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CAPÍTULO 3

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EL ÚLTIMO SAPO AL QUE BESÉ

Érase una vez un verano de linda luz y amable calor en una ciudad abrazada por el mar y elevada por el aire de las montañas, donde era fácil, muy fácil, soñar entre bosques mágicos y acordes de melodía que invitaba a la apertura del corazón. Érase una vez un sapo muy bello en su exterior, un falso príncipe en su oropel. Sus ojos habían aprendido diligente y astutamente a reflejar en su brillo la luz de otros ojos auténticos. Su abrazo era cálido en su mortalidad pero hábilmente disfrazado de ternura y de sinceridad...

La verdad es que este sapo era un príncipe en potencia. Porque, si bien era cierto que tenía tesoros guardados en el fondo de su corazón —estaban allí bien guardaditos, sin moverse ni decir «esta boca es mía»—, no dejaba de ser una pena que los tuviese tan escondidos y tan guardados.

Y es que los había guardado tan bien ¡que ni él mismo recordaba que existieran, ni mucho menos cómo llegar hasta ellos!

Ahora bien, su realidad, su momento presente era el de alguien herido, con un corazón repleto de amargura y deseos de venganza, importándole un pimiento el expandir el veneno que cierta damisela le había inoculado en su corazón. Este, digamos, aspirante a futuro príncipe, trataba de recuperarse de su historia de amor maltrecha, ya que la damisela con la que había compartido amor y fortuna le había plantado por otro después de columpiarse entre Pinto y Valdemoro, o sea, entre dos relaciones. Dicha damisela debió pensar que él no se merecía ni un mísero «ahí te pudras» a modo de explicación, y por todo adiós se limitó a enviarle una nota por correo electrónico. Así las cosas, nuestro aspirante a príncipe cogió las maletas y se fue ¡a otra cosa mariposa!, dedicándose a hacer el ídem, es decir, a mariposear con todas y cada una de las mujeres que se cruzaron en su camino. Y, mira tú por donde, se fue a cruzar con un hada amiga mía. Sí, mi querida protagonista, se fue a cruzar con un hada que había olvidado su varita mágica en casa, por lo que se empeñó en leer del revés los mensajes del destino. Mi amiga era tan sincera y tan inocente como lo es un niño, tanto que le costaba ver la maldad o el interés —ese de «por interés te quiero Andrés»—, pensando que todo el mundo es auténtico y sincero. Bueno, al menos lo pensaba hasta que se encontró con este sapito, y desde entonces te juro que no sale de casa sin su varita mágica y su escáner mágico para detectar si la luz que ve en el otro es reflejo de la suya propia o es auténticamente del otro... Mas esto es otra historia que te contaré luego. Ahora prosigamos con lo que te estaba relatando. Cuando mi amiga hada lo conoció, hacía unas cinco semanas que la damisela, la que se columpió entre Pinto y Valdemoro, le había dado largas eternas mediante el correo electrónico-cibernético. Él, cuando se percató de que mi amiga era un hada, pensó que era su gran oportunidad, una solución a su medida, esto es, alguien que pudiese darle bálsamo a su dolorido corazón. Como puedes ver, al principio tenía buenas intenciones, aunque fuesen egoístas por referirse tan sólo a él —ella no estaba, obviamente, incluida en el reparto de dulzuras y magias—. Cuando observó que ella era la única hada en su entorno, además de la más bella y la que más luz tenía, se dedicó a cortejarla con ahínco hasta hacerle creer que la consideraba especial entre las especiales. Mi amiga estaba tan fascinada —por creer que, por fin, había hallado a su príncipe—, que desoyó los avisos de su corazón, acalló su sabiduría interior, le pegó una patada al teléfono cósmico, desconectó y, asimismo, cerró los ojos e hizo oídos sordos a lo que otra amiga —también hada— le revelaba sobre el supuesto aspirante a rey de su corazón. Ella, mi amiga hada, había resuelto que él era su «última oportunidad», que es como decir que no pasará por tu parada ningún tranvía más y te vas a quedar en la luna de Valencia, es decir, sola. Y ella no quería quedarse sola, porque había decidido que ya estaba hasta las mismísimas