Читать книгу Problemática jurídica posdoctoral: Debates iusfilosóficos, iusteóricos y iusdogmáticos - Óscar Mejía Quintana - Страница 47

Aplicación de las ciencias de la
complejidad al sistema educativo

Оглавление

En el marco de la educación, la complejidad nace en las revoluciones científicas sobre los aspectos del caos y la microfísica y se dedica a cuestionar el orden de las cosas, la separación del conocimiento y el reduccionismo, junto a la lógica clásica desarrollada como “deductiva-inductiva-identitaria” que otorga valor absoluto a la inducción y a la deducción43 y que elimina la contradicción en los términos ya descritos. Además, se propone determinar que la formación no se puede concebir como simple adiestramiento técnico, independientemente de la condición humana y su naturaleza, pues es muy importante el reconocimiento de la autonomía de las personas.44

Por razón de la simplificación del pensamiento y del conocimiento, que ha repercutido en la división de las ciencias, la complejidad también ha abordado la necesidad de unir estas últimas, ahondando en el tema de la transdisciplinariedad.

Ahora bien, en este contexto de completitud en la formación de seres humanos capaces de fomentar su ciudadanía se halla la transdisciplinariedad, la cual se fundamenta, según lo acordado en 1994 en el Convenio de Arrábida, en Portugal, en los siguientes aspectos, desde los cuales se puede desarrollar:

No se reduce al ser humano a estructuras formales; plantea diversas realidades y diferentes clases de lógica; no tiene el propósito de reemplazar o eliminar las disciplinas tradicionales, sino el de buscar su complementariedad; proporciona una visión integradora de la naturaleza; busca una relación dialógica entre las ciencias sociales y las humanísticas; se plantea diferente y en un nivel más alto que la interdisciplina y la multidisciplina, por ser multidimensional; abre su comprensión a mitos y religiones; sitúa la dignidad del ser humano en virtud de su calidad de habitante del planeta, no en razón de su ubicación geográfica; es transcultural; recupera el valor de la intuición, la imaginación, la sensibilidad y lo corporal; reclama que el desarrollo de la economía debe servir al ser humano y no al contrario; es tolerante, y propugna por el diálogo y la discusión, rechazando todo aquello que los contraríe.

La construcción de la realidad compleja implica necesariamente un pensamiento abierto a la complejidad, que no se adquiere espontáneamente, sino que es producto de la formación, de la inculcación escolar y del proceso de observación e investigación como proceso de aprendizaje.45

La complejidad de lo educativo rebasa ampliamente cualquier visión disciplinaria; no es solo psicología o sociología, economía, lingüística, etc. lo que nos puede acercar a la construcción del conocimiento de lo educativo, sino la posibilidad de ver lo esencial de las relaciones en juego y el tipo y nivel de conocimientos que involucra,46 ya que, lo que posibilita construir una ciencia de la educación, es realmente la creación de relaciones entre las disciplinas del saber.

Igualmente, involucra pensar el conocimiento no desde una relación causal y en una explicación de la realidad que asume que esta es inmutable y con leyes que pueden conocerse. Genera pensar el conocimiento basado en otro conocimiento, uno que no entiende el cambio como disrupción del orden sino como innovación prometedora. Uno en el que la ciencia no es solo descripción de las ‘leyes naturales’ y explicación de los fenómenos, sino que conlleva la creación, la modificación de la naturaleza, y por lo tanto da un nuevo lugar al protagonismo humano. Uno en el cual la producción de conocimiento no es una cosa y la ética otra.47

Ahora bien, sobre las dinámicas que le incumben a la educación desde la perspectiva de la complejidad enfocada en la educación ciudadana, la cual es objeto de investigación, esta tiene la responsabilidad de abordar el desorden como ente activador e impulsor de las potencialidades creadoras del sistema, más aún si se trata de la disipación de adaptaciones y conocimientos sociales, ya que, como afirma Martínez, “es indispensable su funcionamiento al borde del caos o al borde de las crisis, como estados generadores de las iniciativas creadoras, de la invención e innovación para encontrar soluciones más efectivas y duraderas a los problemas”48.

