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CAPÍTULO 1
ОглавлениеEL FARO DE LUZ MÁGICA
«Érase una vez una sirena que había recuperado la fe en sí misma, razón por la cual estaba muy contenta. Érase una vez la historia feliz de un corazón que, dichoso, bailaba la danza de la autenticidad, el coraje, el amor y la magia.»
Así deberían comenzar todas las historias. Así debería sentirse toda mujer y todo hombre en el planeta Tierra.
Ésta es la historia de cómo una sirena se encontró a sí misma —aunque, en un principio, a quien quería encontrar era a su amado—, a través de hacer brillar con toda intensidad su propia luz, lo cual propició la paradoja de que acabase por convertirse en faro y, de este modo, se guiase hasta ella misma.
Érase una vez una bella mujer de ojos color miel al atardecer del verano, piel de azahar, que sueña abrazada a la nostalgia de la luna llena, y risas con aroma de canela y rumor de alas, que soñaba con hallar a su alma gemela. Esta hermosa mujer, sirena en su alma, se sentía sola y estaba harta de viajar por el Universo mundial sin su amado. Ella, la sirena, mujer en su corazón, era muy independiente, aunque añoraba la compañía de otro ser que hiciese eco con su risa, que cantase y bailase con ella la danza de amor de las hadas.
Nuestra bella mujer, sirena en su alma, estaba hasta las narices de besar a sapos que nunca se convertirían en príncipes. Y también estaba harta de ver puestas de sol abrazada al viento, con la única compañía del silencio. Su independencia la tenía un poco mareada. Ansiaba poder abrazarse a alguien para así sentir el cálido susurro del latir de un corazón enamorado. Tan harta estaba que ideó un plan para poder hallarle: «Dado que se me da muy bien escribir e imaginar historias —pensó para sí misma—, voy a comenzar un relato mágico que me irá acercando a él a medida que lo escriba. Pondré por escrito cómo me lo imagino, cómo he llegado hasta aquí, hasta evolucionar y convertirme en un faro de luz exquisita... ¡Vaya metáfora más apropiada que se me acaba de ocurrir para describir lo que he hecho en los últimos años! Eso es lo que soy ahora: un faro de luz que lo puede guiar hasta mí. ¡Sí, le enviaré señales, le iluminaré la noche oscura para que pueda llegar hasta mi alma sin extraviar el rumbo en los mares de incierta niebla y así acercarse hasta mis costas!».
Nuestra mujer era una de las muchas mujeres magníficas que pueblan el planeta, pero, durante cierto tiempo, había escondido su luz, pues quería que la amasen.
¡Craso error!
Tan sólo consiguió hacerse trizas el corazón, emponzoñar su alma y llenar sus arcas de relaciones vacías de sentido y plenas de ruido. Nuestra protagonista, al igual que otras muchas mujeres maravillosas, creía que no mostrar su auténtico poder era igual a ser femenina. Asimismo, creía que nunca había que dar a entender que una mujer puede ser más que un hombre, es decir: más inteligente, más elocuente, más sagaz, más decidida, más divertida, más valiente, más brillante, más libre, más audaz, más genial, más capaz, más contestataria... Porque, si no, el castigo por hacerlo era... ¡estar sola!
Cierto era: ella estaba sola. Y no porque fuese fea, lerda, tonta o maltrecha...
No, ¡qué va!
Era realmente hermosa, elegante, inteligente, librepensadora, talentosa, además de divertida y muy, muy creativa. En honor a la verdad, incluso tenía unos ojos que quitaban el sentido... Y no por el color sino por la luz que brillaba en ellos. Aunque bien es verdad que todo esto estaba dentro de ella, y que fue asomando poco a poco a lo largo del camino que decidió un buen día recorrer en busca de su luz olvidada. Asumió que negarse a sí misma sólo le había destrozado el alma y congelado el corazón. Por consiguiente, un buen día se hizo la firme promesa de «no pasar hambre de sí misma nunca más. Y no volver a besar a ningún otro sapo».
