Читать книгу Elige solo el amor: El camino de ser - Sebastián Blaksley - Страница 15
II. Vida y expresión
ОглавлениеEl panorama completo está a la vista. Ahora reconocemos que expresar amor es una cuestión tan esencial como vivir en la verdad. Esto se debe a que basta con que descartes la expresión para que anules a todo el ser de donde ella surge. Ciertamente, esta anulación del ser no ocurre en la verdad, pues no puede anularse, pero sí que ocurre en tu consciencia. No hay otra manera de ser consciente de tu ser que ser consciente de su expresión. Recuerda que el ser se expresa con un propósito: el de conocerse a sí mismo.
La expresión del ser es su creación. De hecho, las creaciones de Dios, entre las que te encuentras tú, no son otra cosa que su expresión. Por eso es que no tiene sentido pensar que la creación divina pueda ser pecaminosa, imperfecta y horrorosa. Porque de serlo, Dios mismo tendría que ser así. Lo que estoy tratando de decirte con la mayor claridad posible es que la expresión es para el ser lo que la respiración es para la vida del cuerpo.
Observa como un escritor se va perfeccionando cada vez más en la medida en que lee y escribe. Al leer incorpora algo que luego puede ser parte de sus escritos, ya sea el tono, el contenido o alguna idea en particular. A su vez, a medida que va escribiendo, se va haciendo más diestro en su habilidad. Lo mismo ocurre con un pintor o un músico. Ellos también crecen en su capacidad en la medida en que la ponen en práctica y observan expresiones semejantes.
Volvamos al ejemplo del escritor. La relación que existe entre lo que lee y lo que escribe es una relación de recibir y dar. Es un continuo que no puede separarse, si es que el autor desea crecer como tal en el sentido de ir descubriendo nuevas formas cada vez más sutiles, más exquisitas, de expresar en palabras lo que desee. Es imposible escribir sin saber leer. Esto se debe a que ambas son parte de un todo. Lo mismo ocurre con el ser y la expresión. Son parte inseparable de un todo. De tu totalidad.
Cuando expresas lo que eres en verdad, creces. Al unirte a otros que expresan lo que son en verdad, creces. Tal como un escritor crece al leer nuevas obras y seguir escribiendo. Así como tú creces en el conocimiento de tu ser al expresarte y recibes de otras expresiones de la verdad una fuente de inspiración, o de base para tu expresión, lo mismo ocurre con tus hermanas y hermanos en relación contigo.
Al extender el amor que eres, otros que buscan expresar la verdad de su ser se unen a ti. De esa unión obtienen fuerza para ser más auténticos en su forma de expresar la verdad. Así, actúas como fuente de inspiración para que otros se animen a volar. Al verlos volar a ellos, y a otros que han aprendido a emprender el vuelo del espíritu, tú mismo te animas a volar cada vez más alto. Este flujo de inspiración recibida y dada, el cual constituye una fuerza de unión en santidad, es decir, de verdadera comunión, es extensión eterna. Siempre creciente. Siempre nueva.
El ser es eterno y su expresión también. Esto quiere decir que la necesidad de expresión del ser no tiene límites. De tal modo que siempre encontrará nuevas formas de manifestarse, es decir, de darse a conocer. En la medida en que absorbe de las expresiones de otros seres semejantes una base de inspiración y se expresa, crece en su capacidad de expresarse. O, dicho de otro modo, el ser se ensancha cada vez más en un movimiento de expansión sin fin. Esto es ser ilimitado.
¿Puedes entrever la asociación que existe entre libertad de expresión y ser sin límites? Cuando hablábamos de la incondicionalidad del amor, hablábamos de la incondicionalidad del ser. Esto no quería decir que tenías que amar a todos sin límites, aunque sintieras que no los amabas o que lo que no te gustara lo tenías que tomar como amoroso y decir que te agrada lo que no te agrada. Tampoco tenía que ver con los límites del cuerpo, ni con nada que tenga que ver con el tiempo o el espacio. De lo que se quiso hablar, toda vez que se habló de un ser incondicional, fue de ser un ser sin límites para la expresión. Esto es lo que siempre has sido. No tienes límites, porque nada ni nadie puede ponerle límites a tu expresión. Ni siquiera tú mismo. Pues, al fin y al cabo, siempre estás manifestándote de un modo u otro.
La razón por la que solo en el amor puedes expresar lo que eres en verdad es porque tu ser es un ser de puro amor y porque fuera del amor no existe nada. En la nada no hay expresión. No hay nada. Por lo tanto, lo que no es amor no es expresión. Podemos ahora resignificarlo todo desde la perspectiva de ser.
Dijimos que el pecado era una falta de amor. Podemos entender ahora que era una falta de expresión del ser. Dicho de otro modo, el pecado es la decisión deliberada de impedir que el amor se exprese. Esta decisión deliberada es una determinación de no compartir el ser que eres. Si se entiende bien, la negación del poder de expresión del amor es la esencia del egoísmo. Esto se debe a que no expresar el amor que eres en verdad hace que no lo des. Es una elección de escatimar lo que eres. Es guardártelo para ti mismo.
Cuando escatimas la expresión de tu verdadero ser, escatimas amor. Al hacer eso, queda nublada tu realidad en tu consciencia. Ese era el motivo por el que una vez te sumergiste en el miedo. Era miedo a expresarte. Miedo a extender la realidad del amor de tu ser. Ese miedo surgía de una decisión. La decisión de no darte. Al hacer eso, perdías de vista la plenitud de tu ser, la cual alcanzas al darte.