Conviene propiciar discusiones, conflictos y situaciones de crisis, y no deben estos tomarse como eventos que distorsionan las pacificadas aulas de clase, sino como eventos que generan desarrollo y potencialidades en el ser humano, inclusive más que la armonía, la estabilidad y la concordia. Pero ¿cuál es el propósito de dichos eventos indeseados?; pues bien, estos no son más que oportunidades azarosas, no lineales y riesgosas que propician el desarrollo de la creatividad, la imaginación y las soluciones efectivas y duraderas de los problemas, ya que, como es sabido, de las grandes crisis –como las revoluciones, que son radicales y traumáticas– emergen grandes soluciones, y la historia del arte, de la literatura y de la ciencia está repleta de ejemplos que recrean la idea. Pero no puede olvidarse que, para que se cumpla este objetivo, ha de darse orientación y hacerse un seguimiento del proceso descrito.

Por supuesto, esto no significa que se deba vivir permanentemente en guerra, destruyendo el entorno y destruyéndonos mutuamente, sino que, como aduce Martínez,

se necesita cierta dosis de desorden, discusión, competencia, rivalidad entre los individuos y colectivos humanos para que se produzcan potenciadoras propiedades emergentes que promuevan y fertilicen la auto-organización creativa y desarrolladora de los individuos, los colectivos, para garantizar su robustez y sostenibilidad identitaria en el entorno.49

En consecuencia, en lugar de evitar los conflictos y el desorden, o a quienes lo desarrollan, estos deben entenderse como fenómenos complejos, ya que tienen un valor prometedor en habilidades creativas, lo que permite verificar un fenómeno desde diferentes perspectivas epistemológicas no excluyentes, sino, por el contrario, de carácter integrador y de retroalimentación basado en un proceso de diálogo.

Pero ¿para qué la complejidad y la educación?, ¿por qué es importante trabajar en este sentido? Para responder a estos importantes interrogantes, diremos que se trata de herramientas que terminan por develar la formación ciudadana, pues el mundo se encuentra en una situación traumática de irrespeto e indiferencia, que reclama a gritos un aprendizaje-enseñanza que se ejercite en medio de las diferencias, es decir que permita aprender a vivir con y en las diferencias; un vivir que reconozca y comprenda la diversidad, la pluralidad, la multiculturalidad, la otredad, las múltiples realidades sociales y humanas; una educación que forje el respeto, la tolerancia y la apertura frente a las variadas formas de desarrollarse en el mundo. En tal sentido,

cada universidad debe definir una visión y una misión para la formación de sus profesionales, cónsonas con la pertenencia y el compromiso social de las instituciones de Educación Universitaria, como principio orientador de la ontología curricular, así como la pertinencia filosófica, sociocultural, pedagógica, científica e institucional para explorar los caminos de la formación de competencias.50

En lo que tiene que ver con sus formas de materializarse, la preparación del docente requiere su adaptación a la complejidad, primero de la realidad, segundo, del conocimiento. Debe percibir la realidad desde cada fenómeno que interactúa en ella, recreando la particularidad de los bucles que se entrelazan, pero sin perder su individualidad, es decir, desagregando el todo en partes sin perder el todo. Debe el docente contar con una formación que fundamente la transdisciplinariedad, para abordar el nuevo mundo –que se caracteriza por el caos– por medio de herramientas y mecanismos complejos, interrelacionados, globales, dialógicos, que contengan el análisis y la síntesis, la inducción y la deducción.

La complejidad se evidencia en la formación de los ciudadanos de todo el mundo, porque lo complejo emerge de lo social,

porque no es posible la predictibilidad del rumbo de las comunidades de seres humanos, como lo intentó hacer ver el paradigma clásico en el cual existía la predicción con certeza del comportamiento de los fenómenos, en la cual suponía que al conocer uno de los estados y las leyes que regían la evolución del sistema era posible conocer su estado final, lo que implicaba la independencia del objeto respecto de quien lo observa.51

La ciudadanía, frente a la multiplicidad de problemas sociales y ambientales y ante su propósito de intervenirlos, puede enriquecerse del pensamiento complejo delineado por la transdisciplina, obteniendo una nueva visión, fruto de nuevas formas de ver, observar, sentir y pensar la realidad, y nuevos parámetros para pensarla y reflexionarla y, así mismo, modificarla.