«Tengo que idear una manera de averiguar si el chico es príncipe o rana antes de besarle», se dijo para sí misma.
Entonces, un hada que volaba por allí, se detuvo a charlar con ella y le dijo: «Es muy fácil, tan sólo tienes que entrevistarle antes de besarle».
—¿Entrevistarle? —preguntó con asombro nuestra protagonista maravillosa—. ¿Qué es eso de entrevistarle?
—Muy sencillo —respondió el hada—. Haz como si fueses una empresa y quisieses contratar a alguien para un puesto determinado, por ejemplo el de director, que es uno muy importante. Para ello tienes que saber antes que nada qué requisitos pides, cómo ha de ser el candidato, qué excelencias ha de reunir y qué características no ha de exhibir. Y luego, tendrás que entrevistarle para saber si lo que pides es lo que te ofrece. Se trata de que tú le elijas a él, no de que él se te cuele en el castillo. No has de contratar al primero que llegue ofreciéndose para el puesto, ni a ese que te da lástima, ni tampoco a ese que va de súper-súper... Vosotras, las mujeres, hacéis sólo una parte del trabajo, es decir, contáis quiénes sois, sobre todo lo guapas, fantásticas, tiernas y encantadoras que sois. ¡Pero no entrevistáis al otro! Por lo tanto, ¿cómo podéis saber si os conviene o no, si no le hacéis ningún tipo de pregunta? Luego os lamentáis de lo mucho que ha cambiado. ¡No ha cambiado! Tan sólo lo habéis descubierto, o lo empezáis a descubrir, y lo que halláis no os gusta nada de nada. No obstante, habéis invertido tiempo, esfuerzo, cariño y dedicación en la relación, y a veces algo más...
—¿Quién eres? —preguntó nuestra maravillosa protagonista.
—Un hada. Sencillamente un hada que en otra vida fue mujer. Por lo tanto, si quieres, puedo ser tu Hada Madrina de ahora en adelante.
—¡Estupendo! Me encanta la idea de tener un hada madrina.
—Pues hecho, ya soy tu HM por siempre jamás. Luego, cuéntame acerca de tus pesares mujeriles... —dijo con voz picarona el Hada Madrina.
—¡Oh!, querida HM, estoy harta de oír que soy maravillosa, y que por ello no se explica por qué estoy sola. Unos me dicen que es debido a que soy demasiado fuerte para el gusto de los hombres, esto es, que les asusto desde el principio. Por consiguiente, debería desarrollar alguna estrategia para conquistarlos, pues si sigo con este carácter y obrando del mismo modo nunca tendré a nadie...
—¿Y eso te importa? —preguntó con sorpresa y cierto aroma de ironía el Hada Madrina.
—Sí y no. No me quiero traicionar de nuevo, pues ya lo hice en otra ocasión... Pero tampoco quiero estar siempre sola, así, sin nadie a quien abrazar en noches de luna llena, cuando arrecie la calma de la brisa que le susurra al alma palabras de azúcar y versos de rosas. Quiero compartir la dicha de mi corazón con otro tan gozoso como el mío —confesó nuestra maravillosa protagonista.
—Nunca dejes de mostrar quién eres en verdad, nunca traiciones tu integridad. Es más, seguro que hay un hombre fantástico por ahí, en el mundo, buscando a alguien tan especial y tan excepcional como tú. Si escondes tu luz, si no muestras quién eres de verdad, pasará de largo, ya que creerá que eres una más —le dijo el Hada Madrina con plena convicción.
—Eso mismo me dijo mi mentor y maestro hace ya algunos años... Y, todavía no lo he hallado... —agregó con tristeza en la voz nuestra protagonista.
—¿Te has dado permiso para hallarle? —le preguntó el Hada Madrina.
—Creo que sí... Tal vez me dé un poco de miedo aún... Después de tantas desilusiones, de tantos sapos besados... Me da un poco de miedo abrirme al amor.
—Creo que puedo explicarte cómo acabaste besando tantos sapos —respondió el Hada Madrina con convicción y certeza en la voz.
—¿Cómo? ¿De verdad, tienes la explicación? —preguntó incrédula nuestra protagonista.