narices de ello. Así las cosas, se construyó una fantasía y se la metió en la cabeza, no importándole cuán escandalosos eran los avisos de peligro que el Cielo entero le estaba enviando. Prefería enamorase de su historia, encajar su lindo pie en un tímido, estrecho y apestoso zapato envuelto en celofán de aparente genuinidad y esmeralda fina, que abrir los ojos y las alas y contemplar la realidad que tenía ante ella: un sapito que quería jugar con el corazón de un hada, porque a él le traía al fresco cómo se pudiese sentir ella. Al fin y al cabo, a él le habían roto y pisoteado el alma. Así pues, si el veneno que le había sido inoculado por su ex damisela pasaba al corazón del hada, ¿qué culpa tenía él? ¡Ninguna! Él tan sólo quería divertirse y mariposear con la que se pusiese a tiro. ¡Y mi amiga se colocó en el centro de la diana! El cañonazo le dio en plena línea de flotación rasgándole las alas. Ella se dejó abrazar por su aparente luz porque creyó que lo que veían sus ojos era la luz de un ángel, y así era, pues lo que vio no era sino el reflejo de sus propios ojos de hada. Él era muy hábil en la tarea de poner reflectores, como lo era, asimismo, en menesteres tales como observar cómo le gustaba a mi amiga hada que la tratasen, y lo que le gustaba que le dijesen. Ella no consideró si él era su mejor opción, o al menos una apropiada. Y, con la mínima información sobre él, decidió invitarle a pasar al interior del castillo. Ni que decir tiene que él no hizo otra cosa que propinar patadas a todos los tesoros de mi amiga hada. Lo dejó todo hecho un asco. Si quieres que te diga lo que pienso sobre todo esto te diré que le comprendo. Al fin y al cabo, entiendo su comportamiento: un hada reina llega a su vida, sale de su castillo y se junta con él, que forma parte de la plebe. Por un lado, él se siente dichoso, pues un hada se ha fijado en él; pero, al mismo tiempo, se siente inferior y ese sentimiento de inferioridad hace que la deteste. Y, dado que él no ha aprendido a cuidar de su corazón —caso contrario no hubiese malgastado varios años de su vida al lado de una damisela que le engañaba con otro—, no le será posible tampoco cuidar del corazón del hada. Uno debe aprender a observar qué relación tiene la persona que nos interesa consigo misma: sólo así tendremos una ligera idea acerca de cómo nos tratará a nosotros, ya que uno tiene con los demás la relación que tiene consigo mismo. Además, hay que preguntar, y mi amiga hada no preguntó nada de nada. Decidió que él se sentiría orgulloso y feliz simplemente porque un hada se hubiese fijado en él. Y como mi amiga hada se había enamorado de su propia fantasía, ¡ni te cuento lo que alucinó en colorines con él! ¡Vamos, que llegó a pensar que él era un ángel en la Tierra! Algo así como un catedrático, cuando ni tan siquiera había pasado de párvulos. Mi amiga hada se pegó un trastazo de padre y señor mío, del que salió con las alas maltrechas y el corazón hecho cisco. Pero, como es un hada, se recuperó muy bien y aprendió que no debe abrirle la puerta del castillo a nadie sin antes someterle a una buena batería de preguntas y tomarse una buena pócima antialucinaciones.

Le diría a toda mujer y a todo hombre que, para saber si alguien es digno de nuestro corazón, antes de cerrar los ojos y besar a un posible sapito o sapita y que se le hinchen los morros por el veneno que acaban de chupar, debería hacer lo siguiente:

a) Preguntarse: ¿qué características ha de tener la persona que quiero en mi vida a todos los niveles: espiritual, mental, emocional, identidad, físico, laboral, comportamental, actitudinal, familiar, de pareja, económico, de estilo de vida, de creencias, intelectual, de valores, religioso, de hijos, de estilo de hogar, de forma de pensar, etcétera?

b) Fabricar un antídoto que prevenga la alucinación, algo así como una fórmula hecha a base de honestidad, coraje, discernimiento, sinceridad, amor, atreverse a ver, intuición, darse crédito a uno mismo, confianza en uno mismo, inteligencia...

c) Hacer brillar la luz que uno es en su totalidad, sin tapujos ni disimulos; es decir, mostrar el yo más profundo.