Un gran número de variables influyen de forma constante y determinante sobre la humanidad siendo, frecuentemente, desconocidas y no controladas por las personas. En la situación actual se hace necesario que la ciudadanía vea el sistema de vida en el que está inmersa como un proceso, íntimamente ligado a ella, en el que se puede intervenir para transformarlo, tanto a nivel individual como colectivo. En dicho contexto se precisa adquirir conciencia de que el futuro no está predeterminado y que, en el juego de la vida, el azar y la incertidumbre juegan un papel, pero la humanidad debe jugar el suyo, para el abordaje de la complejidad, en el planeta, el mundo y las organizaciones es necesario desarrollar el pensamiento complejo.52

Pensar la educación desde la complejidad genera bastantes interrogantes. Se puede empezar por cuestionar la forma en que se aprende. En general, y atendiendo a los criterios del conocimiento clásico, la preocupación radica en la clase de puestos de los estudiantes y sus características, así como en las condiciones de los salones; pero, desde la complejidad, la preocupación debe ser cómo permitir que los estudiantes en el aula desarrollen sus propias ideas y sean capaces de emplear su capacidad para generar una transformación social, atendiendo, por supuesto, a sus particularidades y a sus conceptos de sujetos complejos, para que se desarrollen a partir de la incertidumbre y del diálogo con su exterior.

La complejidad es característica del acto pedagógico, pues obliga a repensar las formas de pensar y aprender, a partir de la coexistencia de lo opuesto, el azar y la incertidumbre.53

En la complejidad, el alumno se verifica como un mínimo ecosocial concreto y contextualizado, es decir desde su perspectiva real y no como un abstracto-ideal54; se le considera un microsistema inserto en un tejido social y no un objeto; contempla la interrelación de políticas de toda naturaleza: económicas, sociales, políticas, etc. El único criterio de verdad se establece desde la práctica, pues no puede primar la idea sobre la realidad.

Otro aspecto por tratar es el tema del currículo. El currículo es el temario que se ha establecido para ser impartido en cada grado de enseñanza. Pensado desde la complejidad, debe diseñarse según estrategias complejas que permitan desarrollar procesos investigativos guiados por el pensamiento complejo, que promueve la poca rigidez.

El currículo complejo integra la flexibilización curricular y la transformación de medios y de contextos de aprendizaje; implica la circularización y el embuclamiento, es decir, implica la integración, la eliminación de los discursos lineales y la interacción permanente, desarrolladas a partir de estrategias que fomentan la autorreflexión, la autocrítica y la multidimensionalidad de la realidad.

Debe abordarse asimismo el tema de la evaluación. Según la tradición clásica, es una medición; sin embargo, para el pensamiento complejo se trata de una estrategia que promueve la autoconciencia en el conocimiento de las propias realidades; se trata, entonces, de una evaluación cualitativa, por lo que se convierte en un espacio para la reflexión, comprensión y valoración de lo asumido, caracterizada por la flexibilidad, la participación y el compromiso. Lo que debe evaluarse es el conocimiento impartido, aplicado a problemas prácticos de la realidad y asociado a un componente actitudinal y ético.

Respecto del componente investigativo que sostiene la educación compleja, no puede esta ejecutarse a partir de causalidades que producen efectos: la investigación compleja reflexiona sobre los procesos para transformar la realidad. El investigador de la complejidad no se queda en ser un sujeto pasivo, sino que parte de la curiosidad y de la incertidumbre del conocimiento.

Finalmente, como se evidencia en las respuestas a las preguntas 13 y 14 hechas al grupo focal, es pertinente, para la gran mayoría, la introducción de una cátedra en ciudadanía y su impartición en las diferentes esferas de la formación educativa.

13. ¿Considera usted importante que las instituciones educativas dediquen parte de su currículo a la educación ciudadana?

• Me parece que debería dedicar una clase al final de la carrera para que cuando el profesional salga al mundo no solos sea bueno en lo que hace sino también en buenas prácticas ciudadanas (estudiante 19).

• Es importante o no en la medida que se haga en forma integral, el ciudadano lo adopte para sí y que las instituciones respeten ese derecho ciudadano (estudiante 20).

• Sí, considero que de hecho lo hacen, pero de forma transversal, en diferentes asignaturas (estudiante 21).

Problemática jurídica posdoctoral: Debates iusfilosóficos, iusteóricos y iusdogmáticos

Подняться наверх