—¡No los entrevistaste! No te paraste a analizar nada en ellos, ni les preguntaste nada de nada, ni observaste el lenguaje de su cuerpo, manos, rostro y ojos, esto es, «la información no verbal» que te pudo ofrecer su inconsciente. Por consiguiente, carecías de la más mínima información sobre ellos, no sabías quiénes eran en absoluto. Y en vez de preguntar, te dedicaste a pensar que cada uno de ellos era tu última oportunidad, o al menos te comportaste como si lo pensases. Por lo tanto, te dedicaste a alucinar en vez de preguntar. Y, lo que es peor, te metiste en tu propia fantasía y te la creíste. Si alguien te iba detrás o mostraba signos de que le gustases, allá ibas tú a echarte en sus brazos. ¡Y no! Eso no trae sino dolor y muchas lágrimas. Ahora bien, sé que muchas mujeres se comportan como tú, no eres la única...
—Me consuela...
—¡Pues no! Porque sólo es consuelo de tontos, y eso no está bien para ti.
—De acuerdo...
—Déjame que te siga contando. Como te decía, a muchas mujeres les han dicho que estar solas es síntoma de fracaso, por lo que han de buscar a un hombre que las ame para que así puedan sentirse completas y útiles. Pero como siguen ocultando su luz, sólo hallan, a su vez, ocultación. Porque tal y como nos trata el mundo no es sino un reflejo de cómo nos estamos tratando a nosotros mismos. Así que ya lo sabes, si lo que hallas fuera de ti no te gusta, o no te complace cómo te trata el mundo, harás bien en preguntarte cómo te estás tratando tú a ti misma. Una vez tengas la respuesta, prepárate para modificar lo que hayas de modificar con tal de cambiar el resultado fuera de ti misma.
—Ya sabía yo que había algo que se me escapaba. Nunca me pareció que estar sola, eso de no tener pareja, fuese tan grave. Pero, ¿a quién no le gusta que la amen y amar a su vez? Sin embargo, hay muchas formas de canalizar esa energía y de compartir ese sentimiento. Siempre hay almas maravillosas a las que ofrecer el fruto de la autenticidad y el coraje de ser uno mismo. Me he pasado años tratando de convencer de ello al mundo, y ahora me doy perfecta cuenta de que era yo quien no lo tenía claro del todo. Lo sabía a nivel intelectual, pero mi mente aún no estaba alineada con mi corazón como lo está ahora.
—¡Menuda diferencia! —exclamó el Hada Madrina—. Ahora se nota que tienes el poder que toda mujer tendría que tener, el que resulta de combinar la fuerza, el coraje y la determinación con la ternura, la dulzura y la expresividad. Ahora pueden verse claramente el hada y la sirena que hay en ti. Ahora te percibo muy cómoda en tu piel, por eso desde fuera te llegan las confirmaciones, es decir, se acercan a ti mujeres dándote las gracias por ser un ejemplo para ellas: te das permiso para mostrar tanto quién eres como tus sentimientos. Por lo tanto, ellas, al tomarte como modelo de referencia e inspiración, a su vez se dan permiso para ser lo que son y asumen el poder, con lo que los hombres que buscan mujeres auténticas tienen, ¡por fin!, con quién relacionarse.
—Es cierto que lo que ocurre en el mundo exterior es un fiel reflejo de lo que hay dentro de uno mismo. Hasta hace unos meses a mí no se me había acercado ninguna mujer a darme las gracias por ser como soy y mostrar mi poder con tanta elegancia y honestidad. Ciertamente, he de decirte que esto de ser quien soy, de respetarme y valorarme a mí misma... ¡Sí! Esto de quererse está bien... ¡Muy requetebién!
