Читать книгу Ponte las alas cuando la vida te dé calabazas - Rosetta Forner - Страница 11
ОглавлениеVivir, a veces, no es una tarea fácil. En cambio, en otras ocasiones nos salen alas en los pies, el corazón se nos llena de gozo, y despierta el alba de la esperanza en nuestra alma. Considero, asumo que acertadamente, que a casi todos nos gustaría que la magia de la infancia se prolongara más allá de sus confines cronológicos y envolviese nuestro último hálito hasta más allá del arco iris.
Desafortunadamente, no suele ser así. La mayoría de las personas tiran sus alas de magia a la basura, abjuran de su singularidad, y se pierden en la noche oscura del alma, ¡caput! Si creyeran en la magia, si no se hubieran soltado de la mano de su hada madrina, si se hubiesen dedicado a cuidar de su singularidad, si hubieran alimentado la dignidad de su niño-niña interior, si nunca hubieran comprado el lote «complejos»... otro gallo les cantaría.
Crecemos envueltos en consignas que tratan por todos los medios de hacernos creer que no somos correctos, ni válidos, ni dignos de magia, genialidad, amor o milagro alguno. Lo de la magia, incluso lo del amor, se nos hace creer que son memeces, creencias propias de seres de inferior neurona y vulgar destino. Nada más lejos. La magia existe. El amor es real. La felicidad no es una utopía. Ahora bien, nada es gratis. El CdR (Club del Redil), está empeñado en que abjuremos de nuestra singularidad, de manera que se nos pueda hacer sujetos fácilmente manipulables.
¿Has probado alguna vez a sentirte invulnerable?
¿Has probado a pensar que un «no» pueda ser la antesala de tu éxito, o de tu sueño hecho realidad?
¿Has probado a considerar la idea de que, pase lo que pase, siempre te tendrás a ti, y de que un «no» no es el fin del mundo? A veces, más bien es el principio de un gran comienzo.
La composición de nuestro Universo interior es muy diferente cuando nos programamos para la independencia del resultado; esto es, cuando no nos importa si nos dan calabazas, porque nosotros estamos dispuestos a cocinarlas en caso de que nos las den.
Prueba a negociar contigo que te independizas del resultado, y que en su lugar solamente deseas hacer feliz a tu alma, ser fiel a tu integridad, respetar tu singularidad y ocuparte de ti como nadie más lo haría.
Recuerda que eres lo mejor que te ha podido pasar. Animo y enseño a muchas personas a amarse a sí mismas, a creer en ellas, a salir de su noche oscura, a recuperar la memoria de quien son más allá y por debajo de la capa de mierda emocional (perdón por la grosería, pero es muy gráfica la metáfora. Así, la próxima vez, cuando estés pensando en traicionar tu integridad y tomarte una dosis de complejos, la tendrás presente y desistirás, eso espero).
Sin complejos, abre tus alas y muéstrale al mundo el ser tan maravilloso que hay ahí dentro. El mundo necesita personas como tú. Yo te necesito. Yo quiero un mundo lleno de gente que sea capaz de soñar, de reír, de llorar y de expresar todas y cada una de sus emociones, de ser quien es a pesar de quien sea. Quiero un mundo lleno de personas auténticas, singulares y espirituales (que expresen el alma que son). Nadie es mejor que nadie, no importa si se es mujer u hombre, rico o pobre, triunfador o no, al estilo del CdR. Todos somos maravillosas gotas de agua caídas del cielo, ángeles cuyas alas, si se abrieran, llenarían el mundo de felicidad.
Mmm... No creas que la maldad no existe, o que me ha dado un ataque de flower power. No, nada de eso. El lado oscuro existe como existe el luminoso. Yo los he etiquetado como «humanoides», seres que parecen humanos y se comportan como tal. Sin embargo, son una suerte de «visitantes» —¿has visto la serie V?— que nos traen un mensaje de paz o de guerra con el propósito de someternos. Unas veces ponen al mundo en guerra. Otras, en cambio, se disfrazan de salva patrias, ecologistas, gurús de la New Age, reparten beneficios económicos y nos hacen creer que todos podemos ser ricos como ellos. Nos elevan para luego dejarnos caer desde lo alto de la cima del dinero. Nos han convencido de que consumir, acumular bienes materiales, apuntarnos al código de las apariencias, es lo mejor que podemos hacer. Incluso el amor lo han convertido en un bien de consumo perecedero.
Sin complejos, di no.
Lárgate del CdR.
El Universo está hecho para los humanos, pensado en los humanos. No te dejes llevar por la desesperación, ni por las falsas apariencias de los humanoides. No creas en sus patrañas ni en sus encantadores anzuelos para que dejes de amar al ser más importante de tu vida: TÚ.
Déjate de complejos. Déjalos. Tus principios son tuyos y no has de tener ningunos otros. Defiéndelos a capa y espada, o a golpe de corona si prefieres. Pero defiéndelos.
No hay nada como ponerse las alas de la autenticidad para que las mañanas de la vida parezcan otra cosa.
