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II. La música del corazón

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Escuchad todos, la canción del amante y la amada. Oíd, cómo de nuestra unión brotan himnos de alabanza y gratitud. Son las melodías del cielo que se cantan en el corazón enamorado que se ha entregado al ardor del amor creador. La música del alma es liberada para que todo aquel que desee saborearla pueda hacerla. Nuevos colores son pintados. Nuevas notas descubiertas. Nuevos tonos expresados. La novedad de la expresión única de un ser, tu ser, se va haciendo visible cada vez más, incluso para los sentidos del cuerpo físico.

Ahora tu humanidad es una explosión divina del ser que expresa su santidad. ¿Qué otro propósito puede tener el amor, sino el de extenderse eternamente, expresándose tal como es en verdad?

Qué dicha es tener certeza. Cuánto júbilo existe en nuestros corazones. Cantamos con inmensa gratitud por haber llegado al camino que nos permite tener, no solamente un inequívoco sentido de felicidad, sino una profunda y sincera certeza de propósito.

Dicha, plenitud, significado. Estas serán las tres hermanas que nos acompañarán por siempre desde ahora, como santísima trinidad. Seremos multitud en razón de nuestra unión. Muchos corazones serán atraídos al amor hermoso al escuchar nuestro canto. Ellos, corazones enamorados, sabrán reconocer en nuestra expresión la dulzura del amor, la vehemencia del fuego ardiente de nuestra unión. Quien nos mire quedará prendado por el recuerdo que existe en sus almas purísimas; el recuerdo de su primer amor, es decir, del amor de su creador.

A vosotras, almas benditas que recibís el calor de nuestra unión. Has de reconocer que en la unión con el amor que soy en verdad, reside vuestra dicha y plenitud, tal como existe en todos los corazones. Vosotras que sois agraciadas con la recepción de estas palabras que el amado divino os regala por amor, debéis saber y aceptar que sois las almas más llamadas al amor. Esto es un don y una misión.

Habéis venido al mundo como florecillas puras para embellecer el jardín del amado. Vosotras conocéis el amor. Habéis sido heridas en vuestros corazones. Habéis llorado ante la ausencia de belleza y santidad. Habéis buscado incansablemente a ese amor que fuera capaz de daros la seguridad que andabais buscando en un mundo inseguro. Habéis luchado contra viento y marea por seguir vuestro destino. Por ser quienes realmente sois, y no quienes otros dicen que debéis ser. ¿Creéis que todo eso es por casualidad? Sabéis que no.

Vosotras, destinatarias benditas de estas palabras, y muy especialmente de mi amor de predilección, os digo que vuestro modo de sentir y de ser es el medio por el que mi sagrado corazón, en unión con el inmaculado corazón de María, se expresará en la tierra, abriendo un portal de pura luz y verdad. Por medio de esa puerta abierta al cielo que sois cada una de vosotras, el flujo del amor divino entrará cada vez con mayor luminosidad hasta crear una nueva realidad. Todo esto se hará por medio de vuestra libre expresión de la santidad que sois en verdad. Vosotras sabéis amar con pasión. Sabéis distinguir muy bien dónde reside el amor. Vuestros corazones son dulces como la miel y poderosos como el rugido de un león.

Almas que habéis elegido solo el amor. A cada una de vosotras os dirijo mis palabras de vida eterna. Desde el cielo he venido, por medio de esta mano amiga, escriba del cielo, para deciros de este modo particular cuánto os amo. Cuán bellos son vuestros corazones. Cuánta alegría dais a mi ser. Sois las delicias de mi divinidad. En vuestras mentes santas y vuestros corazones enamorados he hallado mi complacencia. He anidado para siempre. He hecho mi morada santa.

Corazones enamorados. Alegría del cielo. Pasión de la vida. Vosotros sois la salvación del mundo. Sois la esperanza que no defrauda. Sois la garantía de la segunda venida de Cristo, pues yo solo vivo en los corazones ardientes que viven consumidos en el amor divino. Aquellos que han sido incinerados en el fuego del amor hermoso. Los que han llorado ante la falta de amor. Los que han sido quebrantados ante el desamor de un mundo que pide a gritos que le mostréis el amor perfecto, el cual vosotras conocéis muy bien. Vivo también en los corazones que se alegran por poder amar y ser amados. Los corazones que sonríen a la vida aún en medio de los desafíos del mundo, porque en el centro de su ser reconocen que el amor vive en ellos.

Mi morada se levanta también en aquellos que han hecho de la verdad su única realidad, los que han aceptado que son santos, bellos, perfectos. Los que han reconocido su eterna inocencia. Ellos son un regalo del cielo para la tierra. Son los tesoros de mi divino amor, traídos al mundo para que este conozca la belleza de un amor que no tiene contrario. El amor de Dios.

Vosotros que recibís estas palabras, daos cuenta de que sois quienes tenéis una misión sin igual. Vuestra función es ahora traer a vuestras hermanas y hermanos a este lugar al que vosotros habéis llegado. Al lugar donde la libre expresión del poder del amor que sois en verdad se manifiesta en toda su gloria. Un lugar de pura expresión. Un lugar donde cada cual será lo que es en verdad, y expresará esa verdad. Un lugar de libertad y ternura. Un lugar de amplitud. Un lugar de santa aceptación e inclusión. Un lugar de alegría sin fin.

¿Podéis acaso comenzar a imaginar cuántos cuadros bellos serán ahora pintados? ¿Nuevos cuadros, llenos de hermosura y pureza, que antes no existían en la expresión visible del mundo? ¿Podéis ya empezar a imaginar la belleza de las nuevas melodías de amor que serán entonadas, en razón del poder que tiene el amor para crear música? Comenzad ya mismo a saborear de las nuevas poesías que nuevos poetas regalarán al mundo y con ello lo embellecerán. Nuevas expresiones, nunca antes vistas, serán ahora puestas a la vista de todos.

Comienza un tiempo sin igual para la humanidad. El tiempo de la libre expresión del poder del amor. Un tiempo signado por la libertad de ser. Libertad que se manifestará con expresiones muy concretas, todas ellas llenas de amor y bondad. Vosotros que habéis llegado primero entre muchos a este lugar, tomad consciencia de lo que se os está diciendo. Habéis recorrido un largo camino a casa. Un camino que os trajo hasta aquí. Lo habéis hecho porque este lugar al que habéis arribado era el propósito de vuestra existencia en este mundo.

El haber llegado hasta aquí es el medio perfecto para poder ser conscientes de lo que sois. El ser fue creado por amor, nada más. Es extensión de la santidad. Es expresión perfecta de la verdad. No tiene ninguna tarea que hacer. No tiene una misión propiamente dicha. No tiene obligaciones, ni planes de ninguna especie. No busca nada. No desea nada. No necesita nada. Simplemente es. Y porque es, tiene un impulso inherente a expresarse libremente y en armonía con aquello que es. Esa fuerza impulsora del ser lo lleva a crear formas de expresión siempre nuevas, siempre bellas, siempre auténticas. Esta es la razón por la que no existe camino más elevado, que se pueda recorrer, que el camino de ser. Un camino donde lo que eres en verdad se manifiesta plenamente.

Dado que lo que eres ha sido establecido por Dios desde toda la eternidad, solo en la unión de tu corazón con el divino corazón es donde puedes ser tú mismo en espíritu y verdad. Solo en ese amor que procede de Dios, y que es la esencia de tu ser y de todo lo que existe, es desde donde puedes expresarte en verdad. ¿Por qué? Porque eres la verdad, el amor y la vida. Eres el camino.

Elige solo el amor: El camino de ser

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