—Ya sabía yo que te iba a fascinar en cuanto te dieses la oportunidad de comparar después —dijo el Hada Madrina—; porque la tranquilidad del alma es algo que no tiene precio, y nadie hay más valioso para ti misma en este mundo que tú. Recuerda que has de buscar y dar la bienvenida a tu vida tan sólo a gente que se considere la más afortunada del Universo por tener a alguien tan especial como tú en su vida. Sólo ese tipo de personas respetarán tu alma y honrarán al ser único y especial que eres, sólo ese tipo de personas te ayudarán a crecer y a ser más auténticamente tú cada día. El resto sólo te traerá dolores de cabeza y pesadez de estómago, como suele traer la resaca de garrafón o de vino peleón. Y creo que ya está bien de cogorzas innecesarias. ¡Si bebes, no te enamores! ¡Vaya! ¡Estoy de lo más ocurrente! Estarás conmigo en que soy el hada más pizpireta que hayas soñado jamás.
—Ciertamente, mi querida HM, así es. Adoro tu energía, tu buen humor y tu sabiduría. Me siento muy afortunada por tenerte en mi vida.
—Bueno... En honor a la verdad, he de decirte que una mujer tan magnífica como tú, que es un hada en su corazón y una sirena en sus alas, se merece lo mejor de lo mejor... Y también es cierto que todo hombre y toda mujer se merecen lo mejor y lo más fantástico del mundo por derecho propio de nacimiento... No obstante, luego cada uno de nosotros se crea su propia realidad.
—¿Y a qué te refieres con lo mejor?
—La Luz, naturalmente, la Luz.
—Luz, claro.
—El amor es luz, y la luz es la verdad. El amor es el aliento del Universo. Y, sin luz no hay amor.
Y entre las dos reinó un profundo y cálido silencio, que las abrazó sigilosa y dulcemente para llevarlas hasta las profundidades y repliegues de sus almas, dejándolas allí al abrigo certero de la melodía incansable del corazón que todo lo sueña y todo lo sabe. Los ángeles cantaron su risa y la Luz emergió para elevarlas hasta la eternidad. Habían llegado a tocar el arco iris de las estrellas de luna.
Largo rato después, nuestra protagonista emergió de su estado de trance con un prolongado y dulce suspiro, estiró los brazos y se acurrucó de nuevo en el regazo del Hada Madrina, para desde ahí echarla al suelo y hacerle cosquillas devolviéndola así al mundo real, el de los sueños y de los ruidos, al tiempo que lo hacía ella.
—Me ha costado mucho llegar a darme cuenta y aceptar mi propia grandeza —dijo después de un largo rato de risas y juegos—. Asumir la genialidad en mí ha sido algo que he tardado en hacer. En mi familia siempre me alabaron, me amaron y me dieron apoyo y soporte. Yo era un regalo del cielo para ellos, un ser muy especial de esbeltas alas y transparente sonrisa, en cuyos ojos brillaba la luz del Universo... Hasta que un día comencé a saborear las hieles de la envidia. Mujeres y hombres odiaban mi luz porque creían que yo era una privilegiada del Universo y que ellos, en cambio, eran unos perdedores. ¡Cuán equivocados estaban! Cada uno de nosotros conforma su propia realidad y es dueño de su destino. Dentro de nosotros existe un ser muy especial al que hay que dar nacimiento si queremos tener vidas plenas de sentido, mañanas de claro despertar, y noches de sueño tranquilo y reparador. Pero aquí estoy después de muchas tormentas vitales, más fuerte y más luminosa de que lo que lo estuve nunca jamás. Me siento dichosa y orgullosa de ser quien soy, así como de atreverme a mostrárselo al mundo, siendo así una inspiración para otras mujeres y para otros hombres.
—¿Y qué crees que fue lo que te sucedió? —le preguntó el Hada Madrina con la intención oculta de que fuese ella la que se respondiese a sí misma.
—Bueno... Yo diría que toqué fondo, me harté de malvivir mi vida y de seguir sola. Pensé que siempre era más de lo mismo. ¡Estaba harta! Así que decidí retirarme a reconstruir mi interior. Me dediqué a descubrir en mi cueva del tesoro qué tesoros había allí, y cómo usarlos para que me permitiesen edificar mi nueva casa, mi nueva vida, mi nueva felicidad.
—¿Qué fue lo que hallaste?
