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I. Preludio

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Amada del cielo, hija amantísima, hoy he venido en la persona divina de mi maternidad santa. Soy la madre de Dios. He venido rodeada del coro de ángeles, arcángeles, serafines y bienaventuradas almas que, en innumerables multitudes, te rodean de amor a ti que recibes mis palabras y a todo el mundo. Deja tus preocupaciones a un lado. Deja afuera las obligaciones del mundo. Deja todo pensamiento a un lado. Quédate conmigo en esta hora santa de unión, amor y verdad. Quédate un tiempo a solas con tu madre celestial. Esta madre que se deshace toda en amor hacia ti y hacia el mundo entero. Esta madre tierna como no la habido jamás en el mundo y nunca la habrá. Soy la ternura de Dios hecha maternidad. Soy María.

Hoy es preludio de la celebración de navidad. Antesala de la ceremonia de conmemoración de la divinización del universo físico y con ello de la naturaleza humana. Tiempo de alegría y de paz. Tiempo de remembranza del amor misericordioso del Padre para con sus hijos. Ya está a las puertas el recuerdo de la fiesta de la alegría del alumbramiento en la que toda la creación participa. He venido a invitarte a vivir esta navidad de un modo diferente. Quiero que en unión recordemos el amor y la gratitud que el alma siente ante semejante milagro del amor de Dios que es el nacimiento de Cristo. Hoy no celebramos el nacimiento de mi hijo Jesús propiamente dicho como persona histórica. Esta no es una fiesta de celebración de contenido social. No, eso ya lo sabes bien. Es una celebración precisamente porque en ella participa el amor. Haz que estas navidades sean para ti, y, por ende, para toda la humanidad, el medio perfecto para abrir tu mente y corazón a un mayor conocimiento del amor de Dios.

Observa al mundo en estos tiempos de la navidad y verás cómo los ánimos cambian. Multitud de seres humanos se mueven por el mundo para reunirse en la noche buena. Gran parte del mundo queda afectada por esta celebración. Esto no se debe a cuestiones sociológicas ni psicológicas exclusivamente, sino más bien a un afecto de la conciencia universal. El nacimiento de mi divino hijo Jesús no fue un nacimiento en la forma que no tuviera impacto en la totalidad. Su nacimiento fue la manifestación física del nacimiento de Cristo en la conciencia del universo material. Lo cual incluye a la conciencia humana y a cada aspecto de la creación material e inmaterial. Esto incluye desde luego al tiempo, al espacio, a las infinitas relaciones que existen y dan forma al universo físico. Nada quedó igual desde ese momento en la dimensión del tiempo y espacio.

La ansiedad y el crecimiento en el ajetreo que se manifiesta claramente en el mundo durante lo que los hombres llaman el tiempo de la navidad, estado emocional que se puede comparar al movimiento ondulante de un oleaje de sentimientos, que se eleva hasta llegar muchas veces a su cenit en noche buena. No es otra cosa que un movimiento del alma universal y particular. Movimiento que procede del recuerdo del movimiento creativo inefable que ha sido el acto creador de Dios, que llevó a la divinización de la humanidad. Dios, por puro amor de gratuidad y en el eterno gozo de crear en el amor, crea ahora al Dios humanado en el nacimiento de Cristo. Mantén el recuerdo de que somos una sola mente, un solo corazón. Recuerda que se ha dicho que somos el amor del Padre extendiéndose eternamente. Y que todos unidos somos océano insondable de amor y verdad.

Elige solo el amor

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