Читать книгу Elige solo el amor - Sebastián Blaksley - Страница 15
VI. Ámate a ti misma
ОглавлениеLa compulsión del ego de poseer surge del deseo de ser más de lo que eres. En definitiva, este deseo surge de la creencia de que puedes adherir algo al ser. Esto también procede de una memoria ancestral. Procede de tu sabiduría innata de que tu ser debe ser "adherido", es decir, "unido", a un algo para poder ser. Sabes que el ser es una tabla rasa y que debe dársele una identidad. Una individuación. Lo sabes y lo sabes muy bien. De hecho, tu deseo a veces incluso desenfrenado de poseer así lo atestigua. En su origen, el deseo de poseer está en perfecta armonía con la verdad divina porque, en última instancia, procede del deseo de unión. Siempre te unes de un modo u otro a aquello que posees, al menos en algún nivel. Si bien la idea en su origen es correcta, lo que has estado haciendo es intentar unirte a lo que no puedes unirte.
Solo a Cristo es a quien debías y debes unirte para tener una identidad real. Es decir, para darle un atributo al ser que eres en verdad. Esto se debe a que no puedes unirte a nada que no sea de tu misma naturaleza. Por ende, solo puedes unirte a lo que es santo, bello, perfecto. Es decir, al amor. Eres un ser de puro amor y eso hace que solo puedas identificarte con lo que es amor. Cristo es la identidad amor que el ser amor posee. Este poseer a Cristo, fundiéndote en él, es el único modo en que el poseer pueda tener sentido. ¿Podéis empezar a ver la diferencia entre dejarse poseer por el amor y buscar poseer lo que no es amor por vosotros mismos?
Ser más es la letanía de la locura del mundo. Es el grito ensordecedor de la llamada codiciosa. Si deseas ser más de lo que eres quiere decir que deseas ser diferente de como eres ahora. Y si deseas ser diferente de como eres ahora eso tiene que significar que no amas lo que eres. De tal modo que la compulsión de poseer no puede surgir de ninguna otra cosa que no sea una falta, una falta de amor. Esta es una gran revelación, tal como lo es toda esta obra. Se te está revelando el hecho de que toda carencia percibida procede de percibir una falta de amor. No son las cosas, ni las personas, ni las ideas, ni las capacidades lo que deseas, ni lo que necesitas.
Lo que estás tratando de hacer cada vez que deseas poseer cualquier cosa es llenar el vacío que dejó en tu corazón la ausencia de amor percibida. Ahora que puedes reconocer esto, no con la mente sino con el corazón unido en plenitud con la mente, es decir, ahora que conoces en verdad esta verdad, ahora y no antes, puedes comenzar a sonreír afablemente cada vez que camines por las calles de una ciudad atestada de cosas. O en medio de un campo donde la gente trabaje afanosamente, al observar sin juicio alguno como los hombres desde tiempos inmemoriales han estado tratando, y aún siguen haciéndolo en gran medida, de encontrar el amor que creen haber perdido, buscándolo en todo tipo de cosas que ni llenan ni se pueden retener verdaderamente.
Ahora apelamos a la compasión. Vemos cómo la humanidad busca desesperadamente retener el viento con las manos. Y pensamos en cuál sería la respuesta que daría el amor a esa desgraciada situación. Recordamos que el amor se compadece de todo y todos. Y que, en la compasión perfecta, sabe que ese mecanismo de posesividad no es otra cosa que miedo. Miedo a no encontrar nunca más el amor perdido. Miedo a no encontrar más al ser que sois en verdad. Miedo a no ser. O mejor dicho, miedo a seguir no siendo.