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Introducción

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No es este el primer libro que se dedica a comentar obras emblemáticas del repertorio sinfónico y no será el último.

Muy por el contrario: las “guías orquestales” abundan en todos los mercados editoriales del mundo, existen en la mayoría de los idiomas de Occidente y el lector hispanohablante podrá encontrar sin mucha dificultad algunas, incluso más amplias y completas que la presente.

Hay, sin embargo, ciertas características particulares que hacen que este trabajo –que por otra parte no tiene pretensión enciclopédica alguna– se diferencie bastante de los que ya existen dentro del género.

Por empezar, lo que ahora se reúne en forma de libro es una serie de textos que no se concibieron para integrar una obra unificada, sino como comentarios para los programas de mano que la Orquesta Sinfónica Nacional argentina publicó para sus temporadas oficiales 2013, 2014 y 2015. Ese trienio fue un período de notoria efervescencia, tanto artística como institucional, para el primer organismo sinfónico de la República.

En lo musical, durante esos años se ofrecieron al público hitos de repertorio muy importantes, como el ciclo integral de las sinfonías de Beethoven, grandes obras sinfónico-corales de Bach, Verdi y Stravinsky, y la primera serie de conciertos didácticos de la Orquesta en muchos años.

Adicionalmente, tras una larga gestión al frente de la Sinfónica Nacional el maestro Pedro Ignacio Calderón pasó de la dirección titular al cargo de director emérito del organismo. Además, la Sinfónica comenzó una transición logística que involucraba a su sede principal de conciertos, que pasó así del Auditorio de Belgrano al flamante Centro Cultural Kirchner.

En lo referente a este autor, también se trató de una época particularmente intensa, pues entre otras cosas marcó mi propio debut al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional. Con ella dirigí varios programas que abarcaron obras de compositores italianos, alemanes, rusos y latinoamericanos, empezando precisamente por el ciclo didáctico mencionado, que involucró una serie de funciones de Pedro y el lobo de Prokofiev, con Luis Pescetti en calidad de narrador.

Mi vinculación como autor de comentarios para la Sinfónica surgió a fines de 2012. El coordinador general y programador artístico del organismo decidió abrir el abanico de autores para los programas de mano, comisionando textos analíticos de autores cuya principal referencia fuera el estudio directo de la partitura; y, en casos como el mío, incluso una experiencia con ella como director orquestal.

Así surgió una larga serie de comentarios sobre algunos de los programas más interesantes de la Orquesta. Cuando el programa a comentar era monográfico –como el caso de la Misa de Réquiem de Verdi o Edipo rey de Stravinsky– fue posible incluso acercar al oyente-lector algunos aportes de la musicología más reciente y también aventurar alguna clave de lectura nueva.

Adicionalmente, en casos como los de Edipo rey y Pedro y el lobo, se pidió que tradujera los textos hablados y cantados, para su reproducción en los programas de mano, su proyección en tiempo real a modo de sobretitulado o su utilización por parte del recitante en los conciertos; estas traducciones se incluyen también en el apéndice de este trabajo.

En el caso de la fábula sinfónica de Prokofiev, concebí además un artículo específicamente destinado al público infantil que venía a tomar contacto por primera vez con un concierto orquestal (como queda dicho, dirigido por mí).

Como en cualquier temporada sinfónica digna de tal denominación, no faltó la oportunidad de comentar célebres obras orquestales y concertantes de compositores de primer plano como Elgar, Grieg, Haydn, Liszt, Prokofiev, Rachmaninov, Schubert, Shostakovich, Sibelius, Strauss y Weber. En ello este libro no se aleja demasiado de lo que el lector podría encontrar en otras publicaciones similares.

Allí terminan las similitudes, sin embargo, pues contrariamente a lo que suele suceder en las guías sinfónicas, se recopilan aquí también comentarios de piezas que provienen de los géneros operístico, coreográfico y sinfónico-coral, pertenecientes a músicos como Bach, Beethoven, Brahms, Bruckner, Mussorgsky, Stravinsky, Verdi y Wagner, con explícito énfasis en los textos que dieron origen a la música.

Pero quizá el aporte más novedoso de esta propuesta consiste en una serie de notas que por primera vez ilustran composiciones de autores argentinos modernos y contemporáneos como Esteban Benzecry, Fermina Casanova, Alberto Ginastera, Osvaldo Golijov, Pablo Mainetti, Ástor Piazzolla, Alberto Williams y Juan Carlos Zorzi. En estos casos, el volumen que el lector tiene en sus manos será una de las pocas fuentes de referencia y a veces la única.

Como es natural, los textos fueron revisados en pos de corregir eventuales errores, eliminar ciertas redundancias y mejorar algunos detalles de forma; por lo demás se publican tal y como aparecieron originalmente en los programas de mano, pero sin referencias –que en esta sede parecerían innecesarias– a las fechas y locaciones de cada concierto.

Trabajar por tres años como uno de los principales musicógrafos de la Orquesta Sinfónica Nacional fue una tarea que me honró hasta el extremo de parecer un reconocimiento inmerecido; como tal lo disfruté. Con todo, los avatares típicos de la cosa pública argentina hicieron que la labor no fuera siempre sencilla y no faltó la oportunidad en la que se celebrara un concierto sin que los programas de mano se materializaran o sin que el sobretitulado funcionara, por mencionar solo dos casos.

Este tipo de dificultades se fue profundizando con la sufrida (por incompleta) mudanza de la Orquesta al Centro Cultural Kirchner. Su auditorio sinfónico había sido diseñado para el organismo pero, inexplicablemente, el uso de las salas del Kirchner le fue retaceado por años.

A ese aparente sinsentido se sumaron otros, como convertir a los otrora extensos programas de mano en un díptico tan escueto que resultaba imposible desarrollar en él un aporte musicográfico serio. Con el tiempo los comentarios desaparecieron y por algunos meses hasta fue usual que no hubiera programa de mano alguno.

Como si todo lo antedicho no fuera suficiente, crecientes desprolijidades administrativas –no atribuibles a la Sinfónica, dicho sea de paso– hicieron que los textos de colaboradores como el suscripto fueran utilizados sin acuerdo, consentimiento o tan siquiera una consulta al respecto. Llegados a ese punto, evidentemente no valía la pena continuar y pareció lógico considerar que la tarea para la que había sido convocado podía considerarse cumplida.

Paralelamente, la Orquesta Sinfónica Nacional se sumía en un creciente vórtice de dificultades de distinto tipo que hacían que el problema del acompañamiento musicográfico de sus conciertos –aun siendo de capital importancia– pasara necesariamente a segundo plano.

Al escribir estas líneas han transcurrido algunos años y se avizoran señales de que la actividad del primer organismo sinfónico argentino podría ordenarse como es debido. Desde ya hacemos votos para ello, esperando que la definitiva jerarquización del conjunto incluya todos los aspectos de su valiosa labor.

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