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Aprendizaje y memoria
Ahora enfocaremos el rol de la memoria en el aprendizaje. Como punto de partida corresponde plantear la siguiente pregunta: ¿memoria respecto de qué? En este orden viene a colación la distinción que hace Russell L. Ackoff en la sección “Los tipos de aprendizaje” de su libro Recreación de las corporaciones (Oxford, 2000; Cap. 8). Ackoff distingue:
• Los “datos”, que se componen de símbolos que representan objetos y eventos y sus propiedades. Son productos de la observación.
• La “información”, que forma parte de descripciones y respuestas a preguntas que comienzan con palabras como quién, qué, dónde, cuándo y cuánto. Se considera útil decidir qué hacer o qué no hacer.
• El “conocimiento”, que está contenido en instrucciones. Se compone de un saber cómo, lo cual hace posible el mantenimiento y el control de objetos, sistemas y eventos. Controlar algo es hacerlo funcionar o comportarse de forma eficiente para un fin predeterminado.
• El “entendimiento”, que se encuentra en las explicaciones, en las respuestas a las preguntas que comienzan con un “por qué”.
• La “sabiduría”, que es la capacidad para percibir y evaluar las consecuencias, en el largo plazo, del comportamiento.
Ahora bien, no es lo mismo memorizar un dato o información que memorizar (retener y tener disponible) el producto del conocimiento o del entendimiento como expresión de un aprendizaje derivado de esa información. Estamos de acuerdo en que en la mayoría de los casos es inútil e incluso contraproducente exigir que un alumno memorice simplemente datos o información. Pero nos parece conveniente que en un proceso de enseñanza-aprendizaje, por ejemplo en un examen (o equivalente), se le pida al alumno que evidencie su conocimiento o entendimiento en términos que implican memorizar, en mayor o menor grado.
El párrafo precedente nos lleva a lo siguiente. En general, un método importante de aprendizaje radica en que el alumno recurra a la palabra escrita, u otro medio equivalente. Y aquí es fundamental la diferencia entre la mera lectura y el estudio propiamente dicho. Estudiar implica leer varias veces, analizar, relacionar con el conocimiento previo, aplicar juicio crítico, sintetizar, etc. Es común que en un examen, por ejemplo, se le pida al alumno que desarrolle un tema. Si el alumno solo leyó una vez los textos correspondientes, es probable que al momento del examen se acuerde poco y nada del tema. Y entonces se quejará diciendo: “me piden que estudie de memoria”. Sin embargo, si el alumno realmente estudió, no tendrá mayores dificultades para desarrollar el tema. Obviamente, en este caso está empleando la memoria, pero como manifestación de su conocimiento o entendimiento.
Relacionado con el párrafo precedente, vale la pena recordar lo dicho por Stephen Kosslyn, neurocientífico estadounidense, en una entrevista publicada por la revista Noticias del 1/11/14: cuanto más reflexiona una persona sobre algún asunto, más profundamente procesa la información, y más fácilmente se acordará de ella, porque la reflexión va a desencadenar asociaciones mentales entre aquel asunto y lo que ya está almacenado en la memoria. Al ser convocado a reproducir esa información, el cerebro usará tales asociaciones para llegar al lugar donde la misma está almacenada. Por otro lado, repetir una frase o una fórmula muchas veces no crea conexiones con cosas ya grabadas en la memoria, y por lo tanto el cerebro va a tener más dificultad para encontrar la frase o la fórmula en su banco de datos cuando eso le sea solicitado.
Lo antedicho tiene que ver con la influencia de la motivación del alumno sobre su aprendizaje. No hay duda de que la motivación es clave. Pero aquí cabe distinguir la motivación intrínseca de la extrínseca. Lo ideal es que la intrínseca juegue lo más posible. Pero, como en muchos órdenes de la vida, la educación no tiene más remedio que recurrir además, en mayor o menor grado, a la motivación extrínseca, si es que pretende ser efectiva. En este sentido, el examen constituye un instrumento no solo de evaluación del aprendizaje, sino también de motivación extrínseca.