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EL TURNO DEL CABALLERO: ÍÑIGO SOTA HERAS

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La importancia de tener unas alas y la responsabilidad de abrirlas

«Date prisa, Íñigo, te vas ya a entrevistar a Rosetta Forner.» Fueron las palabras que mi redactor jefe vociferó provocando una reverberación que traspasó las paredes de la redacción. Recuerdo perfectamente aquella tarde de primavera. La Feria del Libro de Madrid comenzaba a llenarse cuando me vi frente a ese enorme pasillo de casetas, con mi micrófono en la mano y en busca del rótulo que, efectivamente, produciría el encuentro entre hados. Rosetta ya había decidido que se presentaría ante mí en forma de entrevista hadada. Y yo, ante ella, para desplegar las alas y reconocerme en mi condición. Sabía que existían personas como yo, y verla allí, provista de su permanente e incansable sonrisa, confirmó mis sospechas. «Hoy firma... Rosetta corner», leí en el letrero. Y Juan, mi amigo y compañero, asintió mientras levantaba la cámara de vídeo para posarla en su hombro.

Con Rosetta pronto entendí qué era exactamente el CdR (Club del Redil o «sociedad»). Supe que había encontrado a una persona que, por algún motivo, sabría decirme por qué siempre me he sentido diferente, especial en algún sentido, alejHado (con «H» de hada, recomiendo intercalarla siempre) de las consignas de un mundo que siempre se me ha revelado frío, dado al borreguismo, interesado y egoísta. Sí, supe entonces que había llegado el momento de SER POR FIN YO, no agachar las orejas, y de expresar mis opiniones con valentía y claridad, sin miedo a la represalia del redil que pudiera sobrevenir. ¿Y sabes qué? ¡Que todo funciona mejor desde entonces! Me siento más libre, más abierto, más feliz, he entendido que los verdaderos valores los llevamos dentro, que es absurdo hablar/pensar/expresarse en función de la aprobación final de una supuesta autoridad (del redil, por supuesto) que nos aplauda al ver que hemos conseguido el objetivo que tenía preparado para nosotros.

¡Basta ya! Eso solo supone quedar bien con el CdR a costa de nuestra dignidad y singularidad. Como dice Rosetta (y es una de mis frases favoritas), «solo me preocupa quedar bien conmigo mismo». ¡Y cuánta razón tiene! Mejor nos iría a todas y a todos si dejáramos de pensar en la complacencia ajena en detrimento de la propia.

¿Que cómo entendí qué era el CdR? Muy sencillo. Por aquella época solo había caído en mis manos un libro de Rosetta, La maldición de Eva, una radiografía realista y muy inteligente acerca de las mujeres y sus actitudes al filo de este siglo. Me encontraba yo un buen día leyéndolo en una cafetería, expectante, cuando apareció el amigo al que estaba esperando. Él, tras mirar con extrañeza la portada y hacerme volver a la realidad de la Gran Vía madrileña, exclamó: «¡Literatura femenina! ¡Cada día estás peor!». Y, en fin, fue en ese momento cuando lo comprendí: un perfecto ejemplar redilero se había presentado ante mí sobrepasando las barreras de la humildad y el prejuicio, como a ellos les gusta hacer. Una de sus estratagemas favoritas es esa: dar por hecho e intentar imponer sus ideas a golpe de aquello que debería ser y no es en ese momento. Me guardo la frase que solté por mi boca en aquella ocasión, pero adelanto que fue una forma elegante de «mandar a mi amigo a freír monas».

Ahora que tienes este libro entre tus manos, aprovecha cada palabra y cada idea para pensar un poco en ti, en tus expectativas, en aquello que quieres hacer y en las razones por las que tantas veces (o no) saliste perdiendo en pro de una idea preconcebida sobre la que no te dieron la oportunidad de opinar, y ni mucho menos de disentir. Atrévete a ser tú.

Rosetta vuelve a las andHadas con este Ponte las alas... cuando la vida te dé calabazas, mostrando su particular forma de analizar y diagnosticar la realidad vital y el ser que cada uno somos. Da igual si ya la conoces o si es la primera vez que te acercas a las páginas de esta magnífica escritora-hada madrina, quien no ha hecho sino enseñarnos que otra realidad es posible, más que eso, ¡necesaria!

Al principio, nos enseñó la importancia de desplegar la luz de las alas del alma y volar con la libertad que merecemos; después, nos presentó a un selecto conjunto de hadas que consiguieron arrancar de nosotros lo mejor que llevamos dentro; conocimos a las diversas Evas que existen a nuestro alrededor, y supimos de la importancia de ser una reina o un rey en lugar de propugnar la «flojera de diadema más propia de las damiselas»; nos atrevimos a dar calabazas a un caballero de dudosa calidad humana, y más tarde nos pedimos la Luna para entender definitivamente que los «Planes C» existen y son la forma más inteligente de ganar (porque «los perdedores suelen tener siempre su excusa apropiada»).