—¡Un alma dispuesta a volar libre en cuanto le abriesen la puerta! Hallé alegría y valentía. Hallé risas y gozo, coraje y responsabilidad. Hallé un ángel que me susurró al oído palabras de amor y me contó el secreto de cómo tenía que obrar para recuperar la magia en mi corazón.
—Vaya, esto sí que es interesante. Eres una auténtica afortunada, ángel y Hada Madrina... ¡Vaya, vaya! Me alegro muchísimo de saber que tienes el coraje de confesar estas realidades en ti. Pocas mujeres se atreven a mostrar sus sentimientos y emociones en público.
—Ya lo sé, pero esto no es sino el producto resultante, la consecuencia de sentirme a gusto en mi piel y de ponerme a mí misma en primer lugar. Yo ya no apuesto por posibles príncipes, no. Apuesto por mí. Y, créeme, ¡me siento muy bien! Desde hace algún tiempo me he ahorrado muchos besos y no he tenido que limpiarme la boca con detergente para quitarme el mal sabor que me dejó el haber besado a ranas y sapos que nunca fueron o nunca iban a convertirse en príncipes.
—Tú lo has dicho, no se convirtieron en príncipes por la sencilla razón de que no lo eran. Todavía tenían que descubrir su grandeza y su luz —añadió el Hada Madrina.
—Cierto. Hubiese hecho bien en recordarlo.
—Hasta las mujeres más brillantes olvidan estos «toques de atención» del sentido común.
—Bueno...
—Confía en ti, eres muy lista y aprendes con rapidez.
—Gracias por esponsorizarme de esta manera...
—Is my fairy pleasure obsequiarte con vitaminas para el alma.
—Hasta sabe inglés y todo... —dijo en tono jocoso nuestra protagonista.
—¿Olvidas que soy un hada? —replicó a su vez el Hada Madrina en tono divertido.
—Déjame que me ponga seria... ¡Hazme ese favor! —dijo nuestra protagonista, jugando con su voz e imitando los registros de la de un niño.
—Va, te dejo... —replicó complaciente el Hada Madrina.
—Gracias, mi querida Hada Madrina. Querría añadir que hoy, hablando contigo, cuando me has preguntado si me había dado permiso para recibir en mi vida a mi alma gemela, a mi amado, me ha venido a la mente la imagen de un faro que guía a los navegantes, que los conduce a buen puerto... Y yo, hasta ahora, estaba apagada. Pero de hoy en adelante voy a dejar de esperar sentada y pasivamente a que él me encuentre. Yo voy a hacer de faro, a ser el faro: le voy a traer a puerto.
—¿Te has parado a pensar en cómo quieres que sea y las características que ha de acunar en su alma? ¿Has reflexionado acerca de lo que consideras imprescindible, innegociable, e incluso aquellos «aspectos» que podrías llegar a negociar? ¿Lo sabes ya? Te aconsejo que lo escribas y te sumas en un proceso de clarificación. Creo que, a estas alturas, ya deberías saber que se atrae aquello que se desea o se pide. Y, si anhelas y deseas a alguien muy especial, tendrás que pedírselo a la cocina del Universo con pelos y señales. Por cierto, ¿lo quieres con pelo, de medio pelo, o te da igual si está calvo? —preguntó entre risas el Hada Madrina.
—¡Hada...! Prefiero que no sea una bola de billar...
—Pero si dicen que los calvos son muy atractivos y tienen mucho swing...
—Con pelo o sin pelo... ¡Si tiene el alma bella, te juro que me dará exactamente igual! Me importa mucho más que sea honesto, íntegro, equilibrado, congruente y sabio...
—En fin, yo sólo quería saber si pelo sí o pelo no... Porque un hado sin pelo es un genio, y un hado de medio pelo es... ¡Un gnomo! —bromeó el Hada Madrina.
—Por cierto, ¿qué es un hado de pelo entero?
—Eso ya te lo contaré...
—Vamos, por favor, dímelo...
—Ya lo sabrás a su debido tiempo —dijo, con picardía en la voz, el Hada Madrina.