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PRÓLOGO

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POR JESÚS CALLEJO

Hace ya unos cuantos años, conocí a Rosetta Forner durante la Feria del Libro de Zaragoza y la vi como una aparición: de aspecto radiante, con una sonrisa electrizante y unos ojos profundos, cuya mirada te hipnotizaba. Vi a una mujer vitalista, soñadora y feérica que contagiaba su entusiasmo a todo y a todos. La vi, además, disfrazada como una auténtica reina de las hadas, con su gorro de cucurucho y su varita mágica incluida. Una varita que impartía bendiciones y otorgaba deseos a aquellos que se acercaban por la caseta donde estábamos. Acababa de publicar una novela —La reina de las hadas— y esta mujer respondía al nombre de Rosetta, derivado de las aromáticas rosas tan apreciadas por las propias hadas. Yo le dediqué uno de mis libros y ella me dedicó el suyo. «Que la luz bendiga nuestra senda vital», escribió, y me atribuyó el nombramiento de rey de los gnomos.

Desde entonces, ambos sabemos que los duendes propiciaron aquel encuentro y que los hilos dorados del destino se entrecruzan caprichosamente en nuestros caminos de vez en cuando para compartir vivencias o para contarnos nuestras confidencias y nuestras inquietudes personales y profesionales.

Como dice Rosetta en este nuevo libro que estoy prologando: «Cada uno de nosotros conforma su propia realidad y es dueño de su destino». Y no le falta razón, porque esa realidad que creamos nosotros mismos, cada día, es la que condiciona todos nuestros actos. Por eso, «encuentros casuales» en una Feria del Libro, en un restaurante o en una conferencia están determinando giros y guiños futuros e insospechados en los que esos hilos dorados se entrecruzan una y mil veces para formar lazos eternos.

Las reinas de las hadas

Cuando estaba leyendo el libro, capítulo tras capítulo, disfrutando de las historias que le cuenta esa maravillosa hada madrina a la protagonista de la novela, recordaba a algunas hadas famosas de la mitología mundial que han tenido un papel destacado. Pensé en Maeve, una reina élfica y guerrera de Irlanda; en Titania, la reina de las hadas de Sueño de una noche de verano que inmortalizó Shakespeare; en Mab, la otra reina de las hadas diminutas de Gales; e incluso en Mari, la figura principal y auténtica de toda la mitología vasca, la genuina reina de las hadas y de todos los genios de formas y especialidades diversas que se ocupan de las cosas de la Tierra y de la Naturaleza en general.

Y me recordaba a ellas porque Maeve, Titania, Mab o Mari son unos pocos de los muchos nombres que reciben las reinas de sus respectivos territorios fantásticos, las más sabias, las más poderosas, las más encantadoras y las más inmutables. Aquellas que dan consejos útiles y prácticos a todos los que quieran recibirlos y que forman parte de la consciencia planetaria, de cada uno de los elementos de la Naturaleza y de cada uno de los seres vivos que habitan en ella. Su vida y su presencia en nuestras vidas son palpables, aunque no siempre nos demos cuenta de ello. Son prácticamente eternas y conocen la sabiduría que alberga la Tierra y los secretos del corazón de cada hombre, conocen su vulnerabilidad, sus proezas, sus miserias y el rayo de luz que cada uno proyecta en el cosmos.

Recordé que, una vez, un duende malhumorado le preguntó a la reina de las hadas por qué en el País de la Gente Menuda todo el mudo era feliz menos él. «Porque han aprendido a ver la bondad y la belleza en todas las cosas», respondió la reina. «¿Y por qué no veo yo la bondad y la belleza en todas las cosas?», siguió preguntando el duende insatisfecho. «Porque no puedes ver fuera de ti lo que no ves en tu interior.»

La moraleja de este cuentecillo sería también aplicable al género humano. No hay que ir muy lejos para darse cuenta de que nuestra mente entierra a veces nuestras emociones y sentimientos. Habría que acuñar la expresión de «ponga un hada en su vida» o «haga que su vida sea la continua maravilla de existir». Pero en el fondo eso ya lo sabemos. Rosetta Forner nos lo recuerda en cada uno de sus libros y especialmente en este.

