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3 CUANDO NECESITES UN MILAGRO, SÍLBALE A TU ÁNGEL DE LA GUARDA

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Todos tenemos momentos de desamparo, desilusión, rupturas, pérdidas, crisis vitales, sueños rotos y rasguños que nos dejan dolorida el alma. No es fácil vivir, a veces no es nada fácil. Aunque bien mirado, ¿hay alguien que lo tenga fácil?

Sí, hay quien lo tiene muy fácil: los ángeles. Los ángeles son los diversos rostros de Dios/Diosa —porque Dios, ya lo he confesado, es masculino y femenino a la par, en mi rosettiana opinión, la cual no tiene por qué ser la de otros—, unos rostros para facilitar la comunicación con los humanos. Dios les regaló alas para poder volar por encima de los problemas, de las crisis, y no contaminarse con el miedo que tanto poder y ascendencia tiene sobre los humanos. Porque, a veces, no se trata tanto de aprender a salir de las crisis, sino de no entrar en ellas.

No obstante, sílbale a tu ángel de la guarda cuando las cosas vayan mal, y practica el ejercicio de ponerte las alas de Dios.

Todos tenemos un ángel, o una hada madrina —versión femenina de los ángeles aladHos—, que cuida de nosotros, que procura darnos consuelo en aquellos momentos en que «caen chuzos de punta», nos abraza con su angélica energía cuando el corazón se nos encoje, o nos susurra palabras de alegría cuando necesitamos inspiración para crear nuestras obras maestras. No siempre estamos apenados, ni es necesario sentirse desesperado para silbarle al ángel de la guarda. Basta con querer poner un poco más de magia en nuestras vidas, en darle color a las mañanas.

Si nos hubieran enseñado a ser felices en lugar de infelices, a alabar nuestras vidas humanas en vez de maldecirlas...

Si nos hubieran enseñado a amar en vez de odiar a la persona más importante de nuestra vida...

Si en la escuela se impartiera la asignatura de «autoestima»...

Si se potenciase la asertividad en lugar del borreguismo...

Si todos fuéramos un poco más atrevidos, osHados, descarados, valientes, francos y sinceros, este sería un mundo mejor donde vivir.

En lugar de ello, los mass media, los gobernantes y muchos gurús se dedican a inculcarnos la desesperación, el miedo, la desesperanza. Propugnan la ausencia de valores espirituales, se esfuerzan en darnos collejas en el alma, todos los días. Mucha revolución tecnológica, pero poca o nula revolución emocional, y mucho menos, espiritual.

Vivimos tiempos malos para la lírica, decía la canción... En verdad, son malos (revueltos) tiempos para la espiritualidad. No me refiero a ser «religiosos», sino a la conexión con el alma. Esa que, cuando se pierde, provoca la pérdida de rumbo, de fe, de confianza, de seguridad, de felicidad... Lejos del alma solo hay frío, soledad, desamparo y escasez de todo tipo.

Me gustaría vivir en un mundo donde todos fuéramos más felices, sinceros, prósperos y singulares. Un mundo donde cada uno nos dedicáramos a estar contentos con nuestras vidas. Mucho teorizar, arengar a las masas, animarlas a consumir desaforadamente, mientras se les azuza con el miedo hasta lograr que la desesperación haga nido en sus almas.

Si todos emuláramos a los ángeles. Si nos dedicásemos a fomentar pensamientos respetuosos, amorosos, alegres y confiados en nosotros, nos iría muchísimo mejor.

Tenemos que dejar de competir unos contra otros. Tenemos que cesar en el odio, en la envidia, el rencor y la maledicencia.

Vamos a sembrar amor, cariño, amabilidad, simpatía, esperanza, buen humor, sentido común, sabiduría...

Cada uno de nosotros tenemos que hacer nuestra propia reevolución, ocuparnos de crear una realidad diferente y así, granito a granito, acabaremos por cambiar la realidad del mundo.

«Cuanta más intensa es la luz, más intensa es la oscuridad.»

Obviamente, soy una utópica. Estoy empeñHada en crear un mundo mejor, uno donde todos podamos vivir, reír, amar, ser felices, apoyarnos los unos a los otros, darnos aliento, ayuda y consideración, en lugar de lo que venimos dándonos...

Sílbale a tu ángel de la guarda.

