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PRELUDIO A LA SEGUNDA EDICIÓN

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Desde que escribí este libro han pasado muchas cosas, alguna que otra tormenta existencial, tres o cuatro libros más y, lo más imporante, el vislumbramiento de que había luz al final del túnel.

Me explico.

Siempre he escrito mis libros desde la ilusión de compartir la luz, la magia, la originalidad, la convicción, la necesidad, la misión, la certeza de que es posible alcanzar las metas, lograr lo que nos proponemos, liderar nuestra vida y ser nosotros mismos sin por ello tener que morir en el intento. La convicción de que tenemos el deber de ser nosotros mismos, brillar nuestra luz y compartir con el mundo el alma tan fantástica que somos, me ha mantenido en el camino aun cuando llovían «chuzos de punta».

Y esto viene a colación con el contenido del libro, pues la dignidad y la convicción de que el destino de uno ha de ser forzosamente mágico, alegre, coherente con el alma que uno es, dichoso, pleno y responsable, me ha servido de «brújula vital» y de alimento luminoso en noches oscuras, cuando todo parecía perdido o extraviado. La dignidad de ser yo, la que le debía a mi alma por ser la que es, es la que me ha permitido no perderme y seguir aferrada a mi identidad, a mi singularidad única. Por eso lo he seguido intentando una y otra vez, siempre sin menoscabo de mi dignidad, siempre cuidando de que mi unique among unique talento quedase a salvo de toda intromisión ajena.

«Nadie cree en ti como tú misma/o», suelo repetirle a la gente.

«No le permitas a nadie que te diga que eres o no eres esto o lo otro...», suelo añadir.

Como canta Eilaine Silver:

How could anyone ever tell you

that you were anything less than beautiful.

How could anyone ever tell you

You were less than whole.

How could anyone fail to notice

that your loving is a miracle.

How deeply you are connected to my soul.[2]

La alegría, la ilusión, el positivismo, la autenticidad son poderosos imanes. Por consiguiente, si quieres atraer la LUZ, tendrás que abrirte a ella.

Suelo recordar a la gente que los ángeles vuelan porque se toman a sí mismos a la ligera. Y pueden tomarse a la ligera porque son simplemente ellos mismos.

No nos han enseñado a ser nosotros, no. En vez de ello, se nos ha forzado a tratar de ser quienes nunca seremos, aborreciendo, además de otros desaguisados vitales, al ser tan maravilloso que somos.

Hemos de empeñarnos en ser el ser tan magnífico que somos.

Hemos de hacer brillar la luz de nuestra alma.

Tanto buscar fuera el amor y está tan cerca que ni nos percatamos de su calidez y hechizo eterno.

Con mi libro La reina que dio calabazas al caballero de la armadura oxidada (RBA, abril de 2004), abrí las majestuosas alas de mi alma y mostré la veracidad de mi rostro, esa convicción que tengo de que ha llegado el momento de reevolucionar como seres humanos o como almas viviendo nuestra experiencia humana.

Le toca el turno a la autenticidad.

Hemos de recuperar la dignidad de ser nosotros mismos, ponernos la corona y mostrarle al mundo la majestuosidad de nuestra alma.

Sinceramente creo que le toca a las mujeres liderar esta reevolución que el ser humano tiene pendiente.

¿Por qué?

Se me ocurren varias razones, a saber:

1. Nos lo debemos.

2. Hemos de asumir la responsabilidad de mostrar al mundo el liderazgo verdadero del alma.

3. Será una buena terapia o catarsis, o ambas, tanto para hombres como para mujeres, aunque en diferentes sentidos.

4. Hemos de aprender a creer en la igualdad de alma.

5. Hemos de aprender a creer en la dignidad verdadera.

6. Hemos de aprender a reconocer el poder del alma, un poder que va más allá de la identidad de género.

7. Hemos de mostrar el verdadero rostro de la diosa, de Gaia.

8. El planeta entero está deseando ser sanado, por consiguiente, hemos de restituir el flujo energético del femenino auténtico.

9. El mundo entero adolece de creatividad, y ésta no es posible si lo femenino está enfermo, ausente, desnutrido, abandonado, vilipendiado, errado, acosado, mentido, encerrado, huido, denostado...

