Читать книгу El despertar de Volvoreta - Rosa Castilla Díaz-Maroto - Страница 8

CAPÍTULO 4

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El martes aprovecho para ir a comer con mi madre. Después de hacerlo y de contarle la gran noticia, lo celebramos con una botella de champán y eso que ella no bebe nunca. Pero la ocasión lo merecía. Me dirijo a la Gran Vía para hacer algunas compras. Necesito: bolsos, zapatos y algo de ropa acorde con el trabajo que voy a desempeñar. De camino a casa pido cita para el miércoles en la peluquería a la que suelo ir, necesito sanear las puntas y arreglarme las manos, las tengo hechas un desastre. Quiero dar buena impresión desde el primer día. Andrea tendrá que dar el visto bueno a mis compras, entiende más de estilismo que yo.

El miércoles, antes de ir a la peluquería, salgo a correr por El Retiro. Es mi lugar favorito para correr y también para pasear, leer un libro o tomar un rayito de sol en primavera. Ha habido tardes en las que Carlos y yo nos tumbábamos en la hierba o nos sentábamos en una terraza a tomar un helado o un refresco. Hablábamos de nuestras cosas, me hacía reír continuamente con sus chistes malos o sus ocurrencias, él siempre tiene una sonrisa en los labios. ¿Cuándo dejé de sonreír yo? —me pregunto—. ¿Cuándo me invadió la ansiedad, el estrés y el agotamiento mental? Respuesta: cuando comenzó mi lucha por sacar adelante la carrera y estropear o… intentar no estropear aún más mi relación con Carlos.

El jueves transcurre tranquilo. Andrea se encarga de preparar la cena del viernes y de avisar a Carlos de la hora concreta. Me tomo el día totalmente sabático: leyendo, escuchando música o haciendo yoga para relajarme.

A las seis de la tarde del viernes me mandan a un chófer de Carson Project Spain con el vehículo que me han asignado. Bajo a la calle. Un chico de más o menos mi edad y uniformado me espera. Se sorprende al verme.

—¿Señorita Álvarez? —me mira con cierto agrado.

—Sí. Soy yo.

Me repasa de arriba abajo con sus ojos. Llevo puesto unos vaqueros ajustados, una camiseta de manga larga de color rosa y una chaqueta vaquera.

Sus ojos me sonríen descaradamente.

—Me envían de Carson Project Spain. Le traigo el coche; aquí tiene las llaves.

Le sonrío mientras cojo las llaves de entre sus dedos. No cabe duda de que me ha dado un buen repaso con sus bonitos ojos castaños.

—¿Dónde está el coche? —pregunto.

—Acompáñeme.

Le sigo unos metros por la acera.

—Este es su coche. Puede subir y echar un vistazo.

Está aparcado en la misma acera del portal, a unos diez metros ¡qué suerte ha tenido! No es nada fácil encontrar aparcamiento a estas horas en la zona. Tendré que alquilar una plaza de garaje.

Es un Golf de color negro.

Me daría una vuelta en mi negro coche, pero me costaría un triunfo encontrar sitio después. Pero me subo en él y le echo un vistazo por dentro.

—¿Está todo bien, señorita? —me pregunta el chófer.

—Sí —le contesto desde el interior del vehículo.

—Como ve, los mandos no tienen ningún misterio —me comenta con un cierto tono… cálido y sospechoso. Los papeles del vehículo están en la guantera.

—Ya veo.

Salgo del coche después de comprobar el interior y lo cierro. Me paro frente al chófer.

—Está todo bien. Gracias —le digo con una sonrisa.

—Ha sido un placer. ¿Si necesita algo más?

—Por favor, no me trates de “usted” que tengo tu edad.

—Son las normas señorita.

—Vale —le sonrío mientras asiento moviendo levemente la cabeza. La verdad es que el chico es atractivo, de eso no me cabe duda, y cumple con su cometido.

—Adiós.

Y sin más, me dirijo al portal mientras observo que otro chico algo más mayor con el mismo uniforme nos observa desde la acera de enfrente. Seguramente regresarán a la empresa juntos en otro vehículo.

El despertar de Volvoreta

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