d) Tener claro que uno está muy bien como está y que sólo desea estar mejor, no peor, y que no hay nada malo ni se es un fracasado emocional por no tener pareja.

e) Pensar que esa persona no es ni la única ni la última oportunidad, ni tal vez la mejor ni la más apropiada.

f) Tener una «técnica» o estrategia para manejarse con la frustración que produce el comprobar que «esos zapatos que vemos en el escaparate y que creemos que son magníficos, no lo son, o no tienen nuestra talla, o no se ajustan a nuestra horma o estilo, o bien no los tienen en nuestro color preferido o el material no es tan lindo como parecía.

g) Tener paciencia para permitir que todo se vaya revelando con el tiempo.

h) Dejar espacio al Universo para que nos envíe señales y «guíe» nuestros pasos hacia esa posible relación o la aleje.

i) Escuchar la voz interior, darnos crédito, es decir, creer que lo que sentimos o percibimos es cierto, que eso de las primeras impresiones es verdad. Ver lo que estamos viendo y no lo que queremos ver (o lo que es lo mismo: no contarse historias).

j) Obviamente, desde el principio hasta el final, pasando por el durante, preguntar, preguntar, preguntar y preguntar. Y escuchar, escuchar, escuchar y escuchar.

k) Confiar en que siempre sucede lo mejor para nosotros, aunque no sepamos apreciarlo en ese momento. Cuando se ha aprendido a fluir con el río de la Vida, es fácil dejarse conducir hacia nuestro destino sin oponer resistencia y con los ojos bien abiertos para captar las oportunidades.

Hay quien cree que cuando te encuentras por primera vez frente a frente con la persona que te depara el destino, lo sabes, es decir, sientes algo especial, tal vez mariposas en el estómago... ¡Pues no! Por el contrario, suele suceder que cuando hallas tu destino, a veces es tan sigiloso que no te enteras de nada. La introducción suele ser muy discreta. La forma del encuentro y las pautas del reconocimiento varían, estando en función de lo que cada uno haya de aprender. Pongamos un caso: alguien ha de trabajar la paciencia y la constancia. Sin embargo, esta persona, ¿cómo va a saber que, para que la relación funcione, la velocidad inicial a la que debe desarrollarse esa relación ha de ser lenta? De ir a más velocidad no podrían sortearse los escollos que irán surgiendo... ¿Crees que ambos, desde el primer momento, van a tener claro que son el uno para el otro? ¿Crees que la relación va a ponerse en marcha el primer día? A veces ha sucedido eso, pero en otras ocasiones ¡no! Y créeme si te digo que cuando la vida de esos dos seres es muy diferente y su momento emocional o tempo es diverso, el Universo aplica la velocidad «a fuego lento», pues quiere —es su intención positiva— que esas dos almas hagan realidad su destino, ya que mezclar sus vidas requiere paciencia, constancia, delicadeza y mimos. No creo que nadie que esté vistiendo a un bebé de dos meses, que es una cosita muy delicada, proceda igual que si vistiese a un niño de diez años. Hay relaciones que requieren del «fuego lento» para poder hacerse realidad. Y el Universo sabe muy bien cómo ha de mezclar las dos energías para que funcionen a la perfección, sincronizadas como un reloj cósmico. Créeme, es mejor fluir con la voluntad divina que empeñarnos en cocinar las cosas a nuestra velocidad. Recuerda que si vas a comprar con el estómago vacío, comprarás cualquier cosa, y si te pones a cocinar con el hambre comiéndote los talones pondrás el fuego a tope y le meterás prisa a la comida, atosigándola. Por consiguiente, quiérete siempre a ti misma/o. Procura que tu corazón esté lleno y saciado de amor, y así no te llevarás a la boca cualquier cosa ni llenarás tu despensa emocional de «comida» que no sea saludable para ti. De esa manera, con las arcas emocionales bien provistas, podrás cocinar a fuego lento, lo cual permite que los sabores se mezclen suavemente, en armonía y con la cadencia apropiada, hasta generar una sinfonía suave y apasionada que hará las delicias del paladar más exigente y exquisito.

Pasito a pasito se hace el camino del corazón.

Firmado: el Hada Madrina.

La danza del amor de las hadas

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