Afortunadamente, el Universo, ese «dios» de varios nombres y de todos los géneros, fue previsor y proveyó a la Tierra de tesoros al alcance de todos, siendo el más grande de ellos el que habita en las alforjas del alma humana: el amor.
Si buscas dentro de ti, nunca más volverás a tener hambre; nunca más. Porque tu alma estará saciada de cariño, de magia, de abrazos angelicales. El amor del alma, el de verdad, no es posible sustituirlo por nada material. Por eso, si quieres amar y que te amen con el corazón espiritual (el de tu alma), deberás ir a tu interior y buscar al ser que eres, descubrir sus principios, sus valores, sus creencias, su identidad, y serle fiel, no traicionar su integridad por nada ni por nadie. Harías bien en que te dejara de importar si te aceptan o no en el CdR, porque de lo contrario no te librarás de la infelicidad y de las calabazas podridas que el CdR suele repartir a diestro y siniestro para tener a sus socios manipulados, asustados y bajo el influjo de su falso buenismo.
¿Quieres ser feliz?
¿Quieres ser una persona rica?
¿Quieres tener mañanas de gloria y noches repletas de estrellas fugaces?
Si de verdad lo quieres con toda tu alma, tendrás que dejarte de complejos y ponerte las alas. Solo siendo el alma que eres podrás ser todo lo que se te antoje y más.
La riqueza no es algo meramente material, ni tan siquiera estrictamente material.
No lo es.
¿No te lo crees?
La riqueza es un estado interior. Hay quien es más rico con cinco que otro con cien (lo aprendí de mi abuela María Rosseta). El sentirse rico, afortunado, tiene que ver con el alma. Con el estar conectado a los principios y valores del alma que uno es más allá de las apariencias humanas.
Si eres de los que se relacionan con sus semejantes en función de a las apariencias, es que tienes muchos complejos.
Si, por el contrario, pasas del CdR, eres de los humanos.
Dios previó la existencia de los humanoides, o desarrolló una estrategia de supervivencia cuando estos aparecieron; esto es, pintó atardeceres, dibujó estrellas fugaces, hizo cantar a las olas del mar y dio alas a los ángeles para que todos nos sintiésemos criaturas afortunadas.
Si amas con tu alma, te sentirás feliz. Ese amor te alimentará hasta las entretelas de tu cotidiana vida material, y no necesitarás sucedáneos, ni atiborrarte de pastillas, ni le darás a las compras compulsivas, ni tampoco aguantarás que te humillen por un mísero sueldo de unos cuantos billetitos de papel al mes que tan solo pagan cosas pero que no compensan la pérdida de dignidad.
No tengas complejo de mostrar el rostro de tu alma.
No te guardes las alas para otra vida, para otra ocasión. Ésta es la tuya, es tu vez, es tu vida humana.
No somos mejores ni peores según a la cantidad de dinero que ganamos o poseemos, ni en función de los metros cuadrados de nuestras casas, de la cilindrada de nuestro coche, de la edad cronológica que tengamos o de nuestra orientación política o religiosa.
Todos tenemos un lugar en las alas de Dios.
Todos tenemos un lugar en el alma del Universo.
Despojados de nuestros atributos materiales, terrenales y propios de la vida humana, tan solo queda el alma. Y ese es el rostro que debemos mostrarle al mundo cada día al despertar. No te menosprecies por tener más o menos de esto o de aquello. No traiciones tu integridad por un contrato, un trabajo o una relación. Nada es más importante, o no debería serlo, que la felicidad de tu alma.
He crecido en una ciudad pequeña donde repartían, y aún hoy reparten (como en la mayoría de las comunidades que alberga la Tierra), una buena dosis de complejos y de apariencias. He visto a gente agachar la cabeza o elevarla según el «postín». Absurdo. Humillante. Lamentable. Mi abuela solía decir que «más era el fosero (enterrador) que nos daba tierra». Tenía razón. Así pues, no malgastes tu vida alimentando las apariencias. Quien te quiera amar, que te ame porque vea tu luz y honre tu autenticidad. No permitas que te quiera alguien que solo se acerque a ti por lo que representas porque, al igual que te adora, dejará de hacerlo cuando pierdas todo «eso».
Si eres feliz, si amas con la luz del alma, si te han llenado las alforjas de tu alma con amor verdadero, pasarás por las diversas vicisitudes de la vida humana con ánimo y voluntad. Tus estructuras emocionales no se quebrarán ni traicionarás tu integridad.
Mucha gente se acerca a mí esperando que sea «rica» al modo del CdR. A pesar de leer mis libros, no aciertan a darse cuenta de que soy tal cual: camino lo que hablo y viceversa. Ergo, no alimento las apariencias. Vivo mi vida a mi aire, y al que le parezca bien y quiera unirse, genial. Y al que no, que le aplaudan en el CdR, pero que no espere que yo cambie mis principios por ajustarme a sus expectativas. Carezco de complejos de clase. No soy rica al estilo del CdR, pero sí soy inmensamente rica y afortunHada como hada que soy. Alimento mi alma sin complejos. Procuro hacer lo que me pasa por la varita, y me importa mucho el bienestar de Rosetta, te soy muy sincera. Yo soy lo mejor que me ha pasado en esta vida. Con eso, y con el haber nacido entre los de mi manHada, me siento muy afortunHada, profundamente dichosa.
