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2. Actos republicanos y eventos de campaña Fernando Müller
Оглавление–Señor Presidente, si me lo permite, quisiera agregar un tema a la tabla de discusión de la Comisión de Régimen Interno esta mañana, que no pude sugerir con anterioridad porque no estaba al tanto del mismo.
–¿A qué se refiere, diputado Müller? –preguntó Ignacio Cruz.
–A la ceremonia de Cuenta Pública del Congreso, que se celebrará dentro de dos semanas en el Salón de Honor, Presidente.
–Bueno, si no hay objeción, lo incorporamos. ¿De qué se trata, diputado?
–He oído que la Cámara, junto al Senado, está preparando este evento que, como todos saben, es inédito en la historia de esta institución y, a mi juicio, reviste la mayor importancia.
–Lo escuchamos, diputado Müller…
–No quiero que se piense que no tengo confianza en cómo esos preparativos se están llevando adelante, pero creo sinceramente, Presidente, que esta ceremonia debe ser parte de una discusión más abierta, quizás en esta misma Comisión, dado que se trata de un hecho que representa a todo el Congreso y que, entiendo, mostrará la labor que desarrollamos los parlamentarios en su conjunto. Y me gustaría que nos contara cuál es su idea, Presidente.
El diputado Müller estaba molesto. Ayer había almorzado con el Secretario General de la Cámara para abordar, como de costumbre, los principales temas de interés para la UDI en la agenda de la Corporación, tanto legislativos como administrativos. Hace más de una década se reunían mensualmente a almorzar, un par de años antes de que Catalán asumiera como Secretario. De hecho, fue en estos encuentros que planificaron su ascenso, cuando aún era Prosecretario, incluyendo la estrategia para remover al anterior jefe de servicio, don Vicente Hidalgo. El diputado Müller estuvo de acuerdo en el cambio porque, si bien Hidalgo era un distinguido abogado de carrera, de derecha, y que además contaba con su simpatía, no tenía las destrezas políticas que se requerían, ni tampoco, lo que era peor, las lealtades que se esperaban de él. Y tener un Secretario General que insistía en ser objetivo, imparcial y técnico en sus funciones, más allá de sus afinidades políticas, no servía de nada. Más podía ayudar alguien como Catalán que, más allá de ser cercano a uno u otro partido, tenía ambición suficiente como para entender que su éxito dependía de sus buenos vínculos con la bancada más importante de la Cámara: la de la UDI.
No se había equivocado. Desde que Catalán asumió, la bancada siempre había contado con todas las facilidades para ejercer su labor parlamentaria –documentos, estudios, oficinas, autos, viajes, trámites, celulares, arriendos–, y numerosos asesores de la UDI se habían incorporado como funcionarios estables de la Corporación. Ello –Müller lo sabía– era de importancia estratégica en la proyección del desempeño legislativo y parlamentario del partido en el futuro.
Con Catalán también habían desarrollado un sistema más o menos ordenado de transferencias de fondos, que hacían bastante más expeditas las diligencias de la bancada como grupo y de algunos diputados de manera individual. Eso había funcionado perfectamente a lo largo de los años, con procedimientos seguros y eficientes. Así, transferencias destinadas a glosas como contratación de asesorías, líneas telefónicas, personal en las oficinas distritales, viajes, bencina, viáticos, etc., iban en parte destinadas a un fondo común para labores de algunos diputados, y otras para actividades de carácter personal, sobre las cuales tampoco se requería información detallada. No era necesario. El diputado Müller y el Secretario concordaban en que había parlamentarios que eran más importantes que otros para el desarrollo de la actividad legislativa y política del país y que, por ende, correspondía que percibieran una suma mayor que el resto de sus colegas. Era un tema de mercado. En ninguna empresa los profesionales ganaban lo mismo independientemente de su experiencia o capacidad de gestión.