10. Lo masculino en la Tierra está claramente enfermo: guerras sin sentido, hambruna, depresión, desesperación, vacío, soledad afectiva, desconexión del alma.

11. Gaia ya no puede más: el alma femenina de la Tierra necesita recuperar su dignidad. Hemos de restituirle su corona.

12. Gaia ya no aguanta más: el alma masculina de la Tierra está moribunda y necesita el aliento divino de la diosa.

13. Sin amor moriremos todos: hemos de volver a danzar la danza del AMOR.

En este año cuatro del siglo XXI, el Amor sigue siendo objeto de canciones, películas, libros y otros menesteres. La humanidad está enfermando de desolación, de indignidad, de hambre del alma, de desconcierto vital... Un mundo donde hay gente que se muere de hambre, donde cada día muere más y más gente de modo infame por las guerras de todo tipo, un planeta que se está empezando a rebelar contra tanta desconexión espiritual...

¿Existe solución?

Sí.

Hay solución.

Todavía estamos a tiempo.

Aún podemos recuperar la dignidad.

Aún podemos aplacar el hambre del planeta.

Aún podemos darnos amor y alimentar el alma de Gaia.

Aún estamos a tiempo de coger las riendas y recuperar la conexión con la identidad verdadera.

En mi opinión, Gaia refleja lo que está aconteciendo en el interior de cada ser humano de los que poblamos actualmente el planeta: estamos en guerra con nosotros mismos, esto es, competimos contra nosotros.

¿Competimos contra nosotros?

Sí. Toda vez que no nos amamos, no nos aceptamos tal y como somos, estamos compitiendo contra nosotros mismos.

Si uno se siente digno de amor, de respeto, de cariño, de sinceridad, de prestigio, de aceptación incondicional, de buenas palabras, de esponsorización positiva, de apoyo incondicional, de alegría, de serenidad, de coherencia, de salud, de oportunidades, de derechos y de responsabilidades... entonces uno NO compite contra sí mismo.

Lo opuesto es cierto, es decir: si yo compito contra mí misma, todo lo descrito anteriormente (amor, respeto, serenidad, etcétera) no es posible, se ausenta, es mutuamente excluyente.

Dese dignidad, y déjese de tanta competición. Nadie es mejor ni peor que nadie, sólo somos diferentes, y punto.

De ahora en adelante, deseche de su vida toda persona, situación, idea, creencia o comportamiento que le impulse a competir en contra del ser más importante de su vida.

Atrévase a vestirse de dignidad todas y cada una de las mañanas de su vida.

Respétese y la Vida le respetará.

Mi amiga y mentora Judy DeLozier suele decir: «Si sales al mundo pensando que es un lugar hostil, hallarás muchas razones que confirmarán tu teoría».

Asimismo, ella me enseñó que sus amigos de la isla de Bali le dicen que «el cómo la vida nos trata es un reflejo de cómo nos tratamos a nosotros mismos».

Yo prefiero sentirme digna, respetarme y ofrecerme «piropos dignos de mi corona».

Usted tiene el derecho de ocuparse de su vida, de desarrollar las creencias que desee para usted y de llevar con dignidad su corona.

Usted tiene la obligación de cuidar de sí mismo/a, de cuidar del ser más importante de su vida, de establecer límites sanos, de escoger qué estado civil quiere y, lo más importante, decidir qué estado del alma desea para sí.

Ya es hora de recuperar la dignidad y comenzar a danzar la danza de amor de las hadas. Una danza repleta de notas armónicas, dignas, elevadas, sensatas, sanadoras, firmes, eternas, ancestrales, creativas, liberadoras, amorosas, valientes, decididas y alegres.

Hemos de lograr que el Amor sea asunto de todos. Hemos de conseguir, especialmente, que muchas de las almas enfundadas en traje masculino no sigan diciendo —o pensando— que los libros que versan sobre el amor, las emociones, las relaciones, así como eso de la «introspección y análisis del inconsciente» son cosas más propias de mujeres o que interesan más a las mujeres.

La dignidad y su recuperación es cuestión de todos.

ROSETTA FORNER

Madrid, mayo de 2004

La danza del amor de las hadas

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