Silbémosles a todos para que vengan a sembrar el mundo de luz y cobijarlo bajo sus alas.

Cuando era niña creía que venía de un lugar más allá del sol donde no existían las enfermedades ni las guerras, un lugar de hermosa luz donde la gente se amaba, era feliz y fluía con la vida. He llegado a la edad adulta, y me he encontrado con un mundo lleno de tristeza, desesperación, odio, miedo, envidia, rencor, demagogia, maltrato... ¿Es real la realidad? Sí, lo es para todo aquel que así quiere creerlo. Nuestras creencias (forma de pensar), conforman nuestra realidad: así pensamos, así nos sentimos, así es nuestra realidad. Por consiguiente, si uno quiere modificar la percepción de la realidad, debe ir dentro de sí mismo y cambiar su programación, su forma de pensar. Ahora bien, ¿estás dispuesto a realizar semejante tarea? ¿Estás dispuesto a dudar de que todo lo que te han contado hasta la fecha puede ser cierto o no serlo?

Si es así, imagina por un momento que eres un ángel o un hada que ha venido de visita a la Tierra. Fíjate en la cantidad de mentiras, o de distorsiones, que te han presentado como ciertas y verdaderas, como única forma de realidad.

¡Pamplinas!

Cuando las cosas van mal, lo «mal» se va de compras... (When things go tough, the tough go shopping). Los americanos, tan consumistas ellos —también son dados a los dichos como lo era mi abuela María Rosseta (muy valenciana ella además de sabia)—, dieron con la solución a sus males: irse de compras. Ergo, si las cosas te van mal, vete de compras de nuevas ideas. Eso sí, cómprate unas favorecedoras, que resalten tus rasgos, embellezcan tu alma y den alas a tus pies. Cómprate unas ideas llenas de colores, risas, afabilidad, sentido común, valentía, osadía y especias humanas. Cree en ti como nadie lo ha hecho. Cómprate una buena dosis de autoestima y unos cuantos kilos de auto-valoración, consideración e inspiración.

Érase una vez dos ángeles que bajaron a la Tierra de excursión. El más viejo de ellos —si los ángeles pudieran tener edad—, quería enseñarle al más joven las apariencias, esto es, cómo eran los humanos y los humanoides que poblaban la Tierra. Al final de su primer día, viendo que no tenían donde dormir, llamaron a la puerta de la primera casa que salió a su paso: se trataba de una mansión cuyos ricos dueños se disponían a cenar en aquellos momentos. Les abrió la puerta el mayordomo, quien trasladó la petición de asilo para pernoctar esa noche a los dueños de la mansión. Tan generosos y amables eran —no todos los ricos son iguales, algunos son más caritativos y considerados que otros—, que permitieron a los dos ángeles alojarse en el sótano de la casa. Ciertamente, no era la estancia más acogedora de la mansión; por no disponer, no disponía siquiera de una cama sino tan solo de unos viejos colchones llenos de polvo y mugre de olvidada caridad cristiana. Los ángeles se acomodaron, plegaron sus alas, y entonaron sus almas. Dormir, dormirían como lo que eran: ángeles...

Los ángeles fueron capaces de aislarse del exterior y concentrarse en el interior: un lugar donde mora la magia. Por eso, cuando en el exterior pinten bastos, ve a tu interior y decide qué actitud quieres tener, cómo quieres responder a una situación dada, y cómo te las quieres apañar.

Haz como tu ángel de la guarda, ponte las alas:

Ala 1: Tengo el corazón contento: la importancia del amor propio y de rodearnos de personas que nos amen y crean en nosotros.

Ala 2: No me da la gana tirar la toalla. Prefiero organizarme una estrategia porque «los ganadores siempre tienen un plan... y si no, lo inventan».

Ala 3: Segundas, terceras, cuartas... quintas partes son, a veces, las que triunfan.

Ala 4: Si NO te gusta que te humillen, maltraten o ninguneen... no te apuntes a programas de telebazofia. En vez de ello, aprende a poner los límites y/o a cantar las cuarenta.

Ala 5: Aíslate del exterior y concéntrate en el interior: ahí mora la magia.

Ala 6: Si del CdR te quieres largar, al hada madrina has de llamar.

Ponte las alas cuando la vida te dé calabazas

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