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¿POR QUÉ HE ESCRITO PONTE LAS ALAS... CUANDO LA VIDA TE DÉ CALABAZAS?

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Después de unos cuantos libros, y muchas oportunidades en medio de muchas islas de problemas, decidí volver al tema de las calabazas con las que la vida suele obsequiarnos con demasiada frecuencia, o con más de la que nos gustaría.

Las ideas, las creencias, la mente en definitiva, nos da alas o nos sume en pozos de profunda melancolía. Asimismo, la sociedad, a la que yo etiqueté como CdR (Club del Redil, Pídeme la luna, Planeta, 2007), ha ido a la deriva en los últimos años, cayendo en una espiral de materialismo y consumismo que ha acabado por eclipsar los valores humanos además de pervertir el sentido espiritual de la vida. Mucha gente ni recuerda ni quiere creer que son almas, seres espirituales viviendo experiencias humanas. Hemos sustituido valores por enseres. Y así nos va. La infelicidad campa a sus anchas, la insatisfacción vital ha echado raíces en el ánimo de la gente. No hay dinero que calme el hambre interior. El dinero da cosas, pero no proporciona lo que es esencial: compra una casa, pero no proporciona un hogar; paga sexo, pero no proporciona amor; compra tratamientos médicos, pero no otorga salud; paga viajes, pero no incluye el disfrute de las vacaciones... Solo el alma contiene lo esencial, eso que es invisible a ojos de la sociedad consumista, pero vital puesto que sin amor la vida se queda fría y la existencia pierde su sentido.

Ejerzo de hada madrina (coach, para entendernos), con mi estilo rosettiano, obviamente. ¿Por qué Hadamadrina y no simplemente coach? Porque veo los talentos y el alma de la gente. Hadadeo sus vidas y desde ahí les animo a desplegar las alas, y a descubrir al ser que habita en su interior: les animo a adorarlo, acunarlo y descubrirlo en su inmensidad y genialidad. Cuando mis amadrinHados se quitan las telarañas del alma, tiran a la basura las ideas del redil (las del CdR), le dan la vuelta al calcetín de la vida y convierten las calabazas en oportunidades... les salen alas en el alma, y eso se nota enseguida porque sus ojos pasan a tener luz y su voz se viste de cascabeles.

El mal de la humanidad son las calabazas que se da a sí misma, el miedo al que se condena, y la pérdida de los valores espirituales a la que se castiga. Tanto materialismo ha acabado por generar una oportunidad de tomar decisiones (en el CdR lo llaman «crisis»). Ha llegado el tiempo de decidir regresar al alma, de reconectarnos y sanear esta sociedad del siglo XXI que se ha tornado agria, falsa, soberbia, prepotente, aburrida, sectarista y fanática. Sin amor, la vida es un centro comercial donde se le podrá sacar humo a la tarjeta de crédito, pero donde no se hallará consuelo para el vacío emocional y espiritual que ha dejado en el alma el hecho de ser ignorada por la parte humana. Ahora bien, no solo es el amor quien anda perdido, la magia también, y la alegría. Lo verdaderamente importante de la vida es ignorado y vilipendiado.

Me refiero al ser humano.

Sin alas estamos desconectados de nuestro ser interior.

Sin alas carecemos de imaginación.

Sin alas no sentimos el amor de nuestra alma.

Sin alas hemos perdido la conexión con la genialidad que crece en nuestra esencia. Sin alas nos ponemos las cadenas del CdR.

Sin alas no recordamos quiénes somos ni qué venimos a hacer aquí ni cuáles son nuestros verdaderos principios y valores.

Sin alas no hay singularidad que valga.

Sin alas competimos por un mendrugo de pan podrido en forma de poder, dinero, fama, contactos, posesiones materiales y consumismos varios.

Estoy comprometida en enseñar (no soy la única) a los humanos a ponerse las alas, ajustarse la corona y coger las riendas espirituales de sus vidas: soy «comadrona del espíritu humano», me apodó así Judith De Lozier cuando aprendía PNL con ella y con Robert Dilts en Santa Cruz (California). No puedo hacer otra cosa que cumplir con mi destino humano. A la gente le veo el alma, y sé cómo puede salir de su laberinto (esto de mi misma, me lo descubrió Robert Dilts). Por eso, cuando llaman a mi puerta, les digo que sé sacarles del infierno; pero, eso sí, me han de dar la mano.

Tuve la oportunidad de conocer a Rosetta por vez primera hará unos siete años en la NLP University, en Santa Cruz de California. La recuerdo en los albores de un profundo viaje, y tuve la sensación de que algo se estaba «gestando» en Rosetta, lo cual traería una bocanada de aire fresco a este, tan a menudo, serio mundo. Ella era como una pequeña mariposa volando de persona en persona, de grupo en grupo, creando alegre celebración a su paso. Rosetta todavía hace esto, a la par que aporta al mundo su experiencia, sus habilidades, su conocimiento y, por supuesto, su toque de varita mágica y sus alas de ángel. Ella nos recuerda el misterio y la magia contenidos en la Vida, y mucho más importante que eso: nos recuerda que somos parte de esa magia. El mundo de Rosetta está lleno de metáforas y de creatividad, y todo ello está reflejado en sus maravillosos libros. Gracias a estas historias ella abre sus alas expresando en palabras su propio viaje vital. Rosetta hace una llamada a las experiencias humanas, esas que compartimos porque somos miembros de la misma especie: nacemos, amamos, se operan profundas transformaciones en nosotros, sanamos, nos perdemos a nosotros mismos y nos volvemos a encontrar. La he observado ejerciendo de monitor, de esponsorización, y de maestra para otros. He sido testigo de su habilidad para despertar a otros: Rosetta es la comadrona del espíritu humano. Les deseo, a todos los lectores, que oigan la llamada que les hace Rosetta para volver al espíritu y que se decidan a expresar su viaje vital con arte, creatividad y amor.

Habiendo dicho todo esto, no olvidemos que Rosetta ha trabajado en el mundo de los negocios. Quedando reflejado este equilibrio entre lo espiritual y lo profesional, o mundo de los negocios, en sus libros. Ella camina en perfecta armonía y belleza.

Judith DeLozier, Santa Cruz, California (21 de julio de 2001)

Mucha gente se ha puesto sus alas y ahora vuelan felices sus vidas. Se saben los capitanes de su destino: reinas y reyes que se pusieron la corona según la versión rosettiana de restituirse la dignidad y liderar la vida propia.

Te animo a que te pongas las alas y que hagas con las calabazas lo que te dé la real gana, como si las quieres usar para pasártelas por el arco del triunfo, ¡qué caray!

Desde que escribí La reina que dio calabazas al caballero de la armadura oxidada (RBA, 2004), muchas son las personas que «hacen lo que les pasa por la corona», «no se quitan la corona ni para dormir», «golpean los problemas con sus varitas», y se dedican a ser la Reina o el Rey de su vida; o lo que es lo mismo, han asumido las riendas emocionales, cuidan de su dignidad y alimentan su integridad.

Desde hoy, además de ponerte la corona, te puedes poner las alas y... ¡ya estás completHada!

La clave de la felicidad es ser auténticamente tú, sin disfraces, sin complejos y... ¡con un buen par de alas!

Ponte las alas cuando la vida te dé calabazas

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