Читать книгу Disfruta del problema - Sebastiano Mauri - Страница 11

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“Me llamo T.T. Johnson y seré el superior directo de ustedes mientras dure la filmación de la película. Escuchen con mucha atención y tatúense en la piel lo que voy a decir, porque nunca repito nada. Todo lo que yo digo, ustedes lo tienen que memorizar, ¿de acuerdo?”

Asentimos con la cabeza sin emitir sonido. Es la primera vez que estamos reunidos todos juntos. Esperaba haber dejado atrás la vida del set, al menos por un tiempo, pero en cambio fui arrojado por Lance a esta producción únicamente porque le debía un favor a alguien, y yo pasé por casualidad delante de él cuando me dirigía a la máquina de café. Un café expreso que me costó dos meses fuera del estudio.

Sólo uno de los doce asistentes de producción ya trabajó antes en el set de una de estas infames Union Shoot, una película controlada por los sindicatos, y él es el único que responde “SÍ, TODO CLARO” con un tono exageradamente alto, como un soldado.

Una Union Shoot te prepara para las pruebas más duras que la vida te pueda ofrecer, como ir a la guerra o a la Isla de los Famosos.

En las películas controladas por los sindicatos la regla más importante es que en ningún caso, por ninguna circunstancia, se puede infringir ninguna regla. Por ejemplo, si un cigarrillo de utilería cae sobre un tul, y está a punto de incendiarse el estudio entero, sólo un miembro del equipo de escenografía puede salvar a todos del desastre inminente porque absolutamente nadie más tiene permiso para tocar los elementos de utilería como el tul o el propio cigarrillo.

Mientras las reglas sean claras, siempre se sabe de quién es la responsabilidad de cada cosa que sucede: “Murieron todos por culpa del escenógrafo”.

El que nos instruye en todo esto es el segundo asistente de dirección, un treintañero bajo y corpulento, con cabello cortado a cepillo y el cuello más ancho que el cráneo, una remera blanca ajustada que pone en evidencia los músculos de quien practica pesas, y los pantalones verde militar con bolsillos lo suficientemente grandes como para toda una compra de Navidad.

“Si una película es una pirámide que hay que construir, ustedes son los que arrastran hacia arriba los bloques de piedra por las rampas. Sé que algunos de ustedes han estudiado cine.”

Estoy a punto de levantar la mano, con la esperanza de diferenciarme enseguida de mis compañeros menos preparados.

“Ya sé quiénes son, y los vigilo. Si se acercan al director de fotografía, quedan despedidos. Si les dirigen la palabra a los actores sin que se les haya pedido que lo hagan, quedan despedidos. Si tocan algo de la escenografía, quedan despedidos. ¿Entendido?”

Dos o tres se unen al buen soldado y gritan: “SÍ, TODO CLARO”. Los más tímidos asienten, sin poder tragar siquiera.

“Cigarros no es una peliculita para nenes de papá que juegan a hacerse los futuros Woody Allen. Hay reglas, y nadie tiene que infringirlas. Cualquier mínimo error puede costar centenares de miles de dólares a la producción en juicios, y no va a ser justamente por culpa de ustedes, sería culpa mía. Antes, los despido. Necesitamos solamente a ocho de ustedes, pero los hemos tomado a los doce porque ya durante la primera semana ruedan varias cabezas. Queda en ustedes decidir si será la propia o la de algún otro.”

Nos miramos con hostilidad, oficialmente somos enemigos.

“¿Queda claro?”

“SÍ, TODO CLARO”, esta vez somos sólo dos los que asentimos en silencio.

“Tú eres italiano, ¿verdad?”, dice señalándome.

“Sí.”

“Y tú, ¿mexicano?”, le pregunta al otro que hasta ahora no ha hablado.

“En realidad soy español.”

“Bueno, de esa zona. Es hora de que despierten, haber crecido en un país en vías de desarrollo no es excusa para ser siempre los últimos, ¿queda claro?”

“SÍ, TODO CLARO”, respondemos, avergonzados.

“Y lo mismo vale para las mujeres. ¿Quieren hacer los trabajos de los varones? ¿Quieren igualdad? El sueño de ustedes se hace realidad. No se aceptan frases como ‘Es demasiado pesado para mí’, ‘No puedo’, ‘Tengo miedo’. ¿Comprendido, señoritas?”

“SÍ, TODO CLARO”, gritamos las cuatro mujeres y yo. Creí que nos decía a todos señoritas para humillarnos, como en Nacido para matar. En ese punto, ya estaba completamente metido en mi papel.

“¿Te haces la graciosa, Cindy?”, ruge T.T. dirigiéndose hacia mí.

“No, absolutamente no”, murmuro aterrorizado.

“Esta es una película de autor, habrá varios artistas en el set. Mientras ustedes sólo trabajan, otros crean, a pocos pasos de distancia. Ustedes tendrán que ser transparentes, no existirán más que cuando yo les diga, ¿entendido?”

“SÍ, TODO CLARO.”

“Bienvenidos al mágico mundo del cine.”

Disfruta del problema

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