Los diálogos del alma

Al ir leyendo el libro de Rosetta, al ir saboreando estos continuos diálogos que mantienen el hada y la mujer, me he ido dando cuenta de algunos aspectos que se me escaparon en sus obras anteriores. Me ha servido para reencontrar unas verdades y una sabiduría interior dormidas que se han despertado ante los susurros de un hada arquetípica y ante los movimientos de una danza sagrada. Sus diálogos llegan directamente al corazón.

No sé si es una novela, un cuento, un libro filosófico, un viaje iniciático o un poema sinfónico, pero sé que está dedicado a la mujer, a sus dudas, a sus insatisfacciones, a sus anhelos, a sus miedos y al importante papel que desempeña en su entorno. Está escrito por una mujer que habla de mujeres, pero también es un brindis al amor, a la amistad y a la luz. En definitiva, es una «danza de amor de las hadas» que nos hace bailar a su son, con un ritmo armonioso, dirigido con una batuta mágica.

Es un libro de encuentros y desencuentros, de esperanzas y decepciones, de luces y de sombras, de metáforas y de anécdotas, de vivencias y de leyendas, de hombres y de mujeres que buscan su identidad. Es un libro de ida, no de vuelta. Un libro que nos habla de dos bandos, de dos comportamientos y de dos trajes físicos diferentes: el femenino y el masculino. Del mundo ilusorio de las formas y de las creencias y de cómo nos complicamos la vida intentando encontrar diferencias en aquello que realmente nos une.

Disfruté leyéndolo porque es una obra que nos muestra, utilizando el arte de la metáfora, el desarrollo personal que debe realizar cada ser humano, que nos señala los muros que hay que derribar para que dejen de ser fronteras, que nos habla de la recuperación de la dignidad perdida y de cómo desterrar nuestros miedos mundanos para que aflore la luz que se esconde en el fondo de nuestra alma infinita.

Así que, una vez dicho esto, no nos debe extrañar que un hada madrina haga el papel de terapeuta y consejera. ¿Qué mejor personaje para hacerlo? Rosetta Forner es un hada con vocación de princesa que ya está cansada de besar a sapos que sólo son eso, sapos miopes y sin aspiraciones. «¡Se acabaron los falsos príncipes y los mendigos emocionales!», nos dice Rosetta en una de sus páginas.

El amor es real

Cada frase de este libro tiene su miga y cada capítulo nos descubre algo nuevo, pero siempre encaminado a un mismo fin: encontrar o recuperar el amor, esa sustancia etérea inalcanzable para unos o esa fuerza que nos une y que da sentido a nuestras vidas para otros. El amor es el que mueve el sol y las estrellas, es el aliento del Universo, es el motor que permite que esa hermosa danza de las Hadas se ejecute a la perfección, que nos hace vibrar al unísono con sus acordes, que nos hace «volar la vida» sin límites, que ilumina el faro de la luz mágica, que otorga unas alas angélicas a nuestro entumecido espíritu, que provoca el milagro de la metamorfosis de orugas a mariposas, que da libertad a nuestros actos y que nos hechiza con su eterna melodía mágica.

El amor es la Luz... En cierta ocasión preguntaron a un gurú cuándo terminaba la noche y empezaba el día, y él respondió: «Cuando miras a un hombre al rostro y reconoces en él a tu hermano; cuando miras a la cara de una mujer y reconoces en ella a tu hermana. Si no eres capaz de esto, entonces, sea la hora que sea, aún es de noche».

Este libro de Rosetta es un buen ejemplo que nos muestra que la noche es tan sólo una circunstancia pasajera —y hasta necesaria en nuestras vidas— si sabemos encender a tiempo la luz de nuestro corazón.

JESÚS CALLEJO[1]

La danza del amor de las hadas

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