Más tarde vinieron otros libros encantHados y llenos de luz: con El secreto está en el genio aprendimos que desplegar la genialidad que cada uno alberga en su interior es importante para ser felices y tener un alma sana y fuerte, además de contener otra de mis frases favoritas: «En el CdR, en lugar de “¡que viene el lobo!”, gritan “¡que viene el ostracismo!”». El último sapo que besé sirvió para que todos nos diéramos cuenta de la importancia-elegancia de ser un rey, y la decepción continua que provocan los sapos-sapetes-sapones. Y el año pasado Rosetta nos sorprendió con un libro de cuentos (que curiosamente coincidió en el tiempo con la publicación de mi segundo libro, también de relatos), o más bien de contra-cuentos: un diagnóstico astuto y real sobre el engaño que esconden algunos de los cuentos clásicos más conocidos y, por supuesto, la alternativa hadada perfecta para ellos.

Rosetta es clara desde el principio. Abre las alas... cuando la vida te dé calabazas contiene al comienzo una máxima clara y directa: «He venido a contarle a la gente que existe otra realidad». Y prosigue con la nítida intención de subrayar que «si todos fuéramos un poco más atrevidos, osHados, descarados, valientes, francos y sinceros, este sería un mundo mejor donde vivir». Resalto esta idea porque siempre he pensado del mismo modo. Y la remarco porque ya va siendo hora de pensar qué queremos, qué nos llena, y movernos de forma efectiva para ser más felices. E insisto en ella una vez más porque desgraciadamente somos herederos de aquellos cuentos chinos que nos han querido contar, y vale la pena realmente incorporar dichos adjetivos a nuestra vida cuanto antes. Por todo esto, vuelvo a suscribir otra máxima de este libro que no paro de repetirme: «Cree en ti como nadie lo ha hecho, cómprate una buena dosis de autoestima y unos cuantos kilos de auto-valoración, consideración e inspiración». Y apostillo: ¿Todavía sigues creyendo que necesitas la aprobación de los demás y que todo lo que hagas ha de estar encaminado a ella? ¡Vale ya de mareos, de ideas torpemente urdidas para beneficiar a unos pocos, de sandeces que solo consiguen la auto-anulación en pro de un bien ajeno! ¡No esperes que otros te hagan buena publicidad, porque seguramente tendrán otras cosas mejor que hacer (en el mejor de los casos, porque en el peor harán lo contrario, a saber, publicidad negativa de ti)! Cree en ti, cree en tus alas, y despliégalas con todos tus mejores deseos. Rosetta es el mejor ejemplo de lo que esto significa: una persona atrevida, genial, sonriente, feliz, reina en todo su ser, dueña de sí misma, singular y... ¡una estupenda hada madrina!

Este libro es mágico. Créelo, porque así es. Siente su fuerza, observa la luz que irradia, inmiscúyete entre sus páginas. Entre otras cosas, te enseñará que las naranjas enteras son mucho más importantes que las medias naranjas atontadoras de sentimientos y adoradoras de complejos; que todos estamos a tiempo de coger nuestra dignidad y dar con la puerta en las narices al Club del Redil; que el éxito o fracaso no se mide por lo que a «los otros» les apetece disponer, sino por aquello que se encuentra en lo más hondo de nuestra genialidad; que una patada en el culo por parte del CdR es lo mejor que puede pasarnos, porque de ese modo no hace otra cosa que «impulsarnos hacia nuestro destino»; que lo mejor que puedes hacer es quererte como nunca nadie lo hará, pasando olímpicamente de lo que digan o piensen los demás; que la rebeldía es la mejor cualidad con la que podemos contar para abrir las alas, batirlas y desplegar así el ser genuino que somos; que será mejor que salgas corriendo antes de resignarte a un «te aguantas porque la vida es cruda y así nos pasa a todos»; que «nadie debe ser figura de autoridad para nosotros, excepto nosotros mismos»; que la verdadera magia reside en el alma, no en las compras del sábado por la tarde, ni en el poder en cualquiera de sus formas o en la apariencia más glam-hourrorosa; que el infantilismo no existe, sino que solo se trata de una invención interesada (como todas) del CdR; que las máscaras en carnaval son divertidas, pero en cambio en la vida solo procuran falsedad y problemas... Y un sinfín de consejos y palabras cargadas de ideas rompedoras y, sobre todo, impolíticamente incorrectas o ImpInc (parafraseando a la autora).

Hace dos años Rosetta se prestó, como buena hada madrina, a prologar Las distancias cortas, mi primer libro. El año pasado volvió a llenar de luz el segundo libro en mi haber, Monika sonríe frente al espejo, además de amadrinarme en la presentación del primero. La alegría que sentí cuando recibí el pedido hadado de prologar este libro se hizo tan patente que... ¡no encontré forma mejor de desplegar las alas una vez más (porque ya las llevo puestas desde siempre) y devolver a Rosetta esa enorme luz con la que me ha obsequiado desde aquella tarde de libros, firmas y sonrisas! Es mi forma personal de agradecer su apoyo.

Espero que lo leas con ganas, que descubras toda la magia que mora en tu interior y que, si es la primera vez que te acercas a ella, sea para ti una fuente de inspiración y autoconocimiento. Y, por supuesto, ¡que te pongas las alas cuanto antes y comiences a disfrutar de lo más preciado que tienes... tú misma/o!

¡Ah! Y hazme el favor de intercalar una «H» en cada paso que des.

ÍÑIGO SOTA HERAS

isheras83@yahoo.es

Web: periodistaaudiovisual.blogspot.com

Periodista y autor de: Monika sonríe frente al espejo,

Las distancias cortas

Ponte las alas cuando la vida te dé calabazas

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