de lo que se desprende no vuelve.

¿Y si no fuera así?

Quizá la clave de la auténtica abundancia se encuentre en la auténtica generosidad.

Parece existir una misteriosa ley universal por la cual todo se compensa, todo se complementa, todo se equilibra.

Por si acaso esto fuera cierto, te animo a hacer una prueba: da hoy algo que poseas en abundancia. No hace falta que sea dinero. Puede ser tiempo, atención, apoyo, humor, fuerza o escucha … y si tienes dinero en cantidad, da dinero. Pero hazlo sin pedir nada a cambio. Luego espera y observa que pasa.

Tal vez no suceda nada. O tal vez, sin que lo esperes, sí. Acaso lo que has cedido te vuelva transformado: quizá has dado escucha y en tu vida aparezca tiempo, el tiempo que necesitabas. Acaso has regalado una sonrisa y recibas —quién sabe si de la misma persona a la que se la brindaste o por parte de otra en una circunstancia totalmente ajena— un consejo clave sobre algo importante para ti. Puede que hayas dado dinero y, de repente, pasado un tiempo o al instante, te encuentres con alguien que te ayuda decisivamente en una tarea difícil.

Lo que no se da se pierde.

O quizá no suceda nada. En ese caso, no te sientas defraudado. No quedas en desventaja. También has recibido algo: la alegría que existe implícitamente en el hecho de dar. Tal vez la misma alegría que (quién sabe si no por casualidad) desprenden los colores del coral y de la anémona que siempre están dando sin esperar recibir ninguna cosa a cambio.

50 pasos hacia la Luz

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