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Paso 2
Socorro en el naufragio

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Imagina que eres uno de los pasajeros del Titanic y llega el momento del hundimiento. Te encuentras en el agua rodeado de náufragos que piden socorro desesperadamente. Si quieres ayudarles, ¿qué es lo primero que tienes que hacer?

Solo será posible si encuentras una balsa, un salvavidas, un tronco o algo similar, te pones tú primero a salvo y luego les ayudas a salir del agua. Por el contrario, si intentas auparlos desde abajo para que se suban a un objeto flotante, no conseguirás tu objetivo y además te hundirás.

Sucede lo mismo en la vida. ¿Quieres contribuir al bien de los demás? Súbete a un bote. Cuanto más grande y más sólido sea —tanto mejor si es un barco lleno de camarotes donde quepan muchas personas cómodamente— mayor será tu capacidad de ayuda.

Existe la extraña creencia de que para ayudar a otros es necesario vivir su misma desgracia, padecer su misma pobreza o sufrir por ellos. También existe la extravagante idea de que para amar a alguien es preciso sufrir por él. Pero el dolor solo engendra dolor.

Y el amor solo engendra amor.

La compasión no consiste en padecer por el otro, sino en dejar que tu paz invada su dolor.

¿Quieres dar paz al mundo? Encuentra paz hoy en ti. ¿Quieres dar riqueza al mundo? Encuentra riqueza hoy en ti. ¿Quieres dar inteligencia al mundo? Encuentra inteligencia hoy en ti. ¿Quieres dar amor al mundo? Encuentra amor hoy en ti. Entonces, ni siquiera tendrás que dirigirte a los demás para ofrecerles paz, riqueza, inteligencia o amor: ellos vendrán, al igual que si te encuentras sólidamente asentado en una balsa en mitad de un naufragio, los náufragos nadarán en tu dirección porque verán que allí está el socorro que necesitan.

50 pasos hacia la Luz

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