La luz del alma es imposible de fingir. ¿Quieres hacer la prueba? Mírate en el espejo, ¿qué ves? Sí, ¿qué ves en tus ojos? ¿Ves luz, ves oscuridad? Si hay luz, pregúntate cómo contribuyes a ello, si eres fiel a tus principios... Seguro que sí. En cambio, si no hay luz, seguramente es que has apostado por darle a los complejos, dejándote de lado. ¡Mal hecho! Tira los complejos y regresa a tu alma. Tengo, y he tenido, personas en consulta —soy hada madrina. He creado el Anticoaching*—, cuyo semblante ha experimentado un rejuvenecimiento después de unas cuantas sesiones. Les ha vuelto la luz a los ojos, y su rostro ha reflejado el cambio interior. Pero no hace falta verles, basta con observar sus acciones, fijarse en cómo se conducen por la vida: exponen su verdad, se comportan con arreglo a sus principios, no se los callan, y no tienen ni quieren tener otros principios que esos.
Si quieres rejuvenecer, no te pongas bótox; en vez de ello, tira los complejos, ponte las alas y reconéctate con tu alma. La vida humana es demasiado corta para vivirla de espaldas a ti.
Ama, ríe, sé feliz, haz lo que te pase por la varita o la corona, o por ambas. Pasa de las consignas del CdR. No malgastes tu tiempo en la Tierra tratando de complacer al CdR o empeñándote en alcanzar sus zanahorias. Más te vale emplearte a fondo en usar tus alas, disfrutar de la vida, soñar con el alma abierta de par en par, y tomándote a la ligera como hacen los ángeles. Ríete del CdR y de sus rediladas. No serás más feliz porque vivas en la calle Mayor —antiguamente, la calle principal en los pueblos—, pero si te apetece vivir ahí y tener la casa más lujosa del barrio, adelante, tu vida es tuya, debes hacer lo que te dé la gana con tu vida y con tu dinero, para eso son tuyos y no has de justificarte ante nadie. Ahora bien, si tu logro te quita el sueño, no te quejes, porque nadie te ha obligado a ello. Tú y solo tú eres el responsable de tu vida. Recuerda que nada nos hace nada que no permitamos. Todos contribuimos por acción (lo que hacemos) y por omisión (lo que no hacemos) a las circunstancias y resultados de nuestra vida. Así pues, si no te gusta el resultado, modifica la fórmula o alguno de sus ingredientes.
Sin complejos, ponte las alas.
Yo vine con ellas. Nunca me las he quitado. Es verdad que hubo un tiempo en que me las llenaron de alquitrán, y que me han roto alguna que otra de sus plumas en ciertas ocasiones. Eso sí, siempre me volví a levantar, cada vez más sabia, más rebelde, más brillante y atrevida. Aprendí a cuidar de mí, y pongo los límites (aprendí que nadie nos hace nada que no le permitamos). Me dedico a ser auténticamente yo haciendo lo que me pasa por la varita, esto es, apuesto por quedar bien conmigo misma. He aprendido a volar libre, sin tapujos, sin complejos. Si alguien ama y honra mi luz, genial. Caso contrario, el CdR está lleno de humanoides dispuestos a que les hagan la pelota, a cambio de ello te prometerán «oro, fama y cromos» y unas cuantas boberías más.
Respeto, sí. Humillación, no. El dinero va y viene por la vida, pero no así el alma. Mi abuela también sostenía que «más valía persona que bienes». Ergo, si el dinero, la fama, el estatus y todo eso, va y viene, apúntate a ser quien eres. No inviertas tu tiempo y energía en tratar de ser quien nunca llegarás a ser. Me refiero tanto a la profesión (si eres feliz siendo jardinero, en vez de superdirectivo, adelante), como a modificar tus rasgos de personalidad por complacer a otra persona o tener un estilo de vida que no es el que te llena por amoldarte a otra persona.
Apúntate a triunfar como ser humano. Por eso, dedícate a ser quien eres, brilla el alma que eres, y algún día lograremos convencer a todos los humanoides para que, o bien hagan las maletas o evolucionen a Humanos, y así esto pueda volver a ser el paraíso que era en el inicio de los tiempos.
El tesoro más valioso es el alma.
Si eres una persona auténtica y genuinamente tú, tienes la mejor fortuna del mundo.
Ponte las alas, y déjate de cuentos.
«Mérida, abril 2010, junto a las mansas y caudalosas aguas del Guadiana. Cientos de mujeres emprendedoras extremeñas, una especie en expansión. Desplegaste tus alas de hada. Tus polvos mágicos de autoestima, de creer en uno mismo, enaltecieron a las masas. Y hubo un momento con todo el pabellón en pie, que fuiste consciente de lo bello de tu misión. Luego nos tocaste con tu varita y dejaste el recuerdo imborrable de la luz.
Jaime Ruiz